Fotografiar,
placer y adicción
Fotografiar nos permite construir relatos
visuales, a golpe de imágenes, ayudando a configurar historias que van más allá
de la pura estética. (Leemos)
Amo la fotografía.
Amar la fotografía significa que nos gusta fotografiar, recoger quizá con la
intención no solo del recuerdo sino de inmortalizar el momento, el paisaje, el
monumento, las personas queridas.
Es un placer fotografiar. Ir por el mundo observando
con detenimiento lo que pasa ante nuestros ojos, elegir el punto exacto que
nos llamó la atención o que fuimos buscando a sabiendas de que lo
encontraríamos. Esa torre a la que buscar el ángulo que la favorece como se
busca el mejor perfil de una persona. El puente que al reflejarse en el agua se
duplica o convierte sus arcos, ojos, en óvalos o círculos cerrados, o que como
en el poema de Lorca deja ver los coches, transeúntes, el tren, invertidos.
Coches, que el Guadalquivir/ tiende en su cristal maduro, /entre
láminas de flores/
y
resonancias de nublos. ( G. Lorca:S. Rafael)
Plasmar
los reflejos del sol o el mar, la luz de la luna….
Un
solo pez en el agua/que a los dos Córdobas junta:/Blanda Córdoba de juncos. /
Córdoba
de arquitectura. (S. Rafael. G. Lorca)
Fotografiar, como escribir, no consiste sólo
en plasmar lo que se ve sino recrearlo, convertirlo en arte, resaltar su
belleza…
Para fotografiar
no basta con ver, hay que mirar, observar, escudriñar…
Fotografiar, a fin de cuentas, es, en cierto modo, apropiarse
de lo fotografiado. Parece que quisiéramos almacenar un mundo en nuestra
cabeza, ¿en la retina?, crear una especie de antología universal de imágenes.
Al fotografiar interpretamos el mundo igual que lo hace el
dibujante, el pintor, incluso el escritor. Se ha dicho, por ejemplo y con
cierta frecuencia, que el realismo, por ejemplo en literatura es objetivo como
lo es la fotografía, Que el escritor realista, ya tal vez el pintor figurativo,
capta el mundo como la cámara fotográfica de forma objetiva. Yo diría que no es
cierto. Porque el fotógrafo dirige el objetivo de la cámara, elige el objeto y
el punto desde donde fotografiarlo, elige la luz… ¿Eso es ser objetivo?
Alguien dijo que el
uso de la cámara es implica o es una agresión. Quizá esta frase se pueda
aplicar fundamentalmente a fotografiar personas.
¿Qué nos mueve a fotografiar? ¿El hallazgo de algo bello, como creo
que dijo en alguno de sus textos Susan Sontag? En muchos casos es posible. Al
menos sería haber encontrado algo que nos parece bello. Aunque depende del
fotógrafo, de las personas. Así un amante de la arquitectura se sentirá fascinado
por edificios: Iglesias, monasterios, catedrales, ábsides, torres, cúpulas,
castillos. Un geólogo encontrará bella una roca, un acantilado, una ….
Yo, ante una iglesita románica me emociono
tanto como ante una catedral gótica. Tengo un archivo, y no solo fotográfico
sino en la memoria, de lugares como San Clemente de Tahull, La catedral de Burgos o León, o Sevilla, Murcia,
Milán, Florencia etc.
Me gusta rodear
el edificio. Fotografiarlo por todas partes. Cuento entre mis favoritos los
ábsides magníficos en muchos casos. Luego el interior: columnas, techos, esas
crucerías del gótico, las vidrieras…las cúpulas de mil clases que podemos
encontrar…Llego al claustro y allí hay columnas para hartarse, cada una con su
capitel diferente…todo va a mi archivo, todo lo recojo. Y busco ese punto desde
donde poder fotografiar una torre enmarcada por un arco. Más de una vez me ha
ocurrido encontrar tras mi al dejar el sitio de mi escrutinio, una cola de
personas esperando para hacer la misma fotografía. Quizá la vieron, tal vez ya
la buscaban como yo o ¿por qué no? les llamó la atención mi empeño y decidieron,
tal vez, que valía la pena. Es lo que suele hacer mi marido.
Recuerdo la
visita a S. Juan de la peña. Mi hijo y yo no dejamos un capitel sin admirar, y
fotografiar. Lo mío llegó a ser adicción.
Quizá algún día
haga un reportaje con capiteles, por ejemplo. Los habrá góticos, románicos,
egipcios, griegos…
Pero también la naturaleza me atrae. La costa brava, los paisajes de Euskadi, las formas de la Ciudad Encantada, los cielos, las nubes. Cuando he viajado en avión he recogido fotografías del mundo visto desde arriba, yo que normalmente lo veo desde muy abajo. Me subyugan las puestas sol y las noches de luna.
¿Y las sombras? Ofrecen múltiples posibilidades.
A
veces, osada de mí, me atrevo con la idea de hacer fotografía en cierto modo
artística. Es muy personal y creativa visualmente hablando, va más allá de lo
que se ve, es cómo se ve, cómo lo veo yo. Es lo que me ha llevado a fotografiar
puentes. Sin ser Robert Kincaid. A veces parece que lo huelo: allí hay un
puente y he de búscale el lado bueno, o he de volver a la hora en que se
refleje en el río formando con sus ojos óvalos o círculos perfectos, o
aprovechar que pasa un tren reflejado invertido, o es su estructura la que
permite crear una imagen distinta, dependiendo del punto de mira… ¡Es
fascinante!
Se prestan mucho a fotografía artística los reflejos en
general. La vegetación de la orilla del río o un lago, reflejada en él; las aves
acuáticas que se posan o se pasean por el agua, incluso el reflejo que se
produce sobre el cristal de una mesa,
Nubes reflejadas en el cristal de una mesa.
el de los barcos o la luna rielando en el mar, o vista a
través de una ventana…
Fotografiar, pues, es placer y es
adicción.
Es muy interesante lo que sientes cuando haces fotografías. Insistes mucho en el valor estético de lo fotografiado. Yo me inclino más por el valor de la fotografía como punto de partida para recordar el momento. En las tardes de aburrimiento, suelo coger algunos de muchos álbumes que tengo de viajes, ahora que ya no me encuentro con fuerzas para hacerlos. Ha sido un placer la lectura de hoy.
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