Sobre el problema de autor y la sátira
social y eclesiástica.
Mucho se ha escrito también acerca de
la autoría de “EL LAZARILLO”.
Asunto este ligado a su temática y al
momento histórico en que aparece la obra.
Es este un aspecto en el que no puedo
ser tan personal como en los capítulos anteriores. Razón por la cual presentaré
algunas autorizadísimas opiniones y concluiré con cual me quedaría yo a la hora
de explicar este problema a alumnos no universitarios.
Las tomo del prólogo de la edición de LAZARILLO
DE TORMES de Joseph V.
Ricapito.
“El
aspecto formal sobresaliente del Lazarillo es su forma autobiográfica.”
Para Américo Castro y Bataillon” Este elemento autobiográfico-anónimo no es
un mero accidente sino un acto de omisión consubstancial a la esencia del libro”
“El
Lazarillo puede ofrecerse como un caso formidable de un anonimato deliberado si
el autor corría riesgos serios….” Teniendo en cuenta la sátira religiosa y
social que contiene el libro, es más que probable que su autor corriera esos
riesgos, de los que se habla, en caso de firmar la obra con nombre y apellidos.
Hay que pensar en la Inquisición, se nos dice. Y pensamos, sin lugar a dudas.
Como también que hoy, incluso en el siglo XIX, podría haber firmado. A fin de
cuentas ¿tanta diferencia hay entre los personajes de esta obra, los clérigos
sobre todo, y los de Galdós, Clarín, y Almodóvar (pasando al cine)?
“Es
muy posible también que los años en que la polémica erasmista se endurece sea
el momento menos propicio para llamar la atención de los enemigos sobre un
libro empapado del pensamiento del roterdamés”… Lógico. Así también lo
entendemos los lectores de a pie.
Se nos dice que estamos ante “un libro riquísimo en aspectos riquísimos,
un libro verdaderamente revolucionario en su tiempo y revolucionario en su
concepción”. Y Se acepta, sin embargo, la posibilidad de” interpretaciones artísticas” dado que “el arte por su esencia se nutre de la
imaginación y de la invención”. Por ahí van mis conclusiones.
En este sentido se nos recuerda que “C. Guillén, impulsado por el deseo de hacer
resaltar el elemento autobiográfico como entre los recursos artísticos más
sofisticados, deja ver la diferencia entre la narración del yo- objetivo
donde el yo que habla es un personaje diferente del autor y el yo subjetivo donde el yo que habla es el
héroe y autor a la vez. Lázaro en su voz es otra creación desligada de la del
autor quien con maestría maneja sus personajes-títeres…..” A mí me gusta
esta interpretación.
Tiene, por otro lado, la forma
autobiográfica una larga historia en nuestra literatura.Para Martín de Riquer “el Lazarillo pertenece a la tradición de la
pseudo-autobiografía” O sea que se sigue insistiendo en la idea artística.
Para otros el efecto último del
procedimiento autobiográfico es “crear la
impresión de una vida verdaderamente vivida”
Estuvimos en Salamanca algunos días…… |
A partir de aquí, el autor de este
prólogo se dedica a recoger los nombres de todos los que posiblemente pudieron
ser el autor de EL LAZARILLO, apoyándose en autorizadísimas y justificadas opiniones.
Como yo aquí no pretendo hacer una
tesis doctoral sino dejar constancia de mi desautorizada opinión diré que me
inclino por la opción de la pseudo-autobiografía. De la creación artística.
Tenemos innumerables ejemplos, incluso en la novelística actual de esta forma
de narrar. De ese manejar con más o menos maestría a unos personajes
auténticamente títeres.
Sin ir más lejos he leído últimamente
una gran novela YO CONFIESO cuyo título ya nos hace pensar en una auténtica
autobiografía. Sin embargo, no lo es.. Y ¿qué decir de esas cuatro novelitas de
Eduardo Mendoza en las que un chiflado, excéntrico y raro detective cuenta en
primera persona sus peripecias? No se me querrá convencer de que es la vida de
Mendoza.
Yo creo que saber el nombre, vida y
milagros del autor de una obra nos puede
ayudar a comprenderla pero no es imprescindible. Pienso que analizando a fondo
el texto puede ocurrir que lleguemos a conocer al autor, aunque no le pongamos
nombre. O sea que podría producirse el efecto al contrario. Es decir: tenemos
conocimientos de diferente índole (eso es imprescindible pues quien se ponga a
analizar una obra literaria ha de tener otros muchos conocimientos) históricos,
de Teoría literaria, de Historia de la Literatura, lingüísticos, etc. etc. Pues
bien, leyendo detenidamente, analizando, si es preciso, cada palabra, podríamos
llegar a localizar género, época, sicología del autor e incluso episodios o
características de su vida.. Ya hemos visto, por ejemplo, como las palabras “a
mí llaman” nos llevaban a aclarar el asunto del nombre. Igual puede ocurrir con
el asunto que tratamos. Tengo varias experiencias al respecto.
Así pues, de la lectura de EL
LAZARILLO se puede deducir que el autor era un hombre
de un nivel cultural bastante aceptable; muy observador, en la línea de lo que
luego serán los novelistas del XIX; comprometido con su época, de lo contrario
no se habría arriesgado a contar lo que escribió; y, si no por fuerza un
amargado y resentido, sí un “indignado” al modo de su tiempo. ¿Cómo se llamaba?
¡¿Qué más da?!
Yo pienso que en
todo texto hay una realidad exterior o interior del escritor, pero pasada por
el tamiz del alma, la memoria y la imaginación de éste.
En este sentido me parece interesante
traer a colación algo que dice Nélida Piñon en APRENDIZ DE HOMERO “en
toda obra narrativa, de una manera u otra, subyace la persona del autor. Unas
veces a través de un personaje convertido en su alter ego. Otras, desdoblándose
en varios personajes apareciendo en rasgos de unos y otros. Incluso puede
seguirse su rastro a través de citas o alusiones de personajes mitológicos,
bíblicos, de la Literatura clásica, etc.”
Otra cita que podría servirnos” primero la literatura y si queda sitio, la
verdad”. Dice Fernando Aramburu en AÑOS LENTOS.
Con todo esto quiero concluir que en
literatura lo importante es el texto y siempre el texto. Y en segundo lugar la
actitud del lector: Ya lo dijo el Arcipreste de Hita:
“Yo, libro, soy
pariente de todos los instrumentos;
Y te diré el bien o
el mal según me pulses;
Donde esté lo que
quieras decir pon nota y sostenido;
Si sabes pulsarme,
siempre me tendrás en la mente.”
…con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo….. |
Espero no haber defraudado las espectativas de los curiosos que se hayan acercado hasta aquí deseando saber algo más de mi amigo Lázaro de tormes.
Espero vuestros sabrosos comentarios.
Me ha gustado mucho la disquisición entre la narración bajo el yo-objetivo y el yo-subjetivo. Quizás el autor narrase su propia historia o parecida, cuando ya bien establecido pudiera dedicarse a otras cosas además de la propia subsistencia.
ResponderEliminarEs lógico que te quedes con esta idea. Es, entre otras cosas, una de las defendidas por los críticos, y es buena, naturalmente.
EliminarYo, no obstante, sigo inclinada por el uso de la primera persona como técnica estilística. Creo que si el autor hubiera firmado no tendríamos esta polémica, pero también los críticos se habrían quedado con la mitad del trabajo.
Mi idea procede de la comparación de Lázaro con otros personajes. Por ejemplo, su congénere Pablos, asistía a clase, incluso de latín, con su amo. Pero Lázaro no tuvo esa posibilidad. Tampoco nadie se ocupó de formarlo ,intelectualmente hablado, como ocurre con Íñigo Balboa el escudero y protegido del capitán Alatriste. Íñigo, aunque no es pícaro, debe mucho como personaje a Lázaro y su protector se ocupa de que se forme, incluso tiene como maestro, ocasional, a Quevedo.
Todo esto deriva de mi gusto por la Literatura comparada, método de estudio que aprendí de un gran maestro en la Facultad.
Por otro lado, cuando pienso en el pregonero Lázaro, no puedo por menos que recordar al pregonero de mi pueblo. Era este un hombre de aspecto sanchopancesco, analfabeto, que recorría el pueblo con sus pregones. Se instalaba en los puntos en que confluían dos calles, con sus piernecilla abiertas, quizá para mantener mejor el equilibrio; hacía sonar una trompetita parecida a una mini cornucopia y casi cantaba su pregón. Tenía, una o dos fórmulas fijas a las que agregaba el nombre de lo anunciado. Así: Se hace saber, que el domingo …. O bien El que saiga encontrao una cartera con cinco- uros(duros) que se la deguerva al tío Pepe el horno y se le pagará el allajo” No creo que haga falta ponerle la h .
Ya se sabe: la novela la hace el lector. Cada uno ve su novela.