Emocionarte.
Carlos del Amor trabaja como Jefe Adjunto del Área de
Cultura de los Servicios Informativos de Radio Televisión Española.
Ha publicado artículos en diferentes
revistas, e imparte clases y charlas en numerosas universidades sobre temas
periodísticos y culturales. Además, en 2013 da a conocer su primer libro, La
vida a veces, que consta de 25 capítulos en los que los protagonistas son
los pequeños detalles que completan el día a día. Como señala el autor es un
texto en el que: explicando muchas veces lo pequeño lograremos explicar
lo grande. Frase que define la línea argumental de dicha obra.
La vida a veces es sólo una
fotografía, una noticia inesperada, un viaje en autobús… La vida a veces se
resume en un segundo, o en cuarenta y cinco minutos, o en una palabra, en un
color. La vida a veces es lo que sucede de puertas adentro. La vida a veces es
muy poco, pero tan intensa…
Le escucho en una entrevista-
conversación con el director del Museo Thyssen. En ella, entre otras cosas,
explica el subtítulo del libro “la doble vida de los cuadros”.
Considera que, en efecto,
los cuadros tienen una doble viada. Por un lado, Realidad-ficción; por otro,
imaginación-conocimiento. Esta idea es la que le lleva a construir en poco más
de un minuto un reportaje que nos lleva a descubrir la historia, la vida oculta,
de un cuadro. Es capaz de hacerlo también con una película, un libro o la vida…
Precisamente inicia la Introducción con esta frase: los cuadros tienen muchas
vidas. Y la termina preguntándose ¿Cómo no amar el arte?, ¿Cómo no emocionarse
con él?
Es lo que intenta con cada
uno de sus breves documentales en televisión.
Dice que en sus comentarios
más que afirmaciones, lanza preguntas. O intenta que el espectador se las haga.
Y a fe que lo consigue pues no podemos quedar indiferentes a la historia que esconde
el cuadro. Porque el arte, comenta, habla de emociones: la del autor, la de la
obra, la del espectador. Y es evidente que no todos los espectadores ven lo
mismo en un mismo cuadro.
Otro tanto, pienso yo,
ocurre con la obra literaria. Jamás dos lectores van a interpretar de idéntica
forma una novela, un poema, una obra teatral. Como tampoco lo hacen ante una
película. La interpretación, la valoración, incluso la emoción sentida
dependerá de infinidad de factores: sensibilidad, formación cultural incluso
especialización en la materia, edad, sexo… -
Claro que, por otro lado, no
es necesario acercarse a la obra de arte con un gran bagaje de conocimientos.
Tal vez la sensibilidad y saber mirar son fundamentales. Al preguntarle si
antes visitar una exposición, por ejemplo, sobre la que ha de hablar, se
documenta, contesta que lo justo. Busca que le emocione, que sean los cuadros
quienes le hablen. Recuerda aquel reportaje en que imaginó a los personajes de
los cuadros del Prado, durante una noche, quejándose porque iban a tener que
trabajar un día más a la semana ya que el Museo había decidido abrir los lunes.
Recuerdo el reportaje. Fabuloso.
También aquí podemos
establecer una comparación con la literatura. No es necesario, ni conveniente,
acumular información sobre lo que vamos a leer. Se lee con detenimiento, se
guardan las emociones que nos va produciendo esa lectura; al terminar, cerramos
los ojos y recordamos, reflexionamos, analizamos y, si lo consideramos
necesario, buscamos información complementaria o que nos confirme en nuestras
ideas. Lo fundamental ante la obra de arte es disfrutarla.
Naturalmente surgió la pregunta sobre las
motivaciones para la selección hecha para el libro. Ha sido muy personal,
contesta. Son cuadros que “tenía en el disco duro de mi cerebro”; cuadros que
de alguna forma le habían emocionado, aunque no fueran los más conocidos ni
mejores de su autor.
La estructura de cada
capítulo es bipartita. Una primera parte, la inicial, se corresponde con la
impresión personal que el cuadro le produce y /o con el cuadro y su vida; la otra, segunda,
contiene información teórica, histórica, sobre autor y cuadro.
La forma de iniciar cada capítulo o de
introducir cada cuadro es variada, como en sus intervenciones televisivas.
Unas veces la introducción
se hace mediante la sorpresa que el espectador siente ante el cuadro. En el
primero, por ejemplo, en forma de un diálogo que no sabemos si es consigo mismo
o con alguien que lo acompaña. Acabará incidiendo en la parte teórica con lo
que enlaza con el segundo segmento del texto.
Otras, como en “La
callejuela”, el inicio es un monólogo del autor que acaba en diálogo, acerca de
la posibilidad o no de pintar lo que está viendo.
Estos monólogos del artista
los encontramos en varias ocasiones.
El cuadro del perro
semihundido lo introduce mediante una reflexión filosófica y/o simbólica:” Ese
perro somos todos…”
A veces es una especie de
cuento mediante el que nos presenta a los protagonistas del cuadro o tal vez
los que sirvieron de modelo. (“Adán y Eva”).Es este otro de los principios
repetidos aunque lógicamente siempre adaptados a las situaciones y a la imagen
que el cuadro ofrece.
O el diálogo entre Ana Marí
y su hermano Dalí al que protesta por pintarla siempre de espaldas y en el que
nos da claves de algunas manías del pintor.
No es el caso de repasar
todos los capítulos, cada lector disfrutará con ellos y verá lo que más le
impresione, igual que le ocurrirá con cada cuadro.
Se habla también de una curiosidad que se
observa en el comentario de algunos cuadros: descubre cosas invisibles para el
espectador. Por ejemplo, unos pájaros que sin duda había en el cuadro del perro
de Goya. Está claro, piensa, que el perro está mirando algo. Parece que al
restaurar la obra se hundió un poco el perro y desaparecieron los pájaros.
También el cuadro “Vista de
la playa de Scheveningen” tiene su historia de desaparecidos. Parece que pensando
que dos siglos después nadie querría tener en su salón un cuadro con una
ballena muerta, alguien decidió hacerla desaparecer. Quedó el cuadro convertido
en una marina donde un grupo de gente mira no se sabe qué. Pero ¿Quién se lo
iba a preguntar? En este caso fue la restauración la que devolvió la ballena a
donde debió estar siempre, donde el pintor la quiso colocar.
Otro detalle digno de mención es la atención
que presta a pintoras de las que selección aun buen número de cuadros.
Creo
que no sabría o podría decir qué cuadro o historia me emocionó más. He
disfrutado leyendo cada página, cada línea, cada historia de estos cuadros que
cobran vida cuando Carlos del Amor los comenta.
Por
último, se podría decir que esta obra nos lleva a reflexionar acerca de la
estrecha relación que pude haber entre las artes, un tema en cuyo estudio
destacó el insigne maestro D. Mariano Baquero. Estos cuadros, como podrían
haber sido mil más, han llevado al autor de la obra que nos ocupa, no solo a
hacer un breve artículo explicativo, lo han conducido a una creación literaria,
pues no son otra cosa las introducciones a cada capítulo. Hace años ,no podría
especificar con qué motivo, se invitó a varios escritores conocidos a hacer
algún relato, poema o lo que consideraran oportuno partiendo de un cuadro. Una
de las respuestas fue de Carmen Martín Gaite.
Existe
un libro, con reproducciones de cuadros, pensado para que los niños, partiendo
de las imágenes, bien completas o por fragmentos compongan sus creaciones
literarias.
Muy minucioso e interesante tu comentario sobre un libro que mezcla pintura y literatura. La explicación del título "Emocionarse"insiste en como el arte, cualquier arte,tiene que emocionarnos y más si unimos dos como en este caso. Me ha gustado que destaques que el autor se interesa por las cosas pequeñas y detalles que para muchos pasan desapercibidos. Los cuadros también tienen historia, tienen vida. Tengo que leerlo.
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