Leer a Pérez-Reverte es para mí siempre un
placer. Por el estilo (descripciones, creación de personajes…) por el uso del
idioma…
SIDI por varias razones me ha despertado el
deseo de escribir, podría decirse, un artículo comentando los detalles que más
me han llamado la atención.
Consta la obra de cuatro partes divididas en
capítulos: LA CABALGADA. LA CIUDAD.LA BATALLA.LA ESPADA
En términos generales cabría señalar que en
el fondo del relato están, no solo el Cantar de Mio Cid sino también, aunque
muy de pasada, Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro. En el capítulo V
hay un recuerdo de la Jimena que nos presenta el dramaturgo. O su carácter y
sus reacciones de hombre joven y guerrero, algo agresivo. Así como, recuerdos
de su juventud, cuando servía a Sancho.
La leyenda del Cid de Zorrilla como el propio
autor hace notar, y supongo que también una amplia información histórica como
es normal en Pérez-Reverte.
Incluso hay algún momento en que no he podido
evitar el recuerdo de la serie de dibujos animados “Rui. El pequeño Cid”. Antes
de entrar en combate, Rodrigo le pide a Minaya que si le sucede algo se haga
cargo de entregar una carta a su esposa y de dirigir a sus hombres. Este le
viene a decir que no le deje tanta responsabilidad y le recuerda: “como cuando
éramos críos y me azotaban por tus fantasías e insolencia”. Esta sugerencia
puede ser, y si duda es, muy personal.
La inspiración en el Cantar es clara. No
obstante, difiere en bastantes aspectos.
Así: No aparece la entrañable despedida del
Cid y su familia. Tal vez el momento más humano del héroe en el Cantar, aunque
con ciertas reminiscencias clásicas, no sé si casuales, como la despedida de
Héctor y Andrómaca en la Ilíada.
El
episodio de la niña de Burgos en el Cantar es más extenso y goza de
considerable importancia, sin embargo, en la novela queda reducido a un
recuerdo que comenta Rodrigo con Minaya.
También
el asunto de las arcas llenas de arena con que engañarán a los judíos Raquel y Vidas
se convierte en la novela en recuerdo, una analepsis, con el añadido de que no
deben abrirse pues contienen objetos sagrados del gusto y devoción de Doña
Jimena que no deben tocar manos profanas.
En SIDI se producen dos encuentros con el
conde de Barcelona mientras en el Cantar es solo uno que coincide con el
segundo de la novela, con la victoria del Cid, la consecución de Colada, “ganno a Colada que mas vale de mill marcos de plata. “No obstante en la novela la espada ganada es
la Tizona: Berenguer Remón: “es la Tizona. Perteneció a un rey
moro y después a mi familia, ella te rebanará el cuello cuando estés vencido y
prisionero…”
Así mismo coincide
la huelga de hambre del conde. Precisamente con este episodio se cierra la
novela. ¿Está en la mente del autor una segunda parte con la conquista de
Valencia a la que se alude? En una
entrevista en la cadena SER, creo recordar, ha dicho que no tiene esa intención.
A él solo le interesaba esta parte de la vida del Cid, algo así como la forja
de un héroe.
Centrémonos ya en este Cid que nos regala
Pérez-Reverte. Su Cid, como ha dicho el autor. Conocedor del que a todos nos
dieron casi como real e histórico él ha querido crear el Cid que le habría
gustado encontrar.
En realidad, todas las versiones que conocemos
sobre este personaje son el Cid de sus autores. El del Catar es o fue el de Per
Abad, ese héroe que necesitaba Castilla y que después se fue convirtiendo en el
que necesitaba España. El que encontramos en el romancero es el Cid de los
romanceadores, los que inventaban o reinventaban lo que oían y lo iban
embelleciendo e idealizando. Y así todas las demás versiones. El de Guillen de
Castro, el de Corneille, el de Zorrilla, o el de Antonio Gala en “Anillos para
una dama “que también desmitifica no solo la figura del héroe, si no la de
Jimena.
Si bien es el Cid valiente y guerrero que todos hemos
conocido a través del Cantar, Pérez- Reverte nos da aquí el perfil humano del
héroe. Su Cid. Duro, incluso a veces cruel como guerrero, pero de buen corazón,
fiel a su rey, siempre el primero en los momentos de peligro, llegará a ser
herido en varias ocasiones, con intuición militar. Extremadamente prudente
cuida de sus hombres como si de unos hijos se tratara y solo actúa con reservas
cuando se ve obligado por quien le manda y paga. También es justo en sus opiniones: “La frontera es así…También las cabalgadas
cristianas hacen lo mismo en tierras de ellos…Dios hace tajo parejo” volveré
a esta frase al tratar otro aspecto de la obra.
Sufre con las
bajas que le produce un combate:” Pensó Ruy Díaz en su hermana, esperando en
Vivar al hijo que no regresaría. Miró hacia la matanza que había dejado atrás y
se dijo que tras aquella jornada muchas madres, esposas e hijos iban a aguardar
en vano”
Es capaz de escuchar: “Ruy Díaz los dejaba
hablar, estudiándolos cual solía. Aprendiendo de todos…”
Tiene algo de lo que hoy tanto se habla:
carisma. Sus hombres lo respetan, incluso lo quieren.” Bajo los protectores
nasales docenas de ojos lo miraban con respeto”
Incluso sus enemigos cuando lo odian, es
llevados más por una envidia y admiración que no quieren reconocer.
Si ha de servir a algún señor, lo hace con
dignidad y fidelidad. La única condición que pone al rey de Zaragoza es no
luchar contra su señor natural, el rey Alfonso.
Si es humillado y ofendido es capaz de
reaccionar con nobleza y tragarse su orgullo. Ahora bien ¡ya le llegará su
momento! Es lo que le ocurre en sus encuentros con el conde de Barcelona.
“El humilde infanzón burgalés (el Cid) no olvidaba quién era él y quién era el
otro”. “Eres un mesnadero a sueldo. Peleas por dinero. -peleo por mi pan
y el de mi gente”.
Es tal su carácter que sus palabras convencen, animan…Y como en el
Cantar hablará siempre:” bien e tan mesurado”. Con una mirada es capaz de dominar un conato de
revuelta o hacer callar al más fiero de sus hombres. “Ruy Díaz miró en
torno, demorándose unos instantes para crear expectación”. “Los miró con
frialdad Ruy Díaz…” “Tras cambiar una mirada con su segundo…”
También, a veces, se declara poco docto:”
No soy muy de lecturas, señor”, dirá al rey Mutamán de Zaragoza. “Tosco y valiente como buen cristiano”
lo califica Raxida la hermana del rey.
Mutamán,
directamente hablando con Rodrigo lo integra en un grupo muy especial de hombres:”
…hay hombres cuya lealtad hacia ellos mismos, a lo que son o creen ser, los
hace peligrosos…A esos resulta imposible dominarles el corazón…” “con esa barba, tostado por el sol. Orgulloso
y de espada fácil. Podrías ser uno de los nuestros. -O vos, mi señor uno de los
míos”
No solo el héroe, todos los personajes
aparecen descritos con precisión y esmero, aunque se trate únicamente de un
detalle insignificante. Como curiosidad nos percatamos de la importancia que da
el autor a los ojos, a las miradas, a los gestos. Veamos algunos ejemplos.
Diego
Ordóñez “cráneo calvo, barba espesa y crespa, nervudo,
peligroso…” “una bestia de guerra” (es
muy bruto pero buen guerrero. Contestatario, pero Sidi lo sabe hacer callar y
obedecer, lo sabe llevar).” En su barba espesa se abrió la brecha de una
sonrisa feroz.
La niña de Covarrubias
recordada: Era trigueña, con ojos claros y el pelo recogido bajo una
cofia…su voz era frágil como el cristal. Le recordaba a sus hijas (otra vez la
nota de humanidad del héroe).
Raxida hermana
de Mutamán es calificada como “espléndida “por el Cid ante una inoportuna
pregunta del rey. Más adelante, ahora el narrador, aunque tal vez
introduciéndose en la mente de Rodrigo:” sus labios bien dibujados, gruesos, sensuales…”
Los ojos se definen como esmeraldas en varias ocasiones.
Galín
Barbués…” mozo tranquilo, ágil, callado y valiente, con mirada
de gavilán…”
Yénego
Téllez…” era delgado, melancólico, de ojos tranquilos”
El
judío de Zaragoza. “Eran sus ojos oscuros, melancólicos e
inteligentes… Los ojos de Arib ben Ishaq eran astutos…
Del rais
Yaqub conocemos:” los ojos grises y duros brillaban de orgullo.”
Mundir, rey de
Lérida, es descrito comparándolo con su hermano Mutamán. “Tenía los mismos ojos
oscuros e idéntico destello blanco en el rostro atezado cuando hablaba…pero
el mentón era más débil.”
De Berenguer
Remont “se veían sus ojos azules y el bigote y la barba rubios…”
A veces
la descripción se centra en un conjunto: “Rostros morenos, barbas,
turbantes, ojos oscuros y coléricos…”
Junto a este curioso detalle de la
importancia de los ojos en la presentación de los personajes, no debemos dejar
de observar el valor que a lo largo de toda la novela se da a los gestos, las
palabras, los diálogos.
Recojo
algunos momentos que me han parecido de interés.
“…el
rostro impasible de Ruy Díaz…” Claro indicio de su carácter, su contención
cuando no quiere preocupar a sus hombres o a Minaya, siempre atento al menor gesto
de rodrigo: “Entornaba Minaya los párpados interesado…”,
Otras veces el Cid reflexiona sobre la
oportunidad de lanzar un ataque, o bien observa el terreno con atención: “Ruy
´Díaz movió la cabeza, dubitativo” mientras “Minaya miraba de soslayo a
Ruy Díaz”.
A veces, cuando el héroe observa a su gente
preocupada o muy pendiente de él, distiende el momento con una sonrisa: “Se
echó a reír el jefe de la hueste”. Cabe observar que “Las sonrisas de
Ruy Díaz son siempre significativas.” Ha encontrado la solución a un
problema, ha captado la idea del contrario, o comprende la preocupación de su
segundo al que intenta sosegar.
Son en extremo significativos los gestos en
las conversaciones y entrevistas con los personajes a los que se ve forzado a
enfrentarse de un modo u otro. Así en los encuentros con Mutamán los gestos
darán la pista de por dónde van las intenciones o reflexiones incluso
decisiones de uno u otro.: “Ruy Díaz lo miró inexpresivo...” Intentando
que el otro no capte sus pensamientos
“Lo
miró el otro enarcando las cejas…” señal de que está empezando a
admirar a ese hombre tan especial que tiene delante.
“Bebieron
a sorbos, mirándose” Ambos personajes se respetan, pero desconfían, de
momento, se observan.
“Sus
ojos oscuros relucían de convicción. Y de inteligencia…” otra
vez el valor de una mirada.
Centrémonos ahora en el espléndido uso del
idioma.
Ya el
inicio de la novela impresiona por lo poético en contraste con el ambiente que
rodea al héroe: “Desde lo alto de la loma…”
Espléndido también el inicio del segundo
capítulo” Salieron al rayar el alba, siluetas fantasmales de hombres y
monturas en la primera claridad gris…” Escenas que podríamos calificar de
planos cinematográficos. Y es que Pérez-Reverte tiene presente el cine con
frecuencia. Lo he podido observar en casi todas sus novelas, pero no es este
lugar para desarrollar el tema. No obstante, no quiero dejar de resaltar dos
aspectos. Por un lado, en la entrevista ya citada ,cuenta que precisamente el Western ,o sea las películas del Oeste, sobre todo las que se centran en
la vida de frontera(citó títulos que no
recuerdo) fue lo que despertó en él la idea de este “su Cid” .A este respecto
hay en la novela una frase : “La frontera es así…También las cabalgadas
cristianas hacen lo mismo en tierras de ellos…Dios hace tajo parejo”
que habla de esa idea de vida de frontera que recoge en la obra. Casualmente en
los días de lectura de esta obra vi un de esas películas “Hostiles” en que se
dice algo parecido acerca de la lucha entre indios y americanos en la frontera.
También llama la atención el
comienzo del capítulo VI que por momentos hasta se hace poético. “Parecían
dirigirse hacia la luna, pues esta se alzaba rozando todavía el horizonte…Su
claridad difusa recortaba en penumbra árboles y rocas, alargando las sombras de
hombres y caballos…” ¿No nos recuerda alguna de aquellas escenas nocturnas
de ciertas acotaciones de LUCES DE BOHEMIA de las que decíamos eran más aptas
para el cine que para el teatro, o escenarios fantasmales del romanticismo?
¿Y esta otra? “…Al sur de Barbastro ...con
las cumbres de la sierra divisándose brumosas, azuladas y grises en la distancia”.
¿No parece un cuadro?
Volvemos a encontrar esta técnica descriptiva
en el capítulo V de la tercera parte: “la luz del amanecer, entre gris y amarilla,
e aclarándose tras las colinas lejanas
hasta que el primer rayo de sol incidió horizontalmente en el rostro de Ruy
Díaz…”
Ahora será el atardecer: “El horizonte ya no existía a levante…Por el
lado de Poniente quedaba una estrecha franja mortecina, comprimida entre tierra
y cielo, que viraba despacio del ámbar al azul oscuro…”, “La última franja de
claridad se había extinguido en el horizonte y la bóveda celeste parecía
acribillada de minúsculos alfilerazos de plata…”
Estos juegos de luz y sombra, aplicados
también a los hombres, se repiten en bastantes ocasiones:” Danzaban en los
rostros barbudos y serios contrastes de luz y sombra…” “El sol casi cenital
cortaba una sombra dura en su rostro…”,
Pero no olvidemos que esta, como otras
técnicas de escritura que hoy calificamos de cinematográficas, existieron antes
en la literatura. Hoy, en este sentido, literatura y cine se retroalimentan.
Creo que se puede decir así. Si lo pensamos bien veremos ya en el comienzo del
Cantar de Mío cid una auténtica escena cinematográfica. En su adaptación el cineasta
solo tendría que sustituir palabras por imágenes. Por otro lado, recordemos a
este respecto como Gimferrer designa la novela decimonónica como la madre del
lenguaje cinematográfico narrativo.
Tampoco es ajeno al estilo de Pérez-Reverte
el realismo con que se describen los combates. Escenas durísimas, crueles
incluso, desagradables, pero en las que no se puede dejar de admirar la
precisión en los términos, en las metáforas, en las onomatopeyas. Es cierto que
puede haberle sido útil su época de reportero de guerra. En su literatura las
podemos rastrear desde Territorio comanche, pasando por la serie de Ala Triste,
Cabo Trafalgar, El pintor de batallas, la trilogía de Falcó…
He hablado de onomatopeyas. Recordemos
algunas: “Clang, clang. Tunc, chas, tunc, chas. Ziaaang, Ziaaang. Tump. Clang”
Muy similares a las que se pueden encontrar
en Cabo Trafalgar: Pumba, pumba, pumba/ Bum, raaca. Bum,
raaca/ toc, toc (un golpe en el hombro) / crac, crac, crac/ Raaaca, clac. Tump, Tump. /chof, chof (no requiere
explicación) Chas, chas (descuartizar a hachazos)
También llaman la atención las
metáforas de carácter coloquial o militar: “Buena vendimia, señor Ruy
Díaz”, “Ruy Díaz…segaba a mansalva. Recolectaba a manos llenas”
Igual
que en Cabo Trafalgar Metáforas coloquiales “nos van a escabechar”, “vamos a
leerles la cartilla”, “este tiene to el boquerón vendío”, “Veo mucha cagada de
rata en el arroz”.
En
relación con estas frases metafóricas de carácter coloquial podríamos hablar de
como los personajes de diferente idioma intentan hablar el del contrario. Por
ejemplo, Roy Díaz es capaz de decir, incluso comprender palabras árabes del
mismo modo que los moros hacen uso si es necesario del castellano. También
entiende al conde de Barcelona cuando lo insulta, aunque lo haga en catalán. “en
voz baja, aunque bastante clara para que Ruy Díaz lo pudiera oír. Malcalçats.
(malcalzados) esta fue la palabra que deslizó a su gente…”
Algo
parecido ocurre en Cabo Trafalgar, aunque allí la mezcla de andaluz y francés
resulta casi grotesca,¿esperpéntica?.
Otro rasgo del estilo del autor que no deberíamos pasar por alto en este
breve estudio es la presencia del diálogo. Los diálogos son vivos, realistas, a
veces breves, cortados y otras extensos. Cargados unas veces de tensión, otras
de astucia e incluso de inteligencia y voluntad de entendimiento. Siempre o
casi siempre acompañados de gestos muy significativos de los interlocutores.
El rey de
Zaragoza: “mírame cuando te hablo, cristiano”
“El perfil del
halcón moreno se quebró en una sonrisa blanca”
Recordemos ahora la última conversación con
el rey de Zaragoza
“Relucían rojizos los ojos del rey. Estaba sonriendo…”
_Me
gustaría que empezaras a pensar en Valencia… ¿Te parece buena idea una campaña
en primavera?
_Podría
hacerse, mi señor…
En la parte IV podemos disfrutar de una
espléndida lucha dialéctica entre Rodrigo y el conde en que los gestos tiene
tanto valor como las palabras.
“En sus ojos azules (del conde de
Barcelona) se abría paso una honda soberbia”
“Ruy Díaz le
dirigió una sonrisa benévola”
“Berenguer Remont emitió una risita
malhumorada y sarcástica...”
“Sonrió Ruy Díaz con sencillez”
“Las pupilas (de Berenguer Remón) se
habían dilatado de golpe y olía a agrio, a tierra y miedo…”
“_Suspirad tan solo, moved una ceja,
parpadead y por el Dios que nos alumbra juro que os degüello.” Ahora Roy Díaz
se sabe dueño de la situación “Y en sus ojos había suficiente noche para
creerlo”
(Durante la comida para el acuerdo) ..”Si una sonrisa podía calificarse de negra, la de Berenguer Remón
lo era. Negra y astuta…”
“Las pupilas contraídas por el odio en el
centro de los iris azules…”
_Volveremos a vernos_ prometió
Le sostuvo la mirada Ruy Díaz…y sus ojos
expresaban todo el desprecio y el rencor posibles en un ser humano…
_Soy Berenguer Remont…Estoy en la
historia…pero tú acabarás pudriéndote al sol en cualquier combate…se borrará
del mundo lo que eres y lo que fuiste…
Hizo el jefe de la hueste otro ademán
afirmativo, pero estaba distraído. En ese momento pensaba en Jimena y en las
niñas. Ojalá se encuentren bien las tres, se dijo.
_ ¿Oyes lo que te digo…? Dentro de unos
años nadie recordará tu triste nombre
_Probablemente, señor _ dijo_
probablemente
Es magnífico este final del diálogo que
cierra la novela.
FIN
PD. Mucho más se podría decir. Tengo una ilusión.
Hacer algún día un estudio más completo de la obra de Pérez-Reverte. Creo que
lo merece.
Muy detallado tu comentario. Yo creo que por encima de todas las obras en las que se ha podido inspirar predomina el Cid del Poema, guerrero valiente , orgulloso con el enemigo y leal a su rey. El personaje del conde de Barcelona es, si cabe, más terrible y amenazador que el del texto medieval. Quizás insiste Pérez Reverte demasiado en el lenguaje gestual, en especial en lo que se refiere a los ojos, a la mirada. Pero a ti no se te escapa nada. Puede que una cosa, la crueldad de las batallas. Los diálogos en que intercala frases del lenguaje coloquial actual lo veo fuera de lugar pero eso es muy característico en él. Lo he visto en otras novelas suyas.
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