Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

domingo, 1 de enero de 2017

“Un velero bergantín”. Defensa de la Literatura


Autor Luis García Montero
 Una obrita digna de ser leída por profesores de Literatura, pero, tal vez más por lectores sin formación literaria y sobre todo futuros escritores.

  Para ser sincera he de decir que el primer capítulo me decepcionó algo, dado que el título era muy sugerente. Pero pronto hallé lo que buscaba y esperaba encontrar.
   He dicho que me decepcionó porque, al principio, el autor solo se centra en el tema de la CANCIÓN DEL PIRATA, concretamente en la canción o sea la estrofa que canta a la libertad, incluso con una ,aunque velada y sutil, alusión política. Me extrañó que todo un poeta, además de profesor de Literatura, centrara la atención solo en el contenido, en el significado, de un poema como este. Un poema que dejando a un lado lo que dice, que evidentemente nos atrae y emociona, es mucho más que eso. Un poema con un ritmo poético y una musicalidad extraordinarios. Versos que es imposible leer sin seguir el balanceo de las olas del mar o de una cuna que se mece para dormir a un niño. O versos como “yo me río…” iniciado con un monosílabo que rítmicamente lleva un poderoso acento que le proporciona una fuerza semántica extraordinaria. Porque un poema, si nos emociona, no es solo por lo que dice sino por cómo lo dice
  Un poema así, pensaba yo, no puede servir solo para sentir la libertad. Pero casi al final del capítulo abre la puerta a ideas muy interesantes cuando dice que “la lectura nos enseña a ponernos en el lugar del otro, pero no deja al otro sin lugar” Bonito ¿verdad?.

“El otro” un tema que va a ser, a partir de aquí, el centro del libro.
Así veremos como el poeta, o el escritor en general, al escribir se pone en lugar del otro, del posible lector; de la misma manera que se va poniendo en lugar del personaje que va creando, porque es la única manera de crearlo. Por tanto, nos va a hablar también  del” yo poético” algo poco conocido. Por regla general cuando se lee poesía se piensa que se está leyendo la autobiografía poética del autor y no es así exactamente. El poeta crea un personaje que es, en realidad, quien habla, siente, vive en el poema.
 Mientras que el lector, al leer, también se pone en lugar, no solo del autor, sino de los personajes; se identifica con ambos, vive con ellos, llora y ríe, ama y odia. Siempre poniéndose en lugar del “otro”.
  Leer, pero leer sin prisa y leer a los clásicos. Cabe aquí recordar que hay que saber leer. Como decía el Arcipreste de Hita, el libro es como un instrumento musical que según se toca así suena. Eso ocurre con el libro, con los libros. No cabe leer, por ejemplo ,La Celestina viendo en ella solo la trágica historia de dos amantes sino también el aviso que se da a los jóvenes de que el amor mal entendido, mal practicado puede ocasionar grandes males. Es decir que se puede además extraer una enseñanza, aviso ético, o moral como sería en la época incluso hoy  para muchos.
   Al hablar de las prisas con que todo se hace hoy, incide en un tema muy interesante y de rabiosa actualidad. Aconseja a quien piense escribir que lea, que no desprecie a los clásicos pues de ese pasado tendremos que hacer el futuro. Escribir pero habiendo leído mucho. antes; y releyendo lo escrito pues no es cierto que en la improvisación esté la verdad .Y mucho menos, diría yo, la belleza de un texto literario. Me viene a la memoria otro clásico, Fray Luis que decía que “escribir es negocio de particular juicio…”
  También tendrían que recordar a los jóvenes y noveles escritores que todos los grandes de la historia de la literatura leyeron a sus antepasados. Recordemos como en Garcilaso está Petrarca mientras en Góngora está Garcilaso; o en Neruda están Fray Luis y Quevedo (por lo menos); y en Pérez –Reverte está Galdós y así un largo etcétera.
  Se lamenta de que esta dinámica de las prisas nos ha llevado a pensar que lo que vale es hablar sin haber pensado lo que se va a decir; incluso, que ser libre significa hablar mucho sin tener opiniones propias. Esta idea me ha hecho reflexionar acerca de tantas veces como  oímos hablar, como si lo hicieran ex cátedra, a personas que únicamente están repitiendo lo que han oído en los Medios o han visto en Internet. Sobre todo lo de Internet ya clama al cielo pues se piensa que lo que aparezca en una página web es artículo de fe.
  Todo esto de la prisa es algo que tengo comprobado y me ha llevado a sentirme identificada con el autor.
  Habla también de la función del profesor de literatura, o el profesor en general. Es muy curioso lo que dice acerca  de que cuando el profesor cierra la puerta de su aula, todo lo que ocurra dentro es su responsabilidad pues lo que hace es abrir una puerta a otro mundo, a ese mundo que debe mostrar a los alumnos. A este respecto habría mucho que decir. Lleva a reflexionar por largo y tendido a quien ha tenido el oficio de profesora de literatura durante más de treinta años. Y aún hoy se siente así.
  He dicho oficio y no profesión porque de oficio habla también el autor, al referirse a que hace falta una especialización para realizar un oficio. Y se refiere incluso, al oficio de poeta, de escritor. Un oficio, deducimos de sus palabras no requiere únicamente estar especializado sino también trabajo, muchas horas de trabajo.
  Esto me ha llevado a llevar a cabo ciertas consideraciones  sobre varios temas. Uno surgió con la última reforma de la educación. Ese volver a los años sesenta y setenta del siglo pasado cuando un profesor, si  era de letras ya  podía dar clase de Historia, Filosofía …cualquier materia de este ámbito o similar. ¡Qué disparate! Y eso yo lo he vivido. ¿Para qué, entonces, me pregunto, hacer una especialidad? ¿Puede ese profesor impartir con el mismo entusiasmo todas esas materias que estudió pero que no domina? ¿Cómo podrá transmitir a sus alumnos con claridad ideas y conceptos que él no tiene claros? Aun siendo especialista, recoge también este detalle el autor. Un profesor aprende dando clase; porque (y volvemos al “otro”) ha de ponerse en lugar del alumno para encontrar el modo en que este lo entendería. Qué razón tiene. Cuántos recuerdos y cuántas anécdotas, me ha sugerido esta parte del libro. Una frase que no me resigno a no recoger “Entre el alumno y el profesor se da un viaje continuo de ida y vuelta muy parecido al que se  provoca entre autor y lector”
  Otro problema, este a nivel general, se plantea en los trabajos de cualquier tipo. Hoy muchas personas se ven obligadas a realizar el trabajo que salga aunque no sea su especialidad. Difícilmente lo hará igual que un especialista. Esto, dice el autor es trabajo pero no oficio.
  Y, lo más curioso , y que todos los escritores noveles deberían leer, ser poeta, ser escritor es también un oficio. Requiere conocimientos que se habrán adquirido leyendo a los clásicos, desde los griegos al siglo XX. También dedicándole muchas horas, escribir, corregir, releer, volver a corregir…Algo que desgraciadamente hoy no se hace. Se piensa que ser un genio es echar al mundo lo primero que a uno se le ocurra. He recordado, a este propósito, como la mayoría de los grandes y buenos escritores de todos los tiempos hablan de trabajo, de luchar con las palabras para encontrar la más adecuada, más expresiva, la que mejor suene. También he recordado haber leído una obra sobre Miguel Ángel en la que en dos ocasiones al gran escultor y pintor le llaman genio y él responde que de genio nada, que en esa obra hay mucho trabajo.
  Completa el autor su  obra recurriendo al ejemplo y somero análisis de varios poetas, García Lorca, Brines, Cernuda, Gil de Biedma, para seguir insistiendo en los temas de los que hemos hablado.
  La conclusión es que la literatura es importante y necesaria porque, además de ser arte, ayuda a vivir otras vidas, a reflexionar sobre temas varios y a disfrutar.
  Defiende, como es lógico, mantener las Humanidades pues” la democracia necesita de las Humanidades.”
   La propuesta, pues, de esta obra, de acuerdo  con Darío Villanueva, es  que tenemos la obligación de defender la idea de que la literatura constituye un elemento imprescindible para la formación de los ciudadanos en múltiples aspectos.

Una obra muy interesante que vale la pena leer con detenimiento.                                                                                                                                                                                                   Como siempre,quedo a la espera de algún inteligente comentario.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

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