Entes de
ficción.
Acodados en la
balaustrada de la terraza contemplan un espléndido atardecer.
Silencio. Raúl vuelto hacia Elia, le coge la cara entre las manos, se
la levanta ligeramente para poder ver sus ojos.
_Elia, perdona. No
te enfades ni me abandones al oír esto: Te quiero.
Te quiero con toda mi alma desde hace mucho tiempo. He guardado silencio por
prudencia y respeto, pero no puedo seguir callando. Solo te pido que no me abandones.
Elia pone sus manos
sobre las de él.
_Creí que no te
atreverías jamás. ¿Por qué piensas que accedí a compartir esta casa?
¿Exclusivamente por no envejecer sola? ¿Nunca has sospechado nada? Parece que
actúo mejor que tú.
Se miran con ternura y amor. Un amor de madurez, sosegado. Sus ojos se
acarician, se besan. Se abrazan. Elia refugia su cara en el pecho de su amado
Raúl hasta sentirse sosegada. Luego se vuelven hacia ese atardecer donde cielo
y mar se funden, como sus ojos.
_ Es posible. Y ¡Que magnífico atardecer junto a ti! El más hermoso jamás
vivido y soñado.
_Estoy pensando, comenta Elia, si no seremos ambos unos entes de
ficción.
__Dadas las circunstancias, es posible, contesta Raúl.
Hasta la próxima
Muy romántico este diálogo entre dos seres, que no sabemos, ni ellos tampoco, si son reales o sacados de la ficción literaria. Pero el amor vence fronteras. Otra vez la identificación de los ojos con el azul del mar, el símil al que sueles recurrir con frecuencia. También es muy recurrente el tiempo, el atardecer.
ResponderEliminarLa actitud de los enamorados me recuerda al protagonista de "Niebla" de Unamuno, que discute con su creador (un dios creador) por tener vida propia, por tomar libremente sus decisiones, vivir, amar y ser feliz.