Recordando un hermoso pasado (memorias)
Habida cuenta de que hay unas personitas que necesitan conocer mi
vida, bien aconsejado, he decidido escribir mis memorias.
Benedetto
sia ’l giorno, e ’l mese, e l’anno,
Es lógico que empiece estas memorias con
estos versos de Petrarca pues supuso el poeta, siempre, un lazo de unión con mi
querida Irene. Esta mujer que ha reentrado en mi vida ahora que soy un viudo de
60 cumplidos
Los versos del soneto de Petrarca me llevan
directamente a tres momentos cruciales en mi vida y mi relación con Irene
Primer
momento
No
sé por qué recuerdo el primero como si lo estuviera viviendo ahora. Parece algo
mágico.
En fin, a lo que iba. Un año, aquel en que empecé la carrera de
Filosofía y Letras. Un mes, octubre, principio de curso. Un día, trece, en que
vi por primera vez a Irene.
Llegué a la Universidad con
dos compañeros del colegio mayor con los que pasados los años mantendría una
sincera y estrecha amistad. Al acercarnos al panel de información para
enterarnos de los horarios y la clase a que debíamos acudir, encontramos un
grupo de cuatro o cinco chicas. Estaban contentas, hablaban divertidas y casi
al mismo tiempo todas. Jaime que parecía, de hecho, lo fue siempre, el más
lanzado de los tres, se acercó y les preguntó si eran de primero. Una de ellas
que también parecía la que llevaba la voz cantante contestó que sí, y preguntó
a su vez. Jaime se enzarzó rápidamente en conversación con ella que explicó
como se llamaba cada una y dio alguna explicación “poco adecuada”. Ésta, dijo señalando
a la que tenían casi rodeada como si quisieran protegerla o esconderla, ¡a
saber!, es Irene, la empollona del grupo. Ya lo veréis. Para ella solo existe
el estudio. La aludida protestó ¡vaya, ya me has cargado el sambenito! Quedé
prendado de aquella criatura. ¡Qué voz tan dulce, a pesar de que respondió
molesta! Al girase para seguir camino vi sus ojos y pensé que jamás había visto
ni vería unos ojos, una mirada así.
. La voz de Irene fue prácticamente lo único que pude disfrutar de
ella durante los cinco cursos de la carrera. Yo no sabía qué hacer para
conseguir un cierto acercamiento, hablar, aunque fuera unos segundos. Me di
cuenta de que era tímida, prudente, callada y muy inteligente. No empollona. Lo
que no comprendía era ese encierro a que la tenían prácticamente sometida las
amigas. Llegamos a sospechar que tendría algún novio estudiando fuera, tal vez
pariente de aquellas amigas tan protectoras. Todo aquello y, también mi
timidez, todo hay que decirlo, contribuyó a ciertos malentendidos y a no
encontrar las situaciones propicias para llegar a ella.
No obstante, a veces conseguía que trabáramos
una breve conversación. Siempre aprovechaba para preguntarle por el trabajo que
llevábamos entre manos, para pedirle alguna ampliación sobre lo que había
expuesto en clase. Fue precisamente su trabajo sobre Petrarca lo primero que me
ayudó. Tal vez por eso el poeta fue siempre un nexo de unión entre nosotros.
Me quedé
entusiasmado cuando ella presentó su trabajo. Hizo un comentario tan completo,
tan ameno e interesante. Y. sobre todo, lo expuso de una forma que nos dejó a
todos atónitos. Qué voz, qué entonación, qué lectura de poemas…Tantos años y no
lo he olvidado. Está claro que algo había en Irene Solá que me fascinaba.
No me miraba y
yo me moría por ver sus ojos de cerca, por ver su mirada confundida con la mía.
Ya por fin lo he conseguido. Ahora que, con más de sesenta años, nos hemos
reencontrado y hemos perdido ambos aquella tonta timidez.
Sólo, pues,
podía disfrutar de su voz y sus manos. Irene mueve las manos cuando habla como
si fueran las alas de una mariposa. Yo las miraba y soñaba con poder rozar un
poco una de aquellas, de estas, maravillosas manos.
Precisamente un gesto y otra vez las manos
por medio, fue lo que llevé grabado en el alma mucho tiempo, tal vez toda la
vida, aunque sin saberlo. Fue nuestra despedida en la facultad. Ella, para mi
sorpresa, también recuerda aquel momento. Yo tendí mi mano para despedirme,
pero no pude evitar coger la suya con las dos mías. No la retiró. Es más, por
primera vez me dirigió una mirada rápida, casi furtiva que no he olvidado. Ella
recuerda, dice, que mis manos ardían.
Segundo momento
Fue cuando mi
hija insistió en que visitara a sus tíos, mis cuñados (mi cuñada, hermana de mi
difunta esposa, es psicóloga), a ver si me hacían
el primer encuentro y disfruto de
sus dulces, bonitas y acariciadoras manos de hada. reaccionar y conseguía volver a vivir
tras la muerte de Margaret.
Ya cerca de la
hora de la cena, estábamos en el salón charlando mis cuñaos y yo, cuando a las
diez en punto sonó el timbre de la puerta. Jeannette que estaba enzarzada
contándome no recuerdo qué dijo: es Irene, ella tan puntual siempre, ¿le abres
tú, Paul? Oír el nombre y lo de la puntualidad fue como si algo dentro de mí se
hubiera movido. Abre Paul y una voz desde el pasillo dice: dejo el postre en la
cocina y me quito el abrigo. ¡La voz de Irene! ¡No es posible! Fue oírla y dar
un salto en la silla. ¡Poco se ha reído Jeannette con esta reacción mía!
El caso es que cuando Irene apareció en el salón yo salía hacia
ella con los brazos abiertos, como un zombi, la vi y no pude contenerme la
abracé al mismo tiempo que exclamaba ¿Irene Solá? ¡Irene! ¿Es posible? te
casaste. ¿tienes hijos, nietos? En mi vida me había visto en una situación así.
Lo más bonito es que ella reaccionó igual. Me reconoció al instante y con toda
naturalidad me abrazó y contestó: no me casé. No seré antepasada de nadie. Hice
oposiciones, saqué la cátedra y me fui a Soria.
A partir de esa noche,
pasaron muchas cosas, que iré contando, recuperamos la amistad del pasado,
sufrimos por no atrevernos a rehacer nuestras vidas y ser felices, pasamos
momentos mágicos y por fin…
Hace ya meses que convivimos. Ella y mis cuñados me han animado a
escribir mis memorias y en ello estoy.
Sobre todo, hoy somos muy felices. Por fin me mira y puedo
contemplar aquellos ojos y mirada que me fascinaron en
Hubo un tercer momento, Petrarca incluido, pero ese me lo reservo.
Muy literaria la introducción con versos de Petrarca y más si ayuda a recordar a IRENE ( en griego virtud).
ResponderEliminarMuy literaria la utilización del mítico número tres y su relación con el tiempo, el día, el mes, el año.
Es tal la sensación de realismo en la narración, en los sentimientos que despierta que parece recordar situaciones vividas.
A LA ESPERA DEL TERCER MOMENTO...
Muy bonita historia, narrada con delicadeza y sensibilidad.
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