Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

lunes, 5 de octubre de 2015

Palimpsesto azul


   Hace tiempo que, aunque nunca he dejado de leer poesía, no me había decidido a comentarla y/o analizarla.
   Al caer en mis manos, gracias al obsequio de su autora a la que  me une una estrecha amistad, el poemario “PALIMPSESTO AZUL”, varias razones me han impelido a emprender una lectura profunda de la obra y su consecuente comentario.
   No he podido evitar, ante esta tarea que me impongo, recordar las palabras de Bécquer  en su comentario a “La Soledad” de Augusto Ferrán.

Aquel libro lo tenía allí para juzgarlo. Como cuestión de sentimiento para mí ya lo estaba. Sin embargo, el criterio de la sensación está sujeto a influencias puramente individuales, de las que se debe despojar el crítico, si ha de llenar su misión dignamente”
.
   No pretendo hacer un estudio erudito ni muy exhaustivo. Podrá, además, llamar la atención el hecho de que no empleo los tecnicismos de que se valen críticos y lingüistas modernos. Hay dos razones: no los domino y prefiero dejarlos en paz, y creo que la sencillez aporta claridad.
    A la hora de comentar una obra literaria podemos partir del conocimiento previo del autor (se ha hecho durante mucho tiempo) o bien olvidarnos de él y centrarnos en el texto. Me vienen a la memoria las palabras de un personaje (una lectora) de Italo Calvino:”(…) a los autores es mejor no conocerlos personalmente, porque la persona real no corresponde nunca a la imagen que uno se hace de ella leyendo sus libro (…)”
   Elijo el segundo camino citados que me parece más gratificante, incluso divertido; es el que me gusta y, a la postre, acaba llevándonos al autor. Siempre he pensado que en literatura lo que cuenta es el texto tras el que evidentemente estará siempre el autor. Yo acostumbraba decir a mis alumnos que la obra literaria es la realidad, sea cual sea, pasada por el tamiz del escritor. Y que sin texto, no hay literatura.
   Por tanto, no sé si mis opiniones serán más o menos compartidas, pero serán, eso sí, el resultado de una atenta lectura, lo que me sugiera cada palabra, cada verso, como consecuencia, entre otras cosas, de mis experiencias lectoras y mis estudios.
A modo de
INTRODUCCIÓN.-
“No se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan”, Jean- Paul Sartre
   Es este un criterio que debe tener en cuenta todo lector que se acerque a una obra literaria, con más razón, quizá, si se trata de poesía lírica. No digo que no hayamos de tener en cuenta lo que se dice sino también y, a veces por encima de todo, cómo se dice. No solo porque el cómo es lo que hace que la obra literaria sea arte, sino también porque nos descubrirá muchas cosas acerca del qué.
   Pienso, por ejemplo, en Fray Luis, que dijo aquello de que “escribir es negocio de particular juicio” y que añadía que el buen escritor:” Entre las que todos hablan, elige las que le convienen, y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa, y las mide, y las compone, para que no solamente  digan con claridad lo que pretenden decir, sino también con armonía y dulzura”. (Se refería, claro está a las palabras)
   Vamos a empezar por desmontar el mito de que un poemario, incluso un poema, es la autobiografía poética o lírica de su autor.
  Sabido es que los autores de novela, con cierta frecuencia, crean un personaje narrador. Un personaje que desde dentro de la obra cuenta la historia. Lo hará en primera persona o no pero, aun en el primer caso, hay que saber distinguir entre esto y una autobiografía. Ejemplos muy conocidos podrían ser “El lazarillo de Tormes”, Gabriel Araceli en varios de los “Episodios nacionales” de Galdós, Íñigo Balboa en “El Capitán Alatriste” de Pérez-Reverte, y  tantos otros.
   Pues bien, también los poetas líricos crean un yo, incluso un poéticos o líricos. No nos llevará mucho tiempo descubrir los dos o tres casos más fáciles. Por ejemplo, recordemos cómo se inicia la Égloga I de Garcilaso:
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
He de cantar, sus quejas imitando….”
   Está claro que los dos pastores son el yo poético creado por el poeta; de la misma manera que Galatea y Elisa son el tú.
   Pasemos a San Juan que en sus comentarios afirma de modo directo o indirecto que el amor es su tema. Al estudiarlo siempre desde la perspectiva de la mística se ha olvidado que, en realidad, creó un yo poético femenino que necesitaba, dada la forma que eligió para “catar su amor a Cristo”.
   Más próximo, y con este ejemplo concluyo, “La canción del pirata” se inicia con unos versos que en realidad son narrativos hasta que llegamos a:
“Y ve el capitán pirata,
Cantando alegre en la popa….”
A partir de aquí es el pirata, no Espronceda, quien canta. ¿Que detrás está el autor, su ansia de libertad, etc.? Claro, pero ha elegido para expresarse a un personaje, un yo poético.
   Sigamos adelante. No deberíamos olvidar que el punto de partida de un poema no tiene por qué ser estrictamente personal; puede ser muy diverso. El poeta puede partir de una experiencia personal, amorosa por ejemplo; pero también familiar, o de su relación con los amigos, de una noticia periodística que le impresionó (varios ejemplos se me ocurren: la canción “Libre” de Nino Bravo, o el poema “Dos noticias” de Aurora Saura), del amor a su tierra natal, del deseo de hacer una crítica social, de su idea sobre la poesía (aparece en muchos poetas, no solo en Bécquer) y un larguísimo etc..
   Y no debemos olvidar que lo más importante en la poesía, en la literatura en general, no es el QUÉ sino el CÓMO.

ANÁLISIS Y COMENTARIO.
   Empecemos por el TEMA. Genéricamente diríamos que es el amor. Yo, sin embargo, diría que se trata de la relación amorosa. Una relación basada casi exclusivamente en el aspecto físico, sensual, en el contacto de los dos cuerpos, incluso al releer los poemas se observa un leve toque erótico. Besos y caricias son palabras muy repetidas en los textos. Bien mirado parece que toda la obra constituye el clamor de un deseo de un sentimiento no correspondido, al menos como la persona que clama desearía. No olvidemos que el primer poema “Simbiosis” y, en cierto modo, todo el conjunto se inicia con el vocablo QUIERO.
   Encontramos, no obstante y en relación con este, la presencia de temas clásicos y ya casi tópicos como el “Carpe diem”, referencia a mitos con los que el tema guarda cierta relación como el de Pigmalión, Penélope, Midas…….y muchas connotaciones literarias de todos los tiempos. También han tenido algo que ver en la inspiración de ciertos poemas, al menos a mí me lo sugiere, canciones muy populares.
   En relación con el tema una pregunta nos asalta. ¿Estos poemas se pueden interpretar desde un punto de vista de relaciones heterosexuales exclusivamente o también homosexuales? Porque a través del léxico, en general,  no queda muy claro. Hay pocos datos concretos que nos aclaren la duda.
   Hay ejemplos conocidos en que está patente esta ambigüedad (“Le lac” de Lamartine y varios poetas españoles). En una o dos ocasiones aparece un  yo femenino “envuelta por tu aroma”, “dormida entre tus brazos”, pero ¿quién es el tú? En todo caso podría haber un indicio claro de heterosexualidad en los versos de “AMOR SIN FIN(“abrazados/en confusión proteica/como el agua,/fluyendo sin descanso, fecundando a su paso/cuanto encuentra”. ¿?)
   Si comentáramos exhaustivamente poema a poema podríamos insistir más en este asunto.
   A pesar de lo expuesto, no puedo obviar el tono de ternura y sensibilidad femenina que se desprende de estos poemas. Por tanto,  hablaré siempre de la mujer, de ella, etc. a la hora de referirme al yo poético y él o el hombre, el amado, cuando me refiera al tú.
   Vamos ahora a profundizar algo más en la cuestión temática.
   Ya el título del poemario hace referencia, connotativamente hablando, a uno de los rasgos de la condición femenina en todos los tiempos. Ese borrar y escribir sobre lo borrado de lo que algo quedará siempre. O sea, la mujer siempre bajo el dominio del hombre. Primero escriben los padres lo que quieren que sea o haga su hija; luego llega el marido y pretende borrar todo aquello para escribir él. Pero también tiene otra connotación y es esa función de la mujer de ir borrando todo cuanto le desagrada del hombre para escribir solo lo que le agrada; o bien borrar un desamor para volver a escribir un nuevo amor… Este aspecto podría relacionarse con el mito de Pigmalión y Galatea. También este nos lleva a un sinfín de connotaciones. El cine ha recogido en versión moderna este mito:” Pretty  Woman” y” My Fair Laidy“. Y una novela de Richard Bah, “Puente al infinito”. Esta costumbre del hombre de modelar a la mujer a su gusto aparece recogida en un bonito poema, muy crítico, de sor Juana Inés de la Cruz (S.XVII) que se inicia
“Hombres necios que acusáis
A la mujer, sin razón,
Sin ver que sois la ocasión
De lo mismo que culpáis……”
Para más adelante decir:
Queredlas cual las hacéis
O hacedlas cual las buscáis”……
   Lo que llama la atención en el poema “De carne y piedra” es que una mujer de hoy casi pida esa modelación por parte del hombre. Bien es cierto que también se puede interpretar como la esperanza de que el amor del hombre le dé vida, la haga vibrar de emoción, de pasión. Cada lector lo verá desde su propio punto de vista.
Se me dirá que también el complejo de Pigmalión lo puede sufrir una mujer. Efectivamente y no solo respecto al hombre que ama. También es muy frecuente en las madres posesivas, que haberlas, haylas.
   Vamos a pasar ahora revista a cómo recoge la autora el tema del “Carpe diem” de Horacio. Es este un tema clásico que desde su origen ha aparecido puesto en boca del hombre, siendo siempre este el que anima, intenta persuadir, exhorta a la mujer a que aproveche la juventud. Tal vez no deberíamos olvidar que es este un consejo que juega mucho a favor del hombre; o sea que no es tan desinteresado como podría parecer.
   Hay en la literatura de todos los tiempos y países poemas bellísimos con este tema (Ausonio, Walt Whitman, Robert Herrick, Ronsard y, sobre todo, Garcilaso y Góngora; también otros más modernos pero que no encierran, en mi opinión, tanta belleza poética). Siempre la advertencia, el consejo, en boca del hombre hasta que llega Juana de Ibarbourou (poeta uruguaya 1929-1979) y rompe la tradición con su poema “La hora” que comienza:Tómame ahora que aún es temprano”. De momento ignoro si hubo otra antes.
   Leídos muchos de los poemas que cantan este tema, he llegado a la conclusión de que se trata de una versión muy personal de la autora. Es cierto que esos versos que rezan: “mas no quieras / aún más allá llegar” recuerdan los de Horacio: “¡Goza este día! Nada fíes del venidero.”. Sin embargo habría que hacer notar que ha iniciado el poema con el consejo de gozar, mientras que Horacio lo deja para el final. Al igual que hicieron Garcilaso, Góngora, y casi todos. No así Robert Herrick:Mientras podáis, coged las rosas”; o Luis Alberto de Cuenca “Niña, arranca las rosas,/ no esperes a mañana. /Córtalas a destajo, desaforadamente,/ 
sin pararte a pensar si son malas o buenas. “
O Brines, cuyo poema” El otoño de las rosas”, empieza
“Estás ya con quien quieres./ Ríete y goza. Ama.” 
Algo del poema de Brines hay también en ese anunciado olvido.
   Eso sí, como en todos los poemas señalados el paso del tiempo está presente. Incluso se aproxima al nihilismo gongorino al decir “lo que tal vez nunca fue/ ni quizá ya jamás / podrá llamarse tuyo.
   Es un dato digno de señalar cómo pasa del mundo clásico, origen de este tema, al mundo cotidiano al acabar recordando el dicho y leyenda de “El gallo de Morón”. Me ha llevado esto a recordar el poema de Góngora sobre este mismo tema, pero en tono jovial y juguetón, “¡Que se nos va la pascua, mozas,…!

   Vamos a partir ahora del principio que supone que poetizar consiste en un gran esfuerzo, un trabajo. Dejemos de lado esa idea de que el poeta es un iluminado que en un momento dado es visitado por las musas y en un pispás hace un bellísimo poema. No lo digo yo, lo dicen los poetas. García Lorca se sentía poeta por la gracia de Dios o del diablo pero también del esfuerzo, del trabajo.
Dice Ramón Irigoyen, uno de los traductores de Cavafis, que según el vulgo “un escritor se hace sobre todo con el culo”, es decir, una vez presupuesto el talento, termina escribiendo mejor el que más horas se sienta a trabajar en la mesa. Continúa explicando cómo Cavafis monta y desmonta el poema y lo vuelve a montar hasta hacerlo funcionar… El tema del poeta -lo mismo que en Cernuda- atraviesa constantemente su obra.
   Recordemos los apuros de Lope “Un soneto me manda hace Violante/en mi vida me he visto en tal aprieto…”
Nada más ilustrativo para lo que pretendemos decir que la Rima III de Bécquer “Sacudimiento extraño….”.
Celaya decía: “Me siento un ingeniero del verso….”
   Teniendo estas ideas como punto de partida, comencemos. Veamos antes lo que podríamos considerar la estructura temática, interna del poemario; cabe pensar que muy estudiada por la autora. Yo diría que hay una primera estructura envolvente que comprende el título PALIMPSESTO AZUL. Sería cerrada puesto que el libro acaba con un poema que nos lleva de nuevo a la idea del texto borrado sobre el que se escribe otra vez. “Llegaste de pronto /me volviste a la vida…”, se escribe sobre lo que se ha borrado, el pasado que tal vez no se quiere recordar. Pero, igual que el título se completa con el color azul que sugiere ilusión, el poema se cierra con “tejiendo minutos con horas/ese nostos que a mí te devuelva, o sea, la esperanza, la ilusión de un futuro otra vez luminoso. Deja, pues, la autora un resquicio abierto a posibles poemas posteriores que nos hablen de días más luminosos que los presentados en este poemario.
   Hay una estructura interna, que supongo también muy trabajada, que comprende los poemas y que está toda regida por el verbo querer. Todo el poemario constituye, a semejanza del primer poema, una estructura del tipo que Marina Mayoral llama aditiva. Es decir, hay una serie de elementos que de alguna manera dependen de la primera palabra del verso y se van yuxtaponiendo como sumas: a+ b+ c. Por regla general estos elementos también guardan alguna relación entre ellos.
   En nuestro caso partimos de la palabra QUIERO con que se inicia el primer poema del libro. A este verbo le siguen una serie de complementos directos, subordinadas sustantivas bien introducidas con que o de infinitivo. Está claro que todo el poema es una relación, enumeración, de lo que el yo poético quiere. Ahora bien, he dicho que todo el libro se compone bajo esta estructura. Si observamos detenidamente nos daremos cuenta de que prácticamente todos los poemas restantes siguen enumerando los deseos del yo poético, de la mujer que clama, pide, desea. A veces el verbo querer se repite, como en PÓCIMA (Quiero que sepas”) o en DESIDERATA (“Quisiera estar a tu vera…”). Observemos que en este poema se repite la estructura de SIMBIOSIS.
   Otras veces el verbo querer permanece subyacente, lo intuimos en casi todos los poemas hasta llegar al último (“y yo mientras aguardo paciente/ tejiendo minutos con horas / ese nostos que a mí te devuelva”). Es decir, sufro tu ausencia, QUIERO tu regreso.
   Estos poemas, escritos en verso libre, nos llevan a seguir analizando la estructura temática de cada uno lejos de la referencia estrófica. Generalmente se trata de núcleos temáticos que se corresponden con periodos sintácticos como si de párrafos (propios de la prosa) se tratara. Así, SIMBIOSIS se compone de cinco núcleos. Cada uno se ha cerrado con un punto y aparte (hay un mayor espacio entre el verso que acaba con el punto y el siguiente que entre todos los del mismo núcleo). Parece percibirse en ese estado de la relación amorosa un movimiento ascendente que podría culminar como en un clímax en los versos “envuelta por tu aroma,/ e impregnada /de esencia que era tuya/ y ahora es mía” para acabar volviendo a la calma. Más adelante veremos cómo estos versos nos recuerdan a S. Juan.
  O sea, que esta estructura temática confiere un determinado ritmo a la obra y/o los poemas. Si en el que acabamos de citar parece haber un ritmo de oleaje, -empieza bajo, asciende y vuelve a descender-, en otros casos este ritmo casi de vaivén se relaciona con el aspecto léxico-semántico, como en CARPE DIEM (dos núcleos que constituyen, el primero, el consejo “disfruta”; el segundo, la advertencia ”no vaya la avaricia/ a traicionarte”), que se inicia con un latinismo para acabar descendiendo a la cita del popular del gallo de Morón.
  Algo parecido ocurre con PACTOS, que parece tener un aspecto más unitario, pero también se inicia inmerso en el mundo grecolatino para acabar en el de las comadres añejas
  En PÓCIMA vemos otra vez tres núcleos perfectamente delimitados, siempre desde el punto de vista temático hablando, pero profundizando más observamos que el poema se inicia en un punto álgido, feliz, para ir descendiendo hacia una situación anticlimática que se inicia en Y ahora que ya no estás.
TRAMPAS, breve poema, redondo, perfecto.
   Son estas las estructuras que, más o menos, se repiten a lo largo de todo el poemario. Pero hay dos casos especiales. Hemos hablado de verso libre y por tanto ausencia de la sujeción a las estofas, sin embargo encontramos dos poemas hechos a modo de sonetos. Y lo digo así porque no son sonetos en el sentido estricto de su definición. En ellos el tema se distribuye en cuatro núcleos de cuatro, cuatro, tres y tres versos.
   Acabamos de centrarnos en el fondo de la obra, que paradójicamente es lo primero que nos atrae. Se me dirá que lo primero que vemos es la forma, o sea, si está el texto escrito en verso o prosa. Sí. Pero a fin de cuentas es algo que  solo interesa al estudioso.
   En este análisis he decidido ir por partes, siguiendo un relativo orden con el fin de que mi trabajo resulte algo pedagógico. Mas no he olvidado en ningún momento que en la poesía entre fondo y forma existe una indisolubilidad absoluta. Leo en algún crítico la general afirmación de que en poesía forma y contenido se funden en una unidad superior: el poema (imagino yo que quieren decir).
   Estamos ante unos poemas compuestos en verso libre. Es esta la forma poética más frecuente en la poesía actual. Pero no pensemos que verso libre significa un caos ni que está totalmente exento de una serie de normas que marquen su razón de ser. Bien es cierto que no suele respetar la métrica estricta ni tener rima, pero no debemos olvidar que no solo metro y rima indican lo que es o no es poesía. Hay otros elementos que configuran la estructura rítmica de un poema. Así, debemos observar el lado fónico que rige el versolibrismo. Pero hay otros ritmos, o más bien tendríamos que hablar de estructuras rítmicas, que serían de carácter léxico-sintáctico y /o semántico.
   Dicho y aceptado este criterio, he de decir que, por mis circunstancias personales, prefiero la poesía con métrica clásica y con ritmo fónico. Me gusta que la lectura de un poema me obligue a llevar su ritmo con el pie como si estuviera escuchando música. No deberíamos olvidar que la poesía lírica nació para ser cantada.
   Será interesante, en este orden de cosas, destacar lo que López Estrada dice acerca del verso libre: En la unidad del poema en verso libre, (...) la forma particular de cada verso, las diferencias de extensión entre unos y otros, sus giros e inflexiones melódicas, la disposición de los elementos gramaticales, la selección del léxico y hasta la especial representación tipográfica (...) se suman y coordinan en el complejo acto de reflejar la auténtica intimidad creativa del poeta.”
   No debemos olvidar que el verso libre lo impuso en la poesía española Juan Ramón Jiménez. Lo usó por primer vez en “Diario” y lo explica con estas  bellas palabras: En él usé por primera vez el verso libre: este vino con el oleaje, con el no sentirme firme, bien asentado”.
   Dado el carácter que conforme leemos vamos descubriendo en el tema de Palimpsestos, ¿no será esta sensación de no sentirse firme, segura, lo que ha llevado a la autora al verso libre, o simplemente su aparente facilidad o la moda? Y no hablo de ausencia de seguridad de la autora, sino de ese yo poético que ha creado.
 Heptasílabos, básicamente, combinados a veces con eneasílabos, hexasílabos y algún verso incluso menor. Las dos excepciones a que me refiero son los dos poemas en forma de soneto. Pero no sonetos al modo clásico de endecasílabos con una distribución de rimas determinada, sino sonetos en dodecasílabos y en alejandrinos. El primero, CÉST FINI, es el de corte más tradicional pues mantiene una rima consonante (salvo en un verso) según el esquema conocido pero en el de alejandrinos no hay rima alguna.
 
   En este poemario, pues, el ritmo lo hemos de buscar en la conjunción verso-lenguaje. En la ubicación de las palabras en un determinado lugar del verso, en la combinación que entre ellas se ha producido, incluso en su propia sonoridad. Y, ¿por qué no?, también a veces hemos encontrado algún verso cuyo ritmo responde a alguno de los modelos que tanto hemos estudiado.
   En cuanto al léxico, destaca el uso coloquial de la lengua. Pero ya dijo Mª Rosa Lida de Malkiel que Escribir en “román paladino” no significa escribir  vulgarmente. Fue Berceo quien inició esta costumbre. Además, sabido es que no existe el llamado lenguaje poético, lo que existe, en todo caso, es  la forma poética. Es decir, la manera de combinar las palabras, la elección de la que mejor y con más belleza defina lo que se quiere decir.
   En términos generales diremos que es una sabia combinación de la lengua culta (cultismos y algún latinismo) y la coloquial. Que podemos considerarlo rico, más que por su variedad intrínseca, por el raudal de connotaciones que proporciona al lector.

   Empecemos por el título, o volvamos a él. Un cultismo seguido de un adjetivo de color. El nombre tiene connotaciones pictóricas. Nos remite a los “arrepentimientos” que los restauradores de arte han encontrado, gracias a las técnicas modernas, en algunos cuadros de nuestros grandes pintores como Velázquez o Zurbarán. Pero además, si nos fijamos, constituye un perfecto hexasílabo de ritmo dactílico con anacrusis en las dos primeras sílabas y acentos en tercera y quinta. Palimpsesto azul, llama la atención que es agudo. Es ya el momento de señalar el valor que aporta a un palabra el hecho de que coincida con final de verso y, por tanto, con un acento rítmico fundamental en el mismo. Está claro que la autora quiere resaltar el valor de este vocablo pues es el que aporta una nota positiva y de esperanza a todo el poemario. Sabido es que el color azul es el color del agua, del cielo, del planeta; por lo tanto es color de vida, de esperanza, de futuro. Cabría recordar aquí como para Picasso el azul era el color de la distancia y la melancolía, sentimientos que también rezuman todos los versos de este libro.
Algo similar ocurre con el título del poema NE ME QUITTE PAS. Pero en este caso yo lo leería con un acento rítmico (extra…) en la primera sílaba, porque se trata de un término con una fuerza semántica importante. Sería pues así: “ne me quitte pas”
   Son pocos los casos de versos agudos que encontramos en la obra. Eso sí, siempre coincidiendo en ellos un palabra definitiva, importante. Por ejemplo, en SIMBIOSIS: “Para volver/de nuevo/ a comenzarte…”. Es un vocablo fundamental para el sentido del poema, ese deseo de que no acabe nunca el encuentro amoroso; acabar y volver a empezar continuamente en un círculo que se cierra y no acaba nunca, que va de la mañana a la noche y viceversa. ¿Cabría  recordar aquí que el círculo simboliza la perfección?
   Abundan los versos agudos en PÓCIMA, que parece tener un tono más pasional, más trágico que el que acabamos de ver. Ejemplo: tu visita de hoy/……/ese toque maestro ideal/…./…./que preparé para ti/…./…/de vértela beber,/con insaciable sed./ Y ahora que ya no estás/…./que pensar en volver…”
   No es cuestión de excedernos en ejemplos. Continuemos.
Si nos fijamos bien, la lengua es de lo más coloquial; el orden sintáctico, normal; solo un cambio en el orden sustantivo adjetivo en insaciable sed. Si todo es tan normal, ¿por qué nos impresiona? ¿Por qué es poesía? Tal vez porque hay unas palabras que están ubicadas en el lugar exacto para llamar la atención del lector: el final del verso. Y además coinciden con el acento rítmico fundamental del verso: el último. Y contienen una riqueza connotativa considerable.
   Hemos dicho que escasean los versos agudos. La mayoría son llanos o paroxítonos. Y como casi siempre los versos se inician con sílabas en anacrusis, la impresión que me producen estos versos, rítmicamente hablando, es la del oleaje. El verso se inicia con suavidad y va in crescendo hasta llegar a ese último acento. Cuando el verso es agudo es como si la ola se estrellase contra el acantilado, sugiere ruptura brusca; mientras que el llano hace sentir que la ola muere dulcemente en la playa para ir a reunirse con la próxima que se avecina.
  Estas cosas, pues, son las que nos hacen sentir la poesía sin saber por qué.
  Continuemos con el léxico. No solo la palabra colocada a final de verso puede ser definitiva para la comprensión del texto o para sentirlo. A veces puede ser importante que el vocablo ocupe el inicio del verso, o que solo comprenda un verso completo. Es algo que podemos seguir a lo largo de todo el libro. Por ejemplo, en SIMBIOSIS hay toda una serie de palabras que alcanzan incluso un valor connotativo, además de destacado por su ubicación. Así, QUIERO, que pudiéramos considerar palabra clave, no solo para este poema sino, como ya dijimos, para toda la obra. Después toda una serie de palabras o sintagmas  como “alborada, tu sonido, un vestido, tu mirada, agua, fuego…”. Fijémonos: aire, tierra, agua, fuego. Los cuatro elementos. Las cuatro palabras coinciden con acentos rítmicos. Todas adquieren valor connotativo, sobre todo fuego, porque enlaza con la tradicional asociación del amor, la pasión amorosa con el fuego. Recordemos la definición de Celestina: “Amor es un fuego escondido,…” o “Llama de amor viva” de San Juan o aquel maravilloso verso de Quevedo “medulas que han gloriosamente ardido”. Lo cierto es que este poema tiene para mí muchas connotaciones de S. Juan pero requeriría un estudio detallado del mismo que no haré ahora.
   Otra palabra que destaca en el poemario es besos. Se repite en casi todos los poemas y más de una vez. A veces no se enuncia la palabra pero se intuye. Así, en MUNDO VIRTUAL,Besos y más besos“reza el primer verso, para acabar diciendo “los miles y cientos y más miles. Se sobrentiende besos que quiero darte. O “los veintitrés mil besos” de PÓCIMA. “Besos y caricias, donde reinan los besos, caricias y besos“de HIC ET NUNC. ”Aquel ansia de bebernos los dos/en los besos heridos/de presentida ausencia”. “Y que tú igual que yo/añoras el sabor de unos besos/...” en PEQUEÑOS PLACERES. Tanta presencia de este vocablo me ha traído a la memoria a Neruda, que también tiene una poesía muy sensual y pasional y en donde he encontrado muchos besos. Incluso un verso,Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos, ¿no recuerda “Que me tejas de besos/ un vestido? También me lo ha recordado el ansia de poseer al otro, ese sentimiento de soledad; en algún momento leer estos poemas me ha supuesto la sensación de estar leyendo a Neruda como a través del espejo de Alicia.
  Otro detalle que no debemos pasar por alto es la combinación mundo culto-mundo cotidiano de que se vale la autora. Si dije al principio que el texto nos puede llevar a conocer a su autor, aquí tenemos la justificación. Descubrimos a través del léxico que la autora es conocedora de la cultura grecolatina, pero también que saborea la cotidianeidad que la rodea. La veremos pasar de un título en latín y un tema clásico, “carpe diem”, al dicho popular del gallo de Morón. Entre uno y otro, el mito del rey Midas y un léxico coloquial, solo alterado en algún momento por leves hipérbatos.
Alusión a mitos como el de Pigmalión, Orfeo, Penélope, Cronos, Morfeo…
   Las alusiones a Penélope las veo relacionadas con el sentimiento que el yo poético parece tener de saberse destinada solo a esperar. Con todo, creo que esta Penélope es más una tejedora de sueños que de paño alguno. También la referencia a Morfeo con la acepción, creo, de quien se encargaba de inducir los sueños, no el sueño.
   Decíamos que también es conocedora, nuestra autora, del mundo que la rodea: no solo por el uso de la lengua coloquial sino también por las referencias más o menos veladas a acontecimientos sociales, películas,  canciones y el mundo virtual. Así, en EL VESTIDO DE NOVIA nos sorprenden Escarlata  O`Hara de “lo que el viento se llevó” o el traje de Lady Di.
   Canciones conocidas como “Ne me quitte pas”, de Edith Piaf y “Quédate conmigo”  con la que Pastora Soler nos representó en Eurovisión. O un verso, “Confusión, desamparo, el alma en carne viva”, que recuerda “que tengo el corazón en carne viva”,  la canción de Raphael.
  También los fragmentos de poemas que encabezan algunos de los suyos nos hablan de sus gustos literarios.
Otras veces nos sorprende intercalando inesperadamente un cultismo, una alusión al mundo grecolatino, una frase en otro idioma…: ”bajo el imperio de Afrodita”, ”Que Cupido te clave/ en las entrañas”, “como en Troya”, “Iacta alea est”, “amore mío”…
   En otro orden de cosas, no puedo dejar de destacar la considerable presencia del yo en toda la obra, lo que denota cierto egocentrismo. Ahora bien, habría que ir matizando los motivos. Todo el poemario consiste en un clamor. El yo poético clama, pide, ofrece, espera…, se dirige continuamente (salvo en una ocasión que parece desdoblarse en un yo-tú, es decir, que se produce un monólogo interior) a un , también poético, que no está y parece que se le espera en vano. Del no sabemos nada. Intuimos que es sordo a las súplicas de la amada que anda, con ansias en amores inflamada, buscándolo, llamándolo pero sin obtener respuesta.
   Tampoco sabemos si ese tú es único o si se trata de varios y sucesivos , pero todos iguales. Presencia y ausencia se alternan. Los poemas QUÉDATE CONMIGO y NE ME QUITTE PAS hacen pensar en una ruptura. Mientras el último poema, LA ESPERA, parece hacer referencia a un nuevo amor que ha revivido el alma marchita de la amada, del yo que implora, pero también ha desaparecido dejando en la mujer solo el deseo de ser fuerte y seguir esperando: ”Hoy todo lo llena tu ausencia/ y yo mientras aguardo paciente/ tejiendo minutos con horas /ese nostos que a mí te devuelva.”
   Afirmaba William Bather Yeats: “El poema es un conjunto complejo y bien ensamblado de imágenes, sonidos y ritmos. Es un juego de palabras que descubren la semejanza de las cosas, sus antítesis, significados ocultos, construyendo rompecabezas simbólicos en la mezcla de significados. (...). De aquí que el poema sugiera más que describa o cuente.”
   Y así en estos poemas hemos encontrado, siguiendo con ese jugar con las palabras, algunas metáforas que contienen un matiz sutil y delicadamente erótico y que nos conducen a los momentos climáticos de ciertos poemas. Comprobémoslo. Versos veintitrés al veintiséis de SIMBIOSIS: “envuelta por tu aroma, / e impregnada/ de esencia que era tuya/ y ahora es mía”.  O en AMOR SIN FIN, versos dieciocho al veintitrés:”Abrazados/ en confusión proteica/ como el agua, / fluyendo sin descanso,/ fecundando a su paso/ cuanto encuentra”. En NE ME QUITTE PAS: “derrámate/ cual lluvia generosa, /e imprégname de ti...”.
  Junto a tanta palabra que, quiéralo o no el lector, asociará inevitablemente al contacto físico de los cuerpos en la relación amorosa, surge una yo diría que  más etérea, intangible, más espiritual tal vez: es la voz. La voz como tal o como susurro, palabras, sonido (“que me llegue tu sonido”), hablar…
   También cabría señalar que, muy en concordancia con el espíritu del tema, la adjetivación es relativamente abundante.
   Para mucho más da la lectura de este poemario. Cada poema merece y pide un comentario individual, pero habrá que ir dejando algo para otro momento.
   Para terminar querría recordar aquellas palabras de Bécquer en la segunda de sus “Cartas literarias a una mujer”: “Si tú supieras cómo las ideas más grandes se empequeñecen al encerrarse en el círculo de hierro de la palabra...”.  Tanto aquí como en su Rima III habla de la dificultad con que se encuentra el poeta para encontrar la palabra exacta, para conseguir que coincidan sonido e ideas, buscando como Juan Ramón el “nombre exacto de las cosas”. Pero no contaba Bécquer con el lector, con que la obra se mueve, como recuerda Alicia Yllera, entre dos intuiciones: la creadora del autor y la actualizadora del lector.
   Y esta última es la que da lugar a que este breve poemario de Rosario Guarino nos diga tantas cosas que no es posible resumir en un solo artículo, so pena de extendernos excesivamente.
Firmado Mª A.M.P.

BIBLIOGRAFÍA.
Navarro Tomás, Tomás: “Los poetas en sus versos. De Jorge Manrique a García Lorca”
Domínguez Caparrós, José: “Diccionario de métrica española”
Tomás Navarro: “Métrica española”
Cohen, Jean: “Estructura del lenguaje poético”
Rafael de Balbín “Sistema de rítmica castellana”
Bécquer, Gustavo Adolfo “Obras completas” 
“Que tenemos que hablar de muchas cosas “antología poética realizada por varios autores y editada por OCTAEDRO
Estudios y prólogos sobre Juan Ramón Jiménez,
“Diario…” edición de Michael P. Predmore
La profesora Paraíso, en Internet
La generación del  27, Claudio rodríguez, Cavafis.etc.
Marina Mayoral: Análisis de textos. Biblioteca universal Gredos
Jorge Guillén: lenguaje y poesía (Alianza Editorial)
           Alicia Yllera. Estilística, poética y semiótica literaria. (Alianza Universal)
Luis Vargas Alejo en Granada a 7 de abril de 2004 –artículo en Internet
 
La autora

ALGUNOS DATOS SOBRE LA AUTORA Y SU OBRA.
   Rosario Guarino Ortega nació en Sabadell (Barcelona). Doctora en Filología Clásica, en la actualidad ejerce la docencia en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia.
   Apasionada del estudio del mundo antiguo y su pervivencia tanto como de la fotografía y la literatura, ha publicado los relatos cortos “Las codornices”, en Caxitán 3 (2009) y “El voyeur”, en Manifiesto Azul, 15 (2014) así como diversos poemas ilustrados con sus fotos en Gatos y Mangurrias (2012) y en las versiones digitales de las revistas Ágora, papeles de arte gramático (2012) y Acantilados de papel (2013), y distintas traducciones del latín (Catulo, Carmen VII), del valenciano (Vicent Alonso, Laberint) y del italiano (Franco Sena, Per un amore immortale), para la revista La Galla Ciencia (2014).
   Las Antologías Palabras en libertad, Alicante 2012 o XIX Rincón de Poesía de Las Palas, Murcia 2012, contienen también escritos suyos, y el Primer Certamen Nacional de microrrelatos de la Región de Murcia (2012) incluyó en la selección publicada su microrrelato “Brindis”.
   Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, búlgaro, catalán y latín.
   En 2014 vio la luz su primer poemario, Palimpsesto Azul, en la editorial raspabook.
                         
Portada de la edición comentada

 Página web de la editorial, donde se puede pedir el libro online y verse el tráiler. También se puede comprar en Expolibro, Educania La Técnica y el Corte Inglés, dentro de Murcia.


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