Vas en un tren. ¿Un TALGO? Sabes que es TALGO porque lo sabes no porque lo parezca puesto que cuanto te rodea es oscuridad y noche. Todo en torno es oscuro, casi negro. Parece que el viaje se está desarrollando durante la noche o que esta se ha anticipado a la llegada al destino.
Curiosamente
deberías apearte en ¿¡Calasparra.!? El tren se detiene. No se ve letrero alguno que anuncie la estación
ni nadie avisa de nada. Preguntas y no hay una respuesta lógica.
Ya es noche
cerrada. Piensas que no llegas a tiempo de ver a nadie (no queda claro con
quien tenías que verte). Habrá que buscar dónde dormir. La estación ¿estará en
el mismo pueblo o se necesitará transporte? ¿Habrá algún taxi?A todo esto,
el tren se detiene otra vez y un interventor (debía serlo) se asoma por las
ventanillas:” bajo la responsabilidad de todos (¿quién es todos? ¿Nadie se
responsabiliza de las posibles consecuencias de no se sabe qué?) vamos a
afrontar el tramo peligroso”. Desde tu ventanilla ves que el tren ha de subir
una empinadisima pendiente con curvas. Precipicio a la derecha y al fondo una
cima altísima toda blanca. Supera la ascensión.
Todos felices.
Ahora el tren circula ¡por el agua! La orilla del ¿mar,
un lago? Prácticamente por dentro y tan
despacio que un señor mayor se baja y se detiene de espaldas al tren adoptando
esa postura normal en los hombres cuando
van a realizar al aire libre una necesidad fisiológica. Se oye el pitido del
tren. En ese momento sientes frío y saltas de la cama. Aquí vendría bien
aquello de “¡Salvados por la campana”!
FIN
Como has viajado mucho últimamente pareces algo estresada y tu obsesión parece el tren hasta en sueños. Ya sé que es el medio de transporte que te permite tu salud. La nota de humor es la del hombre que baja a orinar. Me recuerda mucho este relato a Kafka, ese no saber donde estás y con quien hablas. Muy bien por el yo poético. Fantasía y realidad.
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