Esta Constanza no para. Ahora me hace
depositaria de sus andanzas por tierras de Segovia, mediante un email que transcribiré lo más fielmente posible.
Empieza por decirme que viene derrengadita,
que ya no está ella para estos trotes, Y yo me pregunto ¿De qué se queja?
¿Acaso no es ella (eso dice) quien proyecta y organiza los viajes? Así somos.
Primero “la liamos” y luego nos quejamos.
Al empezar a transcribir este nuevo viaje de
mi buena amiga he recordado unos poemitas que nos hizo D. Fernando, el profesor
de Historia, cuando nos repasaba la Geografía de España con vistas a la
reválida de cuarto. Se me ha ocurrido trasladar aquí el de Segovia. Vaya como homenaje
al bueno de D. Fernando que tanto nos aguantó y nos ayudó.
SEGOVIA
Segovia, Cuellar, Riaza,
Coca, Ayllón, Santa María,
Espinar y San García,
Con Sepúlveda y La Granja.
Curioso ¿no?
El caso es que como colofón a una escapadita
a Euskadi, organizó para dar gusto a su hijo y chica pasar unos días con
ellos en la casita de vacaciones que han alquilado en un rinconcito de la
provincia de Segovia, en plena Somosierra, rodeada de naturaleza y silencio. El
pueblo tiene un nombre muy curiosos que yo no había oído jamás y ella dice que
tampoco. Se llama Tejadilla-Ventosilla. La segunda que es donde vive su hijo,
hace honor a su nombre. La primera tarde salieron a dar un paseo por el monte,
empezó a llover, ella quiso abrir el paraguas y por poco sale volando como Mary
Popins. Se tuvieron que volver a casa.
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Panorama desde el balcón |
Me cuenta que en Tejadilla que es algo así
como el centro de la comarca, está el ayuntamiento. Un edificio pequeñito, como
el pueblo, con su plaza y su Centro de la
Juventud. No le quedó muy claro si el nombre del Centro era una ironía
pues no vio muchos jóvenes por allí; tampoco viejos; no se ve un alma, me dice.
Como es natural no se iban a conformar con
que sus papás vieran solo el paisaje que se contempla desde la gran terraza del
salón y decidieron llevarlos a visitar algún pueblo típico.
La primera visita fue a Pedraza. A Constanza,
y a su hijo (también a su nuera y a su marido) les gusta mucho el arte y todo lo medieval les
encanta. Es esa la razón de estas excursiones. Pedraza es un pueblo pequeño, un
enclave totalmente medieval.
Parece
que su nombre deriva de la Pretaria romana. Tiene una historia interesante y
compleja. Su época de mayor esplendor fue durante los siglos XVI y XVII a los
que pertenece la mayor parte de casas señoriales que podemos admirar. Este
apogeo se debió, sobre todo a la exportación de la lana de sus rebaños hacia el
N. de Europa.
Encantador sobre todo si no hubiera hecho un
frío del demonio. Pues no sé qué esperabas, le digo: Segovia, la sierra y con
la predicción meteorológica que teníamos.
Ya, me contesta y continúa su relato. Lo
primero que hicieron tras aparcar fue entrar a un bar en la plaza mayor
porticada tan mona (el nombre es típico pero al ver las fotografías pienso que
sería mayorcita) a tomar un café.
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Es un encanto de plaza |
Enseguida emprenden la visita del pueblo. Como no
podría ser de otra forma, dice, hay casi más iglesias que casas.
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Torres, el amor de Constanza |
También muchas casas señoriales recuerdo de su época de esplendor
siglos atrás. Recorren el pueblo fotografiando todos los
rincones típicos y curiosos, y acaban en el
Castillo. Esta visita, me cuenta, le pareció muy interesante.
Esta
fortaleza del siglo XIII fue reconstruida en el XV. A principios del XVI es
nuevamente reformado y se le añade el gran muro defensivo adherido a la torre
del homenaje y uno exterior con un puente levadizo desaparecido. Tiene una
impresionante torre del homenaje, foso y está rodeado por un precipicio casi en
todo su perímetro.
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Fantástica vista |
Aquí
estuvieron prisioneros dos hijos del rey Francisco I de Francia entregados por
su padre como rehenes a Carlos I.
Resulta que estuvo
abandonado muchos años hasta que en 1926 se enamoró de él el pintor vasco Zuloaga que
lo compró, rehabilitó parte que convirtió en su vivienda y su estudio. Hoy
alberga una interesante exposición de su obra. La fundación que lleva su nombre
y dirigen sus herederos tiene en marcha un proyecto para seguir restaurando lo
que queda en pie del castillo y que se pueda visitar.
Antes de volver al coche, un aperitivo con
torreznos.
Como mi hijo, dice muy ufana, me cuida mucho
pensó que el día siguiente debía ser más relajado y dedicarlo a pasear por los
alrededores, aprovechando que, en teoría, hacía menos frío. Fue cuando, entre
cosas, conocieron el pueblo.
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Paseo por el bosque |
Como es natural, pues a Constanza le encanta
hablar y contar todo lo que ve, piensa, etc., me contó hasta lo que comieron
pero no viene al caso aquí.
El último día lo dedicaron a Sepúlveda. Otro
pueblo totalmente medieval.
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Bonita panorámica del lugar |
También
con su ayuntamiento a cuya espalda se pueden ver restos de un castillo. Visitan
iglesias, una cárcel del S.XV¿?, suben y bajan cuestas y escaleras y acaban en
un mirador desde el que se puede ver parte de las famosas Hoces del Duratón.
Más o menos me describió en este orden la
visita al pueblo.
Plaza de España, formada a partir de un
espacio de extramuros. Allí lo que queda del castillo con fachada barroca,
reloj, y rematado con una espadaña
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Curioso |
Casa de los Proaño o del Moro, llamada sí
porque el frontón de la fachada plateresca está decorado con la cabeza de un
moro sobre un alfanje en alusión a la toma de la ciudad por el Conde Fernán
González.
Puerta
del Azogue o Arco del Ecce Homo, románica, formada por un arco de medio punto entre
dos cubos. Es una de las puertas emblemáticas de Sepúlveda.
Iglesia de San Bartolomé. Románica del siglo
XII. Se accede a ella mediante escaleras. Destaca el ábside.
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No se ve la escalera pero se supone |
Arcos de la Judería. Parece que eran el
acceso a la antigua judería.
Otra iglesia. La del Salvador. Románica
finales XI principios XII. Planta basilical de una nave, bóveda de cañón.
Galería porticada y torre exenta de la altura de la nave.
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Muy interesante esta torre |
Cárcel
de la Villa, donde se ubica la Oficina de turismo. Asistieron, a una visita guiada muy
interesante.
Para terminar había que llegar a la Iglesia de
Nuestra Señora de la Peña. Como ya habíamos subido y bajado varias escaleras,
me comenta, y era la hora adecuada nos metimos a un bar a tomar alguna cosita.
En esas idas y venidas se nos perdió mi marido. (Esto del marido de mi amiga
parece que no tiene arreglo. Se le pierde a dos por tres). Ya sabes, continúa,
que tiene la costumbre de ir a su aire y .además, no lleva el móvil activado; o
sea que o lo buscas o lo ignoras y esto es lo que hicimos hasta que él nos
encontró. Una vez recuperadas fuerzas emprendimos la subida a Nuestra Señora de
la Peña. Tampoco podía faltar en este viaje otra de las costumbres de Constanza y
compañía. Resulta que se equivocaron de escalera lo que los obligó a bajar y
volver a subir. ¡Pobre Constanza! Dice que estuvo a punto de tirar la toalla y
decir: seguid que yo os espero aquí. Pero no es ella de las que se rinden a
primeras de cambio y subió.
Se
alegró pues valía la pena el esfuerzo. La iglesia es románica del siglo XII.
También planta basilical de una sola nave y bóveda de cañón. Curiosamente su
retablo mayor es barroco del siglo XVIII. Destacan el pórtico, la portada y la
torre.
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Es una delicia esta primera vista del templo |
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No podía faltar la torre
A la espalda y en torno a la iglesia un
magnífico mirador desde el que se puede contemplar parte
de las Hoces del
Duratón.
Una vista magnífica
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Fin de la excursión
Volver a bajar, pero aún queda una subida
considerable hasta llegar al coche.
Me cuenta que aquel día comió como una lima y
se echó una siesta de dos horas.
No me extraña que ahora diga que ha vuelto derrengadita.
¡Y lo dice en diminutivo!
Voy
a cerrar el relato con una fotografía de puesta de sol contemplada desde la
casa.
Como todos los viajes,este también valió la pena. Y espero que os haya gustado y distraído e instruido.