Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

martes, 15 de octubre de 2019

Un paseo por la sierra de Cazorla.



 
  Acabo de encontrar otra de las cartas de viaje de mi amiga Constanza. Es de junio del 2004 y empieza de una forma muy curiosa.
  Hay compradores compulsivos, mentirosos compulsivos, etc. pero ¡cielos! Hay también viajeros compulsivos y uno de ellos me ha tocado en la rifa de maridos. Era regalo sorpresa. No se le veía venir, pero ¡ha venido! Ha devenido, desembocado, yo qué sé, en viajero sin límites razonables. Y lo peor es que pretende arrastrarme a esa misma vorágine viajera.
  Viajar es bonito, interesante, formativo y cuanto se quiera, pero como todo en esta vida, tiene su término medio. “En el término medio está la virtud” dicen. Y también que “lo bueno si breve dos veces bueno” etc. Nosotros ya tenemos asegurado uno cada dos meses que no es un viaje, es una visita familiar. Por eso desde hace poco le hemos agregado un suplemento turístico.
  
 Es cierto que estaría bien, además, hacer una vez al año, un auténtico viaje de 10 o 15 días. Pero lo que sobrepasa, supera, los límites de mi capacidad, de mis limitaciones físicas y psíquicas y de lo que creo razonable, es no poder deshacer las maletas.Estamos a punto de iniciar un viaje y ya está pensando en el siguiente. ¡Es agotador!
  Después de muchas discusiones, explicaciones, razonamientos, etc. He conseguido que comprenda que a ciertos sitios ya no estoy dispuesta a ir, que en vez de placer sería un suplicio y no es justo. Por supuesto no me opongo a que él vaya a donde quiera ¡Estaría bueno! No es mi estilo.
  Pues bien. Una vez comprendido este último punto decidió irse a Turquía. Ya estaba todo listo para los primeros días de junio y le avisan  que el número de viajeros no alcanza el necesario para llevar a cabo el viaje. ¿Cómo se iba a quedar tanto tiempo sin viajar? (En mayo estuvimos en Mallorca y en julio vamos a Países Bajos). Hay que hacer un viaje de consolación. Vamos a Cazorla. A fin de cuentas, teníamos pendiente ir a Jaén.
  Para empezar, me costó Dios y ayuda encontrar hotel. Por fin conseguimos primero en el hotel Montaña en Río Frío y para el viernes en el Sierra de Cazorla de la Iruela.
  Martes 8. Empieza el viaje como si fuera un partido de fútbol con peloteo y regateo sobre la hora de salida con alguna desdichada indirecta dirigida a ciertos problemitas…
  La cosa se calma y se mantiene el empate a 0 hasta que, en la salida a Pozo Alcón, mi marido se adelanta con un penalti dudoso. Sí. Porque él conduce, pero yo hago de copiloto o sea de Luis Moya: ¡ojo!, mantente a la derecha, salida próxima (o desvío) ¿la ves? Ya está ahí, ahora, muy bien. Al llegar a la salida para Pozo Alcón yo cometí el error de pensar en voz alta al comprobar que íbamos bien pues el número de la carretera coincidía con el que tenía anotado en la ruta del viaje. Esto fue suficiente para que se la pasara y tuviéramos que ir a la siguiente, cambiar de sentido y tomar el camino que habíamos dejado. Pero le dura poco la alegría porque este chico, conduce bien, pero en materia de carreteras es un desastre. Jamás se le ocurre mirar el mapa de carreteas antes de salir de casa y luego me discute lo obvio. Así que empato al llegar a Pozo Alcón porque se mete en el pueblo y luego hemos de salir a la carretera que habíamos dejado: por ahí tenían que haber seguido, nos dice un lugareño. A los pocos minutos con la dirección de Quesada le meto otro gol, y ya le gano. Ocurre, según él, que las señalizaciones no son correctas, no están donde deben y son equívocas. También es raro que sea el único en perderse. Y es que solo mira la carretera, pero no se fija en el tipo de señal, en el cruce…en fin que no sé qué sería de él viajando solo. Claro que, de sobrevivir, tal vez espabilaría.
  Por fin llegamos a la sierra. Aún no habíamos llegado al kilómetro que daba la dirección de nuestro hotel, cuando a la izquierda, sin sitio apenas para aparcar, hay una casa con un letrero sobre la puerta que dice HOTEL DE MONTAÑA. Aquí es, dice, y para. Y yo: no es posible. Esto no puede ser el hotel. Además, el nuestro se llama HOTEL MONTAÑA-. Es igual. - No es igual llamarse hotel de montaña que Hotel Montaña- Voy a preguntar. Efectivamente, es más adelante. ¡Otro gol! Ya gano por 3-1. Por fin llegamos. Tiene buena pinta. Por no variar aparca delante del restaurante. Espera, no te bajes que aparco en la puerta. Ya digo yo que no solo vivir, viajar con mi marido es deporte alto riesgo.
  Nos instalamos, salimos a dar un paseo y cenamos en el restaurante del hotel. Tenemos media pensión
  Martes 9. Desayunamos temprano y salimos dirección Torre del Vinagre para hacer la ruta del río Borosa. Llegamos al Centro de Información que, como es muy temprano, aún está cerrado. También esto forma parte de nuestros viajes, como tal vez tú recuerdes de otras ocasiones. No hay nadie. Empezamos a andar, como siempre con la, parece, intención de perdernos. Por fin hay un letrero que indica el camino. La ruta del Borosa es muy bonita, no espectacular pero deliciosa, con sus cascaditas y todo. Por costumbre hemos dejado el coche lo más lejos posible.


El río Borosa

  Pero ¡ay, Constanza, Me digo, ya no eres la que por aquí llegó hace unos quince años hasta la que diste en llamar laguna Estigia. La primera y sin parar. Ahora vas más despacio, pero tampoco hay prisa.

Otro bonito recuerdo del Borosa

   Pasada la Cerrad de Elías, mi marido se empeña en "aparcarme" bajo un árbol porque quiere comprobar si vale la pena seguir pues según él, claro, yo no voy a tener fuerzas. Cuarenta y cinco minutos me tuvo allí. ¡Qué manía la suya de aparcarme en cualquier sitio y seguir!


El río invita a ser fotografiado
    Bien es cierto que la ruta la hicimos distanciados físicamente porque él se ha de ir parando a grabar, fotografiar, y lo que sea. Yo hago fotos, pero voy sobre la marcha, oteando y vislumbrando cual será el buen enfoque o cuadro etc. Y hago muchas y buenas fotos, ¡alguien me lo tendrá que decir! Voy como la tortuga del cuento, a mi paso y siempre llego. 
  A todo esto, aún no hemos aprendido a llevar a las excursiones algo de comer. Con suerte unas barritas energéticas. Ya en plena siesta emprendemos el regreso que es más rápido pues ya está todo visto.
  Llegamos al hotel casi a las cinco. Ducha y a la cama un rato. Me duele todo. Estoy hecha puré. Bajamos ya a la hora de cenar. Damos una vuelta por los alrededores antes y después de la cena, pero tenemos, sobre todo tengo, ganas de volver a la cama y dormir, dormir.
  Está bien esto de la media pensión, sobre todo aquí, porque cuando hay que salir a buscar donde cenar e incluso a veces desayunar es una lata y casi siempre sale una chapuza. Bueno, mejor no meneallo.
  El tercer día, segundo en la sierra, fuimos al parque cinegético, al Tranco y al jardín botánico. Delicioso el paseo por el parque, de buena mañana, todo en silencio. Vimos varios ciervos.

Bonita panorámica del pantano del Tranco
Otro momento del pantano

 Regresamos a comer al hotel, echamos una siestecita y por la tarde nos fuimos a la Cerrada de Utrero. ¡Qué desastre! Otra jaimitada de mi ínclito esposo cuya mejor virtud no es la buena intuición a la hora de elegir caminos. Eso, sí, siempre alardeando de que tiene una brújula natural que es la leche. Pues con su láctea brújula nos perdemos en  un pañuelo. Como siempre dejamos el coche donde Cristo perdió la zapatilla izquierda. Empezamos el camino y encontramos una flecha que “está al revés”. En realidad, los que estamos al revés somos nosotros que hemos empezado el camino por el punto equivocado. Siguiendo otras flechas que parecían estar al derecho empezamos a descender por un NO sendero de cabras que cada vez me gustaba menos. Mi marido entusiasmado: ¡esto es senderismo!. Y yo. Pero la guía  dice un sendero en forma de herradura, como cabe esperar, y esto no es así. Esto baja sin forma ni control. Y ¡mira! Ahí arriba está el mirador. Eso significa que por allí va el camino. Mi marido ¡ah! Pues subimos por aquí mismo. Pero tú ¿estás loco? -yo puedo y te ayudo- que no, hombre, que no. -bueno pues seguimos. En el peor de los casos esto acabará en la carretera. Efectivamente acababa en la carretera. Entonces quiere aparcarme allí, subir, recoger el coche y venir por mí. Me niego en redondo. -pero no tengas miedo. En media hora estoy de vuelta y además, no estás sola, están los obreros de la carretera- ¡hombre, pues qué bien! Que no, que yo vuelvo contigo.
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  Y allá que vamos a desandar lo andado, ahora sube que sube, trepa que trepa sin querube ni Pepa. El corazón se me sale por las orejas, ¡Qué barbaridad! Me propongo explicarle que ya no tenemos edad para ir por ahí solos haciendo tonterías. No creo que lo entienda.
  Por fin llegamos a la primera flecha y vemos que viene gente. Emprendemos el camino al revés que ellos. Al fin damos con la cascada que era, según yo, lo que daba sentido a la excursión. Apenas puedo hacer fotos pues casi es de noche. Volvemos solos, ya no queda gente y con el sol cada vez más bajo.


Cascada de Utrero


    Al hotel, cenar y hacer maletas.
  Por la mañana, temprano, salimos hacia la Iruela. El hotel SIERRA DE CAZORLA está en un sitio estupendo. Desde nuestro balcón se ve el castillo que de noche parece un fantasma. El hotel es muy curioso. A las habitaciones se entra desde la calle como si cada una fuera un apartamento. La nuestra tiene una salita y el dormitorio con sendas terrazas. Ahí solo tenemos desayuno, pero optamos por comer y cenar también. 
El Hotel

El Castillo

El castillo desde nuestro balcón


   Dejamos las maletas y nos vamos de excursión, por el pueblo, el castillo, los miradores, pero solo llegamos al primero pues son las dos y el sol calienta lo suyo por la carretera.
  Se mezclan los recuerdos agradables y tristes. En mi estancia en Cazorla allá por los años 64 al 66 ¡Cuántas veces paseé por esos miradores! ¡Cuántos buenos recuerdos! La mayoría de aquellos paseos los hice con mi Papi querida, la alumna y amiga del alma. Ya no está. Murió hace siete años y yo no me enteré. Eran tiempos que recordaban la Edad de Oro de D. Quijote. Podíamos ir solas por aquellos caminos y montes. Hablábamos, cantábamos y soñábamos. ¡Cómo la recuerdo mientras recorro este paisaje que ya no es el mismo!
  Pasamos la tarde en Cazorla, pero no encuentro a nadie conocido, no me suena ninguna cara ni la mía hace que alguien diga ¿pero es posible, eres tú? Casi no reconozco el pueblo, ha perdido su encanto para mí y también por los cambios que el tiempo ha ido haciendo en él.

Cazorla. El castillo de la Yedra
                                             
Restos de Santa María



   Subimos al castillo de la hiedra hoy museo, muy interesante. Vuelta al hotel.
  El sábado para terminar el viaje, a Jaén. El domingo trece, volvemos a casa. 
  Deshacer maletas, pero no guardarlas. ¿Para qué? Ya no las guardo nunca. Están preparadas siempre para salir. ¿Cuándo la siguiente salida? El próximo mes. ¿Vamos a estar quietos tanto tiempo? La verdad es que últimamente parecemos un circo. Un abrazo, querida y paciente amiga

1 comentario:

  1. Después de leer el texto completo me apetece hacerte una pregunta ¿ no crees que la palabra "paseo" para el título es un poco metafórico? ¿no hubiera sido más apropiado "calvario" por la sierra de Cazorla? Tu amiga Constanza no pierde el sentido del humor incluso en las situaciones más adversas. Ya me gustaría a mí que mi amiga Enma fuera así, pero hay que comprender que es holandesa. No entiendo ese problema de las maletas. Yo viajo "ligera de equipaje". Comprendo a tu amiga cuando protesta por la edad en viajes por terrenos rocosos, pedregosos, por "cárcavas roquedas". No se le puede negar a Constanza el ingenio a la hora de hacer comparaciones, como la del partido de fútbol que ella le ganó al marido por goleada.
    Lo que no comprendo es por qué el marido, que se pierde con facilidad, no usa el GPS.
    ¡Qué pena que los pueblos cambien con el tiempo ¡ y que cuando los vuelves a visitar ya no parezcan los mismos porque no hay la misma gente. Eso me temo que me pase a mí cuando vuelva a Écija después de 40 años que hace que estuve ejerciendo la enseñanza en el instituto de S. Fulgencio. Es mi asignatura pendiente. Cuando la "apruebe" me llevaré a Enma.

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