¿Qué alboroto es este? A la cocina, donde desayuno plácidamente, llega de momento un murmullo que se va convirtiendo en un pequeño alboroto. Salgo y ¡oh sorpresa! Los libros de mi biblioteca están abandonando sus cubículos y se esparcen por el salón, mi estudio y el pasillo. Corren de un lado para otro y se saludan alborozados, se felicitan y se enzarzan en curiosas conversaciones. ¡Claro, me digo, es su fiesta! Pero no deja de ser un hecho extraño, fantástico y casi onírico. Pero es de día. ¡Son las ocho de la mañana! Me aparto un poco y los observo. Incluso han incluido en su fiesta al e-book; a fin de cuentas, es un libro (o varios). Se les ve felices. Las novelas hablan con los libros de Arte o de Historia; la poesía con los libros de crítica.
Novelas de Galdós en amena charla con las de
Pérez-Reverte y ,casi empujones se
introducen en la conversación Velázquez y Goya (decenas de libros con sus
imágenes e historia)
El Lazarillo con El Buscón.
Quijote habla con todos y de todo y Sancho no come porque es un ente de
ficción, que si no…
En un ángulo casi discuten
la Biblia, Dante, Milton y Espronceda. Doña Emilia intenta meter baza, pero no
la dejan. No obstante, se les une un nuevo interlocutor: el enorme volumen que
contiene todo El Bosco. La conversación se torna un tanto acalorada. Parece que
no hay unanimidad de criterios.
Entre tanto, las novelas de
Martín Gaite, Matute, Fernán Caballero, Ángeles Caso y alguna más, hacen
corrillo aparte. “La Catedral del mar” dialoga con “Los pilares de la tierra;”
La trilogía del Baztán con El silencio de la ciudad blanca y los libros de Mendoza;
Todos los que tiene como
tema la guerra civil y otros acontecimientos históricos (Patria, El hijo del
acordeonista, los libros arden mal, las voces bajas, Un largo silencio, El
anarquista que se llamaba como yo, Soldados de Salamina y otros) se reúnen en
torno a la mesa del comedor y hacen tertulia con los de Historia.
También los Diccionarios
tienen su ratito de gloria. Y los cursos de idiomas, y los libros en francés…
Pero lo que al final me llamó la atención fue
que los libros teóricos avanzaban por el pasillo enarbolando una pancarta en la
que pedían que se les haga más caso, que no todo está en Internet.
Ante tal desmadre, decidí
dejar de ser convidado de piedra, alcé un poco la voz, me hice oír y escuchar y
pedí que al terminar su celebración, por favor, volviera cada cual al lugar del
que había salido.
¡No se preocupe, mi niña! -Respondió alguno en un tono inconfundible. Me prometieron hacerlo. Espero que
así sea.
¡Un día del libro
inolvidable!
¡ Qué creativa ¡ ¡Qué imaginación ¡Tu te diviertes escribiéndolo y nosotros leyéndolo. Supongo que te habrás inspirado en la "prosopopeya" que tantas veces hemos explicado en nuestras clases de literatura, en los comentarios de texto. Me ha recordado una obra de teatro que leí hace tiempo, "Noche de guerra en el Museo del Prado", creo que de Alberti, en la que los personajes de los cuadros salen a defender Madrid del ataque de las tropas de Franco.
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