Autor
Luis García Montero
Una obrita digna de ser leída por profesores
de Literatura, pero, tal vez más por lectores sin formación literaria y sobre
todo futuros escritores.
Para ser sincera he de decir que el primer
capítulo me decepcionó algo, dado que el título era muy sugerente. Pero pronto hallé
lo que buscaba y esperaba encontrar.
He
dicho que me decepcionó porque, al principio, el autor solo se centra en el
tema de la CANCIÓN DEL PIRATA, concretamente
en la canción o sea la estrofa que canta a la libertad, incluso con una ,aunque
velada y sutil, alusión política. Me extrañó que todo un poeta, además de
profesor de Literatura, centrara la atención solo en el contenido, en el
significado, de un poema como este. Un poema que dejando a un lado lo que dice,
que evidentemente nos atrae y emociona, es mucho más que eso. Un poema con un
ritmo poético y una musicalidad extraordinarios. Versos que es imposible leer
sin seguir el balanceo de las olas del mar o de una cuna que se mece para
dormir a un niño. O versos como “yo me río…” iniciado con un monosílabo que
rítmicamente lleva un poderoso acento que le proporciona una fuerza semántica
extraordinaria. Porque un poema, si nos emociona, no es solo por lo que dice
sino por cómo lo dice
Un
poema así, pensaba yo, no puede servir solo para sentir la libertad. Pero casi
al final del capítulo abre la puerta a ideas muy interesantes cuando dice que “la lectura nos enseña a ponernos en el lugar
del otro, pero no deja al otro sin lugar” Bonito ¿verdad?.
“El
otro” un tema que va a ser, a partir de aquí, el centro del libro.
Así
veremos como el poeta, o el escritor en general, al escribir se pone en lugar
del otro, del posible lector; de la misma manera que se va poniendo en lugar
del personaje que va creando, porque es la única manera de crearlo. Por tanto,
nos va a hablar también del” yo poético”
algo poco conocido. Por regla general cuando se lee poesía se piensa que se
está leyendo la autobiografía poética del autor y no es así exactamente. El
poeta crea un personaje que es, en realidad, quien habla, siente, vive en el
poema.
Mientras que el lector, al leer, también se
pone en lugar, no solo del autor, sino de los personajes; se identifica con
ambos, vive con ellos, llora y ríe, ama y odia. Siempre poniéndose en lugar del
“otro”.
Leer, pero leer sin prisa y leer a los
clásicos. Cabe aquí recordar que hay que saber leer. Como decía el Arcipreste
de Hita, el libro es como un instrumento musical que según se toca así suena.
Eso ocurre con el libro, con los libros. No cabe leer, por ejemplo ,La
Celestina viendo en ella solo la trágica historia de dos amantes sino también
el aviso que se da a los jóvenes de que el amor mal entendido, mal practicado
puede ocasionar grandes males. Es decir que se puede además extraer una
enseñanza, aviso ético, o moral como sería en la época incluso hoy para muchos.
Al hablar de las prisas con que todo se hace
hoy, incide en un tema muy interesante y de rabiosa actualidad. Aconseja a
quien piense escribir que lea, que no desprecie a los clásicos pues de ese
pasado tendremos que hacer el futuro. Escribir pero habiendo leído mucho.
antes; y releyendo lo escrito pues no es cierto que en la improvisación esté la
verdad .Y mucho menos, diría yo, la belleza de un texto literario. Me viene a
la memoria otro clásico, Fray Luis que decía que “escribir es negocio de particular juicio…”
También tendrían que recordar a los jóvenes y
noveles escritores que todos los grandes de la historia de la literatura
leyeron a sus antepasados. Recordemos como en Garcilaso está Petrarca mientras
en Góngora está Garcilaso; o en Neruda están Fray Luis y Quevedo (por lo
menos); y en Pérez –Reverte está Galdós y así un largo etcétera.
Se lamenta de que esta dinámica de las prisas
nos ha llevado a pensar que lo que vale es hablar sin haber pensado lo que se
va a decir; incluso, que ser libre significa hablar mucho sin tener opiniones
propias. Esta idea me ha hecho reflexionar acerca de tantas veces como oímos hablar, como si lo hicieran ex cátedra,
a personas que únicamente están repitiendo lo que han oído en los Medios o han
visto en Internet. Sobre todo lo de Internet ya clama al cielo pues se piensa
que lo que aparezca en una página web es artículo de fe.
Todo esto de la prisa es algo que tengo
comprobado y me ha llevado a sentirme identificada con el autor.
Habla también de la función del profesor de
literatura, o el profesor en general. Es muy curioso lo que dice acerca de que cuando el profesor cierra la puerta de
su aula, todo lo que ocurra dentro es su responsabilidad pues lo que hace es
abrir una puerta a otro mundo, a ese mundo que debe mostrar a los alumnos. A
este respecto habría mucho que decir. Lleva a reflexionar por largo y tendido a
quien ha tenido el oficio de profesora de literatura durante más de treinta años. Y
aún hoy se siente así.
He dicho oficio y no profesión porque de
oficio habla también el autor, al referirse a que hace falta una
especialización para realizar un oficio. Y se refiere incluso, al oficio de
poeta, de escritor. Un oficio, deducimos de sus palabras no requiere únicamente
estar especializado sino también trabajo, muchas horas de trabajo.
Esto me ha llevado a llevar a cabo ciertas
consideraciones sobre varios temas. Uno
surgió con la última reforma de la educación. Ese volver a los años sesenta y
setenta del siglo pasado cuando un profesor, si
era de letras ya podía dar clase
de Historia, Filosofía …cualquier materia de este ámbito o similar. ¡Qué
disparate! Y eso yo lo he vivido. ¿Para qué, entonces, me pregunto, hacer una
especialidad? ¿Puede ese profesor impartir con el mismo entusiasmo todas esas
materias que estudió pero que no domina? ¿Cómo podrá transmitir a sus alumnos
con claridad ideas y conceptos que él no tiene claros? Aun siendo especialista,
recoge también este detalle el autor. Un profesor aprende dando clase; porque
(y volvemos al “otro”) ha de ponerse en lugar del alumno para encontrar el modo
en que este lo entendería. Qué razón tiene. Cuántos recuerdos y cuántas
anécdotas, me ha sugerido esta parte del libro. Una frase que no me resigno a
no recoger “Entre el alumno y el profesor
se da un viaje continuo de ida y vuelta muy parecido al que se provoca entre autor y lector”
Otro problema, este a nivel general, se
plantea en los trabajos de cualquier tipo. Hoy muchas personas se ven obligadas
a realizar el trabajo que salga aunque no sea su especialidad. Difícilmente lo
hará igual que un especialista. Esto, dice el autor es trabajo pero no oficio.
Y, lo más curioso , y que todos los escritores noveles deberían
leer, ser poeta, ser escritor es también un oficio. Requiere conocimientos que
se habrán adquirido leyendo a los clásicos, desde los griegos al siglo XX.
También dedicándole muchas horas, escribir, corregir, releer, volver a
corregir…Algo que desgraciadamente hoy no se hace. Se piensa que ser un genio
es echar al mundo lo primero que a uno se le ocurra. He recordado, a este
propósito, como la mayoría de los grandes y buenos escritores de todos los
tiempos hablan de trabajo, de luchar con las palabras para encontrar la más adecuada,
más expresiva, la que mejor suene. También he recordado haber leído una obra sobre Miguel Ángel en la que en dos ocasiones al gran escultor
y pintor le llaman genio y él responde que de genio nada, que en esa obra hay
mucho trabajo.
Completa el autor su obra recurriendo al ejemplo y somero análisis
de varios poetas, García Lorca, Brines, Cernuda, Gil de Biedma, para seguir
insistiendo en los temas de los que hemos hablado.
La conclusión es que la literatura es
importante y necesaria porque, además de ser arte, ayuda a vivir otras vidas, a
reflexionar sobre temas varios y a disfrutar.
Defiende, como es lógico, mantener las
Humanidades pues” la democracia necesita
de las Humanidades.”
La propuesta, pues, de esta obra, de acuerdo
con Darío Villanueva, es que
tenemos la obligación de defender la idea de que la literatura constituye un
elemento imprescindible para la formación de los ciudadanos en múltiples
aspectos.
Una
obra muy interesante que vale la pena leer con detenimiento. Como siempre,quedo a la espera de algún inteligente comentario.
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