Dora y Javier, mis padres. (Epílogo)
Cuando Guille y
yo cumplimos los dieciocho años, nuestros padres nos ofrecieron un día de vida
familiar intensa, hablando de nuestras cosas, disfrutándonos plenamente, algo
que en ese momento iba siendo complicado. Los hijos estudiando ya en niveles y
centros diferentes, con horarios distintos, ellos con su trabajo…Nos hizo mucha
ilusión.
No digo esto por
quedar bien. No. Con mis padres siempre tuvimos una relación muy hermosa. Nos
gustaba y nos gustó siempre su compañía; nunca recurríamos a ellos por separado,
como nos contaban los amigos, aquello de se lo digo a mamá y ella que convenza
a papá. No. Nosotros acudíamos a ellos cuando estaban juntos. Y qué bonito era
ver cómo antes de contestar a nuestra pregunta o propuesta, se miraban y
parecía que solo con eso ya sabían qué debían contestar y cuál de ellos lo
haría.
Aquel día de
nuestro cumpleaños supimos cosas que aún nos faltaba por saber. Supimos, por
ejemplo, que fue el abuelo Guillermo quien propuso a mamá que nos diera su
apellido. Lo contó ella:
-Pues veréis. Dijo el abuelo Guillermo: Dora ¿no has
contemplado la posibilidad de declararte como madre adoptiva de los niños y
darles tu apellido? Pues no, contesté, porque yo no necesito ningún documento
para considerarlos mis hijos, como ha quedado claro. Además, no me creo con
derecho a usurpar el apellido de su madre biológica que además es el tuyo.
Mira, hija, contestó, a mí no me hace falta el apellido para saber que son mis
nietos, también lo son los otros dos, y nadie mejor que tú tiene derecho a que
lleven el tuyo. Además, conforme cumplan años, sufrirán de nuevo las preguntas
sobre los dos nombres de la madre, sobre la diferencia de apellidos con sus
hermanos… Les hacemos un favor a los cuatro.
Así es como
tuvimos todos, oficialmente, una misma madre, unos mismos apellidos y, cuando
nos explicaron nuestra extraña situación, la comprendimos y no nos traumatizó
porque llevábamos años teniendo una madre ejemplar y extraordinaria. Qué suerte
tuvo papá y tuvimos todos al encontrarla.
Otra cosa graciosa
que ocurrió fue cuando les pedimos que nos contaran más de cómo se conocieron,
cómo se enamoraron…Papá casi repitió lo que ya sabíamos y no se cansaba de
repetir. Cómo le había llamado la atención desde el primer momento, lo nervioso
que se ponía cuando la veía o cuando le contaba su vida sólo por sentirse unos
minutos cerca de ella, cómo temía nuestra reacción…Pero lo nuevo fue cuando tomó
mamá la palabra.
_Yo quise a papá desde la primera vez que lo vi.
Llevaba poco tiempo como profesora en la Facultad, cuando una tarde al salir de
mi despacho, me doy casi de bruces con el catedrático de griego que sale del
suyo. Me sonríe y me da las buenas tardes. Recuerdo que iba con mucha prisa. Me
pareció que había iniciado el saludo frente a mí y lo había acabado a
kilómetros. Pensé ¡qué prisa! Parece el conejo blanco de Alicia. Pero su
sonrisa, tan dulce, tan limpia, y su voz me dejaron una sensación que jamás
había sentido. Luego, cuando las cosas fueron evolucionando, comprendí que ya
en ese momento lo había empezado a querer.
-Pero, bueno. Eso no me lo habías dicho nunca, dijo
papá. ¡Con que el conejo blanco de Alicia! El de “me voy me voy ya son las
tres”. Solo que en mi caso eran las seis menos cuarto.
_Es que me daba vergüenza.
_Te daba vergüenza. Y yo dándote la murga con mis
historias y mis nervios. Como cuando me declaré, tan torpemente que acabaste
pidiéndome una declaración romántica.
¡Cómo nos gustó saber todo aquello! A todo esto, mis padres se miraban con
ternura, se rozaban una mano, se hacían una caricia. Era gloria bendita verlos
juntos.
Paulatinamente
nos íbamos enterando de detalles de la vida de ambos. Lo que sabemos de mamá
empieza, creo, en el año 1968. Lo de antes no tiene valor, nos decía. Y
entonces agregaba papá: es el momento en que empezó a ser una luchadora.
Siempre la calificó así con gran admiración.
-Luchadora y soñadora, agregaba ella.
La parte
importante de papá empezaba casi en nuestro nacimiento.
Así es como con
toda la información recabada a lo largo de los años, Guille y yo decidimos que
la vida de nuestros padres era la más hermosa historia jamás vivida y contada.
Y decidimos escribirla para que siempre nos sirviera de guía y modelo a los
cuatro hermanos y a nuestros hijos.
La encargada de
la redacción fui yo, que para eso soy la filóloga y literata. Decidí crear un
narrador omnisciente, algo así como un duendecillo que revoloteaba sobre nosotras
vidas y lo sabía todo. Tuve que inventar algunos diálogos y algunos monólogos,
pero sin alejarme de la verdad, siempre basándome en lo que nos habían contado
y habíamos vivido. Y ayudada por la forma en que siempre nos habían contado su,
nuestra, vida. A veces, puede parecer que hay un cierto desorden cronológico.
No es eso exactamente, sino que los relatos de mis padres eran así: de un
acontecimiento, de una anécdota, surgía otro anterior o posterior y así se iban
enlazando sus historias como las cerezas en su cuenco.
No obstante, creo que eso le da más realismo y
verosimilitud al relato.
En la
celebración de sus Bodas de Plata, se la regalamos en una encuadernación hecha
por nosotros, todo personal, no queríamos que nadie, como dijo un día papá,”
metiera las narices en nuestras vidas”
Isaac y Violenta se encargaron de confeccionar un
bonito álbum de fotos con una selección muy especial y alternando textos
alusivos a su, a nuestra, vida: poemas, incluso frases personales.
Les emocionó y
nos lo agradecieron. Al día siguiente salieron hacia ese viaje pendiente. Ya
son libres. Guille y yo nos independizamos hace tiempo e incluso los hemos
hecho abuelos. Isaac, con eso de su carrera en lenguas modernas no para ni en
casa ni en España, siempre perfeccionando otro idioma. Violeta ha seguido a
mamá y es historiadora. Sigue en casa, pero ya puede quedarse sola, han comprendido.
Además, Guille y yo no la vamos a perder de vista; es nuestra pegue y lo será
siempre. Fue un regalo de mis padres a mí, pues dicen que cuando nació Isaac
les pedí una hermanita.
Eso sí. A la menor oportunidad hacemos piña.
Ni que decir
tiene que este relato en ningún caso será publicado a pesar de la falta que
hacen en el mundo personas como nuestros padres. Dos seres que nacieron para
amarse y amar. A sus hijos y su trabajo.
¡Gracias, papá y mamá por ser así!
Guille,
Marina, Isaac y Violeta.
FIN
Muy tierno relato, y qué suerte de esos padres que tenían una hija literata dispuesta a recomponer todas las anécdotas familiares. Lo que más me gusta, los sentimientos que hacen felices a los seres humanos.
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