Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

sábado, 13 de octubre de 2012

Mi enésima relectura de “El lazarillo de Tormes” III



Sobre el problema de autor y la sátira social y eclesiástica.

    Mucho se ha escrito también acerca de la autoría de “EL LAZARILLO”. Asunto este ligado a su  temática y al momento histórico en que aparece la obra.
   Es este un aspecto en el que no puedo ser tan personal como en los capítulos anteriores. Razón por la cual presentaré algunas autorizadísimas opiniones y concluiré con cual me quedaría yo a la hora de explicar este problema a alumnos no universitarios.
Las tomo del prólogo de la edición de LAZARILLO DE TORMES de Joseph V. Ricapito.
   “El aspecto formal sobresaliente del Lazarillo es su forma autobiográfica.”
Para Américo Castro y Bataillon” Este elemento autobiográfico-anónimo no es un mero accidente sino un acto de omisión consubstancial a la esencia del libro
   “El Lazarillo puede ofrecerse como un caso formidable de un anonimato deliberado si el autor corría riesgos serios….” Teniendo en cuenta la sátira religiosa y social que contiene el libro, es más que probable que su autor corriera esos riesgos, de los que se habla, en caso de firmar la obra con nombre y apellidos. Hay que pensar en la Inquisición, se nos dice. Y pensamos, sin lugar a dudas. Como también que hoy, incluso en el siglo XIX, podría haber firmado. A fin de cuentas ¿tanta diferencia hay entre los personajes de esta obra, los clérigos sobre todo, y los de Galdós, Clarín, y Almodóvar (pasando al cine)?
   “Es muy posible también que los años en que la polémica erasmista se endurece sea el momento menos propicio para llamar la atención de los enemigos sobre un libro empapado del pensamiento del roterdamés”… Lógico. Así también lo entendemos los lectores de a pie.
Se nos dice que estamos ante “un libro riquísimo en aspectos riquísimos, un libro verdaderamente revolucionario en su tiempo y revolucionario en su concepción”. Y Se acepta, sin embargo, la posibilidad de” interpretaciones artísticas” dado que “el arte por su esencia se nutre de la imaginación y de la invención”. Por ahí van mis conclusiones.
   En este sentido se nos recuerda que “C. Guillén, impulsado por el deseo de hacer resaltar el elemento autobiográfico como entre los recursos artísticos más sofisticados, deja ver la diferencia entre la narración del  yo- objetivo  donde el yo que habla es un personaje diferente del autor y el  yo subjetivo donde el yo que habla es el héroe y autor a la vez. Lázaro en su voz es otra creación desligada de la del autor quien con maestría maneja sus personajes-títeres…..” A mí me gusta esta interpretación.
   Tiene, por otro lado, la forma autobiográfica una larga historia en nuestra literatura.Para Martín de Riquer “el Lazarillo pertenece a la tradición de la pseudo-autobiografía” O sea que se sigue insistiendo en la idea artística.
   Para otros el efecto último del procedimiento autobiográfico es “crear la impresión de una vida verdaderamente vivida”


Estuvimos en Salamanca algunos días……



   A partir de aquí, el autor de este prólogo se dedica a recoger los nombres de todos los que posiblemente pudieron ser el autor de EL LAZARILLO, apoyándose en autorizadísimas y justificadas opiniones.
Como yo aquí no pretendo hacer una tesis doctoral sino dejar constancia de mi desautorizada opinión diré que me inclino por la opción de la pseudo-autobiografía. De la creación artística. Tenemos innumerables ejemplos, incluso en la novelística actual de esta forma de narrar. De ese manejar con más o menos maestría a unos personajes auténticamente títeres.
Sin ir más lejos he leído últimamente una gran novela YO CONFIESO cuyo título ya nos hace pensar en una auténtica autobiografía. Sin embargo, no lo es.. Y ¿qué decir de esas cuatro novelitas de Eduardo Mendoza en las que un chiflado, excéntrico y raro detective cuenta en primera persona sus peripecias? No se me querrá convencer de que es la vida de Mendoza.

   Yo creo que saber el nombre, vida y milagros  del autor de una obra nos puede ayudar a comprenderla pero no es imprescindible. Pienso que analizando a fondo el texto puede ocurrir que lleguemos a conocer al autor, aunque no le pongamos nombre. O sea que podría producirse el efecto al contrario. Es decir: tenemos conocimientos de diferente índole (eso es imprescindible pues quien se ponga a analizar una obra literaria ha de tener otros muchos conocimientos) históricos, de Teoría literaria, de Historia de la Literatura, lingüísticos, etc. etc. Pues bien, leyendo detenidamente, analizando, si es preciso, cada palabra, podríamos llegar a localizar género, época, sicología del autor e incluso episodios o características de su vida.. Ya hemos visto, por ejemplo, como las palabras “a mí llaman” nos llevaban a aclarar el asunto del nombre. Igual puede ocurrir con el asunto que tratamos. Tengo varias experiencias al respecto.

   Así pues, de la lectura de EL LAZARILLO  se puede deducir que el autor era un hombre de un nivel cultural bastante aceptable; muy observador, en la línea de lo que luego serán los novelistas del XIX; comprometido con su época, de lo contrario no se habría arriesgado a contar lo que escribió; y, si no por fuerza un amargado y resentido, sí un “indignado” al modo de su tiempo. ¿Cómo se llamaba? ¡¿Qué más da?!

   Yo pienso que en todo texto hay una realidad exterior o interior del escritor, pero pasada por el tamiz del alma, la memoria y la imaginación de éste.
   En este sentido me parece interesante traer a colación algo que dice Nélida Piñon en APRENDIZ DE HOMERO en toda obra narrativa, de una manera u otra, subyace la persona del autor. Unas veces a través de un personaje convertido en su alter ego. Otras, desdoblándose en varios personajes apareciendo en rasgos de unos y otros. Incluso puede seguirse su rastro a través de citas o alusiones de personajes mitológicos, bíblicos, de la Literatura clásica, etc.
      Otra cita que podría servirnos” primero la literatura y si queda sitio, la verdad”. Dice Fernando Aramburu en AÑOS LENTOS.

   Con todo esto quiero concluir que en literatura lo importante es el texto y siempre el texto. Y en segundo lugar la actitud del lector: Ya lo dijo el Arcipreste de Hita:
“Yo, libro, soy pariente de todos los instrumentos;
Y te diré el bien o el mal según me pulses;
Donde esté lo que quieras decir pon nota y sostenido;
Si sabes pulsarme, siempre me tendrás en la mente.”

…con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo…..   
 Espero no haber defraudado las espectativas de los curiosos que se hayan acercado hasta aquí deseando saber algo más de mi amigo Lázaro de tormes.

Espero vuestros sabrosos comentarios.




2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la disquisición entre la narración bajo el yo-objetivo y el yo-subjetivo. Quizás el autor narrase su propia historia o parecida, cuando ya bien establecido pudiera dedicarse a otras cosas además de la propia subsistencia.

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    1. Es lógico que te quedes con esta idea. Es, entre otras cosas, una de las defendidas por los críticos, y es buena, naturalmente.
      Yo, no obstante, sigo inclinada por el uso de la primera persona como técnica estilística. Creo que si el autor hubiera firmado no tendríamos esta polémica, pero también los críticos se habrían quedado con la mitad del trabajo.
      Mi idea procede de la comparación de Lázaro con otros personajes. Por ejemplo, su congénere Pablos, asistía a clase, incluso de latín, con su amo. Pero Lázaro no tuvo esa posibilidad. Tampoco nadie se ocupó de formarlo ,intelectualmente hablado, como ocurre con Íñigo Balboa el escudero y protegido del capitán Alatriste. Íñigo, aunque no es pícaro, debe mucho como personaje a Lázaro y su protector se ocupa de que se forme, incluso tiene como maestro, ocasional, a Quevedo.
      Todo esto deriva de mi gusto por la Literatura comparada, método de estudio que aprendí de un gran maestro en la Facultad.
      Por otro lado, cuando pienso en el pregonero Lázaro, no puedo por menos que recordar al pregonero de mi pueblo. Era este un hombre de aspecto sanchopancesco, analfabeto, que recorría el pueblo con sus pregones. Se instalaba en los puntos en que confluían dos calles, con sus piernecilla abiertas, quizá para mantener mejor el equilibrio; hacía sonar una trompetita parecida a una mini cornucopia y casi cantaba su pregón. Tenía, una o dos fórmulas fijas a las que agregaba el nombre de lo anunciado. Así: Se hace saber, que el domingo …. O bien El que saiga encontrao una cartera con cinco- uros(duros) que se la deguerva al tío Pepe el horno y se le pagará el allajo” No creo que haga falta ponerle la h .
      Ya se sabe: la novela la hace el lector. Cada uno ve su novela.

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