Envejecer es un arte
Y si no lo es debería serlo en
lugar de ese negacionismo de todo que parece imperar desde in illo tempore.
Parece que apenas
cumplimos determinada edad o nos jubilamos, ya no podemos pensar más que en
enfermedades, dolores, el colesterol, la tensión…y parecemos un eco del quevedesco
“¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?” /... ¡Que sin
poder saber cómo ni a dónde/la salud y la edad se hayan huido!”
Es cierto que la salud empieza a resentirse; aparecen
la artrosis y otros invitados, nos cansamos más que antes, sobre todo subiendo
escaleras. Pero no es motivo para tirar la toalla. Ya lo decía Celestina que:” la vejez no es sino mesón
de enfermedades, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de
lo porvenir, …” Pero:” Desean llegar allá
porque llegando viven, y el vivir es dulce, y viviendo envejecen.
Y esa es la cuestión, que estamos vivos y
deberíamos aprovechar esa realidad. ¿Cuánto nos queda? ¡Qué más da! ¡Vivamos!
¡Hablemos! ¡Riamos!
Pues sí, envejecer
si no es un arte debería serlo y ello está en nuestras manos. ¿Por qué no
imitamos a Gil de Biedma cuando dice aquello de: “Envejecer tiene su gracia/ es
igual que de joven/ aprender a
bailar, plegarse a un ritmo/Más insistente que nuestra inexperiencia. /Y
procura también cierto instintivo/ placer
curioso, /una segunda naturaleza…”
El arte, de bailar a otro ritmo. Y envejecer, pues, debería
ser
El arte de vestirse y
acicalarse con elegancia y discreción.
El arte
de saber escuchar , y menos contar batallitas
El arte
de observar, mirar, pero no curiosear y espiar
El arte
de intentar seguir siendo útiles en lugar de pretender instalarnos en la silla
de la reina.
El arte de visitar, reunirse con amigos,
conversar.
El arte, incluso, de escribir memorias
entrañables para que nos conozcan un día los que ahora no tienen tiempo de
hacerlo.
El arte de hacer algo que nos gustaba y que
antes no nos dio tiempo
El arte de sonreír siempre, incluso reír a
carcajadas en lugar de recordar la medieval idea de que vivimos en un valle de
lágrimas.
El arte de ver la botella medio llena en lugar
de medio vacía. Al fin, llena está de la vida vivida. Mejor o peor pero vivida,
nuestra.
Recordemos, otra vez a Celestina
“Viva la gallina con su pepita”. O al más poético y optimista Guillén
Por
ahora me ahínco en mi presente,
Y
aunque sé lo que sé, mi afán no taso.
(CLAMOR.
“Que van a dar a la mar.”)
Comparto tu actitud vitalista ante el envejecimiento se los seres humanos. Las citas son muy acertadas pero siempre me gustaron las de Celestina, mujer sabia, por su experiencia de la vida
ResponderEliminarRecuerdo siempre una frase de una amiga a propósito de la vejez, "la otra opción es peor jajaja.