“Ya sé que no es triste el
otoño,
Sino nosotros los que somos
tristes”
(Aurora Saura.
“Las Horas”)
No sé por qué y sí sé por qué, llevo cierto
tiempo reflexionando sobre este tema.
Hace
unos días me iba a reunir con un grupo de amigas de la Facultad y se me ocurrió
buscar fotografías de entonces. ¡Qué cambio! Luego tuve otra ocurrencia:
preparar un detalle como recuerdo de este reencuentro y les hice unos
marcapáginas con fotografías de antaño y unos versos alusivos a nuestra
situación actual. Así fue como encontré estos versos de Gil de Biedma con que
he pensado iniciar e ilustrar estas reflexiones.
Envejecer tiene su gracia
Es igual que de joven
Aprender a bailar, plegarse a un ritmo
Más insistente que nuestra
inexperiencia.
Y procura también cierto instintivo
Placer curioso,
Una segunda naturaleza.
(J. Gil de Biedma)
Es cierto que envejecer tiene su gracia, como casi todo lo que hacemos o
nos sucede en la vida, si sabemos vérsela. Porque como dice José Martí: “Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes,
bien se puede temer que la vejez sea desolada y triste… Hay que prepararse, hay
que ir sintiendo la vida en cada momento tal y como se refleja en nuestro más
profundo interior, sin engaños ni adornos que estorban. Hay que ver el hecho de
ir haciéndonos mayores, sin prejuicios, sin esa idea preconcebida de seres que
han perdido la jovialidad y el poder de encantamiento, que parecen no esperar
ya nada que no sea dejarse simplemente morir…,. hay que ver el momento de la
senectud como algo natural e ineludible, evitando en lo posible la soledad, la
apatía y la tristeza; permaneciendo siempre curiosos al acontecer, evitando
caer en esa mala idea de que todos los días son iguales, que ya nada merece la pena,….”.
“Hay que prepararse” dice el autor. Es
cierto. Y ¿cómo? Por ejemplo creándose aficiones, nuevas ilusiones. Es muy
frecuente el hecho de personas que al jubilarse ya se sienten viejas y no saben
qué hacer con su vida. Si nos gusta la lectura, viajar, la jardinería, la
fotografía, hacer labores manuales, todo
eso llenará nuestras vidas. Hay muchas cosas que mientras somos jóvenes y estamos
trabajando, y criando no podemos hacer, no nos da tiempo. Esas cosas se van
guardando para cuando llegue el momento.
Es cierto que tal vez nos quedemos bastante solos, pero nunca se debe
abandonar la relación con la familia .aunque sea más esporádica y, como es
natural distinta. Y no hay que olvidar la llegada de los nietos. Ellos, muchas veces,
nos rejuvenecen. Y, sobre todo, no hay que aislarse. Es también el momento de
recuperar amistades o de hacer otras nuevas.
Está claro que cada cual ve la vejez según
le va y según su carácter o según lo que
le tocó vivir. Uno de los mejores textos de nuestra literatura de todos los
tiempos versa sobre la vejez y todos sus males. Hablo del parlamento de
Celestina en el acto cuarto de la obra que lleva su nombre:
CELESTINA.- “A la mi fe, la vejez no es sino mesón de
enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua,
llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de
lo porvenir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte,
cayado de mimbre que con poca carga se doblega.”
Sorprendida
Melibea le pregunta por qué habla tan mal de una época a la que todos quieren
llegar. A lo que contesta Celestina con otro extenso repertorio de los males
que acarrea la vejez:
CELESTINA.- Desean harto mal para sí, desean harto trabajo. Desean llegar allá porque
llegando viven, y el vivir es dulce, y viviendo envejecen. … Todo por vivir,
porque, como dicen, "viva la gallina con su pepita". Pero ¿quién te
podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus
cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su
rencilla, su pesadumbre; aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su
primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos
a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de
fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer?
¿Hay quién dé más? Verdaderamente
no se deja la vieja Celestina nada en el tintero. Pero reflexionemos. Por un
lado, hay que tener en cuenta la época y las circunstancias sociales y
personales de Celestina que no le daban otra opción que pensar así. Y lo que es
peor, aún hoy hay personas que solo ven esa parte negativa de la vejez. Porque
es verdad lo que dice Celestina pero hoy tenemos todos los medios a nuestro
alcance para casi al cien por cien llevar la vejez no solo con dignidad sino
con felicidad y alegría.
Si lo pensamos bien la vejez, como
los otoños, no es triste, los tristes somos nosotros que no sabemos verle la
gracia.
Otoño en Soria |
Es cierto que la vejez tiene sus
inconvenientes pero también su contrapartida. He dicho antes, nos quedamos
solos. No hay por qué ver en ello una tragedia .Precisamente cuando se va
entrando en años se soporta peor el ruido, la vida desordenada, y todas esas
cosas de las que se disfruta cuando los hijos son adolescentes y jóvenes que
viven en casa y ya quieren vivir a su aire. Cuando se independizan nos
ahorramos ese estar despiertos hasta la madrugada, oído avizor, esperando el
sonido de sus pasos en el vestíbulo del edificio o el de la llave entrando en
la cerradura. Por mucho cuidado que lleven, lo oiremos y a partir de ese
momento ya podremos dormir. Se han ido y ya no sonará la música, o el ruido, a
cualquier hora del día o la noche; no habrá varios turnos de comida. Estamos
solos, sí pero tranquilos y libres. ¿El síndrome del nido vacío? Tal vez, pero
hay cosas que lo compensan.
Por otro lado, la gente empieza a
tratarnos con más dulzura, tienen más atenciones con nosotros. Nos ceden el
asiento en el metro, nos ayudan a bajar del tren o a subir una escalera, nos
aconsejan abrigarnos para que no cojamos un resfriado…Es cierto que, a veces,
sobre todo al principio, estos detalles nos fastidian un poco porque hemos
salido de casa sin conciencia de la edad que tenemos y porque aún nos sentimos
capaces de hacer todo eso solos. Pero luego, para nuestros adentros, nos
sonreímos. Y eso es lo que debemos hacer ante estas personas que nos quieren ayudar,
sonreírles y ser par ellos unos viejecitos encantadores ¡Cuenta nos trae!
En lo que a las mujeres se
refiere, he leído recientemente un libro en que se recogen refranes de todo el
orbe relativos a nosotras, en los que salimos muy mal paradas, todos son
absolutamente misóginos, salvo aquellos que hacen referencia a la categoría de abuelas. Ahí todo son elogios. Por
ejemplo “Dios no puede estar en todas
partes, por ello creó a las abuelas”, “Vida placentera la quien deja que le
cuide su abuela, “Quien no sabe de abuela no sabe de bueno”. Aunque en
contra, algunos hacen notar que somos demasiado condescendientes con los
nietos.
Esta es, pues, otra de las
ventajas de la vejez: los nietos “No hay
nada más dulce que un nieto” reza un proverbio alemán
Y ¿Cuándo llega la vejez? ¡Ah! No
tiene fecha, no avisa. Hay, incluso, quien es viejo toda su vida. En este
sentido argumenta Cicerón: “Arguyen que la vejez se
desliza furtivamente antes de lo que habían pensado…. ¿Quién les obliga a hacer
una falsa suposición? ¿Es que acaso la edad senil sucede a la adolescencia más
rápida y subrepticiamente que ésta a la niñez? Además ¿acaso les parecería
menos enojosa la vejez si llegarán a cumplir ochocientos años en lugar de
ochenta?; porque la vida pasada, aunque haya sido larga, no puede, una vez
transcurrida, endulzar con ningún consuelo una ancianidad insensata.…Y así, si
admiráis mi prudencia – que ojala fuera digna de la opinión que tenéis de mí y
del sobrenombre que se me ha otorgado -, sabed que mi SABIDURÍA consiste en seguir
fielmente los preceptos de la naturaleza, NUESTRA GUÍA inmejorable y en obedecerla como si fuera un dios; porque no juzgo
verosímil que, habiendo ordenando a la perfección lo restantes períodos de la
vida, haya descuidado, a la manera de mal poeta, el último acto de ella, sino
que a pesar de todo fue absolutamente necesario que la vida humana tuviera un
término … hecho que el sabio debe aceptar de buen grado; pues resistirse a las
leyes naturales ¿qué otra cosa es, sino intentar, a la manera de los gigantes,
combatir con los dioses?
No vamos a negarle la razón a Cicerón,
pero podemos ponerle una fecha aproximada. Por ejemplo para las mujeres la
menopausia. Es clásico y tradicional que las mujeres se obsesionen con este
suceso o proceso. Las hay, quizá hoy no tanto, que se consideran acabadas como
mujeres; se deprimen, se hunden. Craso error. Pues si ese hecho es el final de
algo, lo es de una tiranía, a la que nuestro cuerpo nos tenía sometidas.
Otro momento, este es válido para
hombres y mujeres, es la jubilación. Es casi imposible no pensar: ya no sirvo o
no les sirvo, precisamente ahora que tengo más conocimientos y experiencia, precisamente
ahora, me largan. Verdaderamente las jubilaciones deberían producirse de una
manera progresiva; ir reduciendo los horarios, hacer a la persona mayor
responsable de ciertas osas y no de otras. Pero no. Te lanzan a la calle de la noche
a la mañana y si te gustaba tu trabajo tienes que hacer un gran esfuerzo para
adaptarte a la nueva situación. No porque ella sea mala, sino por terriblemente
nueva.
Y hablando de experiencia conviene
recurrir también al sabio refranero:
”El diablo sabe más por viejo que por diablo...”
“En casa de
viejo: no faltará un buen consejo.”
En
este mismo orden de cosas cabe recordar unas palabras del escritor japonés Haruki Murakami “A
quienes tienen la suerte de librarse de morir jóvenes, se les privilegia con el
preciado derecho de ir envejeciendo. Les aguarda el honor de su progresiva
decadencia física. Hay que aceptar este hecho y acostumbrarse a él.”
Por eso, siempre que sea posible debería
mantenerse durante algún tiempo el contacto con la profesión. Yo tuve la suerte
de contar con dos compañeras y amigas que solicitaron mi colaboración en
actividades que estaban llevando a cabo y eso me tuvo ocupada los dos o tres
primeros años de la jubilación, de forma que no perdí, de repente, el contacto
con la que había sido, al menos en un
cincuenta por ciento, mi vida durante muchos años.
No hay propiamente edad de
la vejez; se es viejo cuando se comienza a actuar como viejo.
(Georges Clemenceau)
Nada nos hace envejecer
con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.
(Georg Christoph Lichtenberg)
Y la vejez, no solo no tiene fecha
fija de llegada, sino que la vamos viendo llegar, la intuimos. Lo dice de una
manera muy hermosa Aurora Saura en un bello poema de su libro “Las Horas”,
escrito cuando aún era bastante joven. Recojo solo algunos versos:
“Ella que, seguramente, aún era joven
Recordó la vejez y su llegada.
Tuvo miedo de la debilidad,
Del abandono; miedo al sueño penosos,
A todas las futuras dependencias,
A la pérdida del cuerpo
Que ahora conocía y era suyo…..”
…………………………………
“Se sonríe
pensando que la que tendrá arrugas,
Y detendrá su paso, y hablará con voz tenue
Seguirá siendo ella;
Piensa, mientras sonríe,
Que aquella que descansa
No será sino ella,
Por fin reconciliada con el tiempo”
(De
“Recuerdo del futuro”)
La intuimos en esa primera cana que hemos
descubierto, o esa arruguita, o la caída de los párpados. La intuimos en esa
imagen que alguna mañana nos da el espejo− ¡Maldito espejo! −, cuando nos muestra un rostro que empieza a
recordarnos el de nuestra madre.
“La vejez
comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza.”
(Proverbio
Hindú)
El recuerdo, o los recuerdos, son el
alimento básico de la vejez. De ese recordar, de ese mirar atrás nos habla
Jorge Guillén en un bellísimo y sentido soneto que empieza:
“Miro hacia atrás, hacia los años,
lejos,
Y
se me ahonda tanta perspectiva….”
Ahí está el tesoro de nuestra vejez, en esa
larga, extensa perspectiva. Esa vida pasada que encierra nuestra infancia, la
relación con los hermanos, los días de escuela, las navidades, los veranos con
los abuelos, el instituto; la Facultad con los profesores, los compañeros, las
anécdotas , los temidos exámenes; el primer trabajo, el amor. Formar nuestra
propia familia con la llegada sucesiva de los hijos y todo lo que ello acarrea:
noches en vela cuando niños por mil motivos y más noches en vela por otros
cuando llega la adolescencia y la juventud. Los viajes con el coche repleto de
niños recorriendo los campings de España. El trabajo. Y tantas cosas más
para al final quedarnos solos.
Soledad |
Todo ese bagaje, ahora constituye el
alimento de nuestros últimos años y días. Esos recuerdos ahora llenan muchas
horas de conversación con la pareja y con los hijos. También de las reuniones
con amigas de aquella época. Y, algo muy importante, nos sirven para hablar con
los nietos; contarles batallitas. A ellos les gusta conocer el mundo de sus abuelos,
cómo vivían, cómo iban a la escuela, cómo escuchaban música. Por cierto, les
cuesta aceptar que no tuviéramos un ¿ ipod ?. También les gusta que estemos
actualizados. A mi nieto le encantó saber que su abuela tiene un blog, que no
solo hace un arroz con huesecitos delicioso y unos jerséis muy bonitos.
Este ayer, estos recuerdos, constituyen el
gran tesoro de los ancianos; lo que nada ni nadie les puede quitar…o casi.
También nutren algunas de las obras de grandes novelistas. Estoy pensando en
Ana Mª Matute, Saramago, Manuel Rivas, Paul Auster
Se me dirá que todo esto es muy bonito pero
que del dicho al hecho hay un trecho. En
efecto. A la hora de la verdad es casi inevitable no caer en algún momento
durante unos minutos, días o meses en ese negro pensamiento de sentirnos “presentes sucesiones
de difunto”.
Sí, es fácil caer en la nostalgia, en el
pesimismo, la tristeza,….pero, por nuestro bien, debemos estar prestos a salir
del pozo. Es cierto que a veces el futuro se adelgaza delicadamente ante nuestros ojos y se hace cada vez más difícil, más frágil, más escaso.
Pero ya lo dijo la vieja Celestina” viva
la gallina con su pepita”
Hay
que vivir mientras todo nos llame, mientras los dolores nos vuelvan sombríos
“Mientras estas mañanas nacen nuevas.
Que nadie, en el futuro, diga de ti
Que algo−humano o no−
Te ha sido ajeno.”
¡Vive! O sea aférrate al hoy, ahíncate en tu presente y vive estas horas
aunque, como dice, también Aurora:
Tú también, como yo,
Las detendrías.
¿Es triste el otoño? |
BIBLIOGRAFÍA
Aurora
Saura: LAS HORAS y
DE QUÉ ÁRBOL. (De “Para
una reconstrucción en el futuro”)
F. Quevedo: POESÍA COMPLETA
J. Guillén: DEL
TRANSCURSO-QUE VAN A DAR A LA MAR.
F. De Rojas: LA
CELESTINA (Es fácil observar que el texto está
modernizado )
Haruki Murakami “DE
QUE HABLO CUANDO HABLO DE CORRER”
Cicerón: DE
SENECTUTE
J.
Gil de Biedma:
“No
te cases con una mujer de pies grandes”
Varias páginas sobre el tema y el
refranero en Internet.
A la espera de vuestros juiciosos comentarios. ¡Hasta la próxima entrada!
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Afilada, certera y profunda reflexión. Me quedo con lo que dices de la importancia de la socialización. Evitar la soledad en exceso con la edad. Por darle un toque de humor, creo que con la nueva reforma laboral y con la que se avecina las jubilaciones del futuro cuando se produzcan van a ser mucho más dramáticas que ahora, fundamentalmente por que se van a producir cuando el currante esté casi a punto de irse al otro barrio.
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