Escribir es negocio de particular juicio
“…Escribir
es negocio de particular juicio…”
(Fray
Luis de León)
Lo sé, mi admirado
y querido maestro y amigo. Sepa vuestra reverencia, que es lo primero que
pienso cada vez que me enfrento a la página en blanco, antes folio, ahora la
pantalla del ordenador. Pero necesito escribir. Como lo hicieron y hacen y
harán tantos otros.
Es la razón por la cual me propongo reflexionar
“por escrito” a cerca de algo que me preocupa cada vez que leo ya sea un poema,
una novela, un artículo… ¡da igual!
Mi pregunta es ¿Cómo se siente un escritor *
cuando se instala frente a la página en blanco, ya sea un paquete de folios,
una libreta o bloc o la pantalla del ordenador? Con estilográfica, bolígrafo o
tecleando.
He leído que
algunos hacen esquemas, confeccionan fichas, toman notas en cuadernos que se
multiplican, o pasan días, en aparente vagancia, negociando in mente hasta
tener el todo que buscan y entonces ¡a escribir como posesos!
Imagino que a veces
la inspiración tarda en llegar. ¡Apagón creativo! El escritor esperando cuándo
surgirá otra vez esa chispa bendita que no deja respirar, que incita a escribir
y escribir. Que hace aparecer rostros, manos, labios, ojos, miradas, historias,
frases. Quizá de forma un poco alocada, pero, que luego, paulatinamente van
tomando forma, van reuniéndose debidamente y lo que fue un puro torbellino de
ideas acaba siendo una historia que
atrapa, que no se puede dejar,
que crece y crece, cuando, tal vez, se había pensado que en unas pocas líneas se
iba a despachar. Les toma cariño a esos personajes fruto de su fantasía, de sus
recuerdos, de sus ilusiones o frustraciones y vive con ellos, llora con ellos,
ama con ellos, sufre y /o goza con ellos: quién sabe si mata con ellos o
incluso muere con ellos.
En “Los
monederos falsos” André Gide, a través de Eduard confiesa su dificultad para
inventar y su predisposición a fijarse más en lo que podría ser que en lo que
ha sido. Eduard habla del trabajo del novelista, del proceso creador. Él lleva
siempre un cuaderno en el que va anotando todo: “el cuaderno. Es el espejo que
paseo conmigo. Nada de lo que me sucede cobra existencia hasta que lo veo
reflejado en él “¿No evoca
esto aquello de” la novela es un espejo a lo largo del camino”? Habla de encontrar
más que buscar.
También de
Galdós se cuenta que llevaba siempre una libreta o papel donde tomar notas de lo
que atraía su atención en la calle…
Pérez-Reverte en “Hombres buenos” inicia los capítulos interrumpiendo
la historia principal para explicar el proceso de la creación narrativa. Habla de cómo en sus novelas le gusta
cuidar los escenarios porque facilitan el ambiente adecuado para los personajes
y la trama. Es importante, por ejemplo, a la hora de establecer los diálogos
que el día sea gris o luminoso, que se esté en espacios abiertos o cerrados…De
paso va explicando los pasos que siguió para captar los espacios, las
situaciones, la información que recabó.
No puedo menos que recordar aquella rima de
Bécquer que explica magníficamente este proceso
Sacudimiento extraño
Que agita las ideas, …
Murmullo que en el alma
Se eleva y va creciendo…
Ideas sin palabras,
Palabras sin sentido; …
Actividad nerviosa…
¿Podría ocurrir que lo
que iba a ser un cuento, un relato quizá breve que arranca de una simple
anécdota, acabe pasando de tema a historia secundaria de un relato extenso, que
vaya creciendo hasta acabar en una vida que ocupa más 500 páginas? Que ¿le
tenga absorbida la vida y la mente durante meses incluso años a su autor?
Carmen Martín Gaite, comenta” Tal vez cuando escribimos no somos conscientes de
todo lo que estamos volcando en el famoso folio en blanco. Es como lo que decía
aquel gran escritor de las cerezas. Empiezas a escribir y sigues, sigues, hasta
agotar las ideas, los recuerdos, lo vivido, lo soñado…Una cosa trae otra y así
casi hasta el infinito.
He leído que de
algunos escritores podría decirse que solo escribieron una novela porque, una
tras otra, repiten el mismo tema o siempre giran en torno a él. ¿será posible?
Tal vez sea el caso de las “Sagas”. Por ejemplo “Forsyte Saga” constituida por tres novelas: "El mono blanco" (1921),” La cuchara de plata" ( 1926) y "El canto del cisne" (1928). O no siempre.
Otra duda. ¿Tienen
los escritores problemas a la hora de encontrar el vocablo adecuado, la frase,
el adjetivo? Y otra vez Bécquer
“Yo sé un himno gigante y
extraño…
Yo quisiera escribirlo, del
hombre
Domando el rebelde, mezquino
idioma,
Con palabras que fuesen a un
tiempo
Suspiros y risas, colores y
notas….
Deseo de domar el
idioma, tan hermoso y difícil. Pero ¿cómo extraer esa belleza que encierra? Imagino
a cualquier escritor soñando como Bécquer con que sus palabras sean: suspiros,
risas, colores, notas; incluso olores, sonidos, miradas, sentimientos… (miedo,
arrojo, amor, tristeza…)
Precisamente Pérez-Reverte inicia su novela “Hombres
buenos”, confesando
que es muy difícil expresar por escrito lo que se quiere contar, lo que se ha
ideado, imaginado, visto. Piensa que lo importante es
que el lector vea lo que el autor ve o imagina. El autor debe convertirse en
los ojos del lector.
Gide en
“Los monederos falsos”: para ser un buen novelista hay que saber
escuchar
Carmen Martí Gaite da importancia a la
memoria, a la capacidad para evocar el
pasado propio. Considera que, a la hora de construir, de idear personajes e historias, se debe combinar lo
observado con lo vivido. Hay que reducirlo todo a un
núcleo fundamental: la relación de la persona con los demás. Y, sobre todo,
conseguir que en este punto confluyan la autora, el narrador, los personajes y
el lector.
Conviene aprovechar todo lo que hay en
el cuarto de atrás, escondido, latente.
Lo imaginado dice, y en este sentido recuerdo
lo leído en “Expiación” donde la protagonista que sueña con ser escritora
aprendió que la imaginación es una fuente de secretos; que una vez empezada una
historia no se la podía contar a nadie. No todos los escritores parece que
piensan así. Por ejemplo, Carmen Martín Gaite siempre ha confesado tener la
necesidad del interlocutor, de contar lo que imagina y piensa. Y
algo parecido dice García Montero en “Las palabras rotas” que escribir es cuidar
las palabras pensando en el otro, o sea en el lector; o preparar una habitación
pensando en ese otro que la ocupará.
Está claro que cada escritor, como cada
ser humano, es un mudo.
Siguiendo con la construcción del relato,
también en “Expiación” se aportan ideas importantes como que es posible
construir un mundo en cinco páginas; o expresar el hecho de enamorarse con solo
una palabra “mirada”. (¡qué importancia tienen las miradas en “Sidi” de Pérez-Reverte!)
Se puede hacer que una crisis en la vida de una heroína coincida con una
granizada, un vendaval, una tormenta… Hoy, con la aparición del microrrelato puede
ser fácil.
La naturaleza, a veces, puede jugar un papel
simbólico en este sentido como las nubes
en “Nubosidad variable”
Otra idea que me inquieta. ¿De dónde surgen
los personajes? ¿Cómo consigue el escritor, no solo adentrase en sus
sentimientos sino también la imagen necesaria, exacta para describirlos?
Con frecuencia el
carácter y el aspecto físico de los personajes parecen coincidir. No es que los
bondadosos sean hermosos y los malvados feos, necesariamente; pero tal vez sí
hay que buscarles unas facciones determinadas, una mirada, incluso una voz.
¿Surge con facilidad o es una ardua tarea? ¿Primero les ve el alma y luego les
busca la apariencia física?
No sé por qué razón
me inclino por esto último. Quiero pensar que el escritor ha imaginado un
personaje con un carácter, y a partir de ahí intenta, necesita darle una realidad
física, una imagen. Es decir, completar al personaje. Lo imagino observando en su
entorno entre personas que ve en la calle, actores, personajes televisivos etc.
hasta encontrar los ojos, las manos, la sonrisa, la mirada, la estatura que
necesita. Quizá muchos personajes tienen
un clon real.
Recuerdo haber leído que muchos de los personajes de Galdós
recuerdan a alguien real. Por ejemplo, el ciego de “Misericordia” existía. Y en
cuanto a la relación aspecto físico y carácter se dice que ese lobulillo que Benigna,
la protagonista de Misericordia, tiene en la frente pude recordar la espina con
que las estampitas religiosas representa a Sana Rita, por aquello de su bondad,
algo que también concuerda con el nombre.
En otro Pérez, en
este caso Reverte, en “La piel del tambor” había un personaje que parecía
calcado de Mario Conde y otro que se peinaba igual que Anasagasti.
André Gide” en “Los
monederos falsos! a través de Eduard, el protagonista novelista, dice en lo que
a la creación de los personajes se refiere que cuando un novelista los describe
con demasiada meticulosidad está trabando la imaginación del lector al que
habría que dejar que se los figure como quiera. Es en la imaginación del lector
donde debe conseguirse la precisión, solo a través de dos o tres rasgos
colocados donde convenga. Podríamos agregar, colocados con maestría. Esa es
precisamente la magia de la literatura, del texto escrito, sobre la imagen,
cine y televisión, que nos permite también a nosotros crear.
Vuelve Eduard a los personajes
de los que dice que él nunca los buscó, que le salieron al encuentro y que una
vez que están ahí el novelista se debe a ellos. Este detalle me llama poderosamente la atención.
También Almudena Grandes, cuenta que la protagonista de
“Inés y la alegría” la encontró a ella.
Tal vez a Galdós también lo encontraban y quién sabe a
cuántos más.
Por su parte Carmen Martín Gaite en algún
momento se lamenta de que en una novela hay muchos personajes, y hay que
armonizar la versión de cada uno con la de los demás.
En “Expiación” Briony, creía saber
describir bastante bien las acciones, poseer el tranquillo del diálogo y poder
hablar de los bosques en invierno, y del siniestro muro de un castillo. Pero se
plantea cómo hablar de sentimientos …, cómo describir la tristeza misma, cómo
pintar el alma de tal manera que se sienta su cercanía enervante.
Puede ser este uno de los grandes problemas
de cualquier escritor: penetrar en el alma, en los sueños, los sentimientos, de
sus personajes.
Y en cuanto a los nombres, incluso los
apellidos ¿Cómo llegan o se buscan? Porque a veces los nombres de algunos
personajes parecen simbólicos o al menos motivados. Ocurre con frecuencia en
Galdós.
A veces son, casi
una parodia del personaje. Por ejemplo, que una prostituta se llame Purita, un
seminarista Cojoncio Alba; Max Estrella; que al protagonista de El Lazarillo
todos le llamen Lázaro por ser criado de un ciego, o Bernarda (con fuerza de oso). Angustias, Magdalena,
Martirio, Amelia (sin miel) o Adela (nobleza) y un larguísimo etcétera.
Quizá
una consecuencia del mundo de los personajes es la facilidad con que el lector va
a intuir, sospechar, que hay mucho del autor en ellos. Por ejemplo, la
niña-escritora de Expiación se platea que, al
describir la debilidad de un personaje, es inevitable exponer la suya propia; que
el lector casi no podrá evitar conjeturar que estaba describiéndose a sí misma.
Nada más cierto. Parece inevitable que el lector piense indefectiblemente que
tal personaje es el propio autor, que lo que cuenta es su vida, que está
exponiendo sus vivencias incluso las más íntimas, incluso, aunque no use la
primera persona. O sea que está haciendo estriptis literario. Parece, pero no
es, al menos siempre, cierto.
Otro tema interesante o digno de tratar es la
dificultad que supone la creación del diálogo.
Es
a través de los diálogos como con frecuencia conocemos definitivamente a los
personajes, su alma, su carácter…Pueden constituir la red que va uniendo los
momentos y las historias.
Recordemos como Galdós reconocía haber tomado
cariño a este nuevo tipo de novela que introduce en su estructura el diálogo.
Quizá fue el afán de realismo y objetividad lo que llevó a D. Benito al empleo
del diálogo como total estructura novelesca.
Pensemos en la importancia del diálogo en la
novela de Carme Martín Gaite ( enlazar tiempos, ir enganchando recuerdos unos en otros le
gusta hacerlo no mediante la escueta narración sino a través del diálogo) y en
las de Pérez-Reverte, por ejemplo. Y sin olvidar El Quijote.
Además, el diálogo confiere dinamismo,
agilidad, al relato. No en exceso, no se trata de un diálogo teatral sino ese
en que los personajes se descubren, en que, a veces cuentan parte de su vida,
en que confiesan sus sentimientos: amor, miedo, tristeza, aficiones…O unos
hablan de otros dándolos a conocer.
En efecto debe
entrañar una gran dificultad, por ejemplo, escribir un diálogo amoroso, o una
terrible discusión.
Nos queda, desentrañar la tarea última del
escritor tras haber convertido en relato, novela, cuento, poema…todo lo que
bullía en su mente.
Pérez Reverte en “Hombres buenos”, tras habernos dado una auténtica
lección teórico-`práctica de cómo se debe enfocar la redacción de una novela. habla,
del trabajo posterior a la documentación y escritura, más o menos espontánea,
el de escribir definitivamente la historia. Leerla y releerla, corregir y
volver a corregir, hasta estar convencido de que eso es lo que quería hacer y
que está bien hecho.
Esa es la cuestión. Releer, corregir.
Dice García Montero en “Un velero Bergantín” que hay que releer, incluso en voz
alta hasta estar convencidos de suena bien, que se entiende, que gusta…
El pintor Gordillo dice que un cuadro
terminado que te guste es un amor que acaba de nacer. Algo así será para el
escritor que acaba una novela, un cuento, un poema…
Es
además la confesión de grandes escritores, quizá más frecuente entre los
poetas.
Que
muchos escritores lo han hecho se puede comprobar cuando vemos que hay tachones
en los manuscritos, que existen dos versiones de un mismo verso, etc. Por ejemplo
en el soneto XXIII de Garcilaso la versión más frecuente es “Con clara luz la
tempestad serena” pero se ha encontrado también “enciende el corazón y lo
refrena “ (en biblioteca virtual cervantes)
No solo en la literatura. Este repasar,
corregir y volver a corregir también se da en la pintura. Es, tal vez, la razón
por la que, al estudiar un lienzo, al ir a restaurarlo…aparezcan los
palimpsestos.
En
una entrevista el pintor Gordillo confiesa que retoca hasta la saciedad cada
cuadro, y llega un momento en que le dice “o te acabo o me acabas”.
¿Es frecuente hoy, en la era de las
prisas y la velocidad, en que hay escritores noveles que escriben una novela en
un mes y que dejan para el editor la corrección?
Y
como colofón. ¿Qué es escribir para un escritor?: una especie de vuelo, una
forma asequible de vuelo, de imaginación, de antojo.
Para Carmen martí
Gaite:" No hay mejor tabla de salvación que la
pluma…”
Y
algo así como que a veces se escribe porque no
se tiene con quien hablar. No es necesario tomar al pie de la letra ese no
tener con quien hablar. Lo que ocurre, a veces, es que no tenemos con quien
intercambiar ideas…ilusiones, etc.
Y como parece que dijo Espronceda “escribo en
mi loco desvarío/ sin ton ni son, y para gusto mío”
He oído decir: escribo para que me
quieran mis amigos (más o menos)
Quizá como final cabría recordar lo
importante que la forma es en una obra literaria. en Estatuas con palomas
Luis Goytisolo expone haber descubierto que la
piedra de toque de la escritura residía, no en lo que se contaba -la intriga,
la anécdota, el argumento-, por muy correctamente que estuviera escrito, sino
en la forma en que lo contaba.
*Escribo
escritor y lector en sentido genérico y no voy a utilizar la fórmula moderna de
escritor/a; lector/a.
También he de
hacer constar que cuando hablo de escritor me refiero a la persona que tiene
escribir como profesión, o que aun compartiendo esta con otra, escribe con la
intención de publicar, vender.
Pd. En otro momento hablaremos
de la relación autor-lector-