¡Dios mío, es ella! La vio al entrar en la cafetería sentada en
una mesa para dos, sola, junto a un ventanal. Se quedó petrificada mirándola
sin dar crédito a lo que veía. No era ella de las personas que abordan a un
personaje famoso, escritor, músico o lo que fuera para pedir un autógrafo.
¡Cuántas veces había coincidido con Pérez- Reverte en
una cafetería desayunando! Pero jamás se le ocurrió acercarse, casi ni
mirarlo para que no se sintiera incómodo. Pero esto era superior a sus fuerzas.
¡Carmen Martín Gaite en persona!
Seguía de pie, mirándola, cuando ella, al percatarse le sonrió y
le hizo una seña para que se acercara. Miró a todos lados dudando de que el
gesto fuera dirigido a ella. No había nadie y con otro gesto preguntó si la
llamaba a ella. La escritora ahora hablo: Claro es a ti, mi lectora
incondicional. ¿Cómo podía saberlo?
La emoción la embargaba; la timidez la paralizaba. Por fin se
acercó:
-Buenas tardes. Perdone si la he podido molestar. No suelo
abordar y mucho menos acosar a las personas interesantes a las que admiro, pero
es que usted es tan especial y me ha cogido tan por sorpresa encontrarla aquí….
-Ya, ya lo he notado. Pero siéntate y cuéntame. ¿Por qué te parezco tan especial?
-Pues, verá, por muchas razones. Creo que la primera novela suya
que leí fue “Entre visillos”. Yo entonces tenía unos estudios de lengua y
literatura que creía completísimos, pero con el tiempo descubrí que no era así.
Me gustó la novela sin casi saber por qué. Algún tiempo después, encontré un
fragmento de la obra en un tratado sobre el comentario de texto donde aparecía
como ejemplo del uso en literatura de la lengua coloquial. Esto era algo que no
había estudiado y empecé a interesarme por el tema. Después, yo no sé ni cómo
empecé a aficionarme a su literatura y todo lo que aparecía lo compraba y leía.
Tengo todos sus libros, incluido el de poemas. Me entusiasmaba, aunque, a
veces, no llegaba a entender el contenido y la razón de ese entusiasmo.
Pasaron años hasta que pude dedicarme a releer y estudiar estas
novelas que tanto me habían gustado. Me ayude de entrevistas y artículos que
había ido guardando y del libro de Emma Martinelli Gifre.
-La buena de Emma me ha hecho, pues, un gran favor. Es
importante y gratificante que los estudiosos se ocupen de tu obra, la den a
conocer e intenten explicar todo lo que puede haber en ella que a veces ni el
propio escritor sabe. Porque ¿sabes? Tal vez cuando escribimos no somos
conscientes de todo lo que estamos volcando en el famoso folio en blanco. Es
como lo que decía aquel gran escritor de las cerezas. Empiezas a escribir y
sigues, sigues, hasta agotar las ideas, los recuerdos, lo vivido, lo soñado…Una
cosa trae otra y así casi hasta el infinito.
-Eso es justo lo que yo he pensado muchas veces. Y no sé hasta
qué punto es correcto que nos adentremos en la obra de otro y casi la
descuarticemos tratando de explicar todo lo que al leerla vemos en ella. Si el
escritor no lo vio ¿por qué nosotros sí?
- Sí es correcto. ¿Por qué no había de serlo? Eso enriquece
la obra. Además, sobre todo llegado un
momento de nuestra vida, tenemos que opinar y no dejarnos llevar siempre por lo
que dijeron otros, por muy ilustres que sean. Y dime ¿algo de mi obra que te
interese bastante? ¡Ah! Puedes tutearme pues somos amigas. Una persona que
sigue así mi obra es mi amiga.
-Pues sí. Me considero una amiga pues leyendo sus, tus novelas
me siento identificada con las mujeres que las protagonizan y con su autora. Y
en cuanto a algo de lo que más me ha atraído es la importancia que das a la
memoria, a la capacidad para evocar el pasado propio. Me fascina esa idea
porque a mí me ocurre que recuerdo con asombrosa nitidez muchos acontecimientos
e incluso momentos insignificantes de mi vida, de mi familia. Y me gustaría
saber escribir para poder extraer de todo ese bagaje una o mil novelas.
-Y ¿Quién te ha dicho que no sabes escribir? Por otro lado ¿Lo
has intentado?
-A ver. Sé escribir casi desde los cuatro años pero está claro
que hablo de escribir bien, de ser capaz de construir una buena novela que
además atraiga a los lectores. Ser capaz de transmitir lo que siento, lo que
sé, lo que he vivido …trasladándolo a unos personajes creíbles, verosímiles,
atractivos.
-Prueba. Nunca sabremos lo que somos capaces de hacer si no lo
intentamos. Y en cuanto a la opinión ajena, ¡chica, olvídate.!
-A
mí esto de la memoria me trae de cabeza. Porque si no recordáramos nuestro
pasado estaríamos perdidos. ¿Cómo vivir sin recordar lo que hicimos de niños,
el momento en que nos rebelamos a las imposiciones paternas, aquel día feliz
que cambió nuestra vida…? ¿Y qué decir del recuerdo de las personas que de una
u otra forma han pasado por nuestra vida: ¿padres, abuelos, profesores, amigos
o simples compañeros de clase, incluso compañeros de un viaje? Todo eso ha ido
conformando nuestra vida. Se olvida momentáneamente porque no podemos tenerlo
todo presente en todo momento, pero ahí está almacenado como en la memoria del
ordenador. No hay más que darle a una tecla y va saliendo todo, todo, todo.
Unos recuerdos enganchan a otros y los arrastran y estos a otros y así hasta el cuento de nunca acabar.
- Es importante a la hora de construir, de idear
personajes e historias, combinar lo observado con lo vivido. Hay que reducirlo
todo a un núcleo fundamental: la relación de la persona con los demás. Y, sobre
todo, conseguir que en este punto confluyan la autora, el narrador, los
personajes y el lector.
-
Claro. Ese es mi sueño. Yo no sé si son
cosas que se pueden aprender con la práctica o si se nace ya con ese don. Debe
ser lo segundo y está claro que ese es don que no quiso darme el cielo. - De
hecho, una vez tuve la idea de hacer un cuento, pero no supe. Me fue creciendo
el material y al empezar a escribir afloraba constantemente mi circunstancia de
tal forma que no conseguía alejar lo personal. Quizá dentro de algún tiempo, si
consigo acallar estos demonios internos, íntimos, personales e incordiante
pueda aspirar a otra cosa.
-
¿Crees que mis demonios no están en mi obra?
Recuerda lo que te acabo de decir: confluencia de la trama, la autora, el narrador, los personajes y el
lector.
-O sea que conviene aprovechar todo lo que hay en el cuarto
de atrás, escondido, latente. Y como
dijo Espronceda “escribo en mi loco desvarío/ sin ton ni son, y
para gusto mío”
-Eso es. Y deshacerse de las
ataduras que te tienen anclada en un
pasado que querrías borrar
-Es lo que encontramos en tu obra y lo que subyuga.
Además, das una gran importancia la comunicación humana, lo que da lugar al
diálogo tan importante en tus novelas. Es como si del contacto verbal surgiera
un intercambio que ayudara a aminorar el dolor y la soledad y propiciara el
gusto por vivir. Se nota que bebes en la realidad. Pues es una
verdad con la que cualquiera puede identificarse. No hay más que ver la
necesidad que muchas personas tienen de vivir colgadas del teléfono, lo que
relaja una reunión con personas de confianza, (amigas, una hermana,) con las
que nos hemos desahogado, aunque sólo sea de cosas insignificantes pero que nos
agobian si no las comunicamos. Me viene a la memoria tantos diálogos de tus
novelas. Leerlos nos recuerda también el gusto por compartir conocimientos,
opiniones sobre lecturas, enseñarnos fotos de los hijos y/o nietos, etc. La
comunicación humana es esencial para una vida emocional y psicológicamente
sana. Por eso, también es bueno y, quizá incluso, aconsejable tener amistades
de distinta índole con las que poder establecer diferentes tipos de comunicación
pues no con todos se puede o debe hablar de lo mismo. Algo que también aparece
en tu obra. Recuerdo, por ejemplo, las conversaciones de tía y sobrino en
“Retahílas”. A mí me encantaría poder hablar con alguien de Literatura, intercambiar
experiencias de lecturas, escritos, pero no con afán intelectualoide sino por
el placer de la cultura, por amor a la Literatura incluso a la lengua. Me
interesan muchos aspectos de la lengua, pero opiniones personales no que me
suelten las últimas teorías de moda.
Curiosamente esta relación la tengo solo con una antigua alumna.
-Pues
ahí tienes todo un mundo para desarrollar. Lo recuerdas, luego lo modificas,
agregas ideas personales soñadas, y poco a poco irá surgiendo la historia, el
diálogo etc.
. -
No sólo me gusta como escribes es que te siento como un alma gemela en algunos
aspectos. Es tan fácil identificarse con tus personajes. Y ¿por qué? Porque son
como yo. ¡Qué cosas! Alguna vez me han dicho “me recuerdas a C.M. Gaite” ¡Qué
suerte si fuera verdad!
-También
has de tener en cuenta que los límites
de la realidad son, en ocasiones, borrosos. Que la ensoñación o el sueño son
propios del ser humano y que constituyen caminos por los que superar esa
realidad, cuando nos es adversa.
La miraba y no daba crédito a estar hablando
con ella. Veía esos ojos tan inteligentes que parecían hablar más que su voz.
Los gestos de sus manos que en algún momento colocaba bajo la barbilla como
tantas veces la había visto en fotografías. Esa media melena gris, peinada con
el coqueto toque de un broche en forma de flor. La miraba y se percató de que
paulatinamente iba dejando de verla; se desdibujaba su imagen; la cubría una
especie de niebla azulada e iba desapareciendo de su vista…
Febrero 2018(sobre una idea muy anterior)
¿Algún comentario?
El primer comentario siempre tiene que ser el mío. Sería maravilloso poder dialogar alguna vez con tu autor preferido. No perdamos la esperanza. Yo creo en la teoría de los universos paralelos. Como buena narradora te encanta el diálogo, que además consigues que interese al lector, y más cuando haces referencia al tema de la memoria que tanto nos apasiona.
ResponderEliminar