HOMENAJE PÓSTUMO
…Pero jamás en mí podrá
apagarse
La llama de tu amor.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
No veo la oportunidad de los homenajes
póstumos. Los reconocimientos cuando uno está vivo y los puede disfrutar.
Después, al homenajeado no le sirven de nada y a los que han quedado les
remueven el alma. ¿Se habría merecido un homenaje? Sí. pero vivo, dentro de 10
o 20 años, para reconocer toda su extraordinaria labor. Ahora, no le veo
sentido. No es que no lo merezca, es que es absurdo, casi estaba empezando.
Además, a él no le gustaban estas cosas, pero ¿Cómo rechazarlo?
Apenas hace un año
que lo perdí. Tuve que aceptar toda la parafernalia
del entierro según
su familia, aun sabiendo que él lo rechazaba.
Recuerdo
cuando sus padres llegaron, más bien irrumpieron, al tanatorio; yo explicaba al
funcionario nuestra situación y su deseo de ser incinerado. Su madre me apartó,
dijo que yo allí no pintaba nada a pesar de que el funcionario le expuso las
razones por las que tenía derecho a decidir. ¡incinerado! _dijo_ ¡Qué locura,
mi hijo reducido a cenizas! Le recuerdo_ dijo el funcionario_ que polvo somos y
en polvo nos convertiremos. Ella en sus trece. Hubo que ceder. Luego en la misa
de corpore insepulto que se empeñó en que hubiera ¡qué vergüenza! En primera
fila, a la izquierda yo y todos nuestros amigos; el bueno de Nicolás no me
abandonó; tan discreto como siempre. La verdad es que lloró casi tanto como
yo. A la derecha su familia y los suyos.
Al terminar, a mí todos los amigos y compañeros de carrera, incluso profesores
me daban sus condolencias, sinceras, con abrazos de veras llenos de amor. Los
suyos ni me miraron. Nuestros amigos, educados, sí se dirigieron a ellos. Solo
su tía, Lurdes me abrazó y me ofreció su cariño y ayuda. Al acabar el teatrito,
su padre me dijo: nos veremos pronto por el asunto de la herencia. ¡Menudo enfado
cuando supieron que su hijo había hecho testamento a mi favor!!
Yo estaba abrumada
ante las condolencias. ¿Qué sabe nadie lo sola que me quedo?, pensaba.
Hoy me obligan a vivir otro protocolo de los
que siempre huíamos. Otra vez las condolencias junto con las felicitaciones por
haber tenido la dicha de gozar del amor y la compañía de un hombre excepcional.
¿Qué sabe nadie cómo era si no han pasado a su lado días, meses, años, felices,
trabajando en equipo, soñando proyectos afectivos y de trabajo?
Con el homenaje
queda cerrado un capítulo de mi vida. Un capítulo que se inició como una fiesta
y ha acabado en dolor. Habíamos soñado con crear una familia, pero natura no ha
querido. ¡Si al menos me hubiera quedado un hijo nuestro, un pedacito de él!
¡No sé cómo voy a vivir sin ti, mi vida! Me ayudará el trabajo. Todo lo que
habíamos soñado y estábamos empezando a poner en práctica, se hará. Por suerte
tenemos un buen equipo de trabajo.
De nuevo sola en
casa. Estoy agotada, no puedo más. Voy a ver si consigo dormir. ¿Dormir sin ti?
¿Vivir sin ti?
Me gustan los relatos en los que predominan los sentiientos y tú los haces muy bien. Además añades ese toque de racionalidad de que los homenajes hay que hacerlos en vida, como tantas cosas. Muy emotivo ese final tan romántico.
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