Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

sábado, 21 de septiembre de 2019

LO RARO ES VIVIR de Carmen Martín Gaite.



 

    Leer una novela de Martín Gaite es para mí un placer y un reto.  ¡Me dice tanto en todos los sentidos! Tanto en los temas y la manera de enfocarlos como en la forma literaria de tratarlos y las técnicas utilizadas, por ejemplo.
  La última, LO RARO ES VIVIR
  Empezaré por adelantar que mi primera impresión es que la novela constituye un caso de monólogo interior.
  Pero busquemos información a través de escritos de la propia autora.  Así en “Cuadernos de todo” y “La búsqueda de interlocutor”. Habla la autora, sobre todo en esta última, de la necesidad que tenemos de un interlocutor, tanto a la hora de narración oral como escrita. En cuanto a la oral ya apuntaba en su tiempo la dificultad que encierra, ¿qué diría hoy que con la velocidad con que vivimos no hay tiempo para escuchar y menos para que nos escuchen? Hace notar, por otra parte, que es necesario encontrar el interlocutor apropiado porque “nuestras cosas” no se las podemos contar a cualquiera y tampoco de cualquier manera. Insiste en la necesidad de ese oyente, receptor, real o inventado. Y no se refiere precisamente al caso de la narración enmarcada. Sino ¿a quién le voy a contar esto que se me está ocurriendo, qué me pasó, qué soñé? ...Señala que al contárselas a uno mismo es como nacen las historias, luego viene el ¿a quién se lo cuento?  En una de sus entrevistas dijo: “Yo pienso mucho en el que me va  a leer.”
 Dice que lo esencial en toda narración no es recordar sino seleccionar de tal manera que acabe convirtiendo al protagonista de cualquier situación en narrador de ella.
  Y aquí, parece que entra la manera de narrar de Carmen Martín Gaite. En general cuenta, tal vez, sin pensar en un posible y concreto lector o receptor. Se cuenta la historia a sí misma ya sea en forma de monólogo, soliloquio, carta o diálogo (al que es tan aficionada). Así pues, voy a leer esta novela como si me la estuviera contando a mí ¿por qué no? Si, además podría entablar diálogo con ella a propósito de personajes o situaciones. Sería su interlocutor.
  Con este fin, la autora ha creado un narrador-personaje que va a volcar en estas páginas sus inquietudes, desvelos, problemas…O sea su alma un tanto atormentada en esos momentos en que se nos presenta. Nos da la pista una frase: que de tanto dar vueltas a las cosas la van a volver loca.
  No debemos obviar lo que dice en “Hilo a la cometa” Emma Martinell acerca de que casi siempre encontramos en las novelas de la autora un narrador determinado por el autor implícito. O sea que ante el lector confluyen el autor real y el narrador de la ficción, ficción también él.
Reflexionemos algo acerca del personaje narrador que encontramos en esta novela. Responde a ciertos rasgos comunes y frecuentes. O sea que el narrador y el personaje coinciden en una misma voz, aquí la de la protagonista. Lo que nos lleva a la primera persona. Esto implica que la perspectiva que se presenta es la de ese único personaje-narrador, justo el que él haya escogido. Está claro que, a pesar de los diálogos, el punto de vista que prevalece es el de Águeda-narradora. Esto, tal vez, nos llevaría a recordar las teorías de La FOCALIZACIÓN INTERNA de Genette que dice implica restricción, parcialidad y limitación. En ésta, Genette distingue: cuando el foco coincide con un personaje, caso en el que no es a él a quien interesa contemplar sino ver el mundo a través de los ojos de su conciencia, (propio de un narrador testigo). Por otra parte, distingue el relato autobiográfico en el que la focalización recae sobre el propio personaje. En este caso (caso de narración autodiegético) la información puede estar proporcionada por el yo-personaje, en el momento de la historia, lo que supone un relato focalizado, o bien por un yo-narrador, sujeto de la enunciación, que ofrece extradiegéticamente información -retrospectiva respecto del momento de la historia- y cuyo conocimiento se justifica sólo por su identidad con el protagonista.
  Dentro de la focalización interna distingue también tres tipos: fija, cuando el foco coincide siempre con el mismo personaje; variable, cuando el personaje focal cambia; y múltiple, cuando el mismo acontecimiento es evocado varias veces según el punto de vista de varios personajes. Coincidiremos en que la de esta novela es fija puesto que prácticamente todo lo vemos bajo el punto de vista o foco de la protagonista.
  Por otro lado, este personaje narrador tiene una voz propia, aunque no original, puesto que debe ajustarse al personaje escogido y  adoptar la competencia del narrador. En este sentido resulta interesante el empleo del monólogo interior como técnica de esta unión. Es lo que encontramos en esta novela.
  No deberíamos olvidar que la voz del narrador constituye la única realidad del relato. Todo lo demás pertenece a la subjetividad del autor o del narratario. La voz del narrador nunca desaparece, aunque adquiera  a veces diferentes matices, o se   mezcle con la de los personajes. Recordemos la afirmación de  Tacca «sin narrador no hay novela»  No olvidemos, en todo caso, que el narrador es una función narrativa del autor
  En otro orden de cosas, podría decirse que tiene una estructura circular. Se inicia con la visita al abuelo, tras la muerte de la madre, y termina con otra visita y la muerte del abuelo. Puede ser significativo que a la última muerte suceda el embarazo, o sea una nueva vida. Es decir  está presente el ciclo de la vida.
  No obstante, la novela termina con un epílogo con el que nos traslada a unos años más adelante y hay algo que, a pesar de todo, sigue igual o se repite como la pregunta de su hija “¿Don de están?” que ella repetía en su infancia.
  Observemos ahora  el aspecto tiempo. Tal vez habría que tener en cuenta en primer lugar el que le llevó escribirla. Al final aparecen dos fechas Nueva York diciembre de 1994 a El Boalo abril de 1996. Algo que no suele ocurrir a algunos escritores de hoy. Parece, pues que la empezó allí. No obstante, en esos recuerdos encontramos alusiones a estar estancada, creo, en “El cuento de nunca acabar”. No recuerdo que hablara de esta novela que debió ser posterior.
  Veamos ahora  el tiempo dentro de la novela. Se inicia recordando un 30 de junio de hace dos años y acaba ya en el epílogo en vísperas de navidad. ¿39 meses? Hay que tener en cuenta la edad de la niña. Pero ¿Cuánto tiempo transcurrió desde el 30 de junio a la muerte del abuelo? En el capítulo IV dice “fue una semana muy cruel”. O sea que al final ha recordado unos tres años de su vida. Pero ¿en cuánto tiempo? ¿Ese mismo? Cuando recordamos, tal vez podemos recordar mucho en poco tiempo, pero aquí hay tantas cosas, acontecimientos, momentos de duda y soledad, idas y venidas…En una novela necesitamos siempre del transcurso del tiempo para poder percibir claramente su estructura. La novela, pues, es proceso (recuerda Baquero) La protagonista-narradora nos va llevando igual que de un lugar a otro, de un día a otro incluso a distintos momentos del día: la mañana, la noche, la tarde…Así como a relativamente frecuentes momentos de analepsis.
  No deberíamos olvidar, la frecuente presencia de la noche en las novelas de la autora. Situación que podría asociarse aquí a su confusión emocional. Precisamente esta se inicia a las siete de la tarde. Cuando acaba la escena del sanatorio ha anochecido y se ha desatado una tormenta. También cuando llega a visitar a su padre a las Rozas es el atardecer. Se le harán las once de la noche. Luego vendrán noches en vela, salidas nocturnas etc. Idas y venidas, a veces acompañadas de una total desorientación. No obstante, día y noche se van alternando de igual modo que son alternativos sus momentos de confusión o de toma de decisiones.
  Quizá es ahora el momento de hablar de la relación entre el estado anímico de la protagonista y el que presenta el cielo en cada momento de su problemática vida. Cuando llega a visitar al abuelo, inmersa en mil dudas, hay en el cielo nubes movedizas, como sus indecisiones. Cuando sale, tras la conversación con el médico que la ha sumido en una situación más compleja aún, aparecen en el horizonte nubarrones pero surcados de relámpagos, al fin y al cabo ráfagas de luz, que podrían asociarse a la posible resolución del problema: cómo comunicar al abuelo que su hija ha fallecido. También en un momento de esta conversación dice Águeda estar segura de que habrá tormenta. ¿Se refiere a tormenta real o metafórica? Porque este personaje juega frecuentemente con las metáforas como  iremos viendo durante la lectura.
  Es este, el estado del cielo, un tema que aparece incluso en su poesía: “Nubes” y, que por otra parte, no  técnica exclusiva de la autora.
  No olvidemos la presencia del tiempo psicológico. Po ejemplo al hablar con Tomás una noche se queja del mucho tiempo que lleva sin oír su voz, sin hablar con él, cuando en realidad se trata de “dos días menos tres horas” Esta angustia ha sido producto de la situación o las situaciones que está viviendo.
  En relación con el tiempo, hemos citado las analepsis, hay que prestar atención a un rasgo destacado en la escritura de Carmen Martín Gaite. Es la memoria. Ella es la que llevará a su protagonista y a nosotros con ella de un momento a otro de su vida.
   Martinell señala tres componentes o aspectos determinantes en la obra de la autora. Son la visión, la memoria y los sueños.
. ¡Qué importante es la función de la memoria en esta obra! Es la memoria la que llevará a los personajes, a Águeda, a la rebeldía, a la necesidad de huir hacia lo diferente, al deseo de vivir y ser de otra manera.
  En realidad, toda la novela rememora una semana en la que se han mezclado recuerdos del pasado. De ahí los frecuentes casos de analepsis. Y a los sueños o pesadillas. Hay una frase muy significativa” Las voces del pasado trepan por la espalda a manera de súbito viento”. O Para visita un recuerdo, conviene haberlo cultivado antes.
  Así los recuerdos que le sugiere el viaje en metro, o a las clases de Rosario;
  La voz de la memoria es fundamental. A veces lo evocador es un objeto: el autorretrato de su madre que nos llevará a un viaje a Tánger, y  conocer detalles de la relación madre-hija.
  Deja la autora ver la importancia de la memoria, a veces, a través de las reflexiones de los personajes. Aquí, Águeda piensa el esfuerzo y concentración que requieren obligar a un recuerdo a salir de su escondrijo.
La memoria lleva también al mundo de EL SUEÑO. El “sueño” componente fantástico que introduce al lector en una zona en que la frontera entre lo real y lo irreal se difuminan.
  Es muy frecuente la presencia del sueño, más bien del tipo pesadillas, en la obra de la autora. Recordemos la de “El balneario” que ocupa gran parte del relato. O el final de  “Caperucita en Manhattan”Muy frecuente en toda la obra de la autora.   En “Lo raro es vivir” la primera que aparece es la del padre que tiene unas tuberías obstruidas y todo se le llena de porquería. Parece que, en cierto modo, ella es la causante. No deja de ser una metáfora de la relación que mantiene con su padre tras la muerte de la madre.
  Otra a propósito del hombre que arreglaba unos cables y dijo que habrían podido tener un cortocircuito. Otra vez podemos ver aquí la metáfora de la realidad. Y el personaje lo aclara cuando tras despertar piensa que la visita al abuelo había dejado peligrosos cables al aire. Alude, también, a tener sueños en los que se transforma, o sea es ella pero no es. O que está muerta.
  De los sueños dice la protagonista que a veces en ellos cabe un relato completo con sus tres partes correspondientes. Le interesa apuntar los sueños para no olvidarlos y luego escribir algo. Quizá esto nos haga pensar en lo autobiográfico, o sea, la forma que tiene la autora de crear sus historias.
  A veces incluso duda si lo que vive es real o está inmersa en un sueño. Si habrá soñado que tuvo una madre, que aprendió ruso, que estudió arte, etc. No deja de traer a nuestra memoria la VIDA ES SUEÑO “que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son.”
  Están por otro lado sus sueños de adolescente en los que aparecía un hombre al que luego, en cierto modo, esperaba. Casi al final de la novela piensa que Tomás responde exactamente a aquel del sueño, o a aquel sueño.
  Otras pesadillas aparecerán en torno a la relación que tuvo con su madre. Así en el capítulo XI relata un extenso sueño con su madre como personaje central.
También el sueño como deseo, alejamiento de la realidad que recordada no agrada, como huida.
  El tiempo del novelista, dice Charles Du Bos, tiene necesidad del espacio para que al entrecruzarse los procesos concretos de los personajes pueda darse la composición de un mundo. En las novelas de la autora que nos ocupa tiene mucha presencia la calle. En ellas, los personajes salen constantemente; no solo al trabajo, muchas salidas se deben a las ansias de salir, a la necesidad de escapar de” sus adentros” como sucede en la que nos ocupa. En general, las calles son terreno de todos. Pueden provocar soledad y miedo; también pueden llevar a experimentar la propia individualidad fluyendo junto a la de los demás. O pueden provocar vértigo por posibles novedades sorpresas o peligros. Recordemos el temor momentáneo que siente cuando en el metro un niño parece encariñarse con ella. Recordemos que a los viajes en metro les llama metafóricamente “bajar al bosque”. Dice Águeda que no entenderá esta metáfora que inventó de niña hasta años después. Claro, ese espacio subterráneo no deja de ser una metáfora del subconsciente, del mundo interior. También en CAPERUCITA EN MANHATTAN el bosque es una metáfora. Allí se trata de un bosque urbano que encierra todos los peligros, pero también lo desconocido, lo por descubrir, como hemos dicho aquí de las calles.
  O cuando encuentra un artista callejero de esos que funcionan como estatuas y cree que es un antiguo novio.
  No obstante, las calles resultan hospitalarias pues acogen la curiosidad, la soledad, el ansia de aventura y la necesidad de huir. En varias ocasiones lo repite Águeda. Casi nunca importa la localización exacta. La protagonista, en una se sentará en la terraza de un bar, en otras se desorientará. Mas, también a veces cita los nombres como La Gran Vía, la Plaza de España, etc. Pensemos que esa desorientación callejera, por ejemplo, cuando busca el chalet de su padre puede ser una metáfora de su propia tendencia a la “indecisión” y de sus problemas emocionales. Lo que lleva a asociar calle y noche, tema que aparece también en su poesía “Madrid la nuit”.
  Al llegar a este punto he recordado una anécdota que contó su hermana en una entrevista. Iba la autora en el metro y alguien que la reconoció le preguntó extrañado cómo viajaba en metro. Ella le contestó que si no vivía entre la gente cómo iba a escribir.
  Existe, por otro, lado el espacio interior. En general, en las novelas de Carmen Martín Gaite abundan los espacios interiores, cerrados, que tendrán, además de la función de situar personajes y acción el de símbolo. Se trata casi siempre de los espacios propios de las casas en que habitó la autora de niña y joven, o más adelante. Suelen ser sala, despacho, dormitorio, pasillos, miradores, balcones y ventanas, la cocina. O bien los lugares de trabajo como oficina. O los asociados a la calle, bares; incluso el autobús o, como en esta novela, el metro.
  Son esos lugares que tradicionalmente se han asignado como los propios de la mujer y que en sus protagonistas suelen provocar angustias, ansias de escapar. Esa necesidad de salir se refleja en el asomarse a las ventanas, miradores y balcones. Ese mirar lo de fuera, lo que no se ve, pero se necesita. Es el no poder conciliar el sueño, y asomarse a la ventana, mirar o soñar. Salvando todas las distancias posibles, cómo recuerdan estas mujeres de las novelas de C Martín Gaite a las de “la casa de Bernarda Alba” pendientes siempre del afuera. "Salí casi huyendo" dice en un momento de angustia vital la protagonista.
 En” Lo aro es vivir” conoceremos alguna sala del geriátrico en que se encuentra el abuelo de Águeda; su dormitorio, que en algún momento necesita abandonar o cambiar; la cocina, que acaba en un momento dado por convertir en escritorio; el ático de su madre, algo de la oficina, el Residuo.  Cada uno de estos lugares tiene su función.
  Estos lugares son descritos con realismo, aunque a veces a grandes pinceladas.
Igual que el día y la noche, espacios abiertos y cerrados se alternan en esa función simbólica de la que ya hemos hablado.
  Es precisamente en los recintos cerrados donde suelen darse los diálogos entre los personajes. Recordemos: en una sala habla con el médico de su abuelo; desde su dormitorio habla con Tomás; en su casa habla con su madre; en el Residuo, ya cerrado al público, hablará con el dueño; con su compañera de trabajo dialoga en la oficina y con Rosario, en el ático de su madre. Solamente con su padre mantiene dos conversaciones en la calle.
  Si hemos asociado el tiempo, el aspecto del cielo lo la hora del día con el estado anímico de la protagonista (de las mujeres de las novelas de Carmen Martín Gaite) también habremos de establecer una relación entre ella (ellas) y el espacio. Son mujeres las de las novelas de la autora que, como tantas otras del mundo real, viven inmersas en su mundo interior de la misma manera que encerradas en los espacios cerrados del hogar. Viven ahogadas, faltas de oxígeno, de aire de libertad. Eso las lleva a la necesidad de salir al exterior, de buscar en la calle esa libertad aunque, a veces les asuste. Por eso hay que asomarse a la ventana, hay que cambiar cosas en casa y hay que, a fin de cuentas hablar.
  Esto nos conduce a dos temas nuevos y, en cierto modo, inseparables: los personajes y la técnica del diálogo que con tanta maestría maneja.
  En “Hilo a la cometa” Emma Martinell, hace notar como muchos de los personajes (se entiende femeninos) de las novelas de Martín Gaite presentan rasgos similares a los que se suponen propios de ella misma, como si hubiera una transposición de su personalidad a la de los de sus personajes de ficción e incluso a la de sus voces narradoras, también entes de ficción muchas veces.
  No es este un rasgo exclusivo de nuestra autora. Se ha supuesto del Arcipreste de Hita, de Cervantes y  D. Quijote, y casi de todos los novelistas. Es normal. ¿De qué se va a valer un novelista si no es de sus propias experiencias y del mundo que le rodea?
 Por tanto no pensemos que la autora hace a través de sus novelas autobiografía, sino que bebe de sus experiencias y conocimientos. Y al convertirlos en materia novelable o novelada los universaliza. Un ejemplo bastante objetivo sería cuando sus protagonistas, Águeda aquí, hablan del oficio o la vocación o la necesidad de escribir. O las alusiones al cuaderno o al cuaderno gordo. Si leemos su “cuadernos de todo” y los de Nueva York vemos apuntes que luego recordaremos al leer sus novelas. Pero eso es, parece o debería ser,  normal en cualquier escritor.
  Ya he indicado que Martinell señala tres componentes o aspectos determinantes en la obra de la autora. Son la visión, la memoria y los sueños. Los tres van estrechamente unidos al estudio de los personajes y el diálogo. -La visión activa la memoria; el sueño se nutre de ella; de la visión se escapa al sueño. “Pretender al mismo tiempo entender y soñar: ahí está la condena de mis noches”, escribió Martín Gaite en El cuarto de atrás (1978),

   Aunque la visión parece asociarse más al espacio hay que tener en cuenta que los personajes tienen una visión del mundo, de los demás y de ellos mismos. Así para configurar la personalidad de un personaje, la autora se vale de la estrategia de describir su visión de las cosas, las situaciones etc.
Igual que en otras novelas teje una red de personajes de laque es el centro la protagonista, el eje sobre el que giran todos los demás. Todos son necesarios para conocer la personalidad y vida de Águeda pues están ligados no solo a su presente sino a su pasado y, en cierto modo a su futuro. Pensemos en Tomás.
   Por ejemplo, conocemos la personalidad de Águeda, no solo por lo que hace o dice, sino a través de su visión de los hechos, cómo ve a Tomás, a su madre, incluso a sí misma. Y necesita que los demás la vean y la acepten como es, o como ella se ve. La primera frase de la novela ya nos define bastante a su protagonista:” hay veces en que lo normal pasa a extraordinario así por las buenas y lo notamos sin saber cómo…”  O sea, es alguien que acepta lo maravilloso como normal…Esto nos puede llevar a su facilidad fabuladora. Además, dice que cree que” se miente por incapacidad de pedir a gritos que los demás te acepten como eres” No se resiste a inventar, a veces, una historia totalmente falsa. Como cuando al dueño del Residuo le da a entender que en la muerte de su madre hay un misterio, asesinato tal vez. No es que sea mentirosa es que es fabuladora, necesita inventar y esta necesidad le viene tal vez de sus sueños mezclados con los recuerdos. Se funden la realidad y el deseo, el sueño. Como todos los personajes de la autora, Águeda goza de una imaginación desbocada. No obstante, es a través de ella, de su mirada como conocemos todos los espacios en los que transcurre la acción.
No olvidemos, no obstante, que los personajes de toda novela son a fin de cuentas “entes de ficción”
  Otro aspecto de la visión. Ver por los ojos del otro. En el deseo de afianzar su personalidad, el personaje busca el reflejo de su imagen en los ojos de otro personaje por eso las alusiones a los espejos. En los ojos de otros personajes anidan imágenes nuevas. Como en los espejos. ¿No es cierto que buscamos reconocernos en los espejos? Y ¿No lo es menos que en muchas ocasiones no nos reconocemos en ellos o no nos gusta lo que vemos (arrugas, ojeras, canas, etc.) La literatura de todos los tiempos recoge esa necesidad del espejo ( Salicio en la égloga de Garcilaso, Narciso, Recordar los espejos de aurora y de Gil de Biedma, y los ojos como espejos en los que mirarse)
 El niño que la mira en el metro; su hermano, cómo la ve Tomás sobre todo, como la ven su padre y su madre, etc...
 La mirada también vale para hablar de su escritura.
 Volvemos a la memoria que dará lugar a los diálogos. Su voz, como vemos es   fundamental en la obra de la autora.
 En relación con la memoria  surge la necesidad del otro para contar. Sus personajes sienten el estímulo de las preguntas del otro. Transmiten al otro su pasado y a veces incluso lo inventan. Es lo que le ocurre a Águeda que, en un determinado momento acabará contando al gato Gerundio la historia sobre la que trabaja para la tesis. También se la cuenta a Tomás. Relata fragmentos de su  vida, más o menos adulterada, a su compañera de trabajo, a Rosario, al dueño de El Residuo y, como es natural a ese posible lector en el que tal vez no piensa.
 Esa necesidad del otro se ve muy clara cuando una vez Tomás le dice que provoca preguntas para que el otro te las haga y poder contar.
  Martín Gaite, como Cervantes, Galdós, y tantos excelentes novelistas de hoy y de siempre necesita el diálogo. Porque, diría yo, el diálogo es una necesidad humana. Todos necesitamos del otro. De ese otro que nos escuche, nos responda, nos pregunte. A ver, si no, a qué se debe ese constante y excesivo uso que se ha impuesto de las rede sociales. Una necesidad patética de comunicación pues ha nacido del hecho de que hemos dejado de comunicarnos al uso tradicional. Corremos así el riego de perder vocabulario e incluso la idea exacta de lo que es comunicación. Acabaremos por no saber hilar una frase de más de tres palabras. Y estamos perdiendo el contacto directo, la voz, del otro.
  Pero volvamos al tema que nos ocupa. Es en los diálogos, sobre todo, donde encontramos el rasgo más característico de Martín Gaite en lo que al uso del lenguaje se refiere. Hablo del uso coloquial o conversacional de la lengua, de lo que es la genuina representante según ya señaló el profesor Lázaro Carreter.
  Cabría aquí hacer un breve inciso para recordar qué se entiende por lengua coloquial y sus rasgos distintivos. En el ensayo LENGUA COLOQUIAL Y LITERATURA Manuel Seco nos deja una serie de explicaciones muy interesantes a la hora de estudiar este aspecto de la obra de Martín Gaite (y tal vez de un considerable número de escritores actuales.
 Empieza por hacer notar que al hablar de lengua literaria no debemos tomarla como una variedad del idioma sino como un nivel de habla (recordemos langue et parole de Saussure) o sea un “registro “que elige el autor, hasta cierto punto libremente, dependiendo de si la expresión va a ser oral o escrita, del tema, del público a quien va dirigido el texto etc. Recoge las palabras de Beinhauer según el cual” lengua coloquial es el habla tal como brota, natural y espontáneamente, en la conversación diaria … “
Recoge D. Manuel las características de la lengua o habla coloquial que señala Emilio Lorenzo que tan útiles nos van a resultar. : “ a) deixis; b) egocentrismo ; c) referencia a la experiencia común; d)elementos suprasegmentales( entonación); e) elementos paralingüísticos (gestos). A estas agrega Seco algunas consideraciones propias como: particularidades léxicas, morfológicas y fonéticas; tendencia a una construcción ordenadora débil; constantes referencias al yo y al tú; insistencia en vocativos, interrogación, exclamación, elipsis …”
 Y sobre todo no confundir coloquialismo con vulgarismo.
Con estos datos nos será fácil comprender el uso de la lengua que encontramos habitualmente en la autora que nos ocupa.
  No deberíamos pasar por alto, en caso de una lectura en voz alta, en una clase, conferencia etc. Los correspondientes recursos no verbales como entonación, ritmo, volumen de la voz, gestos etc.
   Como complemento diremos que hay constantes alusiones a la música de la época, pero sobre todo se observa, como en casi toda su creación la presencia e influencia del cine. Personajes que le recuerdan a alguna heroína fílmica, situaciones que le sugieren películas, etc. Éste sería un interesante tema monográfico sobre la obra de Carmen Martín Gaite.
Por ejemplo, cuando una situación real le sugiere la secuencia de una película. Cuando relaciona una historia con una película de Robert de Niro; la presencia de un cartel de “lo que el viento se llevó”. La visita a casa de su padre la asocia a una película del Oeste. Rosario identificada con Anne Baxter en “Eva al desnudo”. Una escena en la última visita al abuelo le recuerda “Luz de gas”
Constante presencia de la literatura bien en citas de obras y autores, Dante y La divina comedia, Dostoievski, bien como reflexión sobre ella, o sentirse dentro de un cuento. A veces reflexiones sobre el hecho de narrar o novelar. También diálogos sobre temas y autores filosóficos: Sartre y. La Náusea, Kierkegaard, Heidegger… etc.
Resumiendo, el estilo en general. Como casi siempre relato realista y a la vez fantástico. “La fantasía fue para Carmen Martín Gaite la única venganza contra la muerte”, afirma José Teruel en la introducción a las Obras completas. 
 Realismo descriptivo y objetivo. Presencia casi constante del diálogo. Digresiones y analepsis. Metáforas. Registro coloquial tan característico en la autora. Mujeres disconformes con el mundo que las rodea, pero no feministas.
Al final, Águeda habrá convencido al resto de los personajes y a los lectores con ellos de que en este mundo o en esta vida “lo raro es vivir”
En realidad, intentar hacer un estudio profundo, sin dejar ni un cabo suelto, de una novela de Carmen Martín Gaite, sería, usando el título de una de sus obras EL CUENTO DE NUNCA ACABAR.
He seguido la edición de ANAGRAMA de 1996. Por razones obvias no puedo transcribir mas fragmentos, pero al lector le será fácil localizar los ejemplos.
Si alguien quiere más, puede pedirlo. Interesante el ensayo LENGUA COLOQUIAL Y LITERATURA de Manuel Seco, que se puede leer en Internet
¿Algún comentario?

martes, 10 de septiembre de 2019

Me cegaron sus soles bellos…




 
  ¿Dónde he visto esos ojos?, Parece que vamos a viajar, no sé si juntos. He de saber de dónde han salido esos ojos. Y ¡Qué mirada! La ha despedido un señor casi de nuestra edad ¿será un hermano? ¿Marido? ¿Amigo? El caso es que ella viaja sola. A ver si hay suerte,   coincidimos en el coche  y puedo sacar algo en claro. ¡Dios, parezco un adolescente! Pero ¡esos ojos…!
  Pues qué bien. Ascensor averiado. Menos mal que viajo ligera de equipaje. ¡Ala, a bajar y subir maleta en ristre!
-Perdón, si me permite
-Puedo aún, pero gracias.
-No he pretendido molestarla.
-No me ha molestado. Es la costumbre de apañarme sola.
-Lo celebro. ¿En qué coche viaja?
-El dos
-Parece que viajaremos juntos. ¿No le molesta si vuelvo a cogerle la maleta?
-En absoluto
- ¿Qué número lleva?
-El ocho.
-Coincidimos. Yo el nueve.  ¿La subo o también puede?
-Ahí me ha pillado.
-¡Hombre los asientos enfrentados!. Parece que los hados nos son propicios.
-Yo diría que están juguetones. A mí no me gusta este asiento. No tiene reposa pies y hay que viajar todo el tiempo con un desconocido cara a cara.
-Es verdad. A mí me falta espacio. Pero no se preocupe yo me sentaré en diagonal y…por otro lado ya no somos unos desconocidos. ¿No cree?
-No sabía que esto fuera cuestión de fe. (Se sentó e inició la maniobra de sacar el libro en cuya lectura pensaba enfrascarse ipsofacto.)
- ¿Puedo preguntarle a dónde va?
-Usted sabrá… Bueno, se lo digo y así no tiene que seguir preguntando. Voy, de momento, a Madrid.
-Perdón. No la molesto más.
Además, tiene una voz preciosa. Ojos, voz y…manos. Pues estoy yo bueno, a mi edad y con estas cosas. Sí, soy escritor y todo me atrae, me sirve, pero esta mujer me dice algo más. Lo peor, o lo mejor, no sé, es que esto no suele pasarme, es más, no me ha pasado nunca. Así de esta manera, quiero decir. A ver, recuerda Arturito, ¿dónde viste esos ojos? ¡Ya lo tengo! Fue hace unos días en la conferencia del Casino. Ella estaba entre el público, muy cerca de la mesa del conferenciante y, claro, me miró, es natural, pero yo sentí esa mirada de una forma muy especial. Jamás había, he, visto unos ojos así. Espero no acabar como Fernando de Argensola. 
- ¿Algo de bar? ¿Café, licor, agua…?
-Por favor, un café, solo. Gracias. ¿Es…? aquí tiene
- ¿Me pasa a mí un café con leche? Gracias. Tenga.
- ¿Le pareceré pesado e indiscreto si le hago otra pregunta?
-Se lo dice usted todo. ¿Qué quiere saber ahora? ¿Si tomando un café a estas horas voy a dormir?
-Ahora me ha pillado usted a mí. Pues, sí, era eso. Claro, podría ser que tenga usted la enorme suerte de dormir como un lirón, que nada le quite el sueño o que tenga algo importante que hacer esta noche y necesite estar espabilada.
-Ha acertado en una cosa, pero no pienso sacarlo de dudas. Espero que tanta pregunta no sea para incluirme como personaje de su próxima novela. Me estoy sintiendo como un ratón de laboratorio. Reconozco que los escritores, sobre todo los de su línea, viven y beben de la observación. Pero ¡hombre…!  
-O sea que me ha reconocido. ¡Qué bien lo ha disimulado!
 -Vivo en este mundo y leo mucho. Incluso hace unos días estuve en una conferencia suya. No esperaría que me hubiera abalanzado a pedirle un autógrafo. ¿Le cuento algo más o prefiere seguir preguntando?
- ¿Le digo cómo me siento yo ahora? Como el cazador cazado. (Ella rió de buena gana)Más que preguntando me gustaría seguir hablando. En cuanto a lo de incluirla en una novela, no puedo prometerle nada. Si lo hago tendré el placer y honor de regalarle un ejemplar.
-Firmado y dedicado, espero.
-Ha dicho que va a Madrid, de momento. ¿Va de paso? ¿Se queda unos días?
-Tal vez me quede unos días, pocos. Quiero visitar a unos amigos, algún museo  y luego, ya veré. ¡Ah! No sé si se ha dado cuenta, pero ha seguido preguntando.
-Es verdad. Perdón. La dejo que siga leyendo. Al llegar, si me lo permite le haré la última pregunta para luego poder seguir hablando.
Está claro que es la de la conferencia. Si es imposible ver esos ojos y no quedar hechizado. Pero qué misterio. Es imposible que sea soltera. ¿Viuda, separada?
Se la ve con cierta soltura, pero como si se quisiera proteger; como si no se fiara ni de su sombra, aunque parece que le gusta comunicarse. Lo dicho. Esto que me está pasando es muy, muy raro. Al llegar a Madrid he de atreverme a aclarar algo o al menos saber a dónde le puedo enviar el ejemplar de mi nueva novela, aunque no la incluya a ella. Que la incluiré seguro.
-¡Vaya, se acabó el viaje! Le bajo la maleta ¿Sí?
- ¡Qué remedio! Bien, pues a pesar del interrogatorio ha sido un placer. No siempre viaja una en compañía de un célebre escritor. Para su satisfacción le diré que, no solo he leído, sino que tengo todas sus novelas. Me imagino que eso agradará a quien dedica casi el total de su vida a escribir.
-A ver ahora por dónde sigo o empiezo yo. Siento haberla importunado con mis preguntas que no eran solo producto de la curiosidad del escritor. También para mí ha sido un placer compartir este viaje con una mujer interesante. ¿Necesita taxi o…?
-Me hospedo aquí, en el hotel de la estación. Me resulta muy cómodo. Por tanto, aquí se acaba nuestro viaje.
-No sé si atreverme, pero ¿Dónde puedo enviar el ejemplar de mi próxima novela? Claro que si me concediera acompañarla a su visita museística le podría adelantar la entrega de la última firmada y dedicada. Como recuerdo de este viaje tan original que hemos vivido.
-Tampoco sé yo si atreverme. No tengo costumbre de quedar con señores desconocidos, pero claro, este es un caso algo especial. No pierdo nada. Espero no arrepentirme. ¿Podemos vernos en la puerta del “Reina Sofía” a las once?
-Allí estaré como un clavo. De esa forma podremos hablar que es lo que nos ha faltado. Tiene usted algo que invita a hablar, a conversar…
-Gracias .Creo que es la primera vez que me dicen eso. Bien, pues hablaremos.
Francamente esto no me había ocurrido jamás. Me ha gustado poder estrechar su mano. Mañana hablaremos como dos personas interesantes como ha dicho ella.
-Aquí me tiene. Puntual como un reloj suizo. Le traigo mi última novela, que aún no está en librerías,  dedicada.
Se la entrega. Ella abre y lee la dedicatoria. Para una mujer que convirtió en interesante el que podría haber sido un anodino viaje en tren. A.P.R
Tras la visita al museo, comen juntos, hablan de infinidad de temas. Por fin, la acompaña al hotel y
-Bien. ¿Dónde puedo enviarle mi próximo libro la incluya o no?
-Si le parece, vamos a dejar de seguir el juego a los hados. Cuando salga lo compraré y leeré. Si en algún momento coincido con usted en una conferencia o sesión de firmas, me acercaré con mi ejemplar y me lo firmará sin reconocerme.
-¿Está segura?
-En un noventaicinco por cien.
-Pues yo apuesto al cien por cien que la reconoceré
-¡Uf! Voy a tener que aceptar la apuesta. Seguro que gano
-Si gano yo volveremos a comer juntos ¿Sí?
-De acuerdo.
Se dan la mano y hasta ¿pronto?
El día ha sido fructífero. He conocido a una mujer muy, muy interesante, inteligente y culta. Además, sin ser guapa, atractiva y ¡con unos ojos! Hemos hecho una apuesta. Ella a que pasado un tiempo no la reconocería y yo que sí.
¡Menuda aventura! A mi edad con estos juegos. Pero ha sido interesante, incluso divertido.
No entiendo como está sola. En ese sentido no ha dicho nada, solo alguna frase casi enigmática. No sé si volveré a verla o tendré que conformarme con soñar sus ojos. Sí tengo algo claro. Será la protagonista de mi próxima novela. Y si la veo la reconoceré.
¡Hombre la novela que esperaba! Se llama “ADELA” ¡mmm! Como  algún día de la Feria del libro voy a andar por Madrid me da la tentación de hacer la prueba. Muy chulito y seguro lo vi. Seguro que ni me huele.
Aquí estoy. Dispuesta a ganar mi apuesta aunque, claro, no diré nada, sólo lo sabré yo.
-¡Hola!  (Alargó la mano y la saludó)¿Me da un nombre o prefiere el misterio?
- El misterio tal vez (¿será posible? No me lo puedo creer)
Con admiración a Adela, la excepcional mujer que inspiró esta obra.
                                                                                   A.P.R
P.D.
Gané. Comemos ¿Sí? Deme treinta minutos, por favor.
Se encogió de hombros. Sonrió y
¡Increíble!
FIN (29-5-2019. Retocada el 14 del 7 + el 27 del 7)