Voy a recordar hoy, como me contó Constanza su
primer viaje a tierras vascas. Este relato va a ser, como podríamos decir a dos
manos o dos voces. Resulta, que en contra de lo que suele ser su costumbre,
esta vez no me escribió una carta, ni me pasó unos folios con sus peripecias
viajeras. Me invitó a merendar y me fue contando cómo había transcurrido su primera visita a esa bellísima tierra. Yo
después lo escribí como lo iba recordando y ahora ,de la misma manera, lo
transcribo..
Me contaba que llevaban años
planteándose el viaje pero guiados por los consabidos tópicos sobre vascos y
catalanes, no acababan de decidirse. A Constanza le atraía muchísimo la idea
pues a ella la tenían subyugada los magníficos paisajes que le ofrecían las
guías de viaje. Además, desde que, siendo casi niña, escuchara en la radio el Certamen de
Habaneras de Torrevieja y en él, como grupo destacado y ganador casi siempre,
el Orfeón Donostiarra, pensaba que gente que canta así, tiene que ser
magnífica.
Por fin, por razones familiares que no vienen al caso, se presentó la
oportunidad y ya no lo dudaron.
Como siempre cuando
pensaban en viajar, preparar el viaje fue tarea suya. Así, entre otras cosas
se informó de trenes y horarios. Solo necesitaban eso y hacer la maleta. Allí
les esperaban una de sus hijas y su marido que los llevarían a todas partes.
Había llegado el día. Salieron en un TALGO
dirección
Madrid a las 9’45. Una de las cosas –dijo Constanza- que más ilusión me hacía
del viaje era poder pasar una serie de horas leyendo.
El viaje hasta Madrid, sin
problemas. Llegados a Chamartín comieron en un restaurante de los que hay en el
mismo hall de la estación. Muy bien, por cierto, me comentó.
Y siguió hablando: Teníamos que
esperar unas dos horas para tomar el otro tren, el que nos llevaría a S.
Sebastián. Y aquí, como ya debes estar esperando, tuvimos la primera anécdota
del viaje. Era cosa de vernos, los dos como pasmarotes mirando los monitores y
paneles donde se anuncian las llegadas y salidas de los trenes. Se acercaba la
hora y no aparecía ninguno que fuera a S. Sebastián. Yo mosqueadísima. De
momento me doy cuenta de que uno que lleva ya un ratito anunciado dice Hendaya.
Mi cabecita de chica no brillante piensa, miro los billetes, número del tren y ¡cielo santo, es este. Hay que correr! .le digo a mi
marido Allá
que nos tienes corriendo por el pasillo en busca del número del andén, bajamos,
el tren es más largo que un día sin pan, nos metemos en un coche, el asiento
que creíamos nuestro estaba ocupado; bajamos. El revisor nos dice que subamos
que salimos de inmediato y que atravesemos todo el tren hasta llegar a nuestro
sitio.
¡Uf! Al fin sentados. Ya estamos en marcha. Me di cuenta de que en esa
parte del trayecto iba a leer poco. No podía perderme ni un detalle. Tomé nota
de todas las estaciones en que parábamos.
Cómo disfruté oyéndola contar esta anécdota. La verdad es que como ella
dijo, ya la esperaba. Son cosas de los viajes de las que ellos no escapan.
Constanza me contaba todo esto como si lo estuviera volviendo a vivir.
Me fue enumerando todas las estaciones y lugares por los que se
deslizaba el tren: Cómo había casi
vislumbrado desde su ventanilla las torres de alguna iglesia de Lerma y Aranda;
aquellos pueblos que hace ya muchos años visitó con toda su pequeña tropa, como
ella llama a sus hijos.. Cruzar el Duero, parar en Burgos, cruzar también el
Ebro. En Miranda de Ebro, me contó, el tren se detiene más tiempo porque se
divide en dos: una parte se dirige hacia Bilbao y la otra a Hendaya. Entonces
comprendió la razón de la longitud, unido ese detalle a que era principios de
julio.
Como es verano y las tardes son largas va a tener la suerte de apreciar
el cambio de paisaje.
Conforme nos acercábamos a Vitoria-me decía- el paisaje parecía de otro
mundo: unas alturas extraordinarias, un verde exuberante, una maravilla que no
me permitía apartar los ojos de la ventanilla. Y, por fin, la megafonía anunciando
“Próxima estación Donostia-San Sebastián.”
Lo primero que vimos, nada más salir de la estación
fue un monumental puente. Todo en esta ciudad es bello. Los puentes, las
farolas, las casas del siglo XIX, la playa, el casco antiguo, todo…
Añadir leyenda |
Los días siguientes los dedicamos- prosiguió- a ir
visitando la ciudad y sus alrededores.. Donostia es una ciudad, como otras
muchas, con su parte nueva y su parte vieja. En la nueva podríamos distinguir
dos niveles. La zona de la orilla del río con sus señoriales y bellísimas casas del siglo XIX; los edificios modernos y
de buen gusto de la zona de La Concha, por un lado; y un sector de la ciudad
que debió ser construido por los años sesenta con sus edificios rectangulares,
todos iguales, altos, feos en una palabra, por otro.
En el casco
antiguo están el bulevar, la plaza del ayuntamiento,
Plaza del Ayuntamiento |
La zona que llaman los donostiarras lo viejo o también El Antiguo es un barrio de casa antiguas, que conserva sus tiendas
de toda la vida, con los escaparates que muestran los productos y hasta el
polvo de toda la vida y los restaurantes típicos. Una curiosidad. Si se sitúa
uno en el centro de la calle por la que se accede al barrio, tiene en un
extremo la Catedral del buen Pastor, con
su torre y fachada neogóticas y en el otro la iglesia-basílica de Santa María,
con su fachada barroca
Santa María y su fachada barroca |
En unos pocos metros dos ejemplos de artes dan distintos
y tan bellos. La Catedral, tiene algo atípico: la torre-campanario está justo en el centro de la fachada
principal, sobre el pórtico de entrada. Según he leído - me comenta Constanza -
está inspirada en la Catedral de Colonia.
Iglesia Catedral |
Precisamente
en un restaurante de esta zona, comimos con los suegros de mi hija que junto
con ella y su marido estuvieron los dos días del fin de semana haciendo de
anfitriones.
Como es
natural, me decía, estuvimos todo el día correteando de un lado para otro.
Recorrer las tres playas que hay en la ciudad supone andar kilómetros.
La más importante es La Concha, como sabes,
una de las playas más famosas de España. Más o menos en el centro se encuentra
el balneario llamado La Perla. Es lógico. En el centro de la concha una perla,
digo yo. Está bordeada de magníficos edificios, bonitas farolas, relojes y una
preciosa y famosa barandilla.
Playa de La Concha con su famosa barandilla y el monte Igueldo (Igeldo) al fondo |
Otra es Ondarreta, más pequeña e informal, se sitúa
entre el Palacio de Miramar y el monte Igueldo. Al final de la playa se
encuentra el famoso Peine del Viento, escultura de Chillida. ¡Es impresionante!
Peine del viento |
La de
Zurriola situada
en el barrio de Gros, entre la desembocadura del Urumea y el monte Ulía.
Su
relato fue abrumador y no puedo recordar con exactitud en qué orden y qué día
concreto hicieron cada cosa; lo cuento, pues, de manera aproximada.
Aparte de
las dos iglesias citadas, otros edificios de interés son, según me comentó, el
Palacio de Miramar, el teatro Victoria Eugenia y el Hotel Mª Cristina en el que
se alojan las personalidades de visitan San Sebastián y los actores que acuden
al Festival de Cine; frente al hotel el elemento discordante para muchos
donostiarras: el Kursal, obra de Moneo.; los famosos puentes del Kursal y Mª
Cristina; y el espléndido edificio del Ayuntamiento.
Kursal |
Teatro Victoria Eugenia |
Fachada del Ayuntamiento |
Es una ciudad, me decía, que enamora. Es la misma
emoción, el mismo sentimiento de me produjo Praga.
En realidad
todo lo que conozco del norte me entusiasma y en este viaje he disfrutado lo
indecible.
También me
habló de su visita al Aquarium que, dice, está situado en un lugar muy
pintoresco, en el muelle, junto a la Parte Vieja y desde donde se contemplan
unas vistas espléndidas.
El puerto visto desde el Aquarium |
Recorrieron
lugares del entorno, parajes naturales de una belleza indescriptible. Se
refería a paseos por los montes como el Urgull. Se encuentra esta montaña entre
la Parte Vieja y el Paseo Nuevo, junto al mar.
Parece que
el nombre es de origen gascón y significa “orgullo”. Se encuentran en él
algunas fortificaciones militares que rodeaban la antigua ciudad que hoy
albergan exposiciones. Además constituye un magnífico parque urbano con unas
vistas espectaculares.
Panorama desde el Urgull |
También paseamos por el Igueldo con su parque de
atracciones y magníficas vistas
De hecho, me comenta, mi marido y yo parecíamos un
par de locos obseso haciendo fotografías a troche y moche. Sobre todo
fotografiamos desde todos sus lados y con perspectivas diferentes la isla de
Santa Clara, a la que, en verano, con marea baja, se puede acceder fácilmente y
si no en barco. Tuvimos además, me dice entusiasmada, una maravillosa puesta de
sol.
Isla de Santa Clara |
Bellísima puesta sol |
Antes de seguir adelante con la visita, voy a
agregar por mi cuenta algunos datos que me parecen de interés sobre el nombre
de la ciudad. Su nombre oficial en castellano es San Sebastián y se debe a un
monasterio consagrado a dicho santo que se ubicaba donde hoy está el Palacio de
Miramar. El nombre en los documentos antiguos estaba en latín, Sanctus
Sebastianus que al evolucionar a romance dio el nombre actual.
Hasta 1980,
este ha sido el nombre oficial de la ciudad que en esta fecha pasó a ser
Donostia .A nivel oficial, entre 1980 y 2012 la denominación fue Donostia-San
Sebastián pero por evitar confusiones, a partir de 2012 la denominación oficial
es Donostia/San Sebastián. El primero se usa para las comunicaciones en euskera
y el segundo para las que se hacen en castellano.
También se
conoce esta ciudad como La Bella Easo, o simplemente Easo. Se debe a que
durante mucho tiempo se creyó que la ciudad romana de Oiasso o Easo se
encontraba situada en lo que hoy es San Sebastián. Aunque más tarde se
descubrió que se trataba de un error el gentilicio easonense se utilizaba como
variante culta de donostiarra. Hoy ha caído en desuso.
¡Ah! los habitantes de la ciudad son donostiarras o
easonianos.
Otro
nombre que tuvo la ciudad se lo daban los pescadores. Es Irutxulo o Hirutxulo,
que en euskera significa “tres agujeros”, porque
desde el mar la ciudad se veía así, como tres agujeros o entradas que se forman
entre los montes que la rodean y la isla de Santa Clara.
Continuemos con el viaje. Me contó Constanza
que también habían visitado algunos lugares próximos a la capital. Así Zarautz,
por cuya larguísima y espléndida playa pasearon. Tomaron un aperitivo en la
terraza del restaurante de Arguiñano. Desde allí contempló por primera vez el
famoso “Ratón de Guetaria” (Getaria)
Foto
buscaren
Allí, precisamente se encaminaron después;
comieron y se pasearon por ese monte a cuya falda, diríamos que conformando la
cola del ratón, se extiende la ciudad, y en cuya cima hay un faro al que
subieron, que visto desde lejos parece las orejitas del ratón.
Ratón de Guetaria (Getaria) desde Zarautz |
Como curiosidad cabría citar que es la cuna
de Juan Sebastián Elcano y del modisto Balenciaga, al que precisamente en 2011,
bastante después de la visita de Constanza, se ha dedicado un interesante
Museo.
Cabría
destacar la iglesia gótica de San Salvador.
Otro pueblo costero que visitaron en aquellos
días, en que no los dejaron parar un minuto, fue Orio, población situada en la
desembocadura del río Oria, a lo que tal vez deba su nombre.
Aquí le llamó la atención la iglesia de San
Nicolás de Bari que tiene como curiosidad una barca colgando del techo en el
centro del Altar mayor.
Iglesia de Orio |
Por último una breve visita a Zumaia pues su marido no se quería ir sin ver el flysch
Detalle del famoso flysch de Zumaya (Zumaia) |
Aquí termina el relato del viaje en lo que a turismo
se refiere pues el resto pertenece a la vida privada.
Espero que resulte interesante