. Jacinto Benavente. La lectura veraniega de los Nobel
Por variar voy a volver a las
lecturas del verano
No sé si habrá quien se desespere y caiga
en el aburrimiento en los largos y cálidos veranos de esta tierra nuestra. Nada
mejor para llenar esas horas libres que nos proporciona este periodo vacacional
que la lectura. Llenar la maleta de libros. A fin de cuestas la ropa veraniega ocupa
y pesa poco. Es más, hoy con los libros electrónicos ahorramos espacio y peso.
Yo, los últimos años, he dedicado los largos días de la canícula a leer o
releer a los clásicos, incluidos los premios Nóbel.
Empecé, este último verano, por nuestro Nóbel D. Jacinto
Benavente. Casi olvidado en los libros de texto que me tocó estudias allá por
los años 55/65 del siglo pasado. Luego el trabajo, aunque relacionado con la
Literatura no me permitió profundizar en el estudio de su obra ni de otros
muchos grandes escritores.
El volumen de los Nóbel, que tocaba leer este verano, comprendía
en primer lugar cuatro obras de D. Jacinto. “La malquerida”, “Los intereses
creados”, “la losa de los sueños” y “la fuerza bruta”.
Casi me avergüenza confesar que he descubierto a estas
alturas de mi vida, unas hermosas obras. Quizá mi justificación esté en el
sistema educativo de la época en que me tocó estudiar y que desgraciadamente no
ha cambiado mucho en la actualidad.
Curiosamente de
Benavente diría D. Ángel Valbuena que es un autor de tono medio que, no
obstante, puede elevarse a un plano de dignidad y fuerza dramática, aunque,
salvo en dos o tres casos notables, rehúye las estridencias de una verdadera
tragedia.
Empiezo por “La malquerida” (1913). En el prólogo del texto que manejo
la define, según un comentarista de la época, como “drama de raza, drama
pasional, intenso, casi tragedia griega, desarrollado en un pueblo de
Castilla…” continúa señalando que hay en ella un soplo de Esquilo y Sófocles.
Está
claro que este soplo se refiere al aire de tragedia griega que se respira en la
obra. Compuesta en tres actos, si bien cada uno se divide a su vez en varias
escenas. El espacio es único. El tema nos lleva inevitablemente al mito de
Fedra o la leyenda de Fedra e Hipólito. En este caso la acción está cambiada.
Es el padrastro el que se enamora de la hijastra, mientras en la tragedia
griega es Fedra, madrastra, quien se enamora de Hipólito, hijastro. También el
desenlace difiere pues aquí el marido mata a la madre y se entrega. La hija
resulta ser menos inocente de lo que parece era Hipólito. Está claro que el
mito griego solo actúa como fuente de inspiración, algo frecuente entre los
escritores y tal vez todos los artistas.
Al
darme cuenta de este detalle que no conocía o no recordaba, he querido
comprobar que estoy en lo cierto y recurro al que fue mi profesor D. ángel
Valbuena que en este sentido califica la obra como producción trágica, del
retorcido tema del seudoincesto, con el trazado de la vida de pueblo, llena de
odios y venganzas y un tipo maternal hondamente logrado. Esto nos lleva a una
diferencia con la tragedia griega: la clase social de los personajes totalmente
alejados de aquellos del original.
Enlazamos
aquí con la calificación bastante extendida de drama rural. Algo similar a lo
que ocurrió con algunas obras de Lorca. Concretamente “La casa de Bernarda
Alba” que también contiene numerosos elementos tomados de la tragedia griega.
Se me ocurre entrar en Internet y
encuentro interpretaciones sorprendentes que prefiero no incluir pues
requeriría un profundo análisis.
En
cuanto al valor ético o moral de la obra y/o sus personajes, algo en lo que
entran algunos comentaristas, opino que cada lector sacará las conclusiones pertinentes.
Algo
que también llama la atención en la obra es el uso del lenguaje vulgar que ha
adoptado el autor para sus personajes. Tal vez se haya excedido un tanto o no
haya sabido reflejarlo a la perfección, pero podríamos decir que respetó la
norma que Lope llamó decoro poético. Reflejar la clase social de los personajes
a través de su forma de hablar que también hicieron Cervantes y Galdós, por
citar ejemplos notables.
En
este sentido, señala Valbuena que Benavente se equivocó en el léxico al querer
remedar el habla vulgar. Es posible. Leo en algún otro lugar, y esto me
desconcierta un tanto, que el
hecho de que todos los personajes piensen y hablen muy ramplonamente rebaja
bastante la fuerza dramática. Insisto ¿Cómo deberían hablar? ¿Cómo números de la
RAE? En otro lugar leo que en las conversaciones que
mantienen los personajes utilizan un lenguaje coloquial, propio de la burguesía
acomodada de la época. En principio mal
redactado. ¿Lenguaje coloquial? ¿A estas alturas no distinguimos entre lenguaje
coloquial y vulgar o infracoloquial? Y otra perla ¿Los personajes pertenecen a
la burguesía acomodad de la época?
En fin, yo
quería comprobar que no erraba en mis conclusiones y he descubierto que debo
vivir en otro mundo, ser marcina, algo así.
Como mi
intención no es hacer una tesis sobre Benavente sino trasladar mi humilde
opinión sobre lo que he leído, continúo con algún detalle de
Los
intereses creados. –
En
el prólogo a la edición que manejo leo que esta obra como “la fuerza bruta”
tiene como mundo de inspiración la época que el autor pasó en Rusia como
empresario de circo. Ahí encontró la base realista para el argumento de ambas
obras.
Tal
vez habría que recordar la constatación de que a finales del siglo XVIII se
hizo muy popular la Commedia dell ´arte en Rusia, sobre todo en Moscú y
San Petersburgo. Y más aún, que a principios del siglo XX un grupo de dramaturgos,
actores y pintores rusos resucitó muchos de los esquemas de la Commedia.
Leer el listado de los personajes al
principio de la obra me lleva inevitablemente a la Commedia dell´ arte:
Polichinela, Arlequín, Colombina, Capitán, Pantalón, el doctor…
Por primera providencia compruebo la identidad
de los personajes. Efectivamente coinciden, Es más, algunos con nombre distinto
también tienen su correspondiente en la comedia. Así: Silvia que tendría su
equivalente en Rosaura y Leandro sería Lelio. Incluso la acción ocurre en
Italia.
Según Valbuena, la candorosa Silvia con su
amor por Leandro purifica los interese materiales que inundan la obra.
Precisamente según Valbuena estos personajes
se han adaptado a las características del teatro clásico español. Así, Crispín
derivaría del gracioso o del Clarín calderoniano. Precisamente considera la
obra, ingeniosa comedia de fina gracia satírica y bellos efectos, como lo mejor
de Benavente y destaca la precisa frase en los diálogos de los personajes.
Por su parte Lázaro Carreter hace notar que el
único personaje complejo y que merece un detallado estudio es Crispín.
A propósito de este personaje llama la
atención una frase que bien podría ser de rabiosa actualidad” Mejor que crear afectos es crear intereses
También
Dámaso Alonso prestó atención a esta obra y creyó haber encontrado otra
innegable fuente de inspiración pues el parecido entre ambas tramas es más que
evidente, “El caballero de Illescas” de Lope de Vega.
Es
una delicia disfrutar de esta obra, aunque sea solo leída
La
losa de los sueños” bella y
sugestiva comedia donde asoma agudamente el drama. (Valbuena)
Si bien al principio no se hizo justicia con
este autor, paulatinamente la crítica fue despertando a la llamada de sus
diálogos agudos, rápidos, nerviosos, hasta darse cuenta de que con Benavente la
técnica teatral ha cambiado absolutamente.
Fue
Azorín el primero en elogiar su cultura, elegancia, el nivel de sus personajes…
Para
Ayala es versatilidad y elegancia.
Juan
Ramón Jiménez, al hablar de la generación del 98 le llamará: príncipe de este
renacimiento.
En
1912 entra en la Real Academia y en 1922 recibe el Nobel de Literatura.