Nadie sabía la verdad
Contra todo pronóstico, aquella noche no lloró.
Apenas se arrebujó entre sábanas y mantas, adoptó su acostumbrada postura fetal, y se abrazó a la almohada, se quedó profundamente dormida. Hacía años que no le ocurría esto y es que, a partir de esta noche, a pesar de la pena, sería libre. No dejaron, no obstante, de acosarla los recuerdos en forma de breves ráfagas de flas que aparecieron en sus sueños. A pesar de todo, no fueron pesadillas. Era como si conforme pasaban ante ella aquellas imágenes, se fuera liberando de su pasado.
A la mañana
siguiente se despertó descansada, con ganas de vivir. Tuvo que disimular. Todos
alabaron su entereza. Solo ella sabía la verdad.
Nora Albátor
Cortito pero profundo. A esta Nora, que no conozco, parece que la verdad que oculta es la alegría de salir del nido familiar para poder volar sola, en libertad. Ya lo dijo Cervantes, que la libertad es el mayor bien que tienen los hombres. En el caso de las mujeres, por lo menos las de antes, no era confesable.
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