Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

martes, 15 de enero de 2019

IRENE



   

   Detrás de la barra de una cafetería se ve y oye tanto que una puede acabar siendo novelista. Llevo años regentando una cafetería-panadería-confitería en colaboración con mi familia
  No sé cómo quedé en esto pues ya en el colegio me encantaba escribir y decía que quería ser escritora. Sin embargo, aquí estoy sirviendo cafés o lo que pidan los clientes.
  No obstante, ellos, los clientes, son la sal de mis días. Casi todos dan lugar a cuentos o narraciones más o menos largas según las características del individuo.
  Pero un día entró una mujer, una de esas mujeres que cuando una las ve piensa: quiero ser como ella. Aquella noche, apenas llegué a mi casa abrí el ordenador y escribí su descripción. “¿Cincuenta y tantos? Espléndida. Uno sesenta y cinco, tal vez, de estatura; más bien delgada pero no demasiado, lo justo para resultar elegante. Unos preciosos ojos castaños con un toque como de color miel, de mirada expresiva, pero algo triste. Una bonita boca que sonríe con dulzura y unas manos, qué manos, las más bonitas que he visto en   mi vida”.
  Me pidió un café con leche y tostadas. Me preguntó si podía tomarlo en una mesa y le dije que se sentara donde quisiera que yo se lo llevaba. Me dio las gracias y se sentó justo frente a la barra. Sacó de su bolso un libro y un lápiz y estuvo leyendo y tomando notas mientras se tomaba el desayuno. Terminó, miró el reloj y se dispuso a marcharse. Al acercarse a la barra a pagar me preguntó si ese pan tan rico de las tostadas lo vendíamos y se llevó uno grande que le expliqué era conveniente llevarlo cortado pues así lo podía guardar en el congelador y le aguantaba mucho tiempo. Me agradeció la información y se marchó. No he dicho que tenía una voz casi melodiosa.
  Pensé que tenía que inventarle una historia. Empecé por buscar un nombre que le cuadrara y se me ocurrió IRENE porque recordé del bachiller que ese nombre
significa la que trae la paz y esta mujer solo puede aportar paz. Observé que no llevaba alianza por tanto tenía que imaginarla sola. ¿Viuda, soltera, divorciada? Ya lo pensaría. No se me iba de la cabeza y todo era dar vueltas a la posible historia. Pero nada de lo que imaginaba me convencía. ¡Era tan especial!
  La diosa Fortuna se compadeció de mí. Una mañana de los días de Navidad reapareció. Pidió lo mismo que la otra vez, pero se lo tomó en la barra. También se llevó pan. Lo curioso fue que me preguntó si sabía algo de unas casitas que hay en el paseo marítimo, que parecen gemelas, pero en una no se ve a nadie; si se vende o se alquila. No tiene ningún cartel, me dijo.  No tengo ni idea, le contesté, pero si quiere me puedo enterar. Y me atreví a preguntarle si le gustaba el pueblo para vivir en él.
 - Sí, me gusta y necesito el mar.
 Mi madre me dijo que en la que estaba habitada vivía un matrimonio francés, pero poco más.
  Eso me dio pie para seguir inventando. Pero ¿Qué? Pasaba los días esperando que volviera a aparecer a ver si me daba alguna pista y pensando en su historia en la que, a la fuerza, yo tenía que meter el amor, porque de una forma o de otra tenía que haber amor.
  No volvió a aparecer hasta el mes de mayo. Buenos días, dulce sonrisa, lo de siempre y
-me alquilé la casita que te dije. Ahora necesitaría alguna señora joven, formal, para ayudarme en la limpieza antes del traslado y quién sabe si con el tiempo algo más, siempre que nos entendamos y a ella le interese. Seguro que tú o tu madre conocéis a alguien. Me dio su nombre, Irene, y su móvil. ¿Irene? Justo el nombre que yo le había inventado. ¿casualidad, intuición?
  A mediados de junio, reapareció. 
-Todo perfecto. La chica es, me dijo, ideal para lo que yo necesito. En julio me jubilo y me traslado definitivamente. Te voy a visitar bastante.
 No sabes lo que esto me facilita las cosas, pensé. Yo ahora ya no tendría que esperar tanto para verla, pero se me iban las noches inventando una historia que, con frecuencia al día siguiente desechaba.
 Pasó el verano. Alguna vez aparecía con alguien que me presentaba como hermanos o sobrinos. Los tenía de diferentes edades y todos guapísimos, casi más que ella, sobre todo una hermana, pero con el sello de la distinción y la elegancia. Entonces ¿Por qué está sola? Aquí hay algo raro y es seguro una historia de amor. ¿Por otra mujer? ¡No! Algo me dice que no. Pero ¿qué pasó, dónde está el afortunado que no la supo tomar, o el idiota que la dejó escapar?. ¡Dios, qué martirio! La historia familiar la tenía más o menos encauzada, aunque seguro que no se parecía a la verdadera, pero la de su amor secreto o perdido ¿Cómo inventarla si no tenía el menor indicio de lo que pudo pasar? ¿un amor de juventud que no cuajó? ¿Un gran amor que la muerte le arrebató? ¿Un fracaso que la dejó vacunada para el resto de sus días? Cualquiera de las tres historias es válida, pero ¿por cuál inclinarme? 
 Pasó el verano, llegó el otoño, llegó Navidad. Me felicitó y dijo que la pasaría con sus hermanos, pero se volvía a su casa el 27 o 28. Después, ni rastro hasta pasadas las fiestas. Me pareció encontrarla algo pálida. Podrían ser apreciaciones mías que me empeñaba en ver cosas raras. ¿Qué hizo noche vieja? ¿La pasó sola? No puedo preguntarle, sería una imprudencia y ella es tan discreta…
  A finales de enero apareció un día a desayunar acompañada de un hombre guapísimo, vamos eso que los cultos llamarían el canon de belleza masculina. Aparte Gregori Peck no había visto en mi vida un hombre así. Alto, relativamente delgado, con unos ojos azules que me dejaron atónita pero más la debían dejar a ella si se estaba dando cuenta de cómo la miraba. También, como ella, tenía manos bonitas y mirada dulce y triste. Hablaban con bastante naturalidad, como si se conocieran de toda la vida, pero esta vez no me lo presentó. Hacían una pareja perfecta. Pero seguía el misterio, aunque yo ya empezaba a sospechar algo que daría pie a mi bonita historia. Al menos yo quería que fuera bonita, que emocionara a quien la leyera, si es que alguna vez alguien la leía.
  Con cierta frecuencia el hombre volvía a aparecer. Se les veía pasear por la playa, comer en algún restaurante y supe por la chica que le busqué, que ha resultado serle muy fiel, que él vive cuando viene en la casa de al lado que son parientes y que trabajan juntos en cosas de libros.
Un día me atreví.
-Perdona, ya sé que es una imprudencia, pero si no te lo pregunto reviento.
-Dispara-me dijo con una sonrisa-
- ¿De dónde has sacado a ese señor tan guapísimo que te acompaña a veces?
-Del baúl de los recuerdos. Es un viejo compañero de la facultad. Por una de esas casualidades de la vida nos hemos vuelto a encontrar tras cuarenta años, y hemos decidido reanudar la amistad. Ahora trabajamos en unos libros que vamos a publicar. ¡Ah! Es viudo.
-Pues yo no lo dejaría escapar.
  Sonrió y se fue. Nunca volví a hablar con ella del tema. Casi los espiaba. Temporadas juntos, otras veces desaparecían curiosamente los dos y por fin empezamos a verlos pasear cogidos de la mano. Supe que vivían juntos.
Entonces ya empecé a dar cuerpo a la que sería mi novela, mi historia de amor con mayúsculas. Escribía casi con ansias todas las noches y cuando libraba me pasaba el día encerrada con mi ordenador. Mi madre empezó a preocuparse. Al final, un día decidí escribir la palabra FIN.
 Pero no pude sustraerme a volver día tras día a cambiar una frase, a dar fuerza a un diálogo, a quitar o poner. Así he pasado cinco años. Me he dado cuenta de que me ha creado adicción. He de hacer un esfuerzo para no volver a vivir con mis personajes. Les tomé cariño. Lloré, reí, sentí, vibré con ellos.
¿Me libraré alguna vez de esta adicción? ¿Podré dejar de volver a ella? Tal vez la solución sea empezar otra, pero es necesario que aparezca alguien especial por mi cafetería.

 ¿Puede ocurrir esto?

1 comentario:

  1. Pues claro que puede volver a ocurrir. Y cuando dudes pregúntale a tu amiga Constanza que además de viajera es muy inteligente y creativa. Es capaz de inventar las situaciones más originales. Es una verdadera escritora. Se le nota que disfruta escribiendo.

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