Una mañana al salir a andar, después de muchos años e inesperadamente, lo ve frente a ella.
− ¡Hola, Paula! He podido
observar que paseas mucho, sigues pareciendo una gacela.
-− ¡Una gacela! ¿Qué pintas aquí? ¿Cómo has dado conmigo? No
me gusta que me sigan.
-Perdona. Necesitaba
hablar contigo. ¿Podríamos sentarnos y dialogar como dos adultos educados?
- ¡Ah! Ya eres adulto y
educado. Bien, que no se diga que soy yo la grosera.
Se sentaron en la terraza
de una cafetería.
-− Mujer, no seas tan dura. Todos tenemos derecho a
equivocarnos y a rectificar. Sé que fui un idiota, pero piensa que era muy
joven y cuando me vi comprometido me asusté.
− Ya, y yo era la abuela
de Caperucita ¿No?
− No, pero eras más
madura, estabas segura de lo que querías, estabas dispuesta a afrontar tiempos
difíciles y yo…
− Perdona, tú fuiste un
cobarde, impresentable. Si te asustaste haber dado la cara, haber dicho lo que
querías o necesitabas como hiciste cuando te interesó, o simple- mente decir la
verdad y luego largarte. Pero desaparecer como el Guadiana ¡Venga, hombre!
− Sí, tienes razón, fui
cobarde, impresentable, idiota, todo lo que quieras, pero reco- nozco que me
equivoqué.
Se atrevió a insinuar que
sería bonito olvidar lo desagradable y recuperar algo de lo que hubo, envejecer
juntos
− ¿Envejecer juntos? Tú no
razonas. Yo no te necesito ya. Quizá tú lo que quieres es alguien que te cuide,
y compartir los gastos de casa y cuidadora el día de mañana. Pues no. No se te
ocurra volver a decir algo parecido. Es más, no se te ocurra volver a aparecer
en mi vida.
− Verdaderamente no te
reconozco. No eres ni sombra. Pero ahora me doy cuenta de que fue un error.
Tendría que haber formado una familia, llegar a la vejez en compañía de una
amante esposa, hijos, nietos…
− Pues has llegado
bastante tarde ¿no crees? Como has dicho, yo estaba dispuesta, sencillamente, a
afrontar la vida. Y eso es lo que he hecho siempre. Tú me fallaste y reorganicé
mi existencia.
−Necesito saber que me has
perdonado, porque por tu forma de hablarme no lo tengo muy claro.
− Pues mira. Por un lado,
no te perdono que me engañaras, te burlaras de mí, destrozaras mi vida, mis
ilusiones, mis sueños de crear una familia. La ilusión de mi vida no era
precisamente vivir sola. Pero, por otro, observando el mundo que me rodea, he
llegado a la conclusión de que, si bien no te perdono, sí te sí te agradezco que desaparecieras
de mi vida. Quizá no habrías colmado mis expectativas, quizá no me habrías
hecho feliz, quizá habrías intentado anularme. En fin, que quizá fue mejor así.
Y espero seguir como he vivido hasta ahora.
-Tú y yo podríamos pasear
juntos bajo el cielo estrellado, como entonces, dijo mientras intentaba
acariciarle una mano que ella retiró bruscamente.
−Como entonces, o sea,
antes de que desaparecieras de mi vida sin dejar rastro, sin una explicación,
sin siquiera un ¡por ahí te pudras! No. He aprendido a contemplar sola las
estrellas y el reflejo de la luna llena en un majestuoso mar, desde mi ventana.
He aprendido a entrar en casa y no encontrar a nadie con quien hablar, a quien
preguntar cómo te ha ido el día, o sentarme a comer mirando al mar por la
ventana de la cocina sin unos ojos frente a mí en el otro extremo de la mesa en
los que mirarme. He aprendido a vivir sola y ya no te necesito para nada ni
quiero volver a verte ni saber nada de ti. Ya es tarde. Me marcho. Y recuerda,
no quiero verte nunca más. ¿Lo has entendido bien? ¡Nunca!
FIN
Nora
Albátor
¿Os merece algún comentario? Gracias.
Me parece muy feminista el personaje de Paula y muy realista pero yo pienso que hay que saber perdonar. Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad. Es mejor ver las estrellas entre dos y compartir las cosas buenas que tiene la vida. Donde hubo verdadero amor siempre queda un rescoldo que se puede avivar.
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