Leer una novela
de Martín Gaite es para mí un placer y un reto.
¡Me dice tanto en todos los sentidos! Tanto en los temas y la manera de
enfocarlos como en la forma literaria de tratarlos y las técnicas utilizadas,
por ejemplo.
La última, LO RARO ES VIVIR
Empezaré por
adelantar que mi primera impresión es que la novela constituye un caso de
monólogo interior.
Pero busquemos
información a través de escritos de la propia autora. Así en “Cuadernos de todo” y “La búsqueda de
interlocutor”. Habla la autora, sobre todo en esta última, de la necesidad que
tenemos de un interlocutor, tanto a la hora de narración oral como escrita. En
cuanto a la oral ya apuntaba en su tiempo la dificultad que encierra, ¿qué
diría hoy que con la velocidad con que vivimos no hay tiempo para escuchar y
menos para que nos escuchen? Hace notar, por otra parte, que es necesario
encontrar el interlocutor apropiado porque “nuestras cosas” no se las podemos
contar a cualquiera y tampoco de cualquier manera. Insiste en la necesidad de
ese oyente, receptor, real o inventado. Y no se refiere precisamente al caso de
la narración enmarcada. Sino ¿a quién le voy a contar esto que se me está
ocurriendo, qué me pasó, qué soñé? ...Señala que al contárselas a uno mismo es
como nacen las historias, luego viene el ¿a quién se lo cuento? En una de sus entrevistas dijo: “Yo pienso
mucho en el que me va a leer.”
Dice que lo esencial en toda narración no es recordar
sino seleccionar de tal manera que acabe convirtiendo al protagonista de
cualquier situación en narrador de ella.
Y aquí, parece
que entra la manera de narrar de Carmen Martín Gaite. En general cuenta, tal vez,
sin pensar en un posible y concreto lector o receptor. Se cuenta la historia a
sí misma ya sea en forma de monólogo, soliloquio, carta o diálogo (al que es
tan aficionada). Así pues, voy a leer esta novela como si me la estuviera
contando a mí ¿por qué no? Si, además podría entablar diálogo con ella a
propósito de personajes o situaciones. Sería su interlocutor.
Con este fin, la autora ha creado un narrador-personaje
que va a volcar en estas páginas sus inquietudes, desvelos, problemas…O sea su
alma un tanto atormentada en esos momentos en que se nos presenta. Nos da la
pista una frase: que de tanto dar vueltas a las cosas la van a volver loca.
No debemos
obviar lo que dice en “Hilo a la cometa” Emma Martinell acerca de que casi
siempre encontramos en las novelas de la autora un narrador determinado por el
autor implícito. O sea que ante el lector confluyen el autor real y el narrador
de la ficción, ficción también él.
Reflexionemos algo acerca del personaje narrador que encontramos
en esta novela. Responde a ciertos rasgos comunes y frecuentes. O sea que el
narrador y el personaje coinciden en una misma voz, aquí la de la protagonista.
Lo que nos lleva a la primera persona. Esto implica que la perspectiva que se
presenta es la de ese único personaje-narrador, justo el que él haya escogido.
Está claro que, a pesar de los diálogos, el punto de vista que prevalece es el
de Águeda-narradora. Esto, tal vez, nos llevaría a recordar las teorías de La FOCALIZACIÓN INTERNA de Genette que dice implica restricción, parcialidad y limitación. En ésta, Genette distingue:
cuando el foco coincide con un personaje, caso en el que no es a él a quien
interesa contemplar sino ver el mundo a través de los ojos de su conciencia,
(propio de un narrador testigo). Por otra parte, distingue el relato
autobiográfico en el que la focalización recae sobre el propio personaje. En
este caso (caso de narración autodiegético) la información puede estar
proporcionada por el yo-personaje, en el momento de la historia, lo que supone
un relato focalizado, o bien por un yo-narrador, sujeto de la enunciación, que
ofrece extradiegéticamente información -retrospectiva respecto del momento de
la historia- y cuyo conocimiento se justifica sólo por su identidad con el
protagonista.
Dentro de la focalización interna distingue también tres tipos: fija,
cuando el foco coincide siempre con el mismo personaje; variable,
cuando el personaje focal cambia; y múltiple, cuando el mismo
acontecimiento es evocado varias veces según el punto de vista de varios
personajes. Coincidiremos en que la de esta novela es fija puesto que prácticamente
todo lo vemos bajo el punto de vista o foco de la protagonista.
Por otro lado, este personaje narrador tiene una voz
propia, aunque no original, puesto que debe ajustarse al personaje escogido y adoptar la competencia del narrador. En este
sentido resulta interesante el empleo del monólogo interior como técnica de
esta unión. Es lo que encontramos en esta novela.
No deberíamos olvidar que la voz del narrador constituye la única
realidad del relato. Todo lo demás pertenece a la subjetividad del autor o del
narratario. La voz del narrador nunca desaparece, aunque adquiera a veces diferentes matices, o se mezcle con la de los personajes. Recordemos
la afirmación de Tacca «sin narrador no
hay novela» No olvidemos, en todo caso, que el narrador es
una función narrativa del autor
En otro orden de cosas, podría decirse que
tiene una estructura circular. Se inicia con la visita al abuelo, tras la
muerte de la madre, y termina con otra visita y la muerte del abuelo. Puede ser
significativo que a la última muerte suceda el embarazo, o sea una nueva vida.
Es decir está presente el ciclo de la
vida.
No obstante, la novela termina con un epílogo
con el que nos traslada a unos años más adelante y hay algo que, a pesar de
todo, sigue igual o se repite como la pregunta de su hija “¿Don de están?” que
ella repetía en su infancia.
Observemos ahora el aspecto tiempo. Tal vez habría que tener en
cuenta en primer lugar el que le llevó escribirla. Al final aparecen dos fechas
Nueva York diciembre de 1994 a El Boalo abril de 1996. Algo que no suele
ocurrir a algunos escritores de hoy. Parece, pues que la empezó allí. No obstante,
en esos recuerdos encontramos alusiones a estar estancada, creo, en “El cuento
de nunca acabar”. No recuerdo que hablara de esta novela que debió ser
posterior.
Veamos ahora el tiempo dentro de la novela. Se inicia recordando
un 30 de junio de hace dos años y acaba
ya en el epílogo en vísperas de navidad. ¿39 meses? Hay que tener en cuenta la
edad de la niña. Pero ¿Cuánto tiempo transcurrió desde el 30 de junio a la
muerte del abuelo? En el capítulo IV dice “fue
una semana muy cruel”. O sea que al final ha recordado unos tres años de su vida.
Pero ¿en cuánto tiempo? ¿Ese mismo? Cuando recordamos, tal vez podemos recordar
mucho en poco tiempo, pero aquí hay tantas cosas, acontecimientos, momentos de
duda y soledad, idas y venidas…En una novela necesitamos siempre del transcurso del tiempo para poder
percibir claramente su estructura. La novela, pues, es proceso (recuerda Baquero) La protagonista-narradora nos va llevando
igual que de un lugar a otro, de un día a otro incluso a distintos momentos del
día: la mañana, la noche, la tarde…Así como a relativamente frecuentes momentos
de analepsis.
No deberíamos olvidar, la frecuente presencia de la noche en las novelas
de la autora. Situación que podría asociarse aquí a su confusión emocional.
Precisamente esta se inicia a las siete de la tarde. Cuando acaba la escena del
sanatorio ha anochecido y se ha desatado una tormenta. También cuando llega a
visitar a su padre a las Rozas es el atardecer. Se le harán las once de la
noche. Luego vendrán noches en vela, salidas nocturnas etc. Idas y venidas, a
veces acompañadas de una total desorientación. No obstante, día y noche se van
alternando de igual modo que son alternativos sus momentos de confusión o de
toma de decisiones.
Quizá es ahora el momento de hablar de la relación entre el estado
anímico de la protagonista y el que presenta el cielo en cada momento de su
problemática vida. Cuando llega a visitar al abuelo, inmersa en mil dudas, hay
en el cielo nubes movedizas, como sus indecisiones.
Cuando sale, tras la conversación con el médico que la ha sumido en una situación
más compleja aún, aparecen en el horizonte nubarrones pero surcados de relámpagos,
al fin y al cabo ráfagas de luz, que podrían asociarse a la posible resolución
del problema: cómo comunicar al abuelo que su hija ha fallecido. También en un
momento de esta conversación dice Águeda estar segura de que habrá tormenta. ¿Se
refiere a tormenta real o metafórica? Porque este personaje juega
frecuentemente con las metáforas como
iremos viendo durante la lectura.
Es este, el estado del cielo, un tema
que aparece incluso en su poesía: “Nubes” y, que por otra parte, no técnica exclusiva de la autora.
No olvidemos la presencia del tiempo
psicológico. Po ejemplo al hablar con Tomás una noche se queja del mucho tiempo
que lleva sin oír su voz, sin hablar con él, cuando en realidad se trata de
“dos días menos tres horas” Esta angustia ha sido producto de la situación o
las situaciones que está viviendo.
En relación con el tiempo, hemos citado las analepsis, hay que prestar
atención a un rasgo destacado en la escritura de Carmen Martín Gaite. Es la
memoria. Ella es la que llevará a su protagonista y a nosotros con ella de un
momento a otro de su vida.
Martinell señala tres componentes o aspectos
determinantes en la obra de la autora. Son la visión, la memoria y los sueños.
. ¡Qué importante es la función de la memoria en esta
obra! Es la memoria la que llevará a los personajes, a Águeda, a la rebeldía, a
la necesidad de huir hacia lo diferente, al deseo de vivir y ser de otra
manera.
En realidad,
toda la novela rememora una semana en la que se han mezclado recuerdos del
pasado. De ahí los frecuentes casos de analepsis. Y a los sueños o pesadillas.
Hay una frase muy significativa” Las voces del pasado trepan por la espalda
a manera de súbito viento”. O Para visita un recuerdo, conviene haberlo
cultivado antes.
Así los recuerdos que le sugiere el viaje en metro,
o a las clases de Rosario;
La voz de la
memoria es fundamental. A veces lo evocador es un objeto: el autorretrato de su
madre que nos llevará a un viaje a
Tánger, y conocer detalles de la
relación madre-hija.
Deja la autora
ver la importancia de la memoria, a veces, a través de las reflexiones de los
personajes. Aquí, Águeda piensa el esfuerzo y concentración que requieren
obligar a un recuerdo a salir de su escondrijo.
La memoria lleva también al mundo de EL SUEÑO. El “sueño” componente fantástico que introduce al lector en una zona en
que la frontera entre lo real y lo irreal se difuminan.
Es muy frecuente
la presencia del sueño, más bien del tipo pesadillas, en la obra de la autora.
Recordemos la de “El balneario” que ocupa gran parte del relato. O el final de
“Caperucita en Manhattan”Muy frecuente en toda la obra de la autora. En “Lo raro es vivir” la primera que aparece
es la del padre que tiene unas tuberías obstruidas y todo se le llena de
porquería. Parece que, en cierto modo, ella es la causante. No deja de ser una
metáfora de la relación que mantiene con su padre tras la muerte de la madre.
Otra a
propósito del hombre que arreglaba unos cables y dijo que habrían podido tener
un cortocircuito. Otra vez podemos ver aquí la metáfora de la realidad. Y el
personaje lo aclara cuando tras despertar piensa que la visita al abuelo había
dejado peligrosos cables al aire. Alude, también, a tener sueños en los que se
transforma, o sea es ella pero no es. O que está muerta.
De los sueños
dice la protagonista que a veces en ellos cabe un relato completo con sus tres
partes correspondientes. Le interesa apuntar los sueños para no olvidarlos y
luego escribir algo. Quizá esto nos haga pensar en lo autobiográfico, o sea, la
forma que tiene la autora de crear sus historias.
A veces
incluso duda si lo que vive es real o está inmersa en un sueño. Si habrá soñado
que tuvo una madre, que aprendió ruso, que estudió arte, etc. No deja de traer
a nuestra memoria la VIDA ES
SUEÑO “que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son.”
Están por otro
lado sus sueños de adolescente en los que aparecía un hombre al que luego, en
cierto modo, esperaba. Casi al final de la novela piensa que Tomás responde
exactamente a aquel del sueño, o a aquel sueño.
Otras pesadillas aparecerán en torno a la relación que
tuvo con su madre. Así en el capítulo XI relata un extenso sueño con su madre
como personaje central.
También el sueño como deseo, alejamiento de la
realidad que recordada no agrada, como huida.
El tiempo del novelista, dice
Charles Du Bos, tiene necesidad del espacio para que al entrecruzarse los procesos
concretos de los personajes pueda darse la composición de un mundo. En las
novelas de la autora que nos ocupa tiene mucha presencia la calle. En ellas,
los personajes salen constantemente; no solo al trabajo, muchas salidas se
deben a las ansias de salir, a la necesidad de escapar de” sus adentros” como
sucede en la que nos ocupa. En general, las calles son terreno de todos. Pueden
provocar soledad y miedo; también pueden llevar a experimentar la propia
individualidad fluyendo junto a la de los demás. O pueden provocar vértigo por
posibles novedades sorpresas o peligros. Recordemos el temor momentáneo que
siente cuando en el metro un niño parece encariñarse con ella. Recordemos que a
los viajes en metro les llama metafóricamente “bajar al bosque”. Dice Águeda
que no entenderá esta metáfora que inventó de niña hasta años después. Claro,
ese espacio subterráneo no deja de ser una metáfora del subconsciente, del
mundo interior. También en CAPERUCITA EN MANHATTAN el bosque es una metáfora. Allí se trata de un bosque urbano que encierra
todos los peligros, pero también lo desconocido, lo por descubrir, como hemos
dicho aquí de las calles.
O cuando
encuentra un artista callejero de esos que funcionan como estatuas y cree que
es un antiguo novio.
No obstante, las calles resultan hospitalarias pues
acogen la curiosidad, la soledad, el ansia de aventura y la necesidad de huir. En
varias ocasiones lo repite Águeda. Casi nunca importa la localización exacta.
La protagonista, en una se sentará en la terraza de un bar, en otras se
desorientará. Mas, también a veces cita los nombres como La Gran Vía, la Plaza
de España, etc. Pensemos que esa desorientación callejera, por ejemplo, cuando
busca el chalet de su padre puede ser una metáfora de su propia tendencia a la “indecisión”
y de sus problemas emocionales. Lo que lleva a asociar calle y noche, tema que
aparece también en su poesía “Madrid la nuit”.
Al llegar a este punto he recordado una anécdota que
contó su hermana en una entrevista. Iba la autora en el metro y alguien que la
reconoció le preguntó extrañado cómo viajaba en metro. Ella le contestó que si
no vivía entre la gente cómo iba a escribir.
Existe, por
otro, lado el espacio interior. En general, en las novelas de Carmen Martín
Gaite abundan los espacios interiores, cerrados, que tendrán, además de la
función de situar personajes y acción el de símbolo. Se trata casi siempre de
los espacios propios de las casas en que habitó la autora de niña y joven, o
más adelante. Suelen ser sala, despacho, dormitorio, pasillos, miradores,
balcones y ventanas, la cocina. O bien los lugares de trabajo como oficina. O
los asociados a la calle, bares; incluso el autobús o, como en esta novela, el
metro.
Son esos
lugares que tradicionalmente se han asignado como los propios de la mujer y que
en sus protagonistas suelen provocar angustias, ansias de escapar. Esa
necesidad de salir se refleja en el asomarse a las ventanas, miradores y
balcones. Ese mirar lo de fuera, lo que no se ve, pero se necesita. Es el no
poder conciliar el sueño, y asomarse a la ventana, mirar o soñar. Salvando
todas las distancias posibles, cómo recuerdan estas mujeres de las novelas de C
Martín Gaite a las de “la casa de Bernarda Alba” pendientes siempre del afuera. "Salí casi huyendo" dice en un
momento de angustia vital la protagonista.
En” Lo aro es vivir” conoceremos alguna sala del geriátrico
en que se encuentra el abuelo de Águeda; su dormitorio, que en algún momento
necesita abandonar o cambiar; la cocina, que acaba en un momento dado por
convertir en escritorio; el ático de su madre, algo de la oficina, el Residuo. Cada uno de estos lugares tiene su función.
Estos lugares son descritos con realismo, aunque a
veces a grandes pinceladas.
Igual que el día y la noche, espacios abiertos y
cerrados se alternan en esa función simbólica de la que ya hemos hablado.
Es
precisamente en los recintos cerrados donde suelen darse los diálogos entre los
personajes. Recordemos: en una sala habla con el médico de su abuelo; desde su
dormitorio habla con Tomás; en su casa habla con su madre; en el Residuo, ya
cerrado al público, hablará con el dueño; con su compañera de trabajo dialoga
en la oficina y con Rosario, en el ático de su madre. Solamente con su padre
mantiene dos conversaciones en la calle.
Si hemos asociado el tiempo, el aspecto del cielo lo
la hora del día con el estado anímico de la protagonista (de las mujeres de las
novelas de Carmen Martín Gaite) también habremos de establecer una relación
entre ella (ellas) y el espacio. Son mujeres las de las novelas de la autora
que, como tantas otras del mundo real, viven inmersas en su mundo interior de
la misma manera que encerradas en los espacios cerrados del hogar. Viven
ahogadas, faltas de oxígeno, de aire de libertad. Eso las lleva a la necesidad de
salir al exterior, de buscar en la calle esa libertad aunque, a veces les
asuste. Por eso hay que asomarse a la ventana, hay que cambiar cosas en casa y
hay que, a fin de cuentas hablar.
Esto nos
conduce a dos temas nuevos y, en cierto modo, inseparables: los personajes y la
técnica del diálogo que con tanta maestría maneja.
En “Hilo a la cometa” Emma Martinell, hace notar como muchos de los personajes (se entiende femeninos) de las
novelas de Martín Gaite presentan rasgos similares a los que se suponen propios
de ella misma, como si hubiera una transposición de su personalidad a la de los
de sus personajes de ficción e incluso a la de sus voces narradoras, también
entes de ficción muchas veces.
No es este un
rasgo exclusivo de nuestra autora. Se ha supuesto del Arcipreste de Hita, de
Cervantes y D. Quijote, y casi de todos
los novelistas. Es normal. ¿De qué se va a valer un novelista si no es de sus
propias experiencias y del mundo que le rodea?
Por tanto no
pensemos que la autora hace a través de sus novelas autobiografía, sino que
bebe de sus experiencias y conocimientos. Y al convertirlos en materia
novelable o novelada los universaliza. Un ejemplo bastante objetivo sería
cuando sus protagonistas, Águeda aquí, hablan del oficio o la vocación o la
necesidad de escribir. O las alusiones al cuaderno o al cuaderno gordo. Si
leemos su “cuadernos de todo” y los de Nueva York vemos apuntes que luego recordaremos
al leer sus novelas. Pero eso es, parece o debería ser, normal en cualquier escritor.
Ya he indicado
que Martinell señala tres componentes o aspectos determinantes en la obra de la
autora. Son la visión, la memoria y los sueños. Los tres van estrechamente
unidos al estudio de los personajes y el diálogo. -La
visión activa la memoria; el sueño se nutre de ella; de la visión se escapa al
sueño. “Pretender
al mismo tiempo entender y soñar: ahí está la condena de mis noches”, escribió
Martín Gaite en El
cuarto de atrás (1978),
Aunque la
visión parece asociarse más al espacio hay que tener en cuenta que los
personajes tienen una visión del mundo, de los demás y de ellos mismos. Así
para configurar la personalidad de un personaje, la autora se vale de la
estrategia de describir su visión de las cosas, las situaciones etc.
Igual que en otras novelas teje una red de personajes
de laque es el centro la protagonista, el eje sobre el que giran todos los
demás. Todos son necesarios para conocer la personalidad y vida de Águeda pues
están ligados no solo a su presente sino a su pasado y, en cierto modo a su
futuro. Pensemos en Tomás.
Por ejemplo, conocemos la personalidad de Águeda, no solo por lo que hace o
dice, sino a través de su visión de los hechos, cómo ve a Tomás, a su madre,
incluso a sí misma. Y necesita que los demás la vean y la acepten como es, o
como ella se ve. La primera frase de la novela ya nos define bastante a su
protagonista:” hay
veces en que lo normal pasa a extraordinario así por las buenas y lo notamos
sin saber cómo…” O sea, es
alguien que acepta lo maravilloso como normal…Esto nos puede llevar a su
facilidad fabuladora. Además, dice que cree que” se miente por incapacidad de pedir a gritos que los demás te acepten
como eres” No se resiste a inventar, a veces, una historia totalmente
falsa. Como cuando al dueño del Residuo le da a entender que en la muerte de su
madre hay un misterio, asesinato tal vez. No es que sea mentirosa es que es
fabuladora, necesita inventar y esta necesidad le viene tal vez de sus sueños
mezclados con los recuerdos. Se funden la realidad y el
deseo, el sueño. Como todos
los personajes de la autora, Águeda goza de una imaginación desbocada. No obstante,
es a través de ella, de su mirada como conocemos todos los espacios en los que
transcurre la acción.
No olvidemos, no obstante, que los personajes de toda
novela son a fin de cuentas “entes de ficción”
Otro aspecto de la visión. Ver por los ojos
del otro. En el deseo de afianzar su personalidad, el personaje busca el
reflejo de su imagen en los ojos de otro personaje por eso las alusiones a los
espejos. En los ojos de otros personajes anidan imágenes nuevas. Como en los
espejos. ¿No es cierto que buscamos reconocernos en los espejos? Y ¿No lo es
menos que en muchas ocasiones no nos reconocemos en ellos o no nos gusta lo que
vemos (arrugas, ojeras, canas, etc.) La literatura de todos los tiempos recoge
esa necesidad del espejo ( Salicio en la égloga de Garcilaso, Narciso, Recordar
los espejos de aurora y de Gil de Biedma, y los ojos como espejos en los que
mirarse)
El niño
que la mira en el metro; su hermano, cómo la ve Tomás sobre todo, como la ven
su padre y su madre, etc...
La
mirada también vale para hablar de su escritura.
Volvemos
a la memoria que dará lugar a los diálogos. Su voz, como vemos es fundamental en la obra de la autora.
En
relación con la memoria surge la
necesidad del otro para contar. Sus personajes sienten el estímulo de las
preguntas del otro. Transmiten al otro su pasado y a veces incluso lo inventan.
Es lo que le ocurre a Águeda que, en un determinado momento acabará contando al
gato Gerundio la historia sobre la que trabaja para la tesis. También se la
cuenta a Tomás. Relata fragmentos de su vida,
más o menos adulterada, a su compañera de trabajo, a Rosario, al dueño de El Residuo
y, como es natural a ese posible lector en el que tal vez no piensa.
Esa
necesidad del otro se ve muy clara cuando una vez Tomás le dice que provoca
preguntas para que el otro te las haga y poder contar.
Martín
Gaite, como Cervantes, Galdós, y tantos excelentes novelistas de hoy y de
siempre necesita el diálogo. Porque, diría yo, el diálogo es una necesidad
humana. Todos necesitamos del otro. De ese otro que nos escuche, nos responda,
nos pregunte. A ver, si no, a qué se debe ese constante y excesivo uso que se
ha impuesto de las rede sociales. Una necesidad patética de comunicación pues
ha nacido del hecho de que hemos dejado de comunicarnos al uso tradicional.
Corremos así el riego de perder vocabulario e incluso la idea exacta de lo que
es comunicación. Acabaremos por no saber hilar una frase de más de tres
palabras. Y estamos perdiendo el contacto directo, la voz, del otro.
Pero volvamos al tema que nos ocupa. Es en
los diálogos, sobre todo, donde encontramos el rasgo más característico de
Martín Gaite en lo que al uso del lenguaje se refiere. Hablo del uso coloquial
o conversacional de la lengua, de lo que es la genuina representante según ya
señaló el profesor Lázaro Carreter.
Cabría aquí hacer un breve inciso para
recordar qué se entiende por lengua coloquial y sus rasgos distintivos. En el
ensayo LENGUA COLOQUIAL Y LITERATURA Manuel
Seco nos deja una serie de explicaciones muy interesantes a la hora de estudiar
este aspecto de la obra de Martín Gaite (y tal vez de un considerable número de
escritores actuales.
Empieza
por hacer notar que al hablar de lengua literaria no debemos tomarla como una
variedad del idioma sino como un nivel de habla (recordemos langue et parole de
Saussure) o sea un “registro “que elige el autor, hasta cierto punto
libremente, dependiendo de si la expresión va a ser oral o escrita, del tema,
del público a quien va dirigido el texto etc. Recoge las palabras de Beinhauer
según el cual” lengua coloquial es el habla tal como brota, natural y
espontáneamente, en la conversación diaria … “
Recoge
D. Manuel las características de la lengua o habla coloquial que señala Emilio
Lorenzo que tan útiles nos van a resultar. : “ a) deixis; b) egocentrismo ; c)
referencia a la experiencia común; d)elementos suprasegmentales( entonación);
e) elementos paralingüísticos (gestos). A estas agrega Seco algunas
consideraciones propias como: particularidades léxicas, morfológicas y
fonéticas; tendencia a una construcción ordenadora débil; constantes referencias
al yo y al tú; insistencia en vocativos, interrogación, exclamación, elipsis …”
Y sobre
todo no confundir coloquialismo con vulgarismo.
Con
estos datos nos será fácil comprender el uso de la lengua que encontramos
habitualmente en la autora que nos ocupa.
No deberíamos pasar por alto, en caso de una
lectura en voz alta, en una clase, conferencia etc. Los correspondientes
recursos no verbales como entonación, ritmo, volumen de la voz, gestos etc.
Como complemento diremos que hay constantes
alusiones a la música de la época, pero sobre todo se observa, como en casi
toda su creación la presencia e influencia del cine. Personajes que le
recuerdan a alguna heroína fílmica, situaciones que le sugieren películas, etc.
Éste sería un interesante tema monográfico sobre la obra de Carmen Martín Gaite.
Por ejemplo,
cuando una situación real le sugiere la secuencia de una película. Cuando
relaciona una historia con una película de Robert de Niro; la presencia de un
cartel de “lo que el viento se llevó”. La visita a casa de su padre la asocia a
una película del Oeste. Rosario identificada con Anne Baxter en “Eva al desnudo”.
Una escena en la última visita al abuelo le recuerda “Luz de gas”
Constante
presencia de la literatura bien en citas de obras y autores, Dante y La divina
comedia, Dostoievski, bien como reflexión sobre ella, o sentirse dentro de un
cuento. A veces reflexiones sobre el hecho de narrar o novelar. También
diálogos sobre temas y autores filosóficos: Sartre y. La Náusea, Kierkegaard,
Heidegger… etc.
Resumiendo,
el estilo en general. Como casi siempre relato realista y a la vez fantástico. “La fantasía fue para Carmen Martín Gaite la única venganza contra la
muerte”, afirma José Teruel
en la introducción a las Obras
completas.
Realismo descriptivo y objetivo. Presencia casi constante del diálogo.
Digresiones y analepsis. Metáforas. Registro coloquial tan característico en la
autora. Mujeres disconformes con el mundo que las rodea, pero no feministas.
Al final, Águeda habrá convencido al resto de los
personajes y a los lectores con ellos de que en este mundo o en esta vida “lo
raro es vivir”
En realidad, intentar hacer un estudio profundo, sin
dejar ni un cabo suelto, de una novela de Carmen Martín Gaite, sería, usando el
título de una de sus obras EL
CUENTO DE NUNCA ACABAR.
He seguido la edición de ANAGRAMA de 1996. Por razones
obvias no puedo transcribir mas fragmentos, pero al lector le será fácil
localizar los ejemplos.
Si
alguien quiere más, puede pedirlo. Interesante el ensayo LENGUA COLOQUIAL Y LITERATURA de Manuel
Seco, que se puede leer en Internet
¿Algún comentario?
No me extraña que los alumnos andaluces que tengan como obligatoria una obra de Carmen Martín Gaite te lean tu completísimo análisis de "Lo raro es vivir".
ResponderEliminarAhora entro yo y empieza por el título que ya me parece raro. ¿ Vivir es raro? ¿para quién? ¿para quienes nacimos en la postguerra? ¿para las mujeres?
Coincido con la autora y contigo en algunas cosas: "nuestras cosas no se las podemos contar a cualquiera". Echo en falta las alusiones a que eran los primeros años de la postguerra civil española y que era precisamente la situación de la mujer la que se veía más afectada. Situación que sentimos hasta las que salimos a realizar estudios universitarios ya en los años 60. No digo más que, ya casada, mi padre me acompañó a Madrid cuando fui de oposiciones. Esa rebeldía y deseos de independencia que tu tan maravillosamente analizas me hacen ver esta novela hija de su tiempo, de un tiempo que yo viví y de un tiempo que ya pasó. Pero eso no quiere decir que no me guste.
Dices que los personajes femeninos de esta novela no están conformes con el mundo que les había tocado vivir pero que no son feministas. Aunque no lo manifiesten, en el fondo tienen sentimientos feministas en sus deseos de ser libres como los hombres y vivir su libertad como los hombres. De hecho Carmen Martín Gaite acabó separándose de su marido Rafael Sánchez Ferlosio.
Hay dos cosas que me han llamado mucho la atención , el uso de la lengua coloquial (se podría hablar de neorrealismo) y las alusiones al cine, aquellas películas románticas que todas vimos.
Aunque nos recuerdas que los personajes de las novelas son entes de ficción, suele haber mucho de la personalidad del autor, de sus ilusiones, de sus ideas, y en especial de lo que conserva en su memoria. Siempre pensé que la memoria es muy importante , no solo para los escritores. En algún sitio he leído que nuestra vida es lo que recordamos.
Si no aludo a la situación de la mujer en su época es porque habría que repetirlo en todos los estudios que se hagan de la autora y porque me interesaba más lo literario. Dices que no digo algo que sí digo. Y ,si te fijas, acabo diciendo que nunca se acaba comentando a esta autora. En realidad, nunca se acaba tomemos a quien tomemos. Pero,bueno, me ha gustado que te metieras un poco en materia. Gracias.
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