Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

martes, 15 de marzo de 2022

   


Autor y lector

  Mi curiosidad hoy gira en torno a la relación escritor -lector. Ando reflexionando acerca de qué pensará un escritor de su posible lector. ¿Lo necesita? ¿Lo ignora? ¿Lo valora?

  Que el autor, de una u otra forma necesita al lector o lo tiene presente cuando escribe parece deducirse, por ejemplo, de los prólogos y dedicatorias de un considerable número de escritores, muchos de ellos de nuestro mundo clásico.

  Mas ¿Qué tipo de lector imagina, desea, necesita? El “desocupado lector” al que se dirige Cervantes en el prólogo a “El Quijote”. O ese virrey de Nápoles que gobierna, lucha, caza y se dará unos momentos de ocio para leer, a quien Garcilaso dedica sus “Églogas” como futuro lector.

  Estas dedicatorias hacen pensar en la literatura con una función únicamente lúdica, de distracción. Esa es la lectura que, tal vez, con frecuencia realizan la mayoría de los lectores.

  ¿Piensa el autor acaso en un lector que simplemente está ahí, casi como una obligación?: si alguien escribe, alguien lee. Por ejemplo, Unamuno cierra el prólogo a San Manuel Bueno Mártir con la frase: Adiós, pues, lector. Y en “La tía Tula:”: PRÓLOGO DEL AUTOR (que puede saltar el lector de novelas).

  Otros autores parece que tienen la necesidad de advertir al posible lector sobre algún detalle tal vez escabroso de su obra. Así Fernando de Rojas en La Celestina;” no quiero maravillarme si esta presente obra ha sido instrumento de lid o contienda a sus lectores para ponerlos en diferencias, dando cada uno sentencias sobre ella a sabor de su voluntad”. palabras que nos llevan a reflexionar sobre la variedad de lectores e interpretaciones que puede tener una obra, no solo literaria, cualquier obra de arte. Más adelante da por sentado que su obra se leerá:” Así que cuando diez personas se juntaren a oír esta comedia…”

  En esta línea se situaría Stendhal en esa “Advertencia” a modo de prólogo que figura en “La cartuja de Parma” donde hace alusión al lector.

  Dejando a un lado estos prólogos, hay infinitos indicios que nos hacen sospechar que el autor piensa en el lector a la hora de escribir. Evidentemente, el poeta sabe que tendrá un reducido número de lectores; a fin de cuentas, la poesía, casi toda, es solo como dijo Juan ramón para “una inmensa minoría”.

  ¿También el pintor pensará en su posible observador? ¿Quizá al elegir un tema, o un formato?

  Tal vez el narrador, sobre todo el novelista sea el que más expuesto está a la opinión, a la respuesta del lector puesto que la novela es, a fin de cuentas, lectura de mayorías.

 "El escritor de narrativa es el más denostado por el público "(entre los artistas) …"y basta con que alguien viva para que se considere una autoridad en la materia" (Flannery O`Connor)

"En la era de la profesionalidad, el oficio de escritor no se considera tal. Porque lo puede ejercer cualquiera." …"El oficio de escritor existe, y es distinto de lo que se suele pensar" Leemos en ESCRIBIRES UN TIC. De Francesco Piccolo

  Parece que hoy, son los lectores los que tienen la última palabra, más allá de los críticos y de la publicidad.

 Recordemos aquí un pasaje de “Niebla” (Cap. XXX, ) Hablan Víctor y Augusto.   Víctor: “El alma de un personaje de drama, de novela o de nivola no tiene más interior que el que le da…−Sí, su autor. −No, el lector. 

O sea que “La novela no la hace el novelista, la hace el lector”

Por tanto: El momento del lector es la hora de la verdad para el texto y para el propio lector.

Parece, pues que el autor piensa en su posible lector. Así Pérez-Reverte  opina  sobre la importancia de que el lector vea lo que el autor ve o imagina. El autor debe convertirse en los ojos del lector, dirá.

 Ian McEwan, en “Expiación” dice de Briony, la protagonista que, a la edad de once años había escrito su primer relato; una tontería…que años más tarde “descubrió estaba desprovisto de ese conocimiento vital de las cosas del mundo que inspira respeto a un lector.” O sea que el autor piensa en ese posible lector al que espera inspirar respeto.

También se platea a través de su protagonista la interpretación que algún lector podría dar de algún personaje “el lector no podía no conjeturar que estaba describiéndose a sí misma”. O sea, teme ciertas gratuitas y aceleradas interpretaciones.

 ¿Se plantea esto gran número de escritores actuales que no solo escriben en primera persona, tan peligrosa en este sentido, sino que trasladan a la novela unos personajes reales absolutamente identificados e identificables? También, hay poetas que aun tratando temas muy íntimos declaran, sin pudor alguno, que son autobiográficos.

 Tal vez, en este orden cosas decía Carmen Martín Gaite que hay que conseguir que en este punto confluyan la autora, el narrador, los personajes y el lector. Esto no significa exactamente que hay que identificar a la autora con un personaje, sino que debe haber una compenetración entre todos.

  Por otra parte, el hecho de que los autores hoy cuenten su porqué ¿no se deberá a que son conscientes de lo mal que se lee? Hoy responden a entrevistas en las que explican ciertos pormenores sobre su obra. Por ejemplo, Pérez-Reverte explicó magníficamente en una de ellas, el origen, el proceso creador…de tal forma que al lector no deberían quedar dudas sobre su significado e interpretación. Ahora bien ¿Quién lee, escucha o se hace eco de estas palabras? ¿?¿?¿? Se han oído comentarios, si no vergonzosos, sí dolorosos.

También Fernando Aramburu, ha explicado en una entrevista a Televisión Española importantes detalles de su novela “Los vencejos”.

  Estos días estamos asistiendo a lo mismo en cuanto a “El castillo de Barbazul” de Javier Cercas.

  Esto no debería ser necesario. Bastaría con que los lectores de cualquier tipo, pusieran algo de interés al leer.

  Así, siguiendo a Laín Entralgo podríamos concluir que el lector que practica una lectura “Diversiva”, o sea, solo con la intención de distraerse, ( a fin de cuentas esta es una de las funciones de la literatura)dentro de su posibilidades debería prestar más atención. No obstante, en este caso, (tal vez no si el lector goza de un cierto nivel) sería perdonable su actitud de leer “por encima”, e interesarse solo del ¿de qué trata?

Otra sería la lectura “convivencial” (correspondiente entre autor lector.) En este caso el lector, tal vez con un cierto nivel intelectual y conocimientos sobre la materia, debería pensar en el autor, intentar comprender su obra, interpretarla con respeto aun con cierta libertad de criterio.

Por último, hay una lectura “perfectiva” (iniciática para el lector que encuentra en la palabra “la morada humana del ser”). Es la lectura del estudioso, del especialista, del que con sus comentarios e interpretación podría dar brillo a la obra, enriquecerla, colaborar con el autor, en cierto modo. A veces, incluso, si fuera posible un coloquio sincero, inteligente y respetuoso, hacerle ver, incluso algo que él no vio.

Y esto sirve para cualquier tipo de creación literaria. Pero, tal vez, también artística.

No obstante, yo me pregunto hasta qué punto es correcto o justo que nos adentremos en la obra de otro y casi la descuarticemos tratando de explicar todo lo que al leerla vemos en ella. Si el escritor no lo vio ¿por qué nosotros sí?

Otrosí, me sigo preguntando: ¿Qué piensa un autor cuando cree que no se ha sabido interpretar su obra? ¿Duda sobre su capacidad a la hora de expresar lo que siente o ha imaginado? ¿Duda, por el contrario, de la capacidad del lector?

O una vez dada su obra a la imprenta, al mundo, ¿intenta no volver sobre ella ni querer saber lo que piensan los lectores?.

¿Podría ocurrir que solo le interesara el volumen de ventas? ¡Sería una pena! Mas no podemos olvidar que el escritor profesional vive de escribir y publicar.

Sin embargo, me gustaría creer que hay más altruismo y vocación creadora que mercantilismo en la literatura, en el arte.

Querría acabar con esta frase que reojo del artículo “Teoría impertinente de la lectura” de Luis García Montero: “Cada lector se ha formado gracias a las palabras de muchos autores, que también llegaron a conocerse a sí mismos cuando organizaron sus palabras, sus ideas y sus sentimientos para establecer un diálogo con sus lectores”


martes, 1 de marzo de 2022

  

Entes de ficción.

Acodados en la balaustrada de la terraza contemplan un espléndido atardecer.

Silencio. Raúl vuelto hacia Elia, le coge la cara entre las manos, se la levanta ligeramente para poder ver sus ojos.

_Elia, perdona. No te enfades ni me abandones al oír esto: Te quiero. Te quiero con toda mi alma desde hace mucho tiempo. He guardado silencio por prudencia y respeto, pero no puedo seguir callando.  Solo te pido que no me abandones.

Elia pone sus manos sobre las de él.

_Creí que no te atreverías jamás. ¿Por qué piensas que accedí a compartir esta casa? ¿Exclusivamente por no envejecer sola? ¿Nunca has sospechado nada? Parece que actúo mejor que tú.

Se miran con ternura y amor. Un amor de madurez, sosegado. Sus ojos se acarician, se besan. Se abrazan. Elia refugia su cara en el pecho de su amado Raúl hasta sentirse sosegada. Luego se vuelven hacia ese atardecer donde cielo y mar se funden, como sus ojos.

_ Es posible. Y ¡Que magnífico atardecer junto a ti! El más hermoso jamás vivido y soñado.

_Estoy pensando, comenta Elia, si no seremos ambos unos entes de ficción.

__Dadas las circunstancias, es posible, contesta Raúl.

Hasta la próxima