Había una
vez, una niña preciosa, con unos enormes ojos azules y un bonito pelo rubio
rizado llamada Ro .
Sus papás la llamaban Ricitos de oro, como la del cuento
de los tres osos. También le llamaban la
princesita del guisante, como la de otro
cuento; pero ella era la princesita del guisante cocido porque era muy
delicada y lloraba desde que abría los ojos cada mañana. Su mamá intentaba convencerla
de que no debía llorar tanto diciéndole que no vendrían los Reyes Magos, ni Papá Noel, y ella decía:
pero es que llorar es muy divertido.
Cuando
empezó a ir a la guardería se reveló como un poco trasto, no había quien
pudiera con ella.
No obstante, cuando empezó Primaria cambió y se convirtió
en una niña muy estudiosa y con muchas ganas de aprender.
Estaban empezando a estudiar la ortografía y ella se lo tomó muy en serio.
Constantemente le preguntaba a su mamá cómo se escribe hablar, o lenguaje o calle. Y su mamá le contestaba: búscalo en el diccionario. Esto a Ro le
daba mucha rabia porque ella quería respuestas
rápidas para acabar pronto los deberes, pero su mamá sabía
lo que había dicho la profesora de Lengua y así lo hacía.
Un viernes, la profesora pensó en hacer algo diferente para
que repasaran la ortografía divirtiéndose un
poco. Les dijo que para el próximo día debían llevar a clase un cuento inventado por ellos que tuviera
algo que ver con la ortografía.
Resulta que Ro,
ese fin de semana iba a viajar
a Jaén a ver a su abuela paterna .Por el camino iba leyendo
todos los letreros de la carretera, indicadores de dirección, y nombres de pueblos.
Los leía en voz alta, y preguntaba
sin parar sobre eso o lo que fuera, pues Ro,
como decía su mamá no callaba ni debajo del agua.
¡Alcantarilla! .Mamá ¿Ese pueblo es
una alcantarilla por donde se va el agua?
¡Alhama.! Mira lleva hache. ¿Por qué lleva h?
Totana, tontaina como dice papá “El primer tontaina
que diga para mí”….Y así sin parar a lo largo de más de 300 kilómetros.
El
nombre que más le llamó la atención fue La Hoya. Mamá ¿esa es una olla
de cocinar?
−
No, hija, la de cocinar se escribe con ll o sea dos veces l, olla.
−Entonces
¿qué es La Hoya?
− Es
una hondonada, como un hoyo.
−Entonces
¿es la mujer del hoyo?
−
Hija, ¿Por qué no callas un poquito? Me estoy mareando. Anda échate un
sueñecito que aún faltan más de dos horas para llegar a Jaén.
−Eso − dijo el padre que estaba ya al borde de un ataque de nervios − calla un rato que me
llevas loco y vamos a tener un accidente.
Ro se calló y se durmió un
ratito.
Cuando, el domingo por la noche, fue a hacer los deberes
de lengua recordó el viaje y los nombres tan raros que había ido viendo durante
el camino y pensó aprovecharlos para escribir el cuento ortográfico.
A otro día en clase.
− ¡Buenos días, niños!
− ¡Buenos días, profesora!
− ¡Buenos días profe!
− ¡Buenos días, seño!
La profesora pasó lista e inmediatamente preguntó por los
cuentos. Como podéis imaginar la primera en levantar la mano para leer el suyo
fue Ro
−Veamos
que nos traes.
Y Ro
explicó con qué letras había escrito el cuento (la Y y la Ll) y leyó muy
despacito y muy claro como le gustaba a la seño.
“EL
CUENTO DE LA HOYA Y EL HOYO”.
La
profesora lo escribió en la pizarra para que quedara clara la ortografía, pues
de eso se trataba.
Una vez una hoya y un
hoyo se encontraron paseando por el campo y se enamoraron. La hoya y el hoyo se
casaron y tuvieron hijitos y uno se cayó por una alcantarilla, pero no le pasó
nada.
En una casa, había una olla pero resulta que
no existen ollos y se tuvo que casar
con un cazo y tuvieron ollitas y cacitos, como cuando se casan una rubia y un
moreno y tienen niños rubios y niños morenos, y todos se fueron a vivir a
Alhama que era un pueblo, a lo mejor, muy bonito.
A la profesora le costó aguantar la risa de
ver lo ingeniosa que había sido Ro. Le preguntó de dónde había sacado esas
ideas y ella le contó lo del viaje.
Un
alumno levantó ahora la mano.
−A
ver, Dani, tu cuento.
Dani era el alumno más aplicado de la clase,
aunque un poquito repipi, y siempre hacía algo muy distinto de sus compañeros.
−Bien,
profesora .Yo, como es natural, tengo un cuento, no obstante….
No
había terminado de decir la palabrita cuando saltó Ro − ¡Ha dicho no obstante!
−Sí.
¿Y qué?. Contestó Dani.
−Pues
que es una palabreja muy rara y yo creía que sólo la dice mi madre.
−Y
la mía. Así es que ya somos tres: tu madre, la mía y yo. Bueno, y la profesora
supongo.
−Sí,
yo también, pero continúa. No obstante ¿qué?
−Que
preferiría no leerlo en voz alta porque me ha salido muy largo.
− Te
tengo dicho que debes intentar resumir.
−Lo
intento pero no puedo. En cuanto me viene la inspiración no puedo parar.
− ¡Oh,
La inspiración ¡ − dijo, otra vez, Ro.
− A ver,
Ro. Vas a hacer el favor de callarte un poquito y dejar a los demás que hablen
como quieran y, sobre todo, que podamos seguir la clase. Con tanta interrupción
va a tocar el timbre y no habrán podido leer su cuento otros compañeros.
−Me
callo. Pero ¿me he dormir un poquito?
−
¡Noooo!
Por fin pudo continuar la clase y cada
alumno leyó su cuento. Unos habían elegido palabras con H; otros con B o V;
etcétera.
Incluso
algunos, como Adrián, habían escrito su cuento en verso.
Y así fue como Ro,
llamada también Ricitos de oro o la princesita del guisante cocido aprovechó un
viaje para repasar la ortografía.
Siempre en espera de vuestros comentarios que,como es natural,enriquecerían este blog.
¿Todavía guardas el manuscrito original? ¿O lo has escrito de memoria? ¡vaya! ¡vaya! con ricitos de oro, o Ro mejor dicho. Menudo ingenio.
ResponderEliminarHace tiempo que no tengo manuscritos en el sentido literal de la palabra. De este,sí tenía algunas notas,pues se me ocurrió precisamente en un viaje a Jaén,aunque luego sufrió modificaciones.
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