NECESIDAD
DE DIÁLOGO
1.
Diálogo platónico y método socrático
La forma y el registro que Platón escogió para abordar toda clase de
temas (Amor, Justicia, Arte…), emulan conversaciones entre personalidades, pero
tal vez lo importante es precisamente esta forma, el diálogo. Así recrea la
técnica de la mayéutica aprendida de Sócrates. Consiste esta en plantear un
asunto para que el estudiante lo refute o defienda aportando argumentos, la
verdad, que va surgiendo dentro de él.
Es curioso que, según
parece es lo que se pretende con la última reforma de la enseñanza. El problema
está en cómo plantearlo. Y, desgraciadamente no presenta muy buenos augurios.
Según parece se criticó a Platón esta técnica
por considerar que el diálogo entorpece el contacto directo e inmediato con la
comunicación filosófica. No se tiene en
cuenta que el diálogo es la forma adecuada de la democracia. Hoy, no se trata ya de la Filosofía sino de la enseñanza en general,
incluso de las relaciones humanas.
Según Platón el encuentro con el pensamiento tenía que darse allí
donde el pensamiento se “encontraba”: en la absoluta publicidad de un
pensamiento compartido. Tendrían que pasar siglos para que el pensamiento se
hiciese subjetividad, monólogo; para que se sintiese a la naturaleza distante y
al individuo ajeno; para que el hombre huyese del mundo porque, tal vez, el
mundo que buscaba ya no estaba ahí. ¿Habremos llegado hoy a esa situación? En esa soledad
es donde parece que Platón había descubierto la verdadera esencia de la
tragedia. Precisamente,
cuando el héroe trágico alcanza su momento supremo, en el que la tragedia se
levanta y lo muestra en la plenitud de su ser, entonces se transparenta también
la clave de lo trágico: la soledad.
2.Necesitamos dialogar
Hemos
leído que el diálogo es la forma adecuada de la democracia. Y no podemos evitar
una reflexión sobre nuestro entorno, nuestra vida actual. Parece ser que
vivimos en una democracia, pero ¿Dónde está el diálogo? Los políticos,
prácticamente todos, no dialogan, no se escuchan, no reflexionan antes de
contestar. Se insultan, se critican, llegan casi a mentir para conseguir el
favor de los ciudadanos que los hemos de votar.
Los
países, se enzarzan en guerras civiles, en guerras entre ellos, unos invaden a
otros, son incapaces de resolver los asuntos de cualquier nivel a través del
diálogo, del entendimiento.
Vayamos
a los ciudadanos, a los humanos hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes.
¿Existe un verdadero diálogo entre nosotros? Vivimos la época del egocentrismo,
casi egolatría y aunque no lo parezca de la soledad. Cada individuo se cree
poseedor de la verdad absoluta, y la expone sin el menor rubor ni decoro.
El
dialogo no existe. Las conversaciones consisten en hablar todos al mismo
tiempo, no se escucha para responder, sino que se está al acecho para
intervenir con la idea personal venga o no a cuento. Si alguien toma la palabra
puede no dejarla salvo que lo hagan callar. Todos sabemos lo que le ha pasado
al otro mejor que él mismo, lo que ha hecho o piensa hacer, lo que va a
decir…Cada cual desea e intenta imponer su criterio. A veces todo queda en una
sucesión de monólogos o en uno solo, único.
¿A
qué lleva y puede llevar esta actitud? A la soledad, a la tragedia, como hemos
leído más arriba. Si observamos el mundo que nos rodea, nos percataremos de que
estamos muy solos. Necesitamos hablar, pero no sabemos dialogar.
Tradicionalmente
el método didáctico más extendido, o cabría decir el único, ha sido y, me temo que
aún en algunos casos sigue siendo, el de la exposición por parte del profesor y
la repetición, a ser posible literal, del alumno al ser preguntado ya sea de
forma oral o por escrito. Recuerdo cuando, siempre que me era posible y tal vez
sin acordarme de Sócrates, planteaba a mis alumnos cuestiones para que opinaran
y justificaran sus respuestas. Al principio les parecía extraño, tendían a
defender una verdad única, la suya, tal vez aprendida en libro de texto. Pero
cuando comprobaban que varios podían tener razón sin necesidad de coincidir en
el diagnóstico se entusiasmaban y hacían girar los temas, las respuestas,
razonando y justificando a partir de la lectura detallada, profunda del texto
analizado. Este método es muy positivo para el estudio de la obra literaria,
aunque, me temo que no muy utilizado. Yo, en cierto modo, o casi en su
totalidad lo aprendí de un extraordinario profesor.
Se oye hoy, que la última reforma de la
enseñanza, tiende a que el alumno aprenda a razonar, investigar, buscar por sí
mismo la verdad. No obstante, si va a dialogar con el ordenador, si su
contrincante va a ser una máquina, si le va a preguntar a Google para que le
resuelva las dudas, poco habremos avanzado.
El diálogo profesor alumno es necesario,
así como entre los alumnos. No digo que haya que renunciar a Internet, o despreciarlo
(ni a la memoria). No. Bien utilizado es, puede ser, muy útil, pero no veo o me
parece ver que vayan las cosas por buen camino.
La Literatura, la cenicienta de la
enseñanza, la denostada, marginada y poco apreciada, incluso hoy repudiada por
algunos de los que deberían ser sus defensores, promotores, engalanadores, enriquecedores…
Pues bien. La literatura desde la noche de
los tiempos, desde sus primeras manifestaciones, nos ha enseñado el valor del
diálogo. Y no es necesario recurrir a lo más fácil, el teatro. ¿Qué hace el
teatro si no remedar la vida cotidiana, las relaciones humanas? Sí, ya, existe
el mimo. Es una forma excepcional de la que ahora no procede hablar.
Si nos acercamos la CANTAR DE MIO CID
leeremos:
_¡Ay, doña Jimena, la mi mujer tan cumplida, Como a la mi alma, yo tanto os quería! Ya lo veis que a partir
nos hemos en vida;
_Ay, mi señor,
barba tan cumplida, aquí estamos ante vos yo y
vuestras hijas, (muy niñas son y de pocos días), con estas mis damas de quien
soy yo servida.
Leamos ahora el romance de “La jura de Santa Gadea” en donde también hallaremos
el diálogo.
Son dos ejemplos muy significativos de como unos textos básicamente
narrativos necesitan y recurren al diálogo que confiere realismo, vida,
dinamismo al relato.
Los ejemplos serían innumerables,
pasando por el Quijote y todas las grandes obras y escritores de hoy.
Pérez-Revere, Martín Gaite, Muñoz Molina y un interminable etcétera.
No deberíamos olvidar como Galdós,
se enamora del diálogo y lo introduce, incluye en sus novelas. Es un hecho
constatado que, si una novela carece de diálogo, domina en ella la narración
puede resultar agotadora su lectura.
Además, a través del diálogo se conoce mejor a los personajes. Son muchos
los novelistas que nos transmiten casi todos los detalles de sus personajes a
través del diálogo. Los oímos discutir, exponer sus ideas, sus sentimientos…Nos
transmite su psicología…
Después de todo ¿Qué es la
literatura si no un intento de dialogo del autor con
el lector? ¿Tal vez se escribe, a veces al menos, porque no se encuentra un
congénere con quien dialogar? Y, claro, el ser humano necesita comunicarse y la
mejor manera es el diálogo.
Viene a ser lo que Carmen Martín Gaite llamó la búsqueda
del interlocutor.
FIN
Muy didáctica tu valoración del diálogo en la literatura, y en la vida diaria. Para que fuera útil en la enseñanza se tendría que bajar la ratio profesor-alumno. Y en la política no puedo aceptar que se piense que "prácticamenete todos" sólo se escuchan a si mismos. No nos podemos quedar con lo que nos presentan los medios de comunicación. Hay muchas personas anónimas que hacen política en los pueblos y ni cobran.
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