-Venga, mujer, no te pongas trágica
que no es para tanto ni es tu estilo.
-¡Los gatos o yo!- Repitió con la
sensación de no ser ella quien hablaba.
-Venga. No digas tonterías. Vamos a
ver ¿qué han hecho los pobrecillos? Te han destrozado unos adornos de flores
secas. De acuerdo. Pero al fin y al cabo eran solo eso: unas flores secas.
Los gatos habían aparecido en casa de una forma un tanto misteriosa.
Según la versión oficial la madre los debió introducir en casa en un momento de
descuido y luego, sencillamente los abandonó.
Era lo más normal del mundo. Sí. Las gatas tienen esa costumbre de abandonar
a sus crías. ¿Era lo que habían visto hacer a Elsa los trece años que vivió con
ellos? ¿No la habían visto buscar los mejores escondites? ¿No la habían visto
enfrentarse a un perro y saltarle a la cara hecha un basilisco por defender a
sus gatitos? Y ahora pretenden que sea creíble la versión del abandono.
El caso es que estaban ahí. Eran dos. Apenas habían abierto los ojos,
estaban flaquitos y llenos de pulgas, muertecitos de hambre y tan dispuestos a
vivir que cada vez que oían pasos en lugar de huir corrían y se pegaban a los
pies como si en ello les fuera la vida. En realidad, así era.
Ya había dicho cuando murió Elsa. No quiero más gatos. No quería
volverse a encariñar y además traían problemas de diferente índole. Por otro
lado, le acarreaban graves problemas de conciencia pues era lógico
alimentarlos, eran seres vivos, es como regar o abonar una planta, y por otro
¿era justo gastar dinero en alimentar animales cuando hay miles de niños en el
mundo que mueren de hambre?
Pero el caso es que ya le daba pena, la miraban con unas caritas de
hambre que partía el alma y se le restregaban por los pies, necesitaban también
el roce y el cariño de una madre.
Se impuso el amor. Está claro que necesitan una buena limpieza. Se
organizó un baño con champú antiparásitos y agua tibia. El baño descubrió que
eran macho y hembra y se les bautizó como Yaki y Nuca.
Poco a poco fueron entrando en la casa hasta instalarse definitivamente
en ella. Dormían sobre los sillones, las camas, sobre ellos mientras leían o
veían la televisión…
Fueron creciendo, como los niños. Al mes ya no paraban, se metían en
todos los rincones y empezaron los problemas.
Lo primero en caer fue precisamente el cesto de las flores secas, Un
detalle decorativo, sencillo, que ponía una nota rustica y de naturaleza en el
salón.
-Sí. Solo eso unas flores secas.
Unas flores que yo planté, cultivé, corté, sequé. Pero, claro, a fin de
cuentas, un capricho mío. Y ¿qué es eso frente a las necesidades vitales? Pero
no es solo eso. Hay también tres cerámicas rotas. Y lo sabéis puesto que las he
encontrado colocadas de manera que no se note.
-Bueno. Tienes razón. No quisimos
que te llevaras un disgusto y pensábamos arreglarlas. Además, eso en cualquier
momento se puede reponer, pero los gatos ¿sabes si podrían sobrevivir si los
abandonamos?
-Primero, no pensaba abandonarlos.
Pero nos iremos y se quedarán solos. Son animales y tienen el instinto de la
supervivencia.
-Segundo. Tengo derecho a conserva
mis cerámicas como vosotros los peluches, los vídeos, etc. Serán mi capricho,
pero caprichos que me he permitido cuando me los he su-da-do. Son recuerdos de
viajes que quizá no repetiré. Son cerámicas firmadas, recuerdo de ceramistas y
talleres que están desapareciendo. Son auténticas piezas de colección que a lo
mejor no despreciáis cuando heredéis. ¿quién sabe? Puede que hasta os den
dinero.
-Bueno. Dejemos el tema. Te estás
acalorando y dices tonterías. Los gatos se quedan y en paz.
- ¡Los gatos o yo!
-Pero, bueno. Eres de lo que no
hay. Capaz de anteponer unos caprichos inanimados a dos animalitos ¿Por qué?
¿Porque estos no te han costado dinero? ¡No! Si serías capaz de hacer lo mismo
con nosotros.
- ¡El colmo! ¡Los gatos o yo!
Conste que me gustan los gatos, los amo.
-
Muy buen relato y hasta tierno. Tus personajes femeninos son románticos y con mucho carácter como la expresión "los gatos o yo". Reconozco que lo que más me ha gustado es la frase que tantas veces hemos oído de si no sería más humano invertir o cuidar, como queramos llamarlo, en niños pobres o abandonados que en animales por mucho que nos encariñemos con ellos. Posiblemente podamos hacer las dos cosas. También veo la facilidad que tienes para reproducir el nivel coloquial del lenguaje a base de oraciones cortas, interrogaciones y admiraciones. ¿Quizá influencias de tus muchas lecturas de novelas realistas o neorrealistas?
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Muy completo esta vez. Me ha gustado
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