Habitación de hotel
La cita es en el hotel en que tan
feliz creyó ser. Ha llegado, como siempre, la primera. Espera ilusionada su
aparición. Suena el toque de unos nudillos en la puerta. Se le acelera el
pulso. ¡Es él! Piensa. Abre y encuentra a un botones que le entrega un sobre. ¿…?
Intrigada lo abre y ¡Su letra! ¿Qué es esto? Se sienta en la cama, junto a la
ventana y comienza a leer.
“Tal vez no es esto lo que esperabas,
pero no me ha parecido elegante decírtelo a la cara. Lo nuestro ha terminado.
No tiene sentido. No has cubierto mis expectativas. He encontrado a una mujer
con la que sí voy a ser feliz. Es más moderna, más cariñosa… y sabe darme lo
que necesito. Creo que estamos hechos el uno para el otro.
Te deseo suerte. Espero que, ya que
no has sabido amarme, al menos no me odies.
Atentamente Evaristo.
¿Que
no he sabido amarlo? Así pues ¿todo lo que he cedido por él, por complacerlo,
acercarme a sus ideas, gustos y necesidades ¿qué ha sido?
No sale de su asombro. No entiende
nada. ¿La ha estado engañando desde el primer momento? Eso parece. ¿Para qué la
citó en este hotel donde habían vivido, según ella creía, momentos felices? Ha
sido una crueldad.
Rompe a llorar y también en mil
pedazos la carta. También ella ha quedado así hecha mil pedazos. ¡Que no he
cubierto sus expectativas? ¿Qué no he sabido amarlo? ¿Qué ha hecho conmigo, experimentos?
Pues bien, adiós para siempre. Yo sabré reconstruir mi vida. Es doloroso. No
obstante, mejor así. ¿Qué futuro me esperaba junto a un individuo de esta
calaña?
Muchas interrogaciones, pero el momento lo requiere. ¿Son interrogaciones retóricas o sentimentales? Veo un elemento estético en los cambios repentinos de las personas gramaticales, de la primera a la tercera, de la tercera a la primera. La víctima, como casi siempre en estos casos, es la mujer, aunque nos sorprende su actitud al final. Muy bonito.
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