El sueño frustrado de mamá.
No
es Francesca, y no encontrarán las hijas cartas de algún amante furtivo, mas
sus recuerdos guardan mucha información sobre una madre a la que no supieron
conocer.
Hace ya diez días de la muerte de Eloísa cuando las dos hermanas deciden
volver a la casa materna. Hay que vaciar la casa, pero antes revisar todo lo
que ha dejado su madre. Quizá les hará ilusión conservar algún objeto como recuerdo,
repartirse los libros, y ¿qué hacer con lo que parece ser recuerdos o cosas a
las que su madre guardara un especial cariño?
Inconscientemente,
quizá, deciden empezar por lo mas superficial, lo que aflora: libros, música,
vajilla y cristalería, etc... Si coinciden en el gusto por algo, lo sortean. No
van a discutir. Solo desean guardar algún recuerdo de su querida, y añorada ya,
madre. A veces, les sorprende el título de alguna novela; no imaginaban a su
madre aficionada a lo policiaco. ¿Y la música? Encuentran una variedad
asombrosa Desde Beethoven o Rimski-Kórsakov
a Falla o Albéniz; de Mocedades a Paloma San Basilio pasando por canciones
francesas e italianas de su época o Nana Mouskouri. Tanto ópera como zarzuela.
Ahora recuerdan haberla oído en un tiempo canturrear o tararear alguna de estas
piezas; o llegar a casa y, si estaba sola, encontrar que tenía en su minicadena
alguna de estas músicas y canciones. ¿Por qué nunca le preguntaron por esos
gustos?
Toca ahora el escrutinio de armarios y cajones. Ahí van a dar con la gran
sorpresa. Por primera providencia, un diario. ¿Mamá llevaba un diario? ¿Desde cuándo?
¿Deben leerlo? ¿Qué hacemos? La mayor de las hermanas decide que si quieren
saber cómo fue o quién era, en realidad su madre, deben leerlo.
Hay días en que apenas escribió unas líneas, solo dar noticia de la
jornada. Pero van a encontrar otros en que su madre se lamenta de que la están olvidando,
ya no la
necesitan y por tanto, no recurren a ella.
Otros en que reconoce que tal vez es verdad que se está haciendo mayor y no cubre las expectativas,
ya no la ven capaz de otra cosa que cocinar cuando se van a reunir y ahora ya cuidar de los nietos.
Otro día la queja es profunda. No le gusta la visión que dan a sus nietos de ella. La han
convertido en una especie de abuela cebolleta que cocina y hace calceta. Les hace gracia la frase, pero también
les duele haber dado lugar a que su madre se sintiera tan sola y marginada. No
se daban cuenta, no pensaban en ella. En otro momento se lamenta de que ya se lo
discuten todo, como si se inventara lo que dice, como si solo dijera tonterías,
majaderías; y no. ella aún no desbarra.
Así irán enterándose incluso de asuntos más personales e íntimos de su madre. ¿No fue tan feliz como parecía?
Descubren algunos detalles bastante dolorosos. Las hermanas acaban llorando y cerrando
el diario. Se lo turnarán para releerlo detenidamente. Se lo deben a su madre,
piensan.
Encontrarán
cartas de amigas o las que ella les escribía en forma de borrador que conservaba.
Les habla de su boda, del nacimiento de sus hijas y la felicidad que para ella
supone cada nuevo nacimiento…
Hay
tarjetas postales de amigas desde algún lugar al que han viajado. Verdaderamente
esta mujer, piensan, no vivió lo que había soñado, salvo en alguna breve
ocasión.
Llegan,
al fin, en el fondo de un cajón, a una caja. Al abrirla encuentran una nota con
la letra de su madre en mayúsculas que reza MI SUÑO. Sorprendidas descubren que
es un traje de fiesta negro, con escote palabra de honor. Lo acompañan un
collar de perlas majórica, una carterita de raso del mismo color y un chal
plateado. O sea, que su madre había soñado en algún momento de su vida con ir a
una fiesta, ataviada de esa manera. Pero, ¿por qué no fue? Más aún ¿por qué lo
compró y guardó? Habrán de volver al diario y descubrir que fue un sueño
acariciado desde su juventud, y llegado un momento, tanto le ilusionaba la
idea, que lo compró y lo guardó por si en algún momento…
Tal vez estoy
un poco loca…Pero ese
momento, está claro, jamás existió.
¿Se
lo pondría alguna vez a solas para verse y hacerse a la idea de que estaba en
esa fiesta a la que jamás pudo ir? La imaginan con el traje, guapa sin duda,
delante del espejo y, tal vez, con los ojos arrasaos en lágrimas. Difícil
saberlo ya.
Nunca se perdonarán no haber sido
capaces de conocer realmente a su madre. Pensaron que con quererla era suficiente,
pero ¿Qué es, en realidad querer a alguien?