Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

viernes, 1 de noviembre de 2019

Alma y Adolfo (un relato intimista)



   
  En mi última noche de soledad en mi pisito de soltera no puedo dejar de recordar algunos de los momentos más emotivos de mi bonita historia. 
 Si cuando estaba inmersa en aquel infierno en que me vi, además de separada de mi entrañable amigo de la infancia a causa de un inexplicable e inconcebible error, alguien me hubiera dicho que todo era una pesadilla, que la felicidad existe y que hoy iba a estar a unas horas de convertirme en la mujer de mi queridísimo Adolfo, no lo hubiera creído.
Escribir aquella maldita nota que me alejaba de él para siempre me dolió más que todo lo que estaba sufriendo.
***
  Es esta mi última noche de soledad.
¿Cómo podía suponer aquella otra, terrible, en la que leí la maldita nota donde Alma me pedía que no volviera a ponerme en contacto con ella, que iba a ser hoy tan feliz?
Yo, que de niño me tragué las lágrimas cuando nos separaron en el colegio, aquella noche, hombre hecho y derecho, lloré como un niño, más bien berreé: No podía creerlo.
Mi madre me hizo concebir esperanzas. Me decía que la estaban ayudando pero que yo no apareciera pues empeoraría la situación de Alma.  Y esperé, a veces desesperado. El tiempo se me hacía una eternidad.
***
Hoy la vida ha decidido darme otra oportunidad, o la única de ser feliz.
  Cuando conseguí salir del infierno, me quedaba algo de purgatorio y para librarme de todo lo más próximo pedí traslado, y llegué a esta bendita ciudad de Santander donde por mediación de una gran amiga de juventud, encontré una especie de hada madrina.
 Me integré perfecta y rápidamente en mi nueva vida. Una vez tuve todo planificado decidí retomar mi abandonada ilusión de hacer una tesis doctoral. Lo comuniqué a mi amiga cuyo marido es profesor en la universidad y me recomendaron me dirigiera para la tarea al profesor Amorós, un señor muy serio y responsable, al que en ciertos círculos  llaman el profesor estirado y distante, en el que podía confiar.
***
Acabada la Tesis y mi estancia en el extranjero me instalé en esta ciudad con la única perspectiva de trabajar y esperar. Por fin la espera fue recompensada y la vida me dio la segunda oportunidad que necesitaba y soñaba.
***
Por un lado, el apellido me recuerda a alguien, pero ya va a ser casualidad, pensé, con la cantidad de personas que lo llevarán; por otro, lo de estirado, a ver si me da con la puerta en las narices y no estoy yo para situaciones así. Me animan y Pedro me consigue cita para el martes a las 12`30, hora en la que casualmente los dos quedamos libres.
***
Mi buen amigo Pedro me pide que reciba a una catedrática que ha llegado hace poco, y quiere hacer la tesis doctoral. Piensa que soy el más indicado para dirigírsela. Que no tema. Es muy seria y responsable. A regañadientes, acepto. Le doy cita para el martes a las doce y media que los dos estamos libres de horario oficial.
***
Haciendo de tripas corazón, llamo –pase- entro y ¡Dios! Parapetado, como protegiéndose tras la mesa, está mi amigo de la infancia, de toda la vida, con sus ojitos color de avellana cordobesa, con esa mirada que lo dice todo porque es poco hablador y ahora veo muy triste, con su pelo casi impeinable, con una barbita a lo Bécquer al que siempre vi parecido, con traje y corbata. Estuve a punto de salir corriendo, pero me quedé clavada en el centro del despacho. Él salió de tras la mesa como una exhalación
- ¡Pero ¿eres tú a quien estoy esperando?!
Me abraza como si le fuera en ello la vida. Yo, al principio, tensa, pero luego me siento tan segura en sus brazos que lo abrazo también y rompo a llorar.
-No llores, por favor, siéntate y hablemos. Toma, bebe un poco que te hará bien. Lo siento, solo tengo agua.
-Pues es una pena. Me haría falta un buen lingotazo de wiski.
***
 Dos golpecitos en la puerta. Pase. ¡Cielos, no es posible! Ante mí está   Alma, mi amiga adorada y soñada, con su dulce voz, sus maravillosos ojos de color indescriptible azul, gris, violeta, según les dé la luz. Su precioso pelo ondulado que peinaba cada día de una forma y hoy lleva recogido en una juvenil cola. Y ¡dios, con una expresión tan triste que parte el alma! 
Salto, la abrazo, la acaricio sin que apenas lo sienta. De momento se queda rígida ¡pobre mía! Pero al pronto se rinde en mis brazos y rompe a llorar. La siento tan frágil, tan necesitada de ayuda, pero comprendo que me he de contener.
***
-Así que tú eres la joven, inteligente, responsable, y no sé cuántas virtudes más, catedrática que desea que le dirija su tesis doctoral, dice. Con citar tu nombre podrían haberse ahorrado adjetivos.
 -Algo parecido podría decir yo. El apellido me trajo recuerdos, aunque    lo de estirado y distante… pero ¿cómo iba a saber…? Ya ves, después de una larga y absurda etapa de silencio, vuelvo a ti para que seas mi profe. Porque, vas a querer serlo ¿verdad?
 -¿Acaso lo dudas? Pero me preocupas y no sé si atreverme a proponerte que salgamos de aquí, nos vayamos a comer, pasemos la tarde hablando, recordando tiempos pasados y ya luego tratamos el tema de la tesis. Me resulta extraño incluso triste, después de tanto tiempo y la amistad que siempre nos unió, tener este encuentro tan frío y oficial. ¿Qué me dices?
 -Sería bonito, pero no sé si debería aceptar. ¿Me das unos minutos para decidir y mientras, hablamos de la tesis?; así me voy recomponiendo pues como ves no ando muy bien. Después de todo yo no he venido a contarte mi vida y llorar en tu hombro sino a ver si este profesor tan distante y estirado quiere dirigirme una tesis doctoral
-Te doy el tiempo que necesites. Lo de deber no lo dirás por mí. Soy absolutamente libre. Bien, pues dime qué idea tienes de autor, obra, tema…
Estuvimos tratando el asunto de la tesis casi una hora. Por fin él dio por terminado el tema, propuso un intercambio de teléfonos y e-mail, para mejor comunicación y…
***
     Muy a mi pesar estuvimos casi una hora tratando el asunto de la tesis.
     Por fin me la pude llevar de allí.
***
     -Alma, me estás preocupando- me dice- De verdad ¿No quieres que
     hablemos? Soy el de siempre. Aquel amigo en quien confiabas plena
    mente. En serio, No he cambiado y menos para ti.
-Vale. Acepto. Pero no respondo si en algún momento rompo a llorar. Acabo de salir de un infierno, y si me encuentras un poco arisca te pido que me perdones. Lo comprenderás cuando te hay contado algo.
-Pues, no se hable más. Nos vamos a ir primero a comer y luego a un sitio cómodo y bonito a contarnos las vidas.
-Claro, tú también tendrás algo que contar después de tanto tiempo. No te lo vas a creer, pero se me hace raro ir sola con un hombre por ahí…
-Supongo que tienes tus motivos, pero yo no soy un hombre ¡sí lo soy!  (Qué bonico, el pobre estaba tan nervioso como yo) quiero decir que no uno cualquiera. Soy tu amigo de toda la vida con el que estudiabas, te reías, ibas al cine incluso ¿Te acuerdas? ¡Espera! Voy a quitarme el disfraz de profesor estirado.
Se quitó la corbata. Yo no pude reprimir el impulso de pasarle los dedos índice y corazón unidos de la mano derecha, suavemente por la barbita. Él se queda quieto, asombrado.
***
¿Es verdad lo que acaba de hacer?
- ¿No te gusta? Me la dejé para parecer mayor.
-Sí. Te queda bien. Es que me hace gracia. Jamás te habría imaginado con barba. Claro te quita un poco el aspecto de niño.
 No consigo contenerme. Le cojo la mano y se la beso con dulzura, sin apenas rozarla. La retira casi con brusquedad.
-Perdona. No he debido…
-Tranquilo. He sido yo. No pasa nada. Ya irá remitiendo. ¿Nos vamos?
-Ha sido una reacción típica de tu yo de siempre. Eso es formidable. Verás cómo entre los dos damos pasaporte a todas tus penas. Voy a poner una nota en la puerta. NO ESTARÉ EN TODA LA TARDE. POR MOTIVOS PERSONALES ME HE DE AUSENTAR. Es la primera vez en mi vida que lo hago. Puede que cunda el pánico.
***
   Comimos, pasamos la tarde juntos y así fue pasando el tiempo con reuniones para la tesis y fines de semana de excursión cine, teatro, paseos y hablar, mucho hablar.

***
Pasábamos juntos mucho tiempo. Cada vez más. Yo, a veces lanzaba alguna indirecta que a ella parecía ponerla nerviosa. Insistía en que no me quería molestar ni alterar mi vida. ¡Criatura si era lo que estaba deseando ¡
***

Hasta que un día, me atreví a leer unas cartas que me había enviado en un momento que yo ya no pude leer y uniendo su contenido a cosas que decía y hacía me di cuenta de que había algo serio de que hablar. Por ejemplo, una tarde cualquiera comentaba:
- Eres muy joven, vales un potosí y más de un hombre se volvería loco porque lo quisieras. Puedes enamorarte, encontrar alguien en quien confiar…
-¡Hombre!, gracias por los ánimos pero creo que…va a ser difícil incluso que me enamore. Aun en el caso de que ocurriera no creo que…bueno, nada. Y en cuanto a confiar en un hombre tendría que ser uno muy especial, una especie de mirlo blanco, ángel caído del cielo…Total, que no veo más futuro que hacer mi tesis. Eso sí. Otra nota maldita para ti, jamás. Sobre mi cadáver.
-A ver. Te agradezco la decisión de no volver a apartarme de ti. Una segunda vez no lo soportaría. Por otro lado, hay varias razones para que no te cierres a un futuro feliz, a formar esa familia que sueñas, con hijos, con nietos…Una golondrina no hace verano, dice el refrán. Es cierto que el mirlo blanco y el ángel caído del cielo tal vez no existan, pero un hombre, algo especial que se enamore locamente de ti, que te admire, te quiera…puede existir. ¿No crees? Y tú te lo mereces.
O aquella otra vez que durante la merienda le suelto
-Mira, me gusta que me invites, o que me llames por las noches, a fin de cuentas, eres la única persona de absoluta confianza que tengo aquí. Sí, Fuensanta, pero no es igual. Ahora bien, no me perdonaría estar incidiendo demasiado en tu vida, o privándote de…ocasiones interesantes. Sabes a qué me refiero ¿verdad?
-Lo sé. Pero qué he de hacer o decir para que me creas cuando te digo que no hay nada que me interese más que estar a tu lado, acompañarte, ¡caramba! Haberte recuperado.
-Ya sé que me pongo pesada, pero compréndeme. Me cuesta creer que no tengas nada…
-Pues, de momento, intenta hacer un esfuerzo y créeme. Yo no te mentiría jamás. Supongo que dudas porque tienes la impresión de que te oculto algo. Es verdad, pero es algo muy importante que sabrás en el momento y lugar adecuados.
-Lo del momento, lo capto, pero ¿el lugar?
-No es una cafetería el lugar adecuado para hablar de ciertos temas. Y ¡tranquila! No es nada malo ni raro. Todo lo contrario ¡espero!
Cada reunión me dejaba más confusa, y al mismo tiempo ilusionada. En otra ocasión, yo me ponía siempre un poco pesada, salió de nuevo el tema de marras…Me proponía salir de la ciudad, recorrer los fines de semana los entornos…
***
Ella insistía.
-Es una magnífica idea. Pero por favor, no te sientas obligado por mí.
- ¿No habíamos quedado en que volvemos a ser los de siempre? No me siento obligado, me siento feliz de volver a tenerte cerca. ¿Es que no me crees?
***
  En estas ocasiones los castaños ojos como avellanas cordobesas de Adolfo brillaban de una forma especial que yo iba captando y…
- ¡Perdón, perdón! Sí, te creo. Además, me gusta. Yo también me siento feliz, pero a veces…no puedo evitar pensar que he llegado a alterar tu vida y eso no me gustaría…
- ¿Y no se te ocurre pensar que tal vez mi vida estaba necesitando esta alteración?
Pasaban los días. Leídas aquellas cartas una tarde me decidí
-He de comentarte una cosa. Más bien pedirte que me expliques algo que no sé muy bien cómo interpretar. Pero no puede ser aquí. Ha de ser en alguna parte que nos permita más intimidad. Yo me atrevería a pedirte que fueras a mi casa, aun a riesgo de parecer demasiado atrevida.
-Me acabas de preocupar. ¿No puedes adelantarme algo? Yo voy a tu casa de mil amores e imagino que eso de atrevida lo has dicho en broma.
-Es que he releído unas cartas y leído una que permanecía cerrada y necesito comentarlas contigo, si no te importa. Me da apuro, pero creo que es necesario.
- ¿Cuándo será?
-Si tú quieres mañana.
Cambiamos de tema y otra vez las insinuaciones que me aturdían a propósito de la soledad
- ¿Es que tú vives sola porque te entusiasma?
-Y, ¿tú? perdona mi indiscreción ¿Qué esperas? ¿Encontrar una mujer que sea capaz de enamorarte…?
- ¡Ay, Alma! ¿Dejamos eso para mañana? Tal vez…hablemos de ello y…
-Perfecto. Creo que me he excedido esta tarde. Además, me he metido en tu vida.
-No. Tú entraste o reentraste en mi vida la tarde que apareciste por mi despacho.
-Sí. Como un elefante en una cacharrería, alterando tu vida.
-Entraste como la Beatriz que llevó a Dante al cielo. No te imaginas la emoción que sentí al abrazarte y comprobar que aún confiabas en mí. Lo malo fue cuando te echaste a llorar y yo no sabía qué hacer para consolarte. Te habría estrechado más contra mi pecho para arrancarte toda aquella pena, te habría besado y acariciado, pero temí que me rechazaras y me alegré de no haberlo hecho cuando te separaste bruscamente de mí y me pediste perdón por parecer arisca.
Aquella noche, tras aquellas palabras, pensé que tal vez ya no hacía falta leer las cartas
  Al día siguiente en mi casa comentamos las cartas y quedó claro que nuestros sentimientos habían evolucionado, y andaban en dirección que nos llevaba mucho más allá del cariño y la amistad de toda la vida. Fue hermoso descubrirlo. Él lo había descubierto antes; a mí me costó convencerme, pero triunfó el amor. Un amor grande, hermoso, lleno de ternura.
Me decía
-Verás. Mientras estábamos juntos, hacíamos planes etc., jamás me pasó por la cabeza nada que no fuera una sincera amistad. Pero al alejarme empecé a tener la sensación de que sentía algo más, algo diferente. Como es natural no me creí con derecho a decírtelo claramente así, a distancia, necesitaba verme otra vez junto a ti para comprobar que era cierto lo que me estaba ocurriendo. Por eso, no fui más claro.
- Pues claro. Cuando me dijiste que te casabas, no te puedo negar que sentí celos. Unos celos casi incontrolables.   Continuemos.
La última carta era muy significativa y ¡tan emocionante! Necesito releerla.
Mi querida Alma, amiga de toda la vida. Tal vez no llegues a leer esta carta, pero por si lo pudieras hacer. No sé a qué se debe este silencio y alejamiento, aunque me temo lo peor. Mi madre me aconseja que no insista. No sé si volveré alguna vez a ser tu amigo de siempre, incluso si volveré a verte. No obstante, debes saber que pase lo que pase siempre me encontrarás dispuesto a volver al punto de partida y ayudarte en cuanto necesites. Un último abrazo, pequeñaja. Eternamente tuyo. Adolfo. 
 -Efectivamente, no la leí. Mi madre la guardó junto a las otras. Fue ella quien hace unos días me insistió en que no demorara más la lectura y hablara contigo.
 Estas dos últimas me han provocado sentimientos de culpa, y de agradecimiento. Fíjate que casi adivinas lo que estaba pasando y lo que pasaría. No te busqué de inmediato porque no tuve valor para leer esa carta última y porque no me creía con derecho a recurrir a ti. Pero ver que la vida nos ha vuelto a reunir me ha emocionado. Ahora estoy feliz pero no quiero ser un obstáculo en tu vida.
-Anda, ven aquí, pequeñaja mía. Dame un abrazo y no llores más ni digas cosas raras. Creo que ha quedado claro lo que ahora y desde hace tiempo siento por ti. Si tú has cambiado también un poco tus sentimientos hacia mí o crees que eso puede ocurrir, ya ves que estoy a la espera. Así pues, está claro que esa mujer… ya existe. Existe y existirá mientras vivamos. Yo te quiero con toda mi alma, con locura. No te imaginas lo que me ha costado contenerme todo este tiempo. Entre tanto te dirijo la tesis, hacemos viernes, vamos al cine, todo lo que a ti te apetezca. No te voy a presionar ni meter prisas. Soy tu Adolfo de toda la vida. Sé y puedo esperar.
***
Qué bonito fue todo a partir de esa tarde. Mantuvimos las distancias en público en tanto duró la elaboración de la tesis, aunque creo que todos daban por hecho lo que intentábamos disimular.
***
  Leída la tesis, dimos la noticia de nuestro noviazgo y mañana nos casamos. No es un hombre al uso. Es rara avis. Cariñoso sin excesos; tierno y detallista. Recuerdo que el día que se cumplía un mes de mi irrupción en su despacho como un elefante en una cacharrería, que decía yo pues alteré por completo su vida, tenía que pasarlo fuera porque daba unas conferencias en León y me dice que es una pena no poder celebrarlo, pero cuando vuelva lo haremos. Pues bien, ese día recibí media docena de rosas blancas con un mensaje “No puedo olvidar que hace un mes reapareciste en mi vida. Adolfo”
  He vivido, y estoy viviendo unos meses, años, maravillosos. Estamos ilusionados. Queremos tener hijos, formar una familia. Pero también me anima a que escriba, intervenga en cursos como ponente…confía en mí y me admira también intelectualmente. No pretende guiarme, solo animarme. Es un cielo.
***
Me caso mañana con la mujer más maravillosa que existe. Inteligente, dulce, cariñosa, bonita como pocas, con la persona más encantadora que pisa la tierra. No se puede pedir más. 
(del 11 al 14 -6-2019)

2 comentarios:

  1. Como buena filóloga, que diría Berrio, has utilizado con mucho acierto la técnica del "contrapunto", una vez ella , otra vez él. Además ambos empiezan igual: "En mi última noche de soledad..." que nos vas introduciendo en el ambiente intimista que respira toda la narración.
    Los protagonistas pertenecen al mundo de la enseñanza que nos es tan querido en el que se vuelven a encontrar después de años los protagonistas, la Universidad de Santander.
    Los diálogos son deliciosos pero me habría gustado mas descripción física de los enamorados, que se limitan a los ojos, azules los de ella, avellanados los de él, el cual recuerda a Bécquer en el cuadro que hay en Sevilla con ese aspecto tan romántico. Además del detalle de Adolfo de llamarla "pequeñaja"
    Es muy curioso lo referente a las cartas ¿por qué Alma no las había leído y es la madre la que , haciendo de Celestina, le sugiere la lectura de aquellas cartas que ella le había guardado? ¿Era realmente un amor platónico y por eso se compara a Alma con la Beatriz de Dante?
    Finalmente ELLA (y fíjate que la destaco con mayúsculas) ha encontrado a ese hombre que la ama y que al mismo tiempo reconoce su valía intelectual, animándola a participar en conferencias, ponencias...etc.
    Recordando a Galdós veo que has dado con el nombre de Alma, muy adecuado a su personalidad, pero se me escapa el de Adolfo.
    Como yo también soy romántica me ha deleitado saber que al fin se casan.
    La estructura del "contrapunto" se mantiene hasta el final.

    ResponderEliminar
  2. Querida mater et magistra, te felicito por este relato. Creo que has reflejado en esa relación truncada en principio pero finalmente victoriosa lo que muchas mujeres deseamos (o al menos yo): un compañero que nos quiera y que nos valore, con quien compartir proyectos de vida comunes. Gracias por compartirla, y, con ella, un poquito más de ti misma. Eres un regalo <3

    ResponderEliminar