Tras mis viajes preveraniegos,
ya en casa, seguí leyendo y me enfrasqué con una novela que llevaba años en mi
biblioteca y aún no le había llegado el turno:” El amante de Lady Chatterley”
de David Herbert LAWRENCE.
Temática:
a)
Los cambios que se producen en hombres y mujeres,
en su forma de pensar, en torno a la primera guerra mundial y algo después, tal
vez como consecuencia directa de ella
b) La
vida política, social y económica de aquellos años en Inglaterra con el dominio
de la nobleza engreída y una absoluta desigualdad social. Alusiones constantes
a cambios, ruptura, rebelión de los obreros…
c)
Algún guiño a la diferencia entre ingleses y
escoceses.
d)
Las relaciones hombre-mujer. Por un lado, los
cambios que llegan procedentes del continente (¿París?); por otro las ideas
tradicionales e inmovilistas de los ingleses. Al ser el autor un hombre no
extraña que la figura femenina responda al estereotipo que suelen crear ellos.
Mujer indecisa, casquivana, sin lugar importante en el mundo y al servicio del
hombre. El autor crea esa mujer que el hombre, por un lado, desprecia, pero por
otro necesita pues quiere que sea en cada momento lo que y como él precisa.
Prepotencia del hombre en lo viril, más bien del macho.
Salvando
todas las distancias no he podido sustraerme al recuerdo de aquel poema de Sor
Juana Inés de la Cruz “Hombres necios…” que en un momento dado dice “Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las buscáis.” Es interesante leer el poema completo.
e) Tres
personaje destacan: el señor Chatterley (sir Clifford), Connie su esposa y
Mellors el guardabosque y futuro amante. Casi al final aparece la señora Bolton
que jugará un papel hasta cierto punto importante.
En
cuanto al estilo cabría destacar las
descripciones de ambientes, a veces excesivamente poéticas que chocan con el
resto del relato. Aunque quizá la
intención sea crear un contrapunto de belleza natural frente a ese mundo
casi de inmundicia en que se mueven los personajes.
Los personajes se
describen someramente y los vamos conociendo a través de los diálogos, incluso
algún monólogo. Es decir que el personaje, como en la vida, se va creando
progresivamente a través de sus acciones.
La narración algo lenta pues en
realidad no pasa casi nada. Constantemente el relato se ve interrumpido por
largas disquisiciones de todo tipo o por las descripciones del paisaje.
En cuanto a las relaciones sexuales se
describen de forma excesivamente explícita.
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Y como “no solo de pan vive el hombre” no solo
vamos a disfrutar con la literatura de ficción. He aprovechado el verano para
dar un repaso a “Dialectología española” de Zamora Vicente. Me apetecía mucho
recordar lo que un día estudié sobre el tema. A pesar de que hay que reconocer
que ya se debe haber quedado bastante antiguo (la edición es de 1960) todo o
casi lo que en ella se dice, he disfrutado pues es un tema muy interesante. No
descarto buscar alguna edición moderna sobre el tema.
Es
evidente que conocer la dialectología de nuestro país nos ayuda a conocer mejor
la lengua, las lenguas deberíamos decir, y a comprender muchos fenómenos que, a
simple vista, pueden parecer inexplicables.
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Otra
novela leída este verano ha sido (sigo retomando libros atrasados) TIEMPOS
DIFÍCILES de Charles Dickens.
Charles John Huffam
Dickens nació en Portsmouth, Inglaterra, 7
de febrero de 1812-Gads
Hill Place, murió el 9
de junio de 1870). Considerado tanto
uno de los más destacados novelistas ingleses ,
como uno de los más conocidos de la literatura universal, y el más
sobresaliente de la llamada era victoriana.
Se presenta la novela en la forma tradicional
dividida en capítulos, numerados en romanos y con su correspondiente título.
Cada uno de los títulos, como cabe esperar, alude a la situación que va a
dominar la narración en esos momentos o al personaje en que se va a centrar.
Podríamos decir que el tema central es el ser humano y sus debilidades. Es decir, toda esa
serie de acciones, pensamientos, conductas, palabras… que lo convierten en un
ser de cuya inteligencia se puede dudar. Todo con una intención muy clara de
crítica social. Es esta la única novela en la que el
autor trata de la clase obrera en la que a los obreros se les llama «Manos» Es decir no se les considera ni siquiera
personas.
No
olvidemos que Dickens fue un maestro precisamente en esta práctica de una aguda crítica social. Esta tendencia le
viene, justo de la vida que le tocó vivir. Una infancia y juventud de
estrecheces y miseria. Cabría recoger aquí una frase de su novela David Copperfield, considerada como la más
autobiográfica: «Yo no
recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna
asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir
al cielo!». Tuvo que trabajar y resolverse la vida desde
los doce años y conoció todos los ámbitos y sectores de la vida londinense.
Tampoco debemos perder de vista las dosis de humor e ironía que impregnan muchos
momentos de la obra.
Empecemos por destacar la
fijación que tienen los dos personajes clave del relato con la utilidad, frente
a las emociones y/o los sentimientos. Para ellos todo se centra en lo que ambos
llaman las realidades. El
hombre solo necesita realidades y de estas pretenden llenar los cerebros de
hijos y alumnos a los que, como cabe esperar, convierten en unos desgraciados.
Llama poderosamente la atención que estas
ideas aún están vigentes en algunos ámbitos, en algunas familias y en algunos
sistemas educativos.
En este mundo de realidades se mueven los
dos protagonistas: Tomás Grandgrind, un hombre de realidades, de hechos y de
números; y su amigo del alma el señor Bounderby, hombre rico: banquero
comerciante, fabricante…pero sobre todo (según él mismo pregona) hecho a sí
mismo, saliendo de la nada, sin ayuda más que de sus realidades, y un gran
vocinglero.
En torno a ellos una serie de personajes, en
cierto modo, sus víctimas. O sea, víctimas de sus teorías. Son estos, los hijos
de Grandgrind, sobre todo Luisa y Tom “el mequetrefe”; la señora Sparsit, una
dama venida a menos que vive en condición de ama de llaves, o algo así del
señor Bounderby. Pero sobre todo los obreros entre los que hay que destacar a
Esteban y Raquel.
No podemos olvidar a la madre de Bounderby a
la que él arrinconó para que no hiciera sombra a su lustre y de la que siempre
ha renegado y hablado mal.
Como contrapunto aparece el mundo del circo
al que pertenece Cecilia que, en cierto modo, será la salvación de los hijos de
Grandgrind. El circo simboliza la ilusión, la alegría de vivir, aunque sea con
poco, el gusto por hacer felices a los demás.
Hay otro personaje curioso del que se sirve
Dickens para parodiar y criticar a esa clase medio alta, engreída, vaga, sin
ilusiones ni más pretensiones que vivir del cuento. Es un personaje, descrito
con ironía, que siempre se mueve con languidez como si eso fuera indicio de su
buena clase. Se podría incluir entre sus destacadas sátiras sobre el esnobismo
de la aristocracia británica.
Es mucho lo que se podría decir de esta
novela. No sabemos si el traductor ha mejorado o respetado el estilo de
Dickens, el caso es que es interesante y atractivo. No podemos, no deberíamos
leer esta novela sin prestar gran atención a los retratos. Son espléndidos.
Detallados, metafóricos, esperpénticos a veces, magníficos, a fin de cuentas.
Se ha dicho que esta forma de concebir tan plenamente a sus personajes se debe
a su relación con los ilustradores a los que proporcionaba un bosquejo del
trabajo que esperaba ellos para asegurarse de que personajes y ambientes
resultarían tal y como él los había imaginado.
A
través de ellos, como en toda la novela, demuestra un extraordinario dominio de la lengua (del idioma).
Debe
también prestarse atención a las construcciones sintácticas a base de series
binarias, ternarias y más. Es la forma de resaltar la idea que quiere dejar
clara, con la que quiere impresionar al lector.
Lo primero , fantástica la foto del teatro de Mérida.
ResponderEliminarLo segundo ¡vaya con la lady¡ el autor tuvo que publicarla en Florencia porque en Inglaterra se consideraba inmoral. Al final se publicó censurad
Lo tercero Dickens es un encanto. Siempre me gustó. Te recuerdo que yo estudiaba inglés en el instituto cuando todo el mundo estudiaba francés.