.
No dije que ya lo
sabía porque me habría delatado. No era conveniente que se supiera vigilada
pues así, sería más fácil descubrir su engaño. Cuando decidió cambiar su móvil
por uno de tercera generación que le regalaban en una de esas ofertas tan
chulas que hacen las operadoras le pedí, con una tonta excusa, que me pasara el
suyo. ¿Cambiarás el número? − Me dijo. – No −le contesté, no es necesario. − Te
van a dar la lata entre tanto no les vaya dando el mío nuevo. −No me importa
pasarte el mensaje. − Como quieras.
Efectivamente, al principio me llamaban
preguntando por ella o me llegaba un mensaje que yo le transmitía, procurando,
disimuladamente, conocer al mensajero. Ella siempre tiene una explicación
razonable pero yo sé que me oculta algo, algo quizá relacionado con su pasado.
Ella sabe que el día que la descubra no tendrá nada que decir, que todo se
habrá acabado, que no le permitiré explicaciones. Debo, pues, ser discreto y
que esté confiada.
Cuando esta mañana ha llegado a mi móvil un
mensaje: “¿Recuerdas que hemos quedado para hoy a las 12 en la puerta del
Instituto”? he sabido que no había un minuto que perder, que había llegado mi
momento. Con una excusa he salido del trabajo antes de tiempo. Oculto entre los
coches aparcados y los árboles he visto acercarse a la puerta a su amiga A. Al
momento ha salido ella. Se han saludado con los besitos de rigor, han examinado
algo que A. le ha entregado y en ese momento ha aparecido otra de sus amigas.
Las tres se han puesto en marcha. Las he seguido a una discreta distancia y las
he visto sentarse en la terraza del bar de la esquina. He esperado, seguro de
que llegaría alguien más, pero nada. Se han tomado una cerveza con aceitunas,
charlando animadamente y se han despedido. Me he hecho el encontradizo a la
entrada del ascensor. − ¡hombre! ¿Cómo tan temprano? − Nada que a la tarde he
de volver y…Y ¿tú, no vienes un poco tarde? − Sí, es que había quedado con A y
C para hablar del homenaje a las que se jubilan. − ¡Ah, claro!
Mientras
introducía la llave en la cerradura pensé” otra vez te has escapado pero te pillaré in fraganti
Ella sonrió giocondescamente, como suele hacer
cuando cree haberme pillado "in fraganti". Pero ¿Por qué, esta vez?
las he visto sentarse en la terraza del bar de la esquina. |
Como siempre,espero vuestros interesantes e inteligentes comentarios; y,si no, al menos vuestras visitas.
Mi comentario en este caso no puede ser ni interesante ni inteligente pero no quería limitarme a una simple visita. Estoy lleno de curiosidad por saber por que el hombre del relato vigila de manera encubierta con su antiguo móvil...
ResponderEliminarEl marido es un celoso empedernido y,como dicen en tu tierra,e "los dedos le parecen huéspedes",o sea que duda constantemente de su mujer,está convencido de que tiene algo por ahí y que la pillará en cualquier momento; ella,que lo conoce muy bien, lo sabe y de ahí su sonrisa del final del relato.
ResponderEliminarQuizá no esté bien contado y por eso no se entiende. Además es de esos escritos sobre un pie forzado.
Espero ser más clara en lo sucesivo.