Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

jueves, 31 de enero de 2019

Visita a Albarracín del 6 al 10 de junio de 2005




  Del 6 al 10 de junio de 2005 a mi buena amiga Constanza y su marido se les ocurrió hacer una excursión a Albarracín. Como era de esperar, apenas volvió me puso al corriente de sus andanzas.
  El día que te hartes de mis historias de viajes me lo comunicas y yo dejaré de darte la tabarra- me dijo esta vez antes de iniciar su relato-. Mientras tanto ¡allá voy de nuevo!
  Emprendimos el viaje el lunes día seis a las 7´30 de la mañana. Nos gusta madrugar. Una manía familiar. Nada más salir llamo a mi hermana para felicitarla en su cumpleaños. Nos gastamos la broma de felicitarnos a primera hora en esta fecha (nuestro cumpleaños) tan importante para la humanidad, aunque ella (la humanidad) no lo sabe.
  Hacia las 9´330 paramos en el área de servicio de La marina, más o menos a la altura de Benidorm, a tomar algo y estirar un poco las piernas
  A la altura de Puçol tomamos la A-23 dirección Teruel. Otra parada en área de servicio cerca de Segorbe para descansar y seguiremos a comer en Teruel. A partir de aquí, en Geldo, tomamos la N-234 que encontramos (algo que se va haciendo implícito a nuestros viajes) en obras porque como han descubierto o asumido que Teruel existe han decidido hacer la que será la Autopista Mudéjar. El tramo se hace interminable, el coche se calienta y nuestra llegada a Teruel se retrasa hasta la 1´30. Buscamos aparcamiento y tras deliberar decidimos visitar la ciudad antes de comer.
  Un poquito sobre la ciudad. Parece que etimológicamente el nombre Teruel viene de dos palabras hebreas, “Thor” y “bat”, o sea lugar del toro. Otros opinan que deriva del nombre que los fenicios dieron al río Turia o Turriar a causa de la abundancia de toros que encontraron en el lugar y de ahí también el nombre de la ciudad.
  Es considerada Teruel la capital del Amor debido a la leyenda de los famosos amantes Isabel de Segura y Diego Marcilla inmortalizados por Hartzembusch en su obra “Los amantes de Teruel”. También capital mundial de la arquitectura mudéjar, por lo que iremos viendo al recorrerla.
  Recorrimos el casco antiguo que nos pareció minúsculo pero muy bonito e interesante. Hay algunos de los monumentos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad “Arquitectura mudéjar de Aragón”. Así, la Catedral 


Fachada de la Catedral

 De ella destaca en este arte la techumbre del cimborrio

Catedral. Cimborrio y torres


Torre de la Catedral

       También las torres de las iglesias de S. Pedro, S. Martín y S. Salvador.

Torre de S. Salvador

 Otro lugar que no se puede dejar de observar es la plaza y fuente del Torico. 

Plaza y fuente del torico

   Comemos cerca de la plaza y damos otro paseo por la zona. Hay una bonita fuente amenizada con música de Strauss. Recogido todo en nuestras respectivas cámaras.
También bonitas casas modernistas. 


  Seguimos camino de Albarracín hacia las 4´30. La carretera de pronto empieza a subir y serpentear ¡era de esperar! Llegamos hacia las 5´15 al Hotel Albarracín (***). Sito en la que fue Casa de la Brigadiera que encierra siglos de historia. El recepcionista nos cuenta que allí se han hospedado príncipes, infantas y muchos personajes importantes de cuya memoria hay fotografías por todas partes.
  Como solemos hacer, descansamos aproximadamente una hora y salimos para un primer contacto con el pueblo. Lo recorremos prácticamente entero, paseamos por la orilla del río y el Parque Municipal desde donde fotografío la espalda del hotel. 


Panorámica desde el parque

 Hago fotos y mi marido graba, graba y graba.
  En realidad, Albarracín merece más que un relato un amplio reportaje fotográfico. No hay rincón que no merezca ser inmortalizado.
  Encontramos y visitamos el Molino del gato, donde queríamos cenar, pero no se puede porque es solo bar de copas. ¡Qué cosas hay hasta en Albarracín! Al fin cenamos enfrente, en la orilla de la carretera en el Restaurante Olimpia, donde como se verá más adelante, acabamos haciendo amistad con el dueño.
  De nuevo en el hotel preparo lo del día siguiente y ¡a dormir! No sin antes hablar con mi hija pequeña.
  Marte 7 empezaremos la auténtica visita. Salimos a desayunar en la tasca típica El Rosos recomendación de mi pequeña por sus tostadas. Un desayuno estupendo, pero resulta que cierran del 8 al 10, o sea que mañana buscaremos el lugar recomendado por mi hijo.
   Nos vamos hacia la oficina de turismo que abre a las 10 para buscar información sobre la visita guiada. Mientras esperamos paseamos y hacemos más fotos, ahora la luz es distinta a la de la tarde y las cosas se ven de otra manera. También da en otra dirección por lo que permite fotografías y tomas distintas, sobre todo desde la balconada de la Plaza Mayor.


Plaza Mayor

  Tiene esta plaza una peculiaridad propia del pueblo: la irregularidad geométrica. Tiene forma de U y está rodeada por edificios de los que llaman la atención los balcones y fachadas. También, como es natural tiene su parte porticada. 


Típica balconada en la Plaza Mayor

 
Por fin abren la oficina y nos dan un mapa y la mínima información porque la pedimos, si no ni eso. Sí, un número de teléfono para la visita guiada que nos recomendó mi hijo. Llamo y quedamos a las 11´15 en la plaza para unirnos a un grupo que viene de Cuenca (tercera edad, claro). Mientras hacemos hora nos vamos a dar una vuelta y ¿qué crees que pasó? Sí. Efectivamente. aunque parezca imposible, nos perdimos. Nos perdimos uno del otro o lo que es igual se me perdió mi marido. En un lugar en que teóricamente y según todas las leyes de la lógica sería imposible pero que en nuestro caso …Como puedes imaginar hay dos versiones del hecho que naturalmente se vive y se ve desde perspectivas distintas. Estuvimos perdidos casi una hora; tanto es así que tuve que llamar a la guía, Cristina, y decirle que si cuando tuviera el grupo completo no habíamos aparecido se fuera, que ya haríamos por encontrarla. Tuvo la gentileza de indicarme donde iría primero para que la pudiera localizar pronto. A todo esto, cosa rara, mi marido tuvo la feliz idea de activar su móvil (si lo hubiera hecho antes otro gallo nos cantara) y localizarme. Total, que paree que no nos habíamos separado más de 5 metros, según él, y no nos habíamos visto. Quizá el problema es que a distancia ya no vemos muy bien. El caso es que yo echaba chispas. Me preguntaba por qué sigo viajando con él, que estoy harta de su camarita y de sus tomas y que la próxima película la va a ver su mamá. Estas y otras lindezas pensaba yo cuando, por fin, sonó el teléfono, razón por la cual mi voz al contestar tenía un tono y timbre que no daba lugar a dudas sobre mi estado de ánimo. Le transmití varias de las cosas que había estado pensando y otras que se colaron de rondón y tras discutir quién era el culpable nos fuimos a buscar a Cristina. La discusión volvería en la comida y por la tarde que al volver a la placita de marras se empeñó en hacer la reconstrucción de los hechos, según su perspectiva y sin querer dar crédito a mi relato. Al final naturalmente, cada cual se quedó con su verdad.
  Por fin nos unimos al grupo que estaba a punto de empezar la visita. Interesante. Tenía razón mi hijo porque va contando la historia de varias casas, el porqué de su color. Los edificios se presentan apiñados y monocromáticos, pues la gran mayoría están construidos con madera de la sierra de Albarracín y el característico yeso rojo de las montañas del Arrabal, que el Ayuntamiento proporciona cada vez que aprueba una licencia de obras. 


Se puede apreciar el color delas casas

  Pero hay una, la única en el pueblo que tiene un color diferente, es azul: la casa Azul de los Zuloaga. En torno a este detalle hay dos versiones. Una es una bonita leyenda, una historia de amor del siglo XVIII.  Se cuenta que uno de los jóvenes de la familia se enamoró de una bella andaluza, se casó y se la llevó a Albarracín. La pobre chica no conseguía acostumbrarse a su nueva tierra. Añoraba sus costumbres, la luz, su casa. El enamorado para compensarla le pintó la casa de azul que gustó a su enamorada.
  Para algunos la realidad es menos romántica. Fue la forma de esta familia de demostrar que su poder económico superaba a todos los demás. La teníamos casi junto al hotel.

La Casa Azul

 Nos hizo ver (yo ya lo había visto) el estilo de las balconadas de la Plaza mayor (castellanas), o esa ventana esquinada de línea renacentista que hay en la plaza y recuerda muchas vistas en Úbeda, Baeza y Trujillo. 
  Otra curiosidad de Albarracín sobre la que llamará nuestra atención, son los famosos llamadores. Estos llamadores tienen forma de lagarto o dragón y comenzó a utilizarlos en sus puertas el Obispo. El origen, parece ser, se encontraba en el imaginario de que cuando los lagartos aparecen en primavera y verano, son periodos de riqueza por la recogida de la cosecha. Cuando desaparecen debido a las temperaturas, la vida se hace más dura. Los más poderosos del lugar, imitando estos llamadores eclesiásticos, fueron incluyendo estos elementos, e incluso multiplicándolos. Eran un signo de relevancia social. A veces se pueden ver dos o más en una puerta.
  No obstante, hay que recordar que los hay de formas variadas. Pueden ser simples piezas alargadas, mazos, o argollas. Parece que cuando son redondas les llaman aldabas y cuando alargadas o de brazo, picaportes





También llaman la atención las rejas.


  Seguimos con la Catedral 





   De paso, llama la atención sobre detalles que si vas solo tal vez no aprecias, como la casa del abanico y los tejados superpuestos.
 Terminamos la visita solos con ella porque el grupo tenía hora de salida. Paseamos y charlamos.
  Dimos otra vueltecita para inmortalizar con nuestras cámaras algunos detalles y nos fuimos a comer. Lo hicimos en Café Bar CASINO donde llegamos a la conclusión por las características del local, grandes ventanales dando al río y al pueblo, que era el que nos había aconsejado mi hijo para desayunar. ¿Qué comimos? Truchas con jamón.
  Nos fuimos al hotel a descansar un rato. No hacía mucho calor, pero el pueblo se queda desierto y llevábamos casi 5 horas pateando
Después de la siesta, el “paseo fluvial del Guadalaviar”. Es el nombre que tiene aquí el Turia. Consiste en dar la vuelta al pueblo siguiendo el curso del río, por un caminito que empieza en el Parque Municipal prácticamente y acaba en el Portal del Agua. 


Portal del agua
  Se puede dejar antes y subir a la torre Blanca, pero nosotros seguimos hasta el Molino del Rey y luego por un camino más ancho ya al portal. En algunos tramos hay una pasarela de madera para poder completar el recorrido. Es muy agradable y tiene tramos muy bonitos con lirios de agua y otras flores, pero la hora no me permite hacer más que un par de fotos que además no salieron bien.
 Seguimos descubriendo nuevos detalles del pueblo y volvemos a disfrutar de los ya vistos como la panorámica desde la balconada de la Plaza mayor, las perspectivas de las calles partidas por la luz en dos zonas una iluminada y otra en sombra que re recuerda a Valle Inclán en las acotaciones de Luces de Bohemia; 

Panorámica desde la Plaza Mayor

Vista del castillo desde la Plaza Mayor

  Al atardecer, una cervecita (cervezón) en el Molino del gato y volvemos a cenar al Olimpia. Al salir hace un fresquito que invita a abrigarse. Desde el balcón de hotel volvemos a contemplar el pueblo iluminado. Mensaje a los dos hijos que conocen el pueblo y nos han orientado. ¡A dormir!
  El día siguiente, miércoles hemos decidido dedicarlo a las pinturas rupestres. Desayuno en el Casino y ¡en marcha! Mi marido creía que íbamos a ir en coche, pero mi hijo me había hablado de una ruta por el barranco, muy bonita, a pie, claro. Me llaman los dos en cuestión para contarme problemas que solo una mamá puede resolver, aunque sea a kilómetros de distancia. Mi marido propone desactivar el móvil Emprendemos el camino, como es natural equivocado. Vamos por la carretera y yo recuerdo que lo que me contó mi hijo no es eso. Lo llamo, me orienta y, por fin, estamos en la senda adecuada. El panorama es impresionante. 
 Al principio vamos muy solos, pero pronto nos alcanza un grupo de extranjeros con los que vamos coincidiendo casi todo el camino. Son mayores como nosotros o más y hacen el camino en forma de trotecillo y parada. Nosotros vamos más regulares con lo cual los adelantamos, nos adelantan, hola, hasta luego, son muy saludadores. Al fin los perdemos y el resto del día iremos solos.
  El camino tiene tramos con alguna dificultad, pero a nosotros aún no hay dificultad que nos detenga, aunque quizá deberíamos ir haciéndonos otros planteamientos. Por prudencia, solo.
 Llegamos al primer abrigo (es como se llama a las pequeñas cuevas que encierran pinturas)” La fuente del cabrerillo “que nos deja un poco fríos pues hace falta paciencia, imaginación y agudizar la vista para ver algo. Con un poco de suerte conseguimos distinguir el caballo.
 A partir de aquí el camino se va haciendo más difícil. Atravesamos una zona boscosa con sombra y desembocamos en un camino ancho, pero con una ligera pendiente y a pleno sol. A poco un indicador nos hace salirnos y llegar al segundo grupo de abrigos (2-3-4) en donde lo que mejor se ve es “Toricos del prado del Navazo”, incluso los puedo fotografiar. Volvemos al camino y por suerte hay un lugareño que nos orienta para seguir. Así llegamos a la zona de Centro de Información (cerrado), zona recreativa, todo ya junto a la carretera al otro lado de la que se encuentra el camping.
  Nos sentamos, comemos unas barritas energéticas y seguimos hacia otro grupo de abrigos (6-7-8-9-10-11) más el jardín botánico que se atraviesa para llegar a las últimas y el mirador que más bien parece un lanzador de parapente o de cualquiera que se detenga si hace algo de viento. Si no recuerdo mal aquí tampoco todas las figuras eran fácilmente localizables, a excepción de “el arquero”, que era lo que yo perseguía desde que emprendimos la excursión, pero es muy chiquitín. 



Esa figura diminuta que se ve en la parte superior es el famosos "arquero"
    Comemos y le pregunto a mi hijo, vía mensaje, si se vuelve por el mismo sitio. Me contesta muy apurado por si nos ha metido por un camino demasiado difícil y su mamá se tuerce un pie.  Cuando le digo donde estamos se pasma pues hemos llegado el doble de lejos que ellos. ¡No sabe con quién se la juega! Volvemos por el barranco, a toda mecha, cuesta abajo, pero esto para las piernas es casi peor. En dos horas nos plantamos en el hotel. Le pongo un mensaje” tranqui, ya en la cama”
  Beber mucho, mucho. Ducha, siesta. Me duelen las piernas horrores. En qué me veo de poder salir, pero apenas empiezo a andar se alivia el dolor. Han sido casi nueve horas andando. Damos un paseíto y cenamos donde siempre. Menos mal que nosotros “no nos casamos con nadie”, solo somos de ideas fijas y si un sitio nos gusta volvemos hasta hacer amistad como nos ha pasado con el dueño del Olimpia. Pero esta historia hay que contarla mañana.
  Nos vamos al hotel a ver el partido de la Selección. Yo más bien me lo duermo. Tanto es así que no recuerdo cómo quedó.
  El día siguiente, jueves 9 casi nos sobró. Tuvimos que inventarnos algo para cubrirlo. Desayunamos donde siempre, el Casino, y nos fuimos a Calomarde en busca de una cascada, cuya visita se aconsejaba en unos mapitas informativos en el pueblo.
  Por no variar nos pasamos la cascada que está antes de llegar al pueblo y a la salida había un indicador que decía” Cañón de los arcos”. Allí estaba parado preguntando un matrimonio que había cenado en la mesa contigua a la nuestra. Nos saludamos y emprendemos el camino juntos, pero no revueltos. Un canalito de agua a un lado y otro. Llama la atención una enorme roca que sugiere la cabeza de un camello, frente a la que un letrero dice “El Morricón” o algo así.

Aquí está

  Llegamos a un punto en que sentimos la sensación de haber sido timados. Volvemos y es entonces cuando se ven los arcos naturales en la roca. Al fin, ha valido la pena.


Los arcos

 
Habíamos pensado llegarnos al nacimiento del Tajo, pero los compañeros de paseo nos dicen que ellos han estado y solo se ve una escultura y un letrero que dice nacimiento del Tajo. Así las cosas, decidimos volver a Albarracín y ver la cascada. Ya en el coche le preguntamos a un hombre que dice ¿la cascada? A dos kilómetros, pero cuando hay agua. ¡Pues estamos bien!
¡Día lucido! A pesar de todo paramos. La cascada existe, es bonita, pero está bajo mínimos. Cascadilla en el más amplio sentido de la palabra. 

La cascadita

  Volvemos a casa haciendo una parada en un bonito paraje a la orilla del río en una alameda o chopera o lo que sea porque mi marido no acaba de aclararse.


   
A lo largo del camino muchas zonas parecidas a los ríos de piedra, pero no hay buen sitio para parar lo que siente dolorosamente el geólogo-cámara.
  Dejamos en el hotel lo que sobra y nos vamos a tomar una cerveza con boquerones en la tasca de la Plaza mayor y luego a comer a ¿lo adivinas?¡exacto, al Olimpia! El dueño nos recibe con palmas y olivos, nos cuenta su historia, la cocinera es su mujer-muy buena -le decimos; a los cafés invita la casa por la insistencia; me regala la cerámica del helado y otra a juego: total, dice, yo la pago y ustedes la pagan. Aún volvemos a cenar y entonces invita a la cerveza de mi marido. Si estamos un día más comemos gratis. Nos despedimos y quedamos amigos para siempre, la, la, la. Me ha recordado cuando en Cangas de Onís comíamos todos los días en El Abuelo. ¡Ay, la naturaleza humana! O la nuestra.
  Por fin el viernes 10 para casa. Salimos a las 8´30. Dejamos el equipaje en el coche y desayunamos en El Casino. Entre Teruel y Valencia ligera llovizna incluso lluvia un rato. Hacia las 10 la primera parada. No hay el atasco de la ida. Hacia la una, parada en La Marina para comer. A las 4´30 en casa. Tengo la impresión de que la vuelta ha sido más rápida, un poco al menos.
Espero tener una temporadita de descanso. Ya veremos.

 Un viaje para recordar ¿Verdad?

martes, 15 de enero de 2019

IRENE



   

   Detrás de la barra de una cafetería se ve y oye tanto que una puede acabar siendo novelista. Llevo años regentando una cafetería-panadería-confitería en colaboración con mi familia
  No sé cómo quedé en esto pues ya en el colegio me encantaba escribir y decía que quería ser escritora. Sin embargo, aquí estoy sirviendo cafés o lo que pidan los clientes.
  No obstante, ellos, los clientes, son la sal de mis días. Casi todos dan lugar a cuentos o narraciones más o menos largas según las características del individuo.
  Pero un día entró una mujer, una de esas mujeres que cuando una las ve piensa: quiero ser como ella. Aquella noche, apenas llegué a mi casa abrí el ordenador y escribí su descripción. “¿Cincuenta y tantos? Espléndida. Uno sesenta y cinco, tal vez, de estatura; más bien delgada pero no demasiado, lo justo para resultar elegante. Unos preciosos ojos castaños con un toque como de color miel, de mirada expresiva, pero algo triste. Una bonita boca que sonríe con dulzura y unas manos, qué manos, las más bonitas que he visto en   mi vida”.
  Me pidió un café con leche y tostadas. Me preguntó si podía tomarlo en una mesa y le dije que se sentara donde quisiera que yo se lo llevaba. Me dio las gracias y se sentó justo frente a la barra. Sacó de su bolso un libro y un lápiz y estuvo leyendo y tomando notas mientras se tomaba el desayuno. Terminó, miró el reloj y se dispuso a marcharse. Al acercarse a la barra a pagar me preguntó si ese pan tan rico de las tostadas lo vendíamos y se llevó uno grande que le expliqué era conveniente llevarlo cortado pues así lo podía guardar en el congelador y le aguantaba mucho tiempo. Me agradeció la información y se marchó. No he dicho que tenía una voz casi melodiosa.
  Pensé que tenía que inventarle una historia. Empecé por buscar un nombre que le cuadrara y se me ocurrió IRENE porque recordé del bachiller que ese nombre
significa la que trae la paz y esta mujer solo puede aportar paz. Observé que no llevaba alianza por tanto tenía que imaginarla sola. ¿Viuda, soltera, divorciada? Ya lo pensaría. No se me iba de la cabeza y todo era dar vueltas a la posible historia. Pero nada de lo que imaginaba me convencía. ¡Era tan especial!
  La diosa Fortuna se compadeció de mí. Una mañana de los días de Navidad reapareció. Pidió lo mismo que la otra vez, pero se lo tomó en la barra. También se llevó pan. Lo curioso fue que me preguntó si sabía algo de unas casitas que hay en el paseo marítimo, que parecen gemelas, pero en una no se ve a nadie; si se vende o se alquila. No tiene ningún cartel, me dijo.  No tengo ni idea, le contesté, pero si quiere me puedo enterar. Y me atreví a preguntarle si le gustaba el pueblo para vivir en él.
 - Sí, me gusta y necesito el mar.
 Mi madre me dijo que en la que estaba habitada vivía un matrimonio francés, pero poco más.
  Eso me dio pie para seguir inventando. Pero ¿Qué? Pasaba los días esperando que volviera a aparecer a ver si me daba alguna pista y pensando en su historia en la que, a la fuerza, yo tenía que meter el amor, porque de una forma o de otra tenía que haber amor.
  No volvió a aparecer hasta el mes de mayo. Buenos días, dulce sonrisa, lo de siempre y
-me alquilé la casita que te dije. Ahora necesitaría alguna señora joven, formal, para ayudarme en la limpieza antes del traslado y quién sabe si con el tiempo algo más, siempre que nos entendamos y a ella le interese. Seguro que tú o tu madre conocéis a alguien. Me dio su nombre, Irene, y su móvil. ¿Irene? Justo el nombre que yo le había inventado. ¿casualidad, intuición?
  A mediados de junio, reapareció. 
-Todo perfecto. La chica es, me dijo, ideal para lo que yo necesito. En julio me jubilo y me traslado definitivamente. Te voy a visitar bastante.
 No sabes lo que esto me facilita las cosas, pensé. Yo ahora ya no tendría que esperar tanto para verla, pero se me iban las noches inventando una historia que, con frecuencia al día siguiente desechaba.
 Pasó el verano. Alguna vez aparecía con alguien que me presentaba como hermanos o sobrinos. Los tenía de diferentes edades y todos guapísimos, casi más que ella, sobre todo una hermana, pero con el sello de la distinción y la elegancia. Entonces ¿Por qué está sola? Aquí hay algo raro y es seguro una historia de amor. ¿Por otra mujer? ¡No! Algo me dice que no. Pero ¿qué pasó, dónde está el afortunado que no la supo tomar, o el idiota que la dejó escapar?. ¡Dios, qué martirio! La historia familiar la tenía más o menos encauzada, aunque seguro que no se parecía a la verdadera, pero la de su amor secreto o perdido ¿Cómo inventarla si no tenía el menor indicio de lo que pudo pasar? ¿un amor de juventud que no cuajó? ¿Un gran amor que la muerte le arrebató? ¿Un fracaso que la dejó vacunada para el resto de sus días? Cualquiera de las tres historias es válida, pero ¿por cuál inclinarme? 
 Pasó el verano, llegó el otoño, llegó Navidad. Me felicitó y dijo que la pasaría con sus hermanos, pero se volvía a su casa el 27 o 28. Después, ni rastro hasta pasadas las fiestas. Me pareció encontrarla algo pálida. Podrían ser apreciaciones mías que me empeñaba en ver cosas raras. ¿Qué hizo noche vieja? ¿La pasó sola? No puedo preguntarle, sería una imprudencia y ella es tan discreta…
  A finales de enero apareció un día a desayunar acompañada de un hombre guapísimo, vamos eso que los cultos llamarían el canon de belleza masculina. Aparte Gregori Peck no había visto en mi vida un hombre así. Alto, relativamente delgado, con unos ojos azules que me dejaron atónita pero más la debían dejar a ella si se estaba dando cuenta de cómo la miraba. También, como ella, tenía manos bonitas y mirada dulce y triste. Hablaban con bastante naturalidad, como si se conocieran de toda la vida, pero esta vez no me lo presentó. Hacían una pareja perfecta. Pero seguía el misterio, aunque yo ya empezaba a sospechar algo que daría pie a mi bonita historia. Al menos yo quería que fuera bonita, que emocionara a quien la leyera, si es que alguna vez alguien la leía.
  Con cierta frecuencia el hombre volvía a aparecer. Se les veía pasear por la playa, comer en algún restaurante y supe por la chica que le busqué, que ha resultado serle muy fiel, que él vive cuando viene en la casa de al lado que son parientes y que trabajan juntos en cosas de libros.
Un día me atreví.
-Perdona, ya sé que es una imprudencia, pero si no te lo pregunto reviento.
-Dispara-me dijo con una sonrisa-
- ¿De dónde has sacado a ese señor tan guapísimo que te acompaña a veces?
-Del baúl de los recuerdos. Es un viejo compañero de la facultad. Por una de esas casualidades de la vida nos hemos vuelto a encontrar tras cuarenta años, y hemos decidido reanudar la amistad. Ahora trabajamos en unos libros que vamos a publicar. ¡Ah! Es viudo.
-Pues yo no lo dejaría escapar.
  Sonrió y se fue. Nunca volví a hablar con ella del tema. Casi los espiaba. Temporadas juntos, otras veces desaparecían curiosamente los dos y por fin empezamos a verlos pasear cogidos de la mano. Supe que vivían juntos.
Entonces ya empecé a dar cuerpo a la que sería mi novela, mi historia de amor con mayúsculas. Escribía casi con ansias todas las noches y cuando libraba me pasaba el día encerrada con mi ordenador. Mi madre empezó a preocuparse. Al final, un día decidí escribir la palabra FIN.
 Pero no pude sustraerme a volver día tras día a cambiar una frase, a dar fuerza a un diálogo, a quitar o poner. Así he pasado cinco años. Me he dado cuenta de que me ha creado adicción. He de hacer un esfuerzo para no volver a vivir con mis personajes. Les tomé cariño. Lloré, reí, sentí, vibré con ellos.
¿Me libraré alguna vez de esta adicción? ¿Podré dejar de volver a ella? Tal vez la solución sea empezar otra, pero es necesario que aparezca alguien especial por mi cafetería.

 ¿Puede ocurrir esto?