-Este año no vendrán los Reyes
Magos- les dijo mamá. Yo, como sabéis estoy enferma y a papá no le da tiempo a
llevar la carta al buzón porque tiene muchas cosas que hacer. Ha de ir a
trabajar, cuidar de mí, de vosotras y hasta de la casa.
-Pero, mami, nosotras ya hemos
escrito la carta y se la podemos dar a alguna vecina para que la lleve al
buzón.
-No puede ser. No le deis más
vueltas. Lo siento mucho, me da mucha pena, pero este año no hay Reyes Magos.
-Pero, mami,-dijo la mayor de
las niñas que hablaba por las dos-si son magos ellos saben que papi no puede
llevar la carta pero a lo mejor saben que estamos aquí, por los otros años ¿No?
Y vienen.
-No insistas. ¡Qué pesada te
pones cuando te interesa algo. No os hagáis ilusiones. Por muy magos que sean
los reyes, no vendrán.
No obstante, las niñas seguían creyendo que
se obraría el milagro; que al levantarse el día seis de enero encontrarían
junto a la puerta del balcón y sus zapatitos algún regalo. No sería lo que
ellas querían pues no habían podido hacer llegar la carta a Sus Majestades,
pero algo habría ¡Seguro!
Cuando llegó la noche de reyes, a pesar de
la negativa de su madre, le pidieron a papá que dejara el balcón un poquito
abierto “por si acaso”. El padre, las acompañó a dejar los zapatos, que habían
limpiado muy bien para que los señores reyes vieran que eran unas niñas muy
cuidadosas, junto a la puerta entreabierta del balcón, tampoco faltó el
consabido vaso de agua por si tenían sed y unos trocitos de turrón del que les
habían regalado los abuelos.
Aquella noche soñaron que oían los caballos
detenerse bajo su balcón, que escuchaban voces bajitas diciendo algo que no
entendieron, y luego otra vez el trote de los caballos calle abajo.
Al despertar, corrieron al balcón y
¡sorpresa! ¡El milagro se había producido! Los zapatos estaban cambiados de
sitio, el vaso vacío, y junto al turrón, que no se habían comido los Reyes, tal
vez por lástima de las niñas que no tenían mucho, unos paquetitos con sus
nombres.
Cada una cogió el suyo y encontraron lápices de colores, unas libretitas
muy monas para pintar y un libro de cuentos. No era lo que habían pedido en su
carta pero, en su inocencia, quedó patente que los Reyes eran Magos y muy
buenos.
Dedicado a los que aún sueñan,los niños.
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