“Hablar es la
actividad humana natural más eficaz la
hora de proteger la autoestima saludable, gestionar nuestra vida, disfrutar de
la convivencia y las relaciones afectivas,
y estimular los dispositivos naturales que facilitan nuestro bienestar físico,
mental y social”
Hace días oí y escuché en la SER una entrevista al psicólogo Rojas
Marcos. Me pareció interesante lo que decía acerca de los beneficios de hablar
y decidí leer su libro “Somos lo que hablamos”.
Verdaderamente es interesante. Habla de todas las ventajas que reporta
hablar. Hablar con los amigos, con la familia, con los compañeros de
viaje…También hablar con uno mismo. Ventajas que van desde la salud física y
mental a la longevidad.
No obstante, me he quedado sin respuesta para algunas situaciones relacionadas
con ese magnífico don de HABLAR.
Por ejemplo, no dice nada acerca de esas situaciones en las que el
interlocutor, si se le puede llamar así, cuando empiezas a contarle un episodio
de tu vida, en lugar de escucharte, te da su versión. Tengo varias experiencias
curiosas en este sentido.
Un verano, mientras estaba en la playa, alguien entró en mi vivienda
habitual y robó. Fue un robo con características propias como casi todo en esta
vida, pero creo que no pude llegar a dar mi versión completa a nadie. Quien,
apenas yo pronunciaba el enunciado “me han robado”, relataba que me habían
reventado la puerta blindada, que me habían dejado toda la casa patas arriba,
que me habían vaciado todos los cajones, etc. etc. Si yo conseguía negar alguno
de esos supuestos, hacían lo de Groucho Marx, tenían otros y cambiaban el
relato. Si yo conseguía aventurar que por determinadas características pensaba
que había sido una mujer, o dos, rápidamente me sugerían que habría sido la
asistenta. Lo dicho, creo que mi versión no la llegó a oír nadie y menos a
escuchar.
En los días en que estuvimos con las comunicaciones de RENFE interrumpidas o alteradas a causa de las obras del AVE, tuve que hacer dos viajes a Madrid. Después de
ellos, me encuentro con una amiga que me pregunta qué he hecho últimamente y
cunando digo que he ido a Madrid, me cuenta con
todo lujo de detalles el viaje que he hecho, que dicho sea de paso, no
se parecía a la realidad pues yo me lo había organizado a mi modo.
A veces, en alguna reunión he intentado introducir una opinión y me han
cortado a la segunda palabra. Se podrá pensar que tal vez había empezado a
proferir alguna sandez. No puede saberse puesto que no la he podido decir
completa.
Me he encontrado mil veces con que empiezo y… “pero deja que te diga…” y
dicen, dicen, dicen… O me interrumpen y hablan so pretexto de que como sabían
lo que iba a decir deciden decirlo ellos o él o ella, o ellas…Este señor
tendría que asistir a alguna de mis reuniones o charlas familiares.
Por otro lado, yo habría necesitado una respuesta a esta otra pregunta
¿Qué función representa la escritura si supone la sustitución de hablar?
Supongamos que, dejando aparte los ejemplos anteriores, por los motivos que
sea, hay cosas que no podemos contar a nadie de nuestro entorno. ¿Es una buena
terapia escribir, aunque no lo vaya a leer nadie?
También insiste en que nuestros soliloquios deben ser optimistas,
dándonos buenos consejos, animándonos. ¿Cómo hace eso el que sabe por
experiencia que no se le da ni supone valor alguno o muy poco?
Habla de que las personas optimistas tienen más posibilidades de tener
buena salud y vida porque como saben que las enfermedades tienen cura, o lo
suponen, van al médico, siguen a rajatabla una medicación…Pues yo conozco quien
se pasa la vida de médico en médico, medicándose, cuidándose y siempre está fatal,
incluso se sienten siempre mal. Y quien hace lo contrario y supera todo lo que
la vida le endosa. Por ejemplo, sabemos que la artrosis va unida a la edad y
que no tiene cura. Únicamente en caso de dolor fortísimo tomar algún
analgésico. ¿Es pesimismo saberlo y aceptarlo y optimismo andar mareando al
médico y destrozando estómago, hígado e intestino a fuerza de tomar medicinas que
no resuelven nada?
Y, por último ¿Cómo hablar si no encontramos quien nos escuche o a quién
poder contar nuestros, sueños, ilusiones, penas, decepciones…?
En conclusión. El libro es muy interesante,
pero a mí no me ha resuelto mis mayores dudas.
Y termina” Hablar es una actividad que contribuye a la salud en
su sentido más amplio y que estimula y protege nuestra calidad y cantidad de
vida”
Estaría bien compartir opiniones.
¿No?
Comprende que este psiquiatra, que no psicólogo, se refiere más a la gente con depresión que a las personas sanas. Te lo digo por la experiencia que estoy teniendo con una amiga depresiva. No hay manera de sacarle las palabras del cuerpo. No nos cuenta nada de ella, de su hijo o nietos y siempre está triste. Las demás siempre estamos contando cosas y enseñando fotos de los nietos.
ResponderEliminarEvidentemente cada uno cuenta "según le va en la feria" y tu tienes unas experiencias diferentes a las mías. Yo estoy deseosa de que alguien me llame para salir o para charlar simplemente por teléfono. Me gusta contarle mis cosas a alguien , me hace feliz. Por supuesto cuento las cosas divertidas y agradable, reconozco que soy positiva y me gusta reírme de todo, empezando por reírme de mí. Me parece que, como buena escritora, te refieres al relato más que al hecho de hablar.
Claro que es buena terapia escribir. Yo se lo recomiendo a todas mis amigas , tanto a las de lengua como a las de historia.
En cuanto al optimismo, es fundamental. Si estás enferma como si no lo estás. Tengo dos amigas viudas, que viven solas y me confiesan que hablan en voz alta solas. Tengo otra que le habla a las macetas y las tiene preciosas. Yo a tanto no llego pero me encuentro mejor cuando hablo con la gente. Si voy por la calle me paro con todos los conocidos, no digo ya amigos.
A tu pregunta de ¿cómo hablar si no tienes con quién ? Mi respuesta es que si sales de casa te puedes encontrar con vecinos en el ascensor, en la compra solemos ir a los mismos sitios. Yo soy muy preguntona, como dice una amiga mía que somos los profesores porque lo que no sabemos lo preguntamos. Aunque vayamos envejeciendo no perdemos la curiosidad por el saber.