La
cena se enfriaba en la mesa. En realidad, no tendrían que
haberla servido pues no estaba el horno para bollos esa noche. Benjamín, un
adolescente de 14 años, no había dado señales de vida desde por la mañana. Los
nervios ya estaban a flor de piel. Como suele ocurrir en esos casos, con harta
frecuencia, los padres se culpaban respectivamente de las trastadas del hijo.
Los reproches, incluso los insultos, iban de uno a otro como la pelota en un
partido de tenis. Lo malo es que en éste no había juez de pista.
La madre, con acritud, reprochaba a su marido la falta de comprensión, la
excesiva rigidez en la educación del niño. ¿Del niño? _ interrumpió el padre- ¿hasta cuándo va a ser un niño? Tú eres la culpable, que lo tienes
sobreprotegido y mimado _ ¿yo? ¡Lo que faltaba! Tú deberías acercarte más a él,
tú que sólo soñabas con tener un hijo _ pues sí ¿es pecado desear un hijo? Pecado,
no. Pero pensaste sólo en ti, en continuar la saga, una saga de locos y
caraduras _no te consiento que insultes a mi familia -¿no me consientes? Jajá.
Se te olvida que casi me cuesta la vida darte un hijo.Ya salió la historia;
eso no es culpa mía, fueron circunstancias inesperadas ¿qué podía hacer yo?
_ pues por eso mismo, por lo que me costó. Y tú deberías tener más consideración. Ya, y lo que parece es que quieres vengarte enfrentándolo a mí ; en realidad lo
que buscas es quitarme a mi hijo _ ¡tu hijo! Ahora dices mi hijo, pero cuando te
necesita no le haces caso, lo rechazas, parece que sea tu enemigo _ No. Yo quiero educarlo, que sea un hombre de bien
y tú lo estás haciendo un niño mimado y un vago……
Las voces seguían en un tono más elevado de lo aconsejable en lo que a
mantener la intimidad familiar se refiere. Decidió recoger la cena. _ Sí,
llévate la cena, tirala, en esta casa ya no se puede ni comer como Dios manda.
¿Qué tendrá que ver Dios en esto?, pensó.
En un intento de dejar de ser convidado de piedra en aquella escena, se encerró en su habitación; abrió la ventana y se acodó en el alféizar oteando la calle por si anduviera por allí temeroso de acercarse el hermano. Miró al cielo. En él, ajena a los problemas humanos, brillaba la luna, una luna que parecía arrancada de un poema de Lorca o de un cuadro de Miró.
Noche de luna en julio |
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDiscusiones matrimoniales con respecto a la educación de los hijos. ¿ Qué pareja no ha pasado por eso? En mi caso la dura y exigente siempre fui yo, el papá el bueno, el generoso. Pero, por raro que parezca, mis hijos siempre estuvieron más cerca de mi , más de acuerdo conmigo. Espero leer lo que falta.
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