Del 6 al 10
de junio de 2005 a mi buena amiga Constanza y su marido se les ocurrió hacer una
excursión a Albarracín. Como era de esperar, apenas volvió me puso al corriente
de sus andanzas.
El día que te hartes de mis historias de
viajes me lo comunicas y yo dejaré de darte la tabarra- me dijo esta vez antes
de iniciar su relato-. Mientras tanto ¡allá voy de nuevo!
Emprendimos el viaje el lunes día seis a las
7´30 de la mañana. Nos gusta madrugar. Una manía familiar. Nada más salir llamo
a mi hermana para felicitarla en su cumpleaños. Nos gastamos la broma de
felicitarnos a primera hora en esta fecha (nuestro cumpleaños) tan importante
para la humanidad, aunque ella (la humanidad) no lo sabe.
Hacia las 9´330 paramos en el área de
servicio de La marina, más o menos a la altura de Benidorm, a tomar algo y
estirar un poco las piernas
A la altura de Puçol tomamos la A-23
dirección Teruel. Otra parada en área de servicio cerca de Segorbe para
descansar y seguiremos a comer en Teruel. A partir de aquí, en Geldo, tomamos
la N-234 que encontramos (algo que se va haciendo implícito a nuestros viajes)
en obras porque como han descubierto o asumido que Teruel existe han decidido
hacer la que será la Autopista Mudéjar. El tramo se hace interminable, el coche
se calienta y nuestra llegada a Teruel se retrasa hasta la 1´30. Buscamos
aparcamiento y tras deliberar decidimos visitar la ciudad antes de comer.
Un poquito sobre la ciudad. Parece que
etimológicamente el nombre Teruel viene de dos palabras hebreas, “Thor” y
“bat”, o sea lugar del toro. Otros opinan que deriva del nombre que los
fenicios dieron al río Turia o Turriar a causa de la abundancia de toros que
encontraron en el lugar y de ahí también el nombre de la ciudad.
Es considerada Teruel la capital del Amor
debido a la leyenda de los famosos amantes Isabel de Segura y Diego Marcilla inmortalizados
por Hartzembusch en su obra “Los amantes de Teruel”. También capital mundial de
la arquitectura mudéjar, por lo que iremos viendo al recorrerla.
Recorrimos el casco antiguo que nos pareció
minúsculo pero muy bonito e interesante. Hay algunos de los monumentos que
forman parte del Patrimonio de la Humanidad “Arquitectura mudéjar de Aragón”. Así,
la Catedral
Fachada de la Catedral |
De ella destaca en este arte la techumbre
del cimborrio
Catedral. Cimborrio y torres |
Torre de la Catedral |
También las torres de las iglesias de S. Pedro, S. Martín y S. Salvador.
Torre de S. Salvador |
Otro lugar que no se puede dejar de observar
es la plaza y fuente del Torico.
Plaza y fuente del torico |
Comemos cerca de la plaza y damos otro paseo por la zona. Hay una bonita fuente amenizada con música de Strauss. Recogido todo en nuestras respectivas cámaras.
También bonitas
casas modernistas.
Seguimos camino de Albarracín hacia las 4´30.
La carretera de pronto empieza a subir y serpentear ¡era de esperar! Llegamos
hacia las 5´15 al Hotel Albarracín (***). Sito en la que fue Casa
de la Brigadiera que encierra siglos de historia. El recepcionista nos cuenta
que allí se han hospedado príncipes, infantas y muchos personajes importantes
de cuya memoria hay fotografías por todas partes.
Como solemos hacer, descansamos
aproximadamente una hora y salimos para un primer contacto con el pueblo. Lo
recorremos prácticamente entero, paseamos por la orilla del río y el Parque
Municipal desde donde fotografío la espalda del hotel.
Panorámica desde el parque |
Hago fotos y mi marido graba, graba y
graba.
En realidad, Albarracín merece más que un
relato un amplio reportaje fotográfico. No hay rincón que no merezca ser
inmortalizado.
Encontramos y visitamos el Molino del gato, donde
queríamos cenar, pero no se puede porque es solo bar de copas. ¡Qué cosas hay
hasta en Albarracín! Al fin cenamos enfrente, en la orilla de la carretera en
el Restaurante Olimpia, donde como se verá más adelante, acabamos haciendo
amistad con el dueño.
De nuevo en el hotel preparo lo del día siguiente y ¡a dormir! No sin
antes hablar con mi hija pequeña.
Marte 7 empezaremos la auténtica visita. Salimos a desayunar en la tasca
típica El Rosos recomendación de mi pequeña por sus tostadas. Un desayuno
estupendo, pero resulta que cierran del 8 al 10, o sea que mañana buscaremos el
lugar recomendado por mi hijo.
Nos vamos hacia la oficina de turismo que abre a las 10 para buscar
información sobre la visita guiada. Mientras esperamos paseamos y hacemos más
fotos, ahora la luz es distinta a la de la tarde y las cosas se ven de otra
manera. También da en otra dirección por lo que permite fotografías y tomas
distintas, sobre todo desde la balconada de la Plaza Mayor.
Plaza Mayor |
Tiene esta plaza una peculiaridad propia del pueblo: la irregularidad
geométrica. Tiene forma de U y está rodeada por edificios de los que llaman la
atención los balcones y fachadas. También, como es natural tiene su parte
porticada.
Típica balconada en la Plaza Mayor |
Por fin abren la oficina y nos dan un mapa y la mínima información porque la pedimos, si no ni eso. Sí, un número de teléfono para la visita guiada que nos recomendó mi hijo. Llamo y quedamos a las 11´15 en la plaza para unirnos a un grupo que viene de Cuenca (tercera edad, claro). Mientras hacemos hora nos vamos a dar una vuelta y ¿qué crees que pasó? Sí. Efectivamente. aunque parezca imposible, nos perdimos. Nos perdimos uno del otro o lo que es igual se me perdió mi marido. En un lugar en que teóricamente y según todas las leyes de la lógica sería imposible pero que en nuestro caso …Como puedes imaginar hay dos versiones del hecho que naturalmente se vive y se ve desde perspectivas distintas. Estuvimos perdidos casi una hora; tanto es así que tuve que llamar a la guía, Cristina, y decirle que si cuando tuviera el grupo completo no habíamos aparecido se fuera, que ya haríamos por encontrarla. Tuvo la gentileza de indicarme donde iría primero para que la pudiera localizar pronto. A todo esto, cosa rara, mi marido tuvo la feliz idea de activar su móvil (si lo hubiera hecho antes otro gallo nos cantara) y localizarme. Total, que paree que no nos habíamos separado más de 5 metros, según él, y no nos habíamos visto. Quizá el problema es que a distancia ya no vemos muy bien. El caso es que yo echaba chispas. Me preguntaba por qué sigo viajando con él, que estoy harta de su camarita y de sus tomas y que la próxima película la va a ver su mamá. Estas y otras lindezas pensaba yo cuando, por fin, sonó el teléfono, razón por la cual mi voz al contestar tenía un tono y timbre que no daba lugar a dudas sobre mi estado de ánimo. Le transmití varias de las cosas que había estado pensando y otras que se colaron de rondón y tras discutir quién era el culpable nos fuimos a buscar a Cristina. La discusión volvería en la comida y por la tarde que al volver a la placita de marras se empeñó en hacer la reconstrucción de los hechos, según su perspectiva y sin querer dar crédito a mi relato. Al final naturalmente, cada cual se quedó con su verdad.
Por fin nos unimos al grupo que estaba a punto de empezar la visita.
Interesante. Tenía razón mi hijo porque va contando la historia de varias
casas, el porqué de su color. Los
edificios se presentan apiñados y monocromáticos, pues la gran mayoría están
construidos con madera de la sierra de Albarracín y el característico yeso rojo
de las montañas del Arrabal, que el Ayuntamiento proporciona cada vez que
aprueba una licencia de obras.
Se puede apreciar el color delas casas |
Pero hay una, la única en el pueblo que tiene
un color diferente, es azul: la casa Azul de los Zuloaga. En torno a este
detalle hay dos versiones. Una es una bonita leyenda, una historia de amor del
siglo XVIII. Se cuenta que uno de los jóvenes de la familia se
enamoró de una bella andaluza, se casó y se la llevó a Albarracín. La pobre
chica no conseguía acostumbrarse a su nueva tierra. Añoraba sus costumbres, la
luz, su casa. El enamorado para compensarla le pintó la casa de azul que gustó
a su enamorada.
Para algunos la realidad es menos romántica. Fue la forma de esta
familia de demostrar que su poder económico superaba a todos los demás. La
teníamos casi junto al hotel.
La Casa Azul |
Nos hizo ver (yo ya lo había visto) el estilo de las balconadas de la
Plaza mayor (castellanas), o esa ventana esquinada de línea renacentista que
hay en la plaza y recuerda muchas vistas en Úbeda, Baeza y Trujillo.
Otra curiosidad de
Albarracín sobre la que llamará nuestra atención, son los famosos llamadores.
Estos llamadores tienen forma de lagarto o dragón y comenzó a utilizarlos en
sus puertas el Obispo. El origen, parece ser, se encontraba en el imaginario de
que cuando los lagartos aparecen en primavera y verano, son periodos de riqueza
por la recogida de la cosecha. Cuando desaparecen debido a las
temperaturas, la vida se hace más dura. Los más poderosos del lugar, imitando
estos llamadores eclesiásticos, fueron incluyendo estos elementos, e incluso
multiplicándolos. Eran un signo de relevancia social. A veces se pueden ver dos
o más en una puerta.
No obstante, hay que recordar que los hay de
formas variadas. Pueden ser simples piezas alargadas, mazos, o argollas. Parece
que cuando son redondas les llaman aldabas y cuando alargadas o de brazo,
picaportes
También
llaman la atención las rejas.
Seguimos con la Catedral
De paso, llama la atención sobre
detalles que si vas solo tal vez no aprecias, como la casa del abanico y los
tejados superpuestos.
Terminamos la visita solos con ella porque el
grupo tenía hora de salida. Paseamos y charlamos.
Dimos otra vueltecita para inmortalizar con nuestras cámaras algunos
detalles y nos fuimos a comer. Lo hicimos en Café Bar CASINO donde llegamos a
la conclusión por las características del local, grandes ventanales dando al río
y al pueblo, que era el que nos había aconsejado mi hijo para desayunar. ¿Qué
comimos? Truchas con jamón.
Nos fuimos al hotel a descansar un rato. No hacía mucho calor, pero el
pueblo se queda desierto y llevábamos casi 5 horas pateando
Después de la siesta, el “paseo
fluvial del Guadalaviar”. Es el nombre que tiene aquí el Turia. Consiste en dar
la vuelta al pueblo siguiendo el curso del río, por un caminito que empieza en
el Parque Municipal prácticamente y acaba en el Portal del Agua.
Portal del agua |
Se puede
dejar antes y subir a la torre Blanca, pero nosotros seguimos hasta el Molino
del Rey y luego por un camino más ancho ya al portal. En algunos tramos hay una
pasarela de madera para poder completar el recorrido. Es muy agradable y tiene
tramos muy bonitos con lirios de agua y otras flores, pero la hora no me
permite hacer más que un par de fotos que además no salieron bien.
Seguimos descubriendo nuevos detalles del
pueblo y volvemos a disfrutar de los ya vistos como la panorámica desde la
balconada de la Plaza mayor, las perspectivas de las calles partidas por la luz
en dos zonas una iluminada y otra en sombra que re recuerda a Valle Inclán en
las acotaciones de Luces de Bohemia;
Panorámica desde la Plaza Mayor |
Vista del castillo desde la Plaza Mayor |
Al atardecer, una cervecita
(cervezón) en el Molino del gato y volvemos a cenar al Olimpia. Al salir hace
un fresquito que invita a abrigarse. Desde el balcón de hotel volvemos a
contemplar el pueblo iluminado. Mensaje a los dos hijos que conocen el pueblo y
nos han orientado. ¡A dormir!
El día siguiente, miércoles hemos decidido dedicarlo a las pinturas
rupestres. Desayuno en el Casino y ¡en marcha! Mi marido creía que íbamos a ir
en coche, pero mi hijo me había hablado de una ruta por el barranco, muy bonita,
a pie, claro. Me llaman los dos en cuestión para contarme problemas que solo
una mamá puede resolver, aunque sea a kilómetros de distancia. Mi marido
propone desactivar el móvil Emprendemos el camino, como es natural equivocado.
Vamos por la carretera y yo recuerdo que lo que me contó mi hijo no es eso. Lo
llamo, me orienta y, por fin, estamos en la senda adecuada. El panorama es impresionante.
Al principio vamos muy solos, pero pronto nos alcanza un grupo de
extranjeros con los que vamos coincidiendo casi todo el camino. Son mayores
como nosotros o más y hacen el camino en forma de trotecillo y parada. Nosotros
vamos más regulares con lo cual los adelantamos, nos adelantan, hola, hasta
luego, son muy saludadores. Al fin los perdemos y el resto del día iremos
solos.
El camino tiene tramos con alguna dificultad, pero a nosotros aún no hay
dificultad que nos detenga, aunque quizá deberíamos ir haciéndonos otros
planteamientos. Por prudencia, solo.
Llegamos al primer abrigo (es como se llama a
las pequeñas cuevas que encierran pinturas)” La fuente del cabrerillo “que nos
deja un poco fríos pues hace falta paciencia, imaginación y agudizar la vista
para ver algo. Con un poco de suerte conseguimos distinguir el caballo.
A partir de aquí el camino se va haciendo más
difícil. Atravesamos una zona boscosa con sombra y desembocamos en un camino ancho,
pero con una ligera pendiente y a pleno sol. A poco un indicador nos hace
salirnos y llegar al segundo grupo de abrigos (2-3-4) en donde lo que mejor se
ve es “Toricos del prado del Navazo”, incluso los puedo fotografiar. Volvemos
al camino y por suerte hay un lugareño que nos orienta para seguir. Así
llegamos a la zona de Centro de Información (cerrado), zona recreativa, todo ya
junto a la carretera al otro lado de la que se encuentra el camping.
Nos sentamos, comemos unas barritas energéticas y seguimos hacia otro
grupo de abrigos (6-7-8-9-10-11) más el jardín botánico que se atraviesa para
llegar a las últimas y el mirador que más bien parece un lanzador de parapente
o de cualquiera que se detenga si hace algo de viento. Si no recuerdo mal aquí
tampoco todas las figuras eran fácilmente localizables, a excepción de “el arquero”,
que era lo que yo perseguía desde que emprendimos la excursión, pero es muy chiquitín.
Esa figura diminuta que se ve en la parte superior es el famosos "arquero" |
Comemos y le pregunto a mi hijo, vía
mensaje, si se vuelve por el mismo sitio. Me contesta muy apurado por si nos ha
metido por un camino demasiado difícil y su mamá se tuerce un pie. Cuando le digo donde estamos se pasma pues
hemos llegado el doble de lejos que ellos. ¡No sabe con quién se la juega!
Volvemos por el barranco, a toda mecha, cuesta abajo, pero esto para las
piernas es casi peor. En dos horas nos plantamos en el hotel. Le pongo un
mensaje” tranqui, ya en la cama”
Beber mucho, mucho. Ducha, siesta. Me duelen las piernas horrores. En
qué me veo de poder salir, pero apenas empiezo a andar se alivia el dolor. Han
sido casi nueve horas andando. Damos un paseíto y cenamos donde siempre. Menos
mal que nosotros “no nos casamos con nadie”, solo somos de ideas fijas y si un
sitio nos gusta volvemos hasta hacer amistad como nos ha pasado con el dueño
del Olimpia. Pero esta historia hay que contarla mañana.
Nos vamos al hotel a ver el partido de la Selección. Yo más bien me lo
duermo. Tanto es así que no recuerdo cómo quedó.
El día siguiente, jueves 9 casi nos sobró. Tuvimos que inventarnos algo
para cubrirlo. Desayunamos donde siempre, el Casino, y nos fuimos a Calomarde
en busca de una cascada, cuya visita se aconsejaba en unos mapitas informativos
en el pueblo.
Por no variar nos pasamos la cascada que está antes de llegar al pueblo
y a la salida había un indicador que decía” Cañón de los arcos”. Allí estaba
parado preguntando un matrimonio que había cenado en la mesa contigua a la
nuestra. Nos saludamos y emprendemos el camino juntos, pero no revueltos. Un
canalito de agua a un lado y otro. Llama la atención una enorme roca que
sugiere la cabeza de un camello, frente a la que un letrero dice “El Morricón”
o algo así.
Aquí está |
Llegamos a un punto en que sentimos la sensación de haber
sido timados. Volvemos y es entonces cuando se ven los arcos naturales en la
roca. Al fin, ha valido la pena.
Los arcos |
Habíamos pensado llegarnos al nacimiento del Tajo, pero los compañeros de paseo nos dicen que ellos han estado y solo se ve una escultura y un letrero que dice nacimiento del Tajo. Así las cosas, decidimos volver a Albarracín y ver la cascada. Ya en el coche le preguntamos a un hombre que dice ¿la cascada? A dos kilómetros, pero cuando hay agua. ¡Pues estamos bien!
¡Día lucido! A pesar de todo paramos.
La cascada existe, es bonita, pero está bajo mínimos. Cascadilla en el más
amplio sentido de la palabra.
La cascadita |
Volvemos a casa haciendo una parada
en un bonito paraje a la orilla del río en una alameda o chopera o lo que sea
porque mi marido no acaba de aclararse.
A lo largo del camino muchas
zonas parecidas a los ríos de piedra, pero no hay buen sitio para parar lo que
siente dolorosamente el geólogo-cámara.
Dejamos en el hotel lo que sobra y nos vamos a tomar una cerveza con
boquerones en la tasca de la Plaza mayor y luego a comer a ¿lo
adivinas?¡exacto, al Olimpia! El dueño nos recibe con palmas y olivos, nos
cuenta su historia, la cocinera es su mujer-muy buena -le decimos; a los cafés
invita la casa por la insistencia; me regala la cerámica del helado y otra a
juego: total, dice, yo la pago y ustedes la pagan. Aún volvemos a cenar y
entonces invita a la cerveza de mi marido. Si estamos un día más comemos
gratis. Nos despedimos y quedamos amigos para siempre, la, la, la. Me ha
recordado cuando en Cangas de Onís comíamos todos los días en El Abuelo. ¡Ay, la
naturaleza humana! O la nuestra.
Por fin el viernes 10 para casa. Salimos a las 8´30. Dejamos el equipaje
en el coche y desayunamos en El Casino. Entre Teruel y Valencia ligera llovizna
incluso lluvia un rato. Hacia las 10 la primera parada. No hay el atasco de la
ida. Hacia la una, parada en La Marina para comer. A las 4´30 en casa. Tengo la
impresión de que la vuelta ha sido más rápida, un poco al menos.
Espero tener una temporadita de
descanso. Ya veremos.