Esto de tener una
amiga viajera y además tan comunicativa es una suerte. Esta vez Constanza me ha
llevado a través de su relato a Gran Canaria. Es tan detallista que anota, a
veces, hasta el número de vuelo. Yo lo transcribo todo por si alguna vez lo lee,
salvo si hay algo muy personal que pienso que ella no querría airear.
Pues bien, empiezo a copiar.
Después de la
impresión positiva, favorable y agradable que me habían causado las otras islas
del archipiélago canario que he ido conociendo, esta ha supuesto una pequeña
decepción. Hay, quizá, dos motivos que pueden explicar este sentimiento. Uno,
que es menos bonita y espectacular; otro que, evidentemente, cuantas más cosas
se han visto menos nos impresionan las nuevas, salvo que sean verdaderamente extraordinarias.
El vuelo salía de Madrid y decidimos ir hasta
allí en avión desde Alicante. Por la hora debíamos hacerlo por nuestra cuenta
para lo que necesitamos la colaboración de mi hija mayor. El día antes nos
fuimos a la playa y desde allí salimos poco después de las cinco de la
madrugada, con un café en el estómago.
Salimos a la hora
prevista, siete y cincuenta y cinco, en los asientos cinco E y F. El F es
ventanilla y yo me lo adjudico. Me veo, de nuevo, toda la Mancha desde el
cielo.
Llegamos a Madrid a
las nueve y treinta. Recogemos maletas, las arrastramos hasta al Terminal 2 y
facturamos en la ventanilla de Air Europa. Otro café con leche acompañado ahora
por una palmera; nos dirigimos hacia nuestra puerta de embarque (¿la C 55?). El
vuelo sale a las 11´30 y nos avisan a las 11´05. Me da tiempo a recorrer las
tiendas y comprar un sacapuntas con la paloma de Picasso para mi hijo y un imán
con la princesa de “Las Meninas” para mí. Esto de los imanes se está
convirtiendo ya en vicio. Mi frigorífico empieza a estar muy decorado. Parece
un documental de mis viajes.
Esta vez los asientos
son malos. Son los inmediatos a la clase primera y están tan próximos a la
separación entre los dos espacios que resultan agobiantes. No sé si fue eso o qué,
el caso es que empecé a sentirme mal, me desvanecía por momentos, mi marido me
hacía aire, las azafatas me atendían con esmero y casi cariño. Yo no hacía más
que mirar el reloj y pensar que si llegaba así saldría del avión en silla de ruedas,
como aquella vez en Valencia (¡cuando se lo cuente a mi hijo!) ¡qué horror! Pero
hubo suerte. Me recuperé y salí del avión no solo por mi propio pie sino feliz
y saltarina.
Nos recoge Travel
Plan y nos lleva al hotel “Dunas Suite Maspalomas Hotel”. La guía nos avisa de que, a la mañana siguiente a las 10, nos
informará de las excursiones.
El hotel es bonito,
original, acogedor y relajante. Las habitaciones como pequeños chaletitos con
su porche con mesa y sillas y su jardincito cercado. En el interior una salita
con sofá, sillones, mesa, frigorífico, TV, el dormitorio y el baño.
Una de las piscinas y ,al fondo, las casitas. |
Hay varias piscinas,
mucho jardín, fuentes, tiendas y el restaurante que como iremos comprobando
está muy bien dotado y atendido.
Dejamos el equipaje y
comemos en el bar de la piscina central. Volvemos a la habitación para colocar
la ropa y echar una siestecita.
Hacia las seis
hacemos el primer acercamiento a las dunas por un paseo que pasa por delante
del hotel y llega hasta el faro de la Playa melonera, bordeando la laguna y
luego la playa de las dunas. Hacemos solo el primer tramo. Mi marido graba y yo
fotografío. Es buena hora par los reflejos que tanto me gustan.
Reflejos |
Para cenar hay dos
turnos: de 6 a 730 y de 8 a 9´30. Nosotros nos acogemos al asegundo que, debido
a la diferencia de horario, nos coincide con nuestra hora habitual. Después de
la cena, mensajes a los hijos y a dormir que nos hemos levantado a las cinco y
yo llevo varios chiclidas, no sé cómo sigo despierta.
Ahora empieza el
viaje propiamente dicho. Jueves 19. Nos levantamos a 7´20 hora canaria y
desayunamos a las 8´30. El bufet está bastante bien, se puede poner uno como el
Kiko, pero una se controla.
A las 10, con cierto
retraso aparece la guía, Maribel. Tiene su punto de original. Despistada,
atolondrada y con prisas. Dispuesta a marcharse sin ofrecernos excursiones. Por
fin nos ofrece dos porque las otras que tiene no coinciden con nuestra estancia
en la isla. De las cinco parejas que hemos acudido solo dos nos inscribimos.
Una es Las Palmas, el viernes. La otra, gran tour, el sábado.
Terminada la reunión
nos vamos a las dunas y las recorremos.
Las dunas |
Hay algún nudista
tomando el sol o bañándose. Nosotros grabamos y fotografiamos el paisaje. Lo
que más me divierte es la pinta de mi marido al que de momento he encontrado
parecido con Woody Allen, con su nariz, sus gafas, su gorro, y sus gesto-guiños
al sol y a la cámara.
Comemos en un
restaurante en la Dunas que tiene grandes ventanales sobre la playa, es muy
acogedor y se come bien: plato combinado de pechuga de pollo a la plancha con
guarnición variadísima, helado y café.
Al hotel, siestecita.
A las 5´30 mi marido se va de safari gráfico y quedamos en vernos a las 7`30 en
el final de la playa. Yo me doy un paseo hasta el faro, hago fotos.
El faro |
Veo tiendas. Este paseo en solitario me relaja. Nos encontramos.
Volvemos al hotel
para cenar a las 8´30 y acostarnos temprano pues a otro día nos recogen a la
8´10.
Como es natural al
día siguiente, viernes, madrugamos, en realidad más de lo necesario, no hemos
calculado bien y nos sobra tiempo. Resulta que nos recogen a unos metros del hotel
en una carretera. Pasan con algo de retraso, una suerte porque la señora del
matrimonio que nos acompaña va al baño después de desayunar y ha calculado
también mal el tiempo, pero al revés que nosotros.
Como siempre
presentación de la guía. Se llama Maite, es una señora de edad difícil de
precisar y con aspecto de agotada. Debió ser muy mona de joven. De camino hasta
Las Palmas nos va contando algo de historia de la isla y la ciudad. Hacia las 9
llegamos a la capital y nos disponemos a visitar la ciudad antigua o barrio de
Vegueta: catedral, calles y casas típicas; la casa museo de Colón y la casa
donde nació Alfredo Kraus (dicho sea de paso, uno de mis favoritos. Ya podía
haber amenizado el viaje con alguna de sus maravillosas canciones).
Casas típicas |
Casa museo Colón |
Después, en el autobús, pasamos a los barrios altos (Tafira, de las escaleritas) para desde un mirador contemplar la ciudad y el puerto. Luego vamos a la Playa de las Canteras y Auditorio Alfredo Kraus.
Auditorio Alfredo Kraus |
Volvemos a la ciudad
para aparcar en el Parque de Santa Catalina y desde allí recorrer la zona
comercial. Comemos en la Strada (bufet libre aceptable).
Al ir de un sitio a
otro en el autobús vemos el Teatro Pérez Galdós, el monumento Lady Harimaguada,
escultura de Martín Chirino y alguno de los castillos.
Volvemos al hotel
pasadas las 6´30 con la impresión de haber visto poco y de escaso interés. Nos
sentimos algo vacíos. La prueba de esta decepción es que he vuelto a casa con
solo cuatro carretes de fotografías, la mayoría detalles vegetales, de flores…
La verdad es que la
elección de esta isla fue error de mi amado esposo que vio La Palma de Gran
Canaria y confundió con la isla de la Palma que es donde queríamos ir, pero se
dio cuenta cuando ya no había tiempo de rectificar. Alguna anécdota habría de
tener el viaje.
Tras la experiencia
del vienes el sábado retrasamos un poquito el madrugón. Volvemos a coincidir
con los señores de León que también van al gran tour (más nombre que viaje).
Viven en León, pero él es asturiano y se ha criado en Avilés (¡Horror! Aquí mi
marido saca a relucir una historia que no viene al caso pero que siempre que
aparece el dichoso pueblo asturiano, ha de contar). El buen señor sueña con el
mar porque siempre tuvo cerca la playa de Salinas. Ella es salmantina. Tienen
un hijo en Madrid y una hija que estudia o ha estudiado, no me enteré bien, en
Pamplona. Son curiosos de observar. ¿Qué pensarán ellos de nosotros? Hoy hemos
hablado más, sobre todo mientras esperábamos el autobús que se ha retrasado más
de media hora. A la vuelta dijimos al conductor
que nos tenía que dejar en el hotel y no en plena carretera como el día
anterior.
No sé si es que la
isla tiene poco que contar o las guías no se lo han estudiado aún porque van
mucho tiempo calladas. Y es raro porque la mayoría se inventan cosas que contar
para distraer al personal. Inma nos ha dado más información botánica que de
otra cosa.
La primera parada es
en Ingenios. Se llama así porque es donde se instaló el primer ingenio o
máquina para la elaboración del azúcar. Paramos, luego, en el llamado museo de
las piedras y taller de bordado canario. Lo de museo es sacar de donde no hay;
tiene una curiosa capilla ambientada con el Ave María. El taller, similar pero
más pequeño que el de Orotava. Compro unos tapetitos y no hago fotos.
La siguiente parad es
en Telde, un pueblecito pintoresco, con cruces en todas las calles, sus
iglesias, sus placitas y un mirador.
Casa típica con bonito balcón |
Una de las múltiples cruces |
Placita |
Seguimos para ver la
Caldera de Bandama. Pasamos por Santa Brígida, pero no paramos. Lo hacemos en
San Mateo donde no salimos de la zona del mercadillo porque mi marido se dedicó
a grabar los roques y otras piedras que se veían desde allí.
A continuación, nos
dirigimos a ver el Roque Nublo
Roque Nublo |
al que acompañan La Rana y El Fraile. Es la
zona que Unamuno definió como paisaje de “tormenta petrificada”. A pesar de la
neblina se vislumbraba al fondo el Teide.
Se acerca la hora de
comer y por la misma endiablada carretera nos dirigimos a Valleseco. (Se
observará que la manía con las carreteras es casi un leitmotiv en los relatos
de viaje de mi amiga Constanza). Comemos en plan comandita, en una mesa larga,
con los señores de León enfrente y otra pareja muy agradable al lado. Se habla
de todo un poco: del puerto de Mogán a donde pensamos ir el domingo, de la
cámara de fotos que compró en las Palmas el señor de León, de los testamentos
sobre los que la señora de León que trabaja en hacienda me informa, y un largo
etcétera.
La siguiente y última
visita será en Teror, un pueblecito muy pintoresco, con su iglesia, el
ayuntamiento y una calle principal con balcones típicos canarios muy bonitos.
También vemos un árbol que hace flores
como tulipanes.
Aún quedan curvas y le comento a la guía que podríamos ir
andando. Dice que me he portado muy bien que tengo pinta de escaladora. ¡Si
ella supiera! En eso comentarios notos que me van viendo mayor. Yo como no me
siento tan mayor me olvido. Eso sí, con estas carreteras me paso el viaje preguntándome
por qué cuando el diablo se emborracha lo condenan a hacer carretera y luego
los infelices viajeros las sufrimos. Así, hoy, al principio del viaje hemos
cruzado un puente con curva que ha habido que hacerlo con maniobras de marcha
atrás y avance porque el autobús “la guagua” de 13 metros no cabía. En otro momento,
al cruzarnos con otra guagua ha habido que echar marcha atrás y el conductor se
valía de un nuevo dispositivo, una cámara que le permite ver las ruedas
traseras y la carretera o el precipicio que es lo que en realidad teníamos
detrás. ¡Qué estrés, santo cielo!
Si al bajar del Nublo hemos visto de pasada la
Cruz de Tejeda, al volver desde Teror hemos visto de lejos la iglesia en
neogótico gaudiano de Arucas. La enanita que iba en la excursión estaba
interesada en verla. Estaba enteradísima de lo que teníamos que ver y se le
notaba culta e inquieta y con una gran vitalidad y alegría de vivir.
Curioso ha sido oír
algunos comentarios sobe el viaje. Una señora enorme, vestida de rojo, con
zapatos de cuña, muy peripuesta y con pinta de algo que sin duda no era decía
por teléfono a una hija o hermana que era la excursión más asquerosa que se
podía hacer, todo el día viendo iglesias, cruces y geranios…
La verdad es que no
ha sido como para entusiasmar, pero menos da una piedra. La culpa no es de
nadie y en todo caso de los que nos empeñamos en que no se nos quede nada por
ver en el mundo.
Mañana domingo no hay
que madrugar que vamos a nuestro aire.
Efectivamente no madrugamos, si se puede llamar así a levantarse
a las 8. Algo después de la 9 salimos por la orilla del barranco-canal que
arranca prácticamente en la puerta de nuestra habitación, en dirección a la
Playa del Inglés, a la noria en donde hemos de tomar el Bus para Puerto Mogán.
Como no podía faltar la nota característica de nuestros viajes nos equivocamos
de camino y, naturalmente, miramos el mapa cuando ya es demasiado tarde. Por
fin llegamos al sitio adecuado y tras esperar unos 30 minutos tomamos la guagua
nº 32 que nos llevará directamente a nuestro destino. También la carreterita es
para olvidarla.
A Puerto de Mogán le
llaman la Venecia de Canarias porque tiene dos canalitos con sus puentecitos.
Un poco exagerado el nombre. El pueblecito, puerto y playa resultan atractivos
y pintorescos. Muchas flores, variedades de plantas, etc. pero nada del otro
del otro mundo.
Canal con su puente |
Otro canal y la característica decoración floral |
Panorámica |
Lo recorremos un par de veces,
grabamos y hacemos fotos y volvemos al autobús. Al dejarlo al pie de la noria,
en un restaurante que hay en la zona de recreo comemos un plato combinado,
nuestro helado y café. Ahora un paseíto por el sol de casi media hora bordeando
el barranco (en el puentecito descubrimos el punto en que nos habíamos
equivocado) hasta el Hotel.
Después de descansar
otro paseíto hasta la Playa Melonera, pasado el Faro.
En la cena, un poco más tarde que otros días nos despedimos
de los señores de León y otras dos parejas.
Conviene acostarse
temprano. A otro día hay que levantarse a las 4. Tomar un café y esperar que
nos recojan a las 4´40. ¡A casa!
El viaje bien. Al entrar en España se ve perfectamente la
desembocadura del Guadiana y la marisma de Huelva. Llegamos a alicante con
retraso. Mi maleta sale la última y con desperfectos. Nos recoge mi hija.
Llegamos a la playa, cogemos nuestro coche y nos volvemos a Murcia pues el
martes por la tarde estoy citada con un grupo de amigas. No hay que descuidar
la amistad. Es lo más bonito que tenemos.
No guardo las maletas
pues el día 6 nos vamos a Albarracín
Llevo una temporada que parecemos un circo. No paramos en
casa.
qué suerte tener una amiga como Constanza que hace honor a su nombre. Es incansable viajera y además fotógrafa. Todo lo cuenta con detalle. No te separes nunca de ella pues, como tu dices, no hay que descuidar la amistad. Yo de las Islas Canarias no conozco nada más que Tenerife y me encantó recorrer la isla .
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