Totalmente
convencida de la
inutilidad de su presencia, “nos tienes agobiados, te crees indispensable…”
dijo ¡Basta! Y desapareció.
Desapareció y fueron libres: el papel
higiénico puesto al revés, las camas sin hacer “total hay que volver a deshacerlas”;
la basura acumulada “¿por qué tengo que sacarla yo siempre?”; desbarajuste a la
hora de las comidas. La ropa acumulada en el recipiente al uso, y un largo etc.
“¿En esta casa nadie escucha?”; “¿nadie va
a poner la lavadora? No tengo nada que ponerme”; “¡Necesito ayuda para el
examen de mañana!”
¡Mamáááááááááááá!
Nadie como mamá... Sin duda.
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