Abro este blog con la intención de mantener un ameno diálogo con todo aquel que se acerque a él. Creo que lo más bonito de las relaciones humanas es esa comunicación que consiste en un intercambio de emociones, conocimientos, ideas….Esa comunicación que enriquece el espíritu.

"La relevancia de la comunicación humana, pues del contacto verbal surge un intercambio que aminora el dolor, palía la soledad y estimula el contento de vivir” Carmen Martí Gaite

jueves, 15 de octubre de 2020

 

   LOS TRES CERDITOS

  Principio del placer versus principio de la realidad

 En “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” leo que el cuento de “LOS TRES CERDITOS” contiene el mismo tema que el mito de Hércules. O sea, elección entre el principio del placer y el principio de la realidad.

  Dice el autor que enseña al niño que no debemos ser perezosos ni tomarnos las cosas a la ligera. También insiste en las ventajas que comporta el crecimiento pues al tercer cerdito que es el más listo lo pintan como el mayor y más grande. Este crecimiento tiene un sentido en cierto modo metafórico.

  Las casas que construyen los cerditos son símbolos del progreso de la historia del hombre. Choza sin estabilidad, casa de madera, sólida casa de ladrillos.

  Por otro lado, los dos pequeños viven de acuerdo con el principio del placer. Hacen la casita sin cuidado porque prefieren jugar; el segundo empieza mejor, pero acaba a toda prisa, también quiere jugar o descansar. Buscan la gratificación inmediata sin pensar en el futuro, en los peligros que implica la realdad.

  El mayor, sin embargo, ha aprendido a comportarse según el principio de la realidad.

 El lobo destructor y salvaje representa las fuerzas sociales, inconscientes y devoradoras contra las que tenemos que aprender a protegernos.

¿Cómo podríamos aplicar esto a la situación actual? Veámoslo.

  Sin duda a casi todos nos leyeron o contaron el cuento de los tres cerditos. Y tal y como nos lo contaron, lo contamos nosotros y así generación tras generación. Con ese cuento se nos quería trasmitir un mensaje que parece no captamos.

  Una y otra vez empezamos la casa por el tejado, o la construimos con materiales débiles. Una y otra vez preferimos los resultados rápidos y brillantes a la laboriosidad. (Como los cerditos menores) Y es que adoramos la brillantez, nos subyuga el individuo brillante, ese que parece que no necesita pensar para acertar y no nos damos cuenta de, siempre con contadas y honrosísimas excepciones, en la mayoría de los casos se trata de fuegos fatuos.

  Además, como somos humanos, a todos nos tienta el deseo de brillar aunque solo sea una vez y, con cierta frecuencia, seríamos merecedores del quevedesco “Sol os llamó mi lengua pecadora…”

  Mas no es esto lo peor, sino que ese afán se   contagia a los seres en formación que nos rodean, los que deberían poder aprender de nosotros; incluso se ven inducidos a perseguir ese afán y los estropeamos porque, como quizá diría Moratín (perdóneme D. Leandro el atrevimiento) los juzgamos brillantes luego que los vemos instruidos en el arte de repetir antes que en el de pensar y razonar.

  La verdad es que cuando oigo el calificativo de brillante o excelente como se dice hoy, un escalofrío me recorre el cuerpo, porque ya sé, que antes o después se hablará, con cierto aire de conmiseración, de su contrario, ese pobre ser humano que no es brillante (a veces se dice inteligente aunque no siempre sea lo mismo), pero es trabajador. Es decir que el pobre infeliz a quien dios o el diablo no le dio la capacidad de brillar le dio las ganas de trabajar. Y eso, creo, para la formación de un adolescente puede ser nefasto. Cuantos que empezaron sus estudios bastante bien se fueron estropeando a causa de ese creer que eran superiores, solo por tener una buena memoria o ser rápidos en aprender (o retener o repetir).

  Hoy, parece que en vez de paliar esos problemillas se agudizan y se puede estar llegando al “cuanto menos haga mejor”. O se brilla sin esfuerzo o se vive apagado, pero sin dar un palo al agua, coloquialmente hablando.

Después de todo y bien mirado si “al brilla un relámpago nacemos y aún dura su fulgor cuando morimos…” ¿Para qué tales ansias por brillar? Me quedo con el trabajo que es muy sano, aunque se nos haya inculcado la idea de que es un castigo divino. ¡Cuántos luchan y hasta lloran hoy por un trabajo!

No agrego ejemplos muy actuales y hasta sangrantes porque podría herir susceptibilidades. Que cada cual reflexione sobre el asunto y extraiga sus propias consecuencias.

Tal vez no estéis de acuerdo. Es lo que pienso. Gracias por leerme.

1 comentario:

  1. Muy interesantes tus razonamientos sobre los tres cerditos. Siempre me llamó la atención el mito del número tres, tres hijos, tres hermanas, tres puertas, tres caminos...etc. de los cuales de los cuales el mejor siempre era el tercero. Pero he aquí que de los cerditos el mejor es el primero ¿CUÁNDO LE VA A LLEGAR EL TURNO AL SEGUNDO? lo digo por la parte que me toca. En cuanto a las personas brillantes, los enseñantes tenemos mucho que decir. Podemos recordar ejemplos de alumnos inteligentes y brillantes que luego no triunfaron en la vida y otros de esos del montón pero muy trabajadores, muy constantes que llegaron a conseguir su sueño. Yo destacaría dos cosas en la vida, la suerte y el tesón.

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