En casi todas las listas de
pecados, la soberbia (del latín superbia) es considerado el
original y más serio de los pecados capitales. Se suele definir como un deseo
de ser más importante o atractivo que los demás. Ser el más listo. Al que nadie
se la pega.
Desde su nacimiento en una sencilla familia
cristiana,
había sido educado en la humildad.
-Sé humilde- le decía su madre- no eres mejor que los demás
-No peques de soberbia como hizo Luzbel- le decía el cura en la catequesis
-No seas orgulloso pues nadie te respetará- repetía una y otra vez el
padre.
-No seas vanidoso que te perderás como el cuervo de la fábula repetía la
abuela
Fue creciendo y empezaron los
estudios.
El profesor de literatura: Dante
coloca en la primera terraza del purgatorio a los soberbios.
El Arcipreste de Hita censura el
pecado de la soberbia en su fábula del “caballo y el asno”
El profesor de griego empezaba su
clase con la frase del Eclesiastés: “MATAIOTES
MATAIOTETON KAI PANTA MATAIOTES” escrita con
mayúsculas en el encerado.
Con estas enseñanzas el pobrete cada
día era más apocado. No quería pecar de soberbio pero empezó a pecar de pacato.
Así sus buenos amigos le decían
constantemente
- -Tienes que creer un poco más en ti mismo.
-No debes asustarte
tanto ante el profesor, no es el coco,
-No les des a todos
la razón, creen que eres tonto
El tiempo pasaba y tras mucho sufrir
consiguió acabar la carrera. Ahora tenía
dos problemas añadidos. El más importante, quizá, las chicas.
-No eres peor que
los otros-le decía su mejor amigo
-Hazte de valer
-Pero es que me educaron en la modestia y la
humildad. Me lo grabaron a cincel
-Ya lo veo. Eso
está bien pero hasta las virtudes hay
que saberlas administrar. Como lo harías con tu sueldo para llegar a fin de
mes. Decídete. Demuestra a todos que eres inteligente, gracioso. Si eres
fantástico ¿por qué andas siempre como asustado ante todos? Eres mejor que
muchos
Por fin llegó el momento de las oposiciones
y otra vez el mismo problema. Siendo, como era inteligentísimo tuvo grandes
problemas para aprobar.
Un día su mejor amigo, harto de darle consejos
sin conseguir borrar aquella “buena educación” le soltó
-Di alguna vez
¡¿quién como yo?! ¡Coooño!
Y él intentó empezar a ponerlo en práctica,
con poco éxito de momento, pero progresando adecuadamente. Hasta aquel día.
Había quedado con los amigos para toma unas
cañas. Llegó al lugar de la cita y empezó a dar vueltas en busca de un
aparcamiento. Por fin, ya cansado, vio un hueco pero ¡mal asunto! junto a la
acera una señal de tráfico indicaba Prohibido aparcar. Precisamente en ese
momento decidió poner en práctica lo de ¿quién como yo?: Pues aparco aquí
porque quiero. ¡A mí me vas a decir tú dónde tengo que aparcar! Y aparcó, cerró
el coche. se ,fue a tomar las cervezas. Cuando volvió a recogerlo, el vehículo
había desparecido. ¡Oh consternacione! Se lo había llevado la grúa.
Investiga dónde
está, llega como Dios te da a entender, demuestra que eres el dueño, paga una
multa y te lo puedes llevar.
¡Para una vez que
pecó de soberbio…!
(Julio 2016)
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