Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

domingo, 20 de octubre de 2013

LA GORRITA AZUL


“En la puerta había una gorra negra” Era el símbolo que buscaban: una sombrerería donde vendieran, además, gorros y gorritos. La abuela le había regalado a la niña unas trencitas rubias que simulaban ser las de Pipi Calzas Largas y se las pensaban coser a una gorrita para que pudiera llevarlas. Iban los cuatro que formaban por entonces la familia: papá, mamá, la niña de casi cuatro años y el peque que apenas tenía dos añitos.
Todo resultó muy fácil. La niña vio una gorrita azul eléctrico monísima, se la probó y se gustó. Los padres la pagaron y salieron a la calle, ella con su gorrita puesta aún sin las trenzas.


De pronto vieron la carita del niño. Miraba a su hermana como los niños  miran el caramelo en manos de otro niño. No obstante no decía nada. Demasiado prudente para su edad. Por suerte los padres se dieron cuenta a tiempo. La madre dijo: hemos cometido un grave error. El niño quiere también una gorrita.
Lo cogió de la mano y volvió sobre sus pasos. Entraron en la tienda. Pidió “algo para este hombrecito” y el vendedor le sacó una gorrita con visera tipo hockey azul marino. Cuando el niño se vio en el espejo sus ojos se iluminaron, su cara de felicidad era un poema. Un poema a la alegría, a la vida, a la inocencia infantil. Se miraba y se gustaba; ya era como su hermana. Él también tenía una gorrita.



Y colorín colorado ,espero que os haya gustado. Hasta pronto.

viernes, 11 de octubre de 2013

de senectute


“Ya sé que no es triste el otoño,
Sino nosotros los que somos tristes”
(Aurora Saura.
 “Las Horas”)

   No sé por qué y sí sé por qué, llevo cierto tiempo reflexionando sobre este tema.
    Hace unos días me iba a reunir con un grupo de amigas de la Facultad y se me ocurrió buscar fotografías de entonces. ¡Qué cambio! Luego tuve otra ocurrencia: preparar un detalle como recuerdo de este reencuentro y les hice unos marcapáginas con fotografías de antaño y unos versos alusivos a nuestra situación actual. Así fue como encontré estos versos de Gil de Biedma con que he pensado iniciar e ilustrar estas reflexiones.
Envejecer tiene su gracia
Es igual que de joven
Aprender a bailar, plegarse a un ritmo
Más insistente que nuestra inexperiencia.
Y procura también cierto instintivo
Placer curioso,
Una segunda naturaleza.
                              (J. Gil de Biedma)

   Es cierto que envejecer tiene su gracia, como casi todo lo que hacemos o nos sucede en la vida, si sabemos vérsela. Porque como dice José Martí: “Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la vejez sea desolada y triste… Hay que prepararse, hay que ir sintiendo la vida en cada momento tal y como se refleja en nuestro más profundo interior, sin engaños ni adornos que estorban. Hay que ver el hecho de ir haciéndonos mayores, sin prejuicios, sin esa idea preconcebida de seres que han perdido la jovialidad y el poder de encantamiento, que parecen no esperar ya nada que no sea dejarse simplemente morir…,. hay que ver el momento de la senectud como algo natural e ineludible, evitando en lo posible la soledad, la apatía y la tristeza; permaneciendo siempre curiosos al acontecer, evitando caer en esa mala idea de que todos los días son iguales, que ya nada merece la pena,….”.
      “Hay que prepararse” dice el autor. Es cierto. Y ¿cómo? Por ejemplo creándose aficiones, nuevas ilusiones. Es muy frecuente el hecho de personas que al jubilarse ya se sienten viejas y no saben qué hacer con su vida. Si nos gusta la lectura, viajar, la jardinería, la fotografía, hacer labores manuales,  todo eso llenará nuestras vidas. Hay muchas cosas que mientras somos jóvenes y estamos trabajando, y criando no podemos hacer, no nos da tiempo. Esas cosas se van guardando para cuando llegue el momento.

   Es cierto que tal vez nos quedemos bastante solos, pero nunca se debe abandonar la relación con la familia .aunque sea más esporádica y, como es natural distinta. Y no hay que olvidar la llegada de los nietos. Ellos, muchas veces, nos rejuvenecen. Y, sobre todo, no hay que aislarse. Es también el momento de recuperar amistades o de hacer otras nuevas.
  
   Está claro que cada cual ve la vejez según le va y según su carácter o según   lo que le tocó vivir. Uno de los mejores textos de nuestra literatura de todos los tiempos versa sobre la vejez y todos sus males. Hablo del parlamento de Celestina en el acto cuarto de la obra que lleva su nombre:

    CELESTINA.- “A la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua, llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de lo porvenir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte, cayado de mimbre que con poca carga se doblega.”
   Sorprendida Melibea le pregunta por qué habla tan mal de una época a la que todos quieren llegar. A lo que contesta Celestina con otro extenso repertorio de los males que acarrea la vejez:
   CELESTINA.- Desean harto mal para sí, desean harto trabajo. Desean llegar allá porque llegando viven, y el vivir es dulce, y viviendo envejecen. … Todo por vivir, porque, como dicen, "viva la gallina con su pepita". Pero ¿quién te podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre; aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer?
   ¿Hay quién dé más? Verdaderamente no se deja la vieja Celestina nada en el tintero. Pero reflexionemos. Por un lado, hay que tener en cuenta la época y las circunstancias sociales y personales de Celestina que no le daban otra opción que pensar así. Y lo que es peor, aún hoy hay personas que solo ven esa parte negativa de la vejez. Porque es verdad lo que dice Celestina pero hoy tenemos todos los medios a nuestro alcance para casi al cien por cien llevar la vejez no solo con dignidad sino con felicidad y alegría.
   Si lo pensamos bien la vejez, como los otoños, no es triste, los tristes somos nosotros que no sabemos verle la gracia.

Otoño en Soria


   Es cierto que la vejez tiene sus inconvenientes pero también su contrapartida. He dicho antes, nos quedamos solos. No hay por qué ver en ello una tragedia .Precisamente cuando se va entrando en años se soporta peor el ruido, la vida desordenada, y todas esas cosas de las que se disfruta cuando los hijos son adolescentes y jóvenes que viven en casa y ya quieren vivir a su aire. Cuando se independizan nos ahorramos ese estar despiertos hasta la madrugada, oído avizor, esperando el sonido de sus pasos en el vestíbulo del edificio o el de la llave entrando en la cerradura. Por mucho cuidado que lleven, lo oiremos y a partir de ese momento ya podremos dormir. Se han ido y ya no sonará la música, o el ruido, a cualquier hora del día o la noche; no habrá varios turnos de comida. Estamos solos, sí pero tranquilos y libres. ¿El síndrome del nido vacío? Tal vez, pero hay cosas que lo compensan.
   Por otro lado, la gente empieza a tratarnos con más dulzura, tienen más atenciones con nosotros. Nos ceden el asiento en el metro, nos ayudan a bajar del tren o a subir una escalera, nos aconsejan abrigarnos para que no cojamos un resfriado…Es cierto que, a veces, sobre todo al principio, estos detalles nos fastidian un poco porque hemos salido de casa sin conciencia de la edad que tenemos y porque aún nos sentimos capaces de hacer todo eso solos. Pero luego, para nuestros adentros, nos sonreímos. Y eso es lo que debemos hacer ante estas personas que nos quieren ayudar, sonreírles y ser par ellos unos viejecitos encantadores ¡Cuenta nos trae!
   En lo que a las mujeres se refiere, he leído recientemente un libro en que se recogen refranes de todo el orbe relativos a nosotras, en los que salimos muy mal paradas, todos son absolutamente misóginos, salvo aquellos que hacen referencia a la categoría de abuelas. Ahí todo son elogios. Por ejemplo “Dios no puede estar en todas partes, por ello creó a las abuelas”, “Vida placentera la quien deja que le cuide su abuela, “Quien no sabe de abuela no sabe de bueno”. Aunque en contra, algunos hacen notar que somos demasiado condescendientes con los nietos.
   Esta es, pues, otra de las ventajas de la vejez: los nietos “No hay nada más dulce que un nieto” reza un proverbio  alemán

    Y ¿Cuándo llega la vejez? ¡Ah! No tiene fecha, no avisa. Hay, incluso, quien es viejo toda su vida. En este sentido argumenta Cicerón: “Arguyen que la vejez se desliza furtivamente antes de lo que habían pensado…. ¿Quién les obliga a hacer una falsa suposición? ¿Es que acaso la edad senil sucede a la adolescencia más rápida y subrepticiamente que ésta a la niñez? Además ¿acaso les parecería menos enojosa la vejez si llegarán a cumplir ochocientos años en lugar de ochenta?; porque la vida pasada, aunque haya sido larga, no puede, una vez transcurrida, endulzar con ningún consuelo una ancianidad insensata.…Y así, si admiráis mi prudencia – que ojala fuera digna de la opinión que tenéis de mí y del sobrenombre que se me ha otorgado -, sabed que mi SABIDURÍA consiste en seguir fielmente los preceptos de la naturaleza, NUESTRA GUÍA inmejorable y en obedecerla como si fuera un dios; porque no juzgo verosímil que, habiendo ordenando a la perfección lo restantes períodos de la vida, haya descuidado, a la manera de mal poeta, el último acto de ella, sino que a pesar de todo fue absolutamente necesario que la vida humana tuviera un término … hecho que el sabio debe aceptar de buen grado; pues resistirse a las leyes naturales ¿qué otra cosa es, sino intentar, a la manera de los gigantes, combatir con los dioses?
   No vamos a negarle la razón a Cicerón, pero podemos ponerle una fecha aproximada. Por ejemplo para las mujeres la menopausia. Es clásico y tradicional que las mujeres se obsesionen con este suceso o proceso. Las hay, quizá hoy no tanto, que se consideran acabadas como mujeres; se deprimen, se hunden. Craso error. Pues si ese hecho es el final de algo, lo es de una tiranía, a la que nuestro cuerpo nos tenía sometidas.
   Otro momento, este es válido para hombres y mujeres, es la jubilación. Es casi imposible no pensar: ya no sirvo o no les sirvo, precisamente ahora que tengo más conocimientos y experiencia, precisamente ahora, me largan. Verdaderamente las jubilaciones deberían producirse de una manera progresiva; ir reduciendo los horarios, hacer a la persona mayor responsable de ciertas osas y no de otras. Pero no. Te lanzan a la calle de la noche a la mañana y si te gustaba tu trabajo tienes que hacer un gran esfuerzo para adaptarte a la nueva situación. No porque ella sea mala, sino por terriblemente nueva.
  
   Y hablando de experiencia conviene recurrir también al sabio refranero:
”El diablo sabe más por viejo que por diablo...”

         “En casa de viejo: no faltará un buen consejo.”


      En este mismo orden de cosas cabe recordar unas palabras del escritor japonés  Haruki Murakami  “A quienes tienen la suerte de librarse de morir jóvenes, se les privilegia con el preciado derecho de ir envejeciendo. Les aguarda el honor de su progresiva decadencia física. Hay que aceptar este hecho y acostumbrarse a él.”
   Por eso, siempre que sea posible debería mantenerse durante algún tiempo el contacto con la profesión. Yo tuve la suerte de contar con dos compañeras y amigas que solicitaron mi colaboración en actividades que estaban llevando a cabo y eso me tuvo ocupada los dos o tres primeros años de la jubilación, de forma que no perdí, de repente, el contacto con la que había sido, al menos en  un cincuenta por ciento, mi vida durante muchos años.
   No hay propiamente edad de la vejez; se es viejo cuando se comienza a actuar como viejo.
(Georges Clemenceau)


   Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.

(Georg Christoph Lichtenberg)

   Y la vejez, no solo no tiene fecha fija de llegada, sino que la vamos viendo llegar, la intuimos. Lo dice de una manera muy hermosa Aurora Saura en un bello poema de su libro “Las Horas”, escrito cuando aún era bastante joven. Recojo solo algunos versos:
“Ella que, seguramente, aún era joven
Recordó la vejez y su llegada.
Tuvo miedo de la debilidad,
Del abandono; miedo al sueño penosos,
A todas las futuras dependencias,
A la pérdida del cuerpo
Que ahora conocía y era suyo…..”
…………………………………
 “Se sonríe pensando que la que tendrá arrugas,
Y detendrá su paso, y hablará con voz tenue
Seguirá siendo ella;
Piensa, mientras sonríe,
Que aquella que descansa
No será sino ella,
Por fin reconciliada con el tiempo”
(De “Recuerdo del futuro”)
   
   La intuimos en esa primera cana que hemos descubierto, o esa arruguita, o la caída de los párpados. La intuimos en esa imagen que alguna mañana nos da el espejo− ¡Maldito espejo! −,  cuando nos muestra un rostro que empieza a recordarnos el de nuestra madre.
             
    “La vejez comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza.”
(Proverbio Hindú)
  
   El recuerdo, o los recuerdos, son el alimento básico de la vejez. De ese recordar, de ese mirar atrás nos habla Jorge Guillén en un bellísimo y sentido soneto que empieza:
“Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
 Y se me ahonda tanta perspectiva….”
   Ahí está el tesoro de nuestra vejez, en esa larga, extensa perspectiva. Esa vida pasada que encierra nuestra infancia, la relación con los hermanos, los días de escuela, las navidades, los veranos con los abuelos, el instituto; la Facultad con los profesores, los compañeros, las anécdotas , los temidos exámenes; el primer trabajo, el amor. Formar nuestra propia familia con la llegada sucesiva de los hijos y todo lo que ello acarrea: noches en vela cuando niños por mil motivos y más noches en vela por otros cuando llega la adolescencia y la juventud. Los viajes con el coche repleto de niños recorriendo los campings de España. El trabajo. Y tantas cosas más para   al final quedarnos solos.



Soledad

   Todo ese bagaje, ahora constituye el alimento de nuestros últimos años y días. Esos recuerdos ahora llenan muchas horas de conversación con la pareja y con los hijos. También de las reuniones con amigas de aquella época. Y, algo muy importante, nos sirven para hablar con los nietos; contarles batallitas. A ellos les gusta conocer el mundo de sus abuelos, cómo vivían, cómo iban a la escuela, cómo escuchaban música. Por cierto, les cuesta aceptar que no tuviéramos un ¿ ipod ?. También les gusta que estemos actualizados. A mi nieto le encantó saber que su abuela tiene un blog, que no solo hace un arroz con huesecitos delicioso y unos jerséis muy bonitos.
   
   Este ayer, estos recuerdos, constituyen el gran tesoro de los ancianos; lo que nada ni nadie les puede quitar…o casi. También nutren algunas de las obras de grandes novelistas. Estoy pensando en Ana Mª Matute, Saramago, Manuel Rivas, Paul Auster

   Se me dirá que todo esto es muy bonito pero que del dicho al hecho hay un trecho. En efecto. A la hora de la verdad es casi inevitable no caer en algún momento durante unos minutos, días o meses en ese negro pensamiento de sentirnos “presentes sucesiones de difunto”.
   Sí, es fácil caer en la nostalgia, en el pesimismo, la tristeza,….pero, por nuestro bien, debemos estar prestos a salir del pozo. Es cierto que a veces el futuro se adelgaza delicadamente ante nuestros ojos y se hace cada vez más difícil, más frágil, más escaso. Pero ya lo dijo la vieja Celestina” viva la gallina con su pepita
Hay que vivir mientras todo nos llame, mientras los dolores nos vuelvan sombríos
“Mientras estas mañanas nacen nuevas.
Que nadie, en el futuro, diga de ti
Que algo−humano o no−
Te ha sido ajeno.”

   ¡Vive! O sea aférrate al hoy, ahíncate en tu presente y vive estas horas aunque, como dice, también Aurora:
Tú también, como yo,
Las detendrías.


¿Es triste el otoño?



   BIBLIOGRAFÍA
   Aurora Saura: LAS HORAS y  DE QUÉ ÁRBOL. (De “Para una reconstrucción en el futuro”)

   F. Quevedo: POESÍA COMPLETA
  J. Guillén: DEL TRANSCURSO-QUE VAN A DAR A LA MAR.
  F. De Rojas: LA CELESTINA  (Es fácil observar que el texto está modernizado )
  Haruki Murakami “DE QUE HABLO CUANDO HABLO DE CORRER”  
  Cicerón: DE SENECTUTE
  J. Gil de Biedma:
 “No te cases con una mujer de pies grandes”
 Varias páginas sobre el tema y el refranero en Internet.

   A la espera de vuestros juiciosos comentarios. ¡Hasta la próxima entrada!

-------------------------------------------

sábado, 5 de octubre de 2013

Tilde la tontita

   Y llegó el día en que Tilde debía exponer en clase sus funciones, es decir, para qué sirve.
   Estaba un poquito nerviosa porque tenía que hablar en clase delante de la profesora, Doña Ortografía, y de todas sus compañeras que, además ella sabía, eran unas guasonas y no la dejarían hablar sin interrumpir con algo gracioso.
   No sé si sabéis que le llamaban “Tilde la tontita”.
   Había pasado la tarde anterior preparando lo que iba a decir, eso sí, con ayuda de su mamá y otros parientes como  Punto y coma, Punto, Dos puntos.
Decidieron que debía empezar, como hacía a veces la profesora, con un ejemplo.
Entraron a clase y empezó la algarabía:
− ¿Has preparado tu discursito?
− ¿Te sabes la lección?
La profesora tuvo que poner orden y le dio permiso para empezar a exponer su clase.
−Empezaremos, dijo, con un ejemplo. Y escribió en la pizarra: Juan tenía una tenia



    Decís que no sirvo para nada. En esta frase la palabra que lleva tilde es un verbo, y la que no la lleva es un gusano que se mete, a veces,  en la tripa de la gente  y fastidia mucho porque se come lo que ellos se comen y no los deja engordar. También le llaman solitaria
− ¿Es verdad, seño? − preguntó una vocal.
− Efectivamente, es cierto. Ya veis qué útil es escribir en su sitio la tilde.
   Como veis eso de que no sirvo más que para enredar no es cierto. Cuando se habla, se pronuncian una vocales con más fuerza que otras; a esa fuerza se le llama acento. Pero cuando se escribe, como no se oye hay que señalar esa fuerza.
  −Qué tontería, si ya se sabe como suena. Yo digo mamá y sé que se dice así con fuerza en la última A.
 −Claro, pero si ves escrita la palabra escorpión y no la habías oído nunca ¿sabrás cómo pronunciarla?
  − ¡Ah, claro! Entonces ¿Hay que poner tilde en todas las palabras?
  − No. Para eso hay unas reglas que debemos aprender. Es un poquito lioso pero con el tiempo se hace fácil.
−Ahora tú- dijo la profesora- deberías pedirles que pongan ejemplos para ver si se han enterado. ¿No crees?
Entonces Tilde, muy puesta en su papel dijo:
− A ver ¿quién sale a la pizarra y pone un ejemplo?
Se atrevió E. Se levantó de su pupitre, fue a la pizarra y escribió al mismo tiempo que decía: creo que no es igual decir
Te quiero, que, quiero
− ¡Muy bien!
− Ahora yo, dijo Ele. Y escribió
Él tiene el libro
− ¿Valen también palabras o han de ser frases?
− Valen palabras que lleven tilde.
Eso las animó más y empezaron a decir casi al unísono mientras Tilde, que seguía haciendo de profe, las iba escribiendo en la pizarra hasta que se llenó.

      Cántaro, camión, océano, mamá, árbol,
      Escuálido, durmió, burlón, pájaro

− ¿Qué es escuálido, tía?
− ¿Qué es eso de tía? −  Exclamó la profesora
− No, si lo he dicho porque lleva tilde.
− ¡Ya, ya! Escuálido es muy delgado, flacucho, así como estaba     Rocinante el caballo de D. Quijote. Y ahora os voy a poner yo un ejemplo un poquito más difícil.
No es lo mismo decir que alguien

        Se lamenta por la pérdida de la amada
        que decir que
        Se lamenta por la perdida de la amada.

   La primera frase significa que la amada se ha perdido, o se ha muerto,
− O se ha largado− dijo una consonante.
− ¡Eso!
− ¿Y la segunda?
− Pues que la amada  es una mala persona
− Vamos, que no es de fiar.
    − Veo− dijo la profesora− que sabéis más de la vida que de ortografía.
−Bueno, creo que por hoy ya está bien. Tilde lo ha hecho muy bien y tiene una buena nota. Los demás también tenéis un positivo porque habéis participado muy bien. Pero aún os queda mucho por aprender.
   Más adelante aprenderéis las llamadas reglas de acentuación que como ha dicho Tilde, son un poquito liosas. Pero no os asustéis porque con clases como la de hoy será fácil.
¡Hasta el próximo día, chicas y chicos!
− ¡Adiós, seño!



       Y colorín rojo y azul, este  cuento se acabó.
Espero que este también os guste. ¡Hasta pronto!