Era Simplicia una
persona comedida, discreta dentro de un orden;
correcta sin afectación al hablar. No solía levantar mucho la voz pero
sobre todo jamás había dicho un taco ni entraba en su proyecto de vida emitir
alguno.
No obstante, la vida nos lleva, a veces, a situaciones en las que acabamos
reaccionando de la manera más impensada e impensable. Así fue como una noche se
hallaba en su salón del trono (léase su cocina). Sentada ante la mesa. A la
izquierda, sobre el fuego, borboteaban dos recipientes, perolas, cacerolas o
como guste el lector, con la comida del día siguiente. Sobre la mesa su Hispano
Olivetti, una de aquellas que la marca hacía pensando en señoritas tecleadoras,
pequeña, elegante, de un delicado color gris perla que había recorrido con ella
varios rincones de la madre patria. Junto a ella un paquete de folios escritos
a mano que había que “pasar a limpio”. Era un trabajo, un comentario, sobre
algunos poemas del poeta Julián Andúgar que daba nombre al Centro en que a la
sazón trabajaba. Estaba ilusionada pues era la primera vez que tenía ocasión de
hacer un trabajo de crítica literaria pero el tiempo, que es oro y como tal un
tesoro, no le sobraba a Simplicia precisamente. Iba justita, tenía que
presentar el texto mecanografiado al día siguiente y ya era bastante tarde.
Escribía, tecleaba con más
rapidez de lo que era habitual en ella cuando hete aquí que al presionar la
palanca que mueve el carro este sale disparado hacia la izquierda con riesgo
incluso de atacar algún puchero y dejarla también sin comida. Ante tamaño
contratiempo le salió del alma o de donde fuera un casi alarido que sonó
¡¡¡jóóóóder!!! Aún no había acabado de expulsar de su interior aquel grito
inusitado cuando ya tenía a todos los miembros de su familia rodeándola con
cara de espanto.
Entre sollozos, suspiros,
abundantes lágrimas contó lo ocurrido a quienes, atónitos, casi no daban
crédito aún a lo que habían escuchado de tan prudente persona.
Cuando todo pasó y se resolvió el
problema pensó Simplicia; ¡caramba, si grito socorro no acuden con tanta
presteza!
En adelante su lema fue ¡Ponga un taco en su vida!
(20-6-2016)
¿Algún comentario? ¡Gracias!
Muy bueno. Seguro que en el caso de que a la protagonista Simplicia le diera por soltar tacos más a menudo entonces a su familia ya no le resultaría eso tan sorprendente. Sería algo mucho más normal y como tal no le prestarían mucha atención. Desgraciadamente con los terribles diálogos de muchas películas americanas plagadas de insultos como los que profirió Simplicia, siempre nos quedará pedir "socorro".
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