No soy partidaria de decir que algo no me gusta si no lo conozco, aunque sea someramente.
Pero no suelo leer lo que no me atrae.
No obstante, mi curiosidad lectora me lleva a veces a encuentros fortuitos con obras cuya lectura acaba confirmándome que tal o cual tema o estilo no me agradan. Es lo que me ha ocurrido últimamente que han caído en mis manos casi por azar tres novelas de aventuras localizadas en el mundo marinero, barcos, marinos, motines…
Primero intenté leer una novela de Poe que
llevaba años en mi biblioteca: “Las aventuras de A. Gordón Pim”. Decididamente
no me entusiasmó, tanto término marinero y tantas situaciones que encontré
absurdas. Se me hizo pesada. Eso sí, la leí entera.
Hace
unos días, se me ocurre volver a esos libros olvidados que duermen el sueño de
los justos en los estantes de mi biblioteca personal y me doy de bruces con
Herman Melville. No había leído nada suyo. Ya, no me acusen de inculta por no
haber leído “Moví Dik “, con la película tuve suficiente.
Ahora
se trata de una edición que contiene “Benito Cereno” y “Billy Budd, marinero”
Antes
de iniciar este artículo busco alguna información sobre ambas obras para
cotejar con mi opinión personal lo que otros, tal vez más entendidos o expertos
en la materia que yo, piensan.
En este caso no pretendo hacer un artículo de
crítica literaria en toda regla, sino más bien reflexionar sobre el problema
que a veces nos lleva a dejar de leer algo por prejuicios extraños o a la
inversa seguir algún consejo que nos acarrea una decepción. Incluso como no
todos los momentos de nuestra vida son los propicios para según qué lecturas.
Los he leído en el orden que aparecían en la
edición. Primero BENITO CERENO y a continuación BILLY
BUDD MARINERO.
Sobre la primera leo que el autor la publicó
a modo de folletín en una revista. Sin embargo, continúa la publicación, el
estilo no es folletinesco sino reconcentrado, denso, ambiguo y de tono épico.
¡Doctores tiene la Iglesia!
Pro yo no diría tanto. Sí me ha parecido algo
folletinesca la novela y, tal vez, es eso lo que más me ha decepcionado. Se
observa este tono, sobre todo, pienso, en los personajes. Tan absurdamente
ingenuos unos (los dos capitanes) como malvados e hipócritas otros
Se publicó en 1855, y está basada en la
historia real del español Benito Cerreño, de cuyo buque, el Tryal, se apoderaron en 1804 los esclavos que llevaba
por aguas del Pacífico rumbo a Lima, donde esperaba venderlos.
Se divide la obra en dos partes. En la
primera, más extensa se nos cuenta la historia desde la perspectiva del capitán
Amasa Delano aunque en tercera persona. En la segunda, a través de un informe
judicial.
En la primera parte, el autor nos lleva de la
mano del capitán Delano a presenciar no solo unos hechos sino la interpretación
que la mente del capitán un hombre ingenuo y bondadoso les va dando, aunque a
veces ante la evidencia de ciertas circunstancias no puede por menos que dudar.
También el lector se ve tentado a dudar,
a pensar que allí pasa algo que no se ve, algo sucio, tal vez delictivo. Dudas
que se verán confirmadas en la explicación de la segunda parte.
Lo que yo destacaría es el uso del diálogo a
través del cual vamos intuyendo el problema en que se encuentra el capitán
Cereno. También las reflexiones del
capitán Delano, sus dudas y remordimientos mediante los que descubrimos el
talante de este personaje.
Tal
vez las digresiones son excesivas, se hacen algo pesadas. Si bien no podemos
olvidar a qué época y literatura pertenecen estas obras.
Algo parecido se puede observar en la historia
del “marinero bonito” Billy Budd
Hay una película de 1967, basada en esta
novela y con su mismo título.
Melville debió escribir “al correr de
la pluma”, como decían antiguamente, dice un comentarista, dado el volumen de su obra en
relación con el tiempo transcurrido entre una y otra publicación (cinco novelas
en cuatro años).
Esta costumbre parece más frecuente de lo que
creemos, incluso o más en la actualidad
No obstante, parece que cambió de rumbo con
Billy Budd, considerado su texto más
elaborado del que se dice que empleó menos de dos años en la escritura y
revisión de esta obra que, aunque no muy extensa, tampoco es breve,
Billy Budd es la extraña historia de un
marinero de unas características físicas y morales poco comunes. Físicamente es
una especie de Adonis y moralmente, un ángel.
“, desnudo podría haber posado
para una estatua del joven Adán…” (¿Cómo lo vio Milton?)
“Pero un joven navegante de las
disposiciones de nuestro atlético naviero es una especie de niño-hombre. Y no
obstante, la absoluta inocencia del niño no es más que vacía ignorancia, y la
ignorancia se desvanece más o menos al crecer la inteligencia…”
Lo malo es que en Billy la inocencia no cedía con la edad…
Por necesidad de tripulación en un barco de
guerra lo alistan sacándolo de un mercante. Allí es querido por sus compañeros,
se descubre que tiene un incierto y misterioso origen, pero no se insiste en
ello.
“Sí, Billy Budd era un expósito, bastardo al parecer, y, evidentemente,
nada innoble. Su noble origen era tan evidente en él como en un caballo de pura
sangre”
El maestro de armas la toma con él, no queda
muy claro por qué aunque, a veces, se intuye algo deducido de las miradas que
le lanza. Al final lo delata con una mentira y esto provoca un desenlace fatal
para ambos.
“Esa mirada (la del maestro de
armas) seguía al jubiloso Hiparión marino con na quieta expresión meditativa y
melancólica…”
“Pero en cualquier encuentro
repentino e imprevisto, un fulgor rojo brotaba de sus ojos como una chispa en
un yunque en una oscura fragua…”
Aparte
de, al igual que en la anterior, un exhaustivo aunque necesario uso de términos
marineros que agotan dado el lógico desconocimiento del lector, en este caso
yo, abundan las alusiones a hechos históricos contemporáneos o no, y batallas;
mitológicas y literarias; de la literatura clásica incluso la Ilíada y la
Biblia.
También
bastantes digresiones, alguna señalada por el autor como un pecado literario.
Algunas
perlas de su estilo:
“El viejo Quirón marino,
creyendo quizá que por el momento había instruido bastante a su joven Aquiles…”
“manifestaciones délficas…”
“juveniliad”
“Pero, como el profeta al
desaparecer en su carro por el cielo, dejando caer su manto a Eliseo, la noche
al retirarse cedió su pálida túnica al día que irrumpía…”
Una breve nota sobre el autor:
Nació en Nueva York el 1 de
agosto de 1819. El segundo de los varones y el tercero en total. Cuando su
padre murió contaba doce años. La muerte del padre supuso una debacle familiar
que obligó a los hijos mayores a dejar los estudios y al traslado familiar
desde Nueva York a Albany, donde Herman Melville fue empleado en un banco
local. Pasó luego a desempeñar diversos oficios, entre ellos el de maestro
rural. Parece que a pesar de haber dejado los estudios tenía una cierta
cultura. Aunque, sabido es, que no se necesitaba un altísimo nivel para ser
maestro rural.
Varios años de su vida los pasó embarcado en balleneros, barcos mercantes y de
guerra. De todo esto fueron surgiendo sus novelas de aventuras marinas.
Espero no haber desanimado a quien pensara leer estas novelas. La mía es una opinión personal. Solo eso.
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