REGRESO
Rosamunde Pilcher
(1924 Lelant (Cornualles)- 2019 Longforgam (Escocia) De Cornualles a Escocia.…
Cuando se ha leído una novela de
esta escritora, siempre se deseará seguir leyendo más y más. Si “Los buscadores
de conchas” la lanzó a la fama, no desmerecen ninguna de sus otras obras.
Tiene una especial capacidad para captar los sentimientos y la psicología
humanos. Al mismo tiempo que es una auténtica maestra de la descripción, una
pintora con palabras. Los ambientes cerrados, los paisajes, la naturaleza y la
figura humana.
Llaman la atención, sobre todo, las figuras femeninas. Capta de manera
extraordinaria el alma de la mujer. Yo destacaría las madres. Sería interesante
cotejar las de todas sus novelas, pero no es este el lugar adecuado.
La que hoy nos ocupa “El regreso”
parece recoger algún detalle autobiográfico. El hecho de que al terminar sus
estudios trabajara como secretaria en la Armada y que se uniera al servicio
femenino de la Armada Real. También su condición de ama de casa y madre se ve
fácilmente reflejada en todas sus novelas.
Vamos, de momento, a centrarnos en
los caracteres de los personajes. En general todos sus personajes son
bondadosos o tienen, al menos, algún rasgo de bondad. No obstante, como ocurre
en la que nos ocupa, hace aparecer alguno de tendencia malévola, tal vez para
conferir realismo.
Podremos observar en una lectura detallada que los personajes son
presentados paulatinamente, a trechos, un detalle por aquí otro por allí y casi
siempre a través unos de otros. Es decir que la autora nos los da según la
variada perspectiva de cada uno. También a través de sus acciones. Los vamos
descubriendo conforme actúan.
Cabría agregar que da infinidad de
detalles de todo tipo desde el aspecto físico, hasta el menor rasgo distintivo
de su carácter
Observemos en “El regreso” en primer lugar a
las mujeres. Al menos las fundamentales, aparecen formando pares en donde cada
una es el contrapunto de la otra. En cuanto al carácter, la psicología, incluso
el estilo personal de vestir y vivir.
Así, hay dos madres: Molly Dunbar,
es débil de carácter, asustadiza, incapaz de tomar decisiones sin agobiarse.
Tiende a dejarse llevar. No le gustan las cosas divertidas. Su aspecto es
juvenil. Luce una hueca melena rubia; de rostro redondo y ojos inocentes. Nada
inteligente. Según su hermana es femenina, remilgada e insegura y un poco
elitista. Débil y egoísta. Muy detallista para todo. Y bebe, tal vez demasiado.
Diana Carey-Lewis. Destaca su
voz ronca y risueña. No hace pensar en una madre. Es esbelta, tiene las cejas
finas y arqueadas, y lleva los labios muy rojos. Melenita rubio trigo, lisa y
sedosa. Y algo que llama la atención ¡lleva pantalones! Y las uñas rojas. Parece
una actriz de cine. Elegante, decidida, no se deja conducir, pero delicada,
tiene un gusto exquisito y es sobre todo familiar, cariñosa, hospitalaria, se
desvive sin agobiar por las personas a las que acoge en su hogar o bajo su
tutela. En algunos momentos puede resultar algo agobiante y manipuladora, pero
es toda corazón. Le gusta tener la casa llena de gente, amigos de sus hijos,
por ejemplo…
Otro par de mujeres adultas muy
interesante son la cuñada y la hermana de Molly. Tías ambas de la protagonista.
También de carácter amable, bondadosas, capaces de hacer cualquier cosa por
alguien a quien quieren. Las dos acogerán y arroparán a Judith, la protagonista
en todo momento. Cada una a su manera la ayudan y protegen en ausencia de sus
padres.
Louise Forrester hermana del padre,
con la que tendrá que pasar sus primeras vacaciones, es elegante y snob. Viuda
sin hijos. Siempre jugando al golf. Conductora imprudente. Con personalidad,
pero no hermosa. Cacatúa y pesada, poco femenina e insípida según Biddy. Siente
la vida como una fiesta casi, es adinerada, y en cierto modo algo irreflexiva
no obstante procurar el bien definitivo de su sobrina.
Por el contrario, Biddy, hermana de
la madre, a Judith le gusta más. Casada, Tiene un hijo. Enamorada de su marido
al que quiere con ternura Su marido, el
tío Bob es encantador, cariñoso, melómano, divertido en cierto modo…Judith es la
hija que le habría gustado tener. Biddy es muy distinta de su hermana. Es natural,
cariñosa y divertida. Es sensata y da buenos consejos. A su sobrina le gusta
porque le habla como a una persona adulta. Vive con sencillez, pensando más en
las personas que la rodean que en ella misma. Acabará siendo un apoyo
definitivo para su sobrina.
Veamos ahora las que podrían ser
las fundamentales, que casi comparten protagonismo. También dos seres casi
antagónicos y sin embargo grandes amigas, tanto que llegarán a sentirse casi
hermanas.
La protagonista, Judith Dunbar, rubia, pecas, ojos azules. inteligente,
además de bonita, bondades estas que irán creciendo con ella. Es, al principio de la novela, una adolescente
de 14 años, madura, reflexiva, responsable, estudiosa. Ha de dejar su escuela
de años, con sus amigas, para ir interna a Sant Úrsula. En Cornualles ha
disfrutado de cierta libertad. Ante la debilidad de la madre piensa que ha de
ser ella la fuerte. A lo largo de la novela la veremos crecer y madurar siempre
con inteligencia y sensatez.
En oposición, Loveday. 12 años.
También iría a Santa Úrsula. Una preciosidad de niña, aunque siempre parecerá
un chicote malo. Pelo oscuro, rizado y corto. Ojos azul violeta y piel color
miel. Desgarbada, alocada, irreflexiva, rebelde, algo caprichosa, pero con un
gran corazón. Transmite naturalidad y confianza en sí misma. Será compañera de dormitorio
de Judith. Es la única que va a casa los fines de semana y por haber congeniado
con Judith la invitará a pasar uno con su familia de donde nacerá una eterna y
bonita amistad. También la vemos hacerse mujer, pero sus decisiones serán menos
razonables y maduras que las de su amiga.
De ambas podría decirse que en
cierto modo son el resultado de las familias en que han nacido y se han criado.
Judith es hija de Molly; Loveday de Diana Carey-Lewis.
También entre las mujeres cabría
detenerse en las del servicio en cualquiera de las casas: bondadosas, cariñosas
como madres con los hijos de la casa, aunque crezcan y sean ya hombres y
mujeres, pendientes de cualquier detalle, agradecidas…
Otro tanto ocurre con los hombres,
aunque tal vez entre ellos no hay tantas diferencias. Solo las propias de su
edad, ambiente en que viven o vivieron, pero también impera en su carácter la
bondad, el respeto por las mujeres sean de la familia o con las que se cruzan
en su vida.
El ya citado tío Bob, podría formar otro tándem especial con el coronel
Edgar Carey-Lewis, el padre de Loveday. Ojos dulces y bondadosos (así lo ve
Judith) pero tristes. Pronto congeniará con Judith, y le hará fácil la estancia
en su casa.
Ambos serán siempre una ayuda para Judith
Aparte de algún secundario interesante, cabría detenerse en Jeremy Wells, el médico joven al que conocerán Judith y su madre en el tren.
Se le presenta
como un joven que lee como si fuera un intelectual, pero con buena figura,
atlético, y en forma. Gafas, viste informal pero correcto. Una hendidura le
cruza la barbilla. Pelo revuelto de color indefinido. Sonrisa simpática,
dentadura perfecta, ojos moteados como una trucha. Acabará siendo
definitivamente importante en la vida de Judith. Siempre afectuoso y
respetuoso. Lo primero que los une sin saberlo es un puente famoso. ¿Será el
puente un símbolo?
Otro importante no solo en la
novela sino también en la vida de la protagonista será Edward, hermano de
Loveday. Rubio. Facciones recias y los
mismos ojos azules de su madre. Hombros anchos. Cara de adolescente cuando se
conocen. Piel bronceada, dientes blancos y regulares. No le gustan los
caballos. Como toda la familia muy afectivo y acogedor. Sencillo siempre dentro
del estilo elegante de la familia. Es inteligente, deportista, amigo de vivir intensamente,
aunque no exactamente al límite.
El y Jeremy, aunque distintos serán muy importantes en la vida de Judith. Le tienen un sincero afecto la respetan y la ayudan. Solo dos rompen este modelo: Billy Fawcett. Al que se describe cuando aparece por primera vez como un tipo con aire de dispensador de favores El abusador de menores.
Y Walter Mudge, el de los caballos. Atractivo, delgado, moreno, bronceado
como un gitano, cabello negro y rizado, ojos oscuros como granos de café…
Acabará haciendo mucho daño.
Otro gran número de personajes secundarios, aunque no menos importantes para el transcurso de la novela, pululan por sus páginas. Dignos también de un detallado análisis, pero no es este lugar para un estudio más profundo y extenso.
Llama la atención la importancia que confiere en los retratos a los ojos y los dientes. También al cabello. Es lo que más los define.
En otro orden de cosas, se ha alabado el indiscutible
talento de la autora para recrear las pulsaciones anímicas más sutiles. Tal vez
sería un buen ejemplo la forma en que plasma la diferente manera de ver el mundo,
incluso de percibir los sentimientos de hombres y mujeres.
¿Podríamos deducir que ve y, por tanto,
transmite el mundo desde su perspectiva de mujer, ama de casa y madre? No es
solo la capacidad de crear unos personajes como los que encontramos en su
novela, es el ambiente que los rodea, es la vida cotidiana, la cocina, el
cuidado del jardín, los olores, el gusto por el detalle en todos los aspectos y
ámbitos de la vida que recrea. Es capaza de fundir lo idílico con lo real, los
sueños con la razón
El espacio: Múltiple y variado. Todos los personajes rodeados o ubicados en ambientes
descritos con todo lujo de detalles. Tanto da que sea una habitación juvenil
como las caballerizas, la playa, el jardín, un elegante bar o una taberna de
pueblo. Hay páginas completas de unas descripciones excelentes. La
adjetivación, el léxico general, los colores. Hasta los aromas parecen
percibirse tanto de la hierba o las flores como de los alimentos. Parajes
idílicos, las más de las veces.
Todo esto lo percibimos casi siempre
a través de la sensación que produce en los personajes, aunque parezca estar
expresado por boca del narrador omnisciente que nos cuenta la historia. Este
es, tal vez, un detalle importante del estilo narrativo de la autora.
Por razones obvias, no reproduzco textos literalmente.
El tiempo. Varios años. Cuando empieza la obra las dos
protagonistas son unas niñas, en la edad que hoy llamaríamos preadolescentes (14
y 12 años) y al acabar las dejamos casadas con 24 y 22 años.
Unos años repletos de acontecimientos, familiares, sociales, una guerra y
por fin el final que la autora suele dar a sus novelas, un poco de luz en la
vida.
Para terminar, resumiré la temática: el
amor, la amistad, las relaciones humanas, la soledad, la familia…toda suerte de
sentimientos.
He leído o escuchado, no estoy segura, que si una novela está bien escrita
no se puede constatar si es obra de mujer o de hombre. No soy una autoridad en
la materia y el hecho de que a mí me guste esta autora y me entusiasmen sus
novelas, no me autoriza a decidir si es o no una buena novela. No obstante, me
atrevo a decir que tengo mis dudas acerca de que un hombre la hubiera escrito
igual,
No creamos que este ambiente de bondad que he señalad, convierte la novela
en un texto aburrido o ñoño. Porque, entre otras cosas está presente la segunda
guerra mundial con todos los problemas que acarreó y que traerá como
consecuencia desgracias y muertes. En absoluto. La autora nos va llevando de la
mano por situaciones que despiertan nuestra curiosidad, nos induce a filias y
fobias (estas las menos) crea pequeños clímax y anticlímax.
El final nos dejará la dulce sensación de que en el mundo también puede
imperar la bondad