“Tenía que parar. Me lo estaba creyendo…” C.M.G)
Los textos literarios, novelas por ejemplo,
para la inmensa mayoría son fundamentalmente contenido, tema, mensaje,
argumento.
Sólo unos pocos, estudiosos, enamorados de la
literatura se aceran a ella para analizar, estudiar y disfrutar de una creación
artística.
No obstante, no es nada desdeñable la
aportación de la primera actitud señala.
Así, por ejemplo, la frase de un personaje de
Carmen Martín Gaite, invita a reflexiona sobre determinadas actitudes del ser
humano.
Tal vez lo
primero que puede venirnos a la memoria es alguna de las historias que los
alumnos inventan para justificar la imposibilidad de hacer un examen. Profesora,
anoche me atacó un dolor terrible de cabeza, me pasa a veces, y fui incapaz de
estudiar…. O bien: Mire Don…ayer murió un familiar, mis padres se fueron
al velatorio y me dejaron en casa a cargo de atender las llamadas telefónicas
que no pararon nen toda la tarde. No me pude concentrar un momento en el
examen… Es muy posible que el chaval, a fuerza de repetirse la historia
acabara creyéndosela.
Otro sería el caso, bastante frecuente, por
cierto, de la persona que desea ser vista por los demás de una forma
determinada; por ejemplo, como una persona encantadora, o brillante, o
ingeniosa y no cesa de contar historias, anécdotas, actitudes personales que
van creando en torno la imagen que busca. Posiblemente, a base de repetir la
mentira acabará creyéndola y pensando que efectivamente es esa persona que ha
inventado. Es muy probable que jamás se percate de lo que está haciendo y no
piense lo que el personaje arriba citado.
Hay quien piensa que recordar es mentir. Es
posible pero muy relativo. Puede que al recordar no siempre podamos repetir con
exactitud lo que ocurrió, mas si
contamos el recuerdo intentando repetirlo tal y como nos vino en un
momento dado, acabemos creyendo que efectivamente fue así.
Quizá un caso especial y digno de analizar
sería el del actor que a base de transformarse día tras día y, a veces año tras
año, en un mismo personaje podría perder la conciencia de quién es él en
verdad. Suelen decir los actores que se esfuerzan en desligarse del personaje
apenas acaba la función. Lógicamente, si no lo hicieran acabarían locos.
No deja de ser
peligroso esto de mentir, enredarse en una cadena de mentiras que quién sabe
cómo puede acabar. Entre otras cosas podría recordarse el dicho: la mentira
tiene las patas muy cortas y que se coge a un mentiroso antes que a un cojo.
En otro orden de cosas, podríamos aplicar este
asunto de la mentira, al final creída, a los creadores de historias, al
cuentista, novelistas …
Creo haber leído en alguna parte que el
novelista ha de creerse lo que escribe, a los personajes, etc. si quiere que el
lector los crea también. Pero, cabría preguntarse hasta qué punto. ¿Es posible
que el novelista, una vez creada la historia se sienta identificado, quizá
paulatinamente, con algún o algunos de los personajes, que sienta que vive sus cuitas,
esas que les está inventando y que llegado ese momento se vea obligado a
escribir la palabra FIN? ¿Sería posible que acabara creyendo real la historia
que inventó?
Tal vez estas sean elucubraciones sin sentido
provocadas por la lectura de una frase en una novela. Siempre nos quedaría
concluir que “…nada es verdad ni mentira/todo es según el color del cristal con
que se mira”.
Riguroso análisis entre lo que es real, la verdad, y lo que soñamos o recordamos. Una vez más es Carmen Martín Gaite, sus novelas, lo que te sirve de inspiración para redondear tus pensamientos.
ResponderEliminarLa mentira se merece un texto especial.
Muy buena reflexión.La mentira,ese disfraz que muchos no dudan en utilizar para camuflar su verdadera esencia y no responsabilizarse de sus acciones,entre otras cosas.
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